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lunes, 10 de marzo de 2008

LA NOTA DE HOY

“ARGENTINA AUSTRAL” Y LA LITERATURA PATAGONICA




Por Jorge E. Vives*







Buceando en viejos ejemplares de la revista “Argentina Austral”, esa publicación pionera del periodismo sureño cuyos 434 números fueron editados por la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia entre junio de 1929 y mayo de 1968, descubrimos que la preocupación por la literatura regional es un tema antiguo. Desde los primeros números la revista cobijó en sus páginas la obra incipiente de quienes en estas latitudes empezaban a animarse a escribir cuentos y poesías. Y también las creaciones de autores foráneos inspiradas en la región: crónicas de viajes y descubrimientos, relatos históricos y toda otra manifestación literaria cuyo telón de fondo fuese la meseta batida por el viento, la cordillera umbrosa o el mar encrespado.

Pero al mismo tiempo que publicaba las obras de artistas y estudiosos, pretendía consolidar los valores emergentes de la cultura vernácula. No sólo elaboró listados de libros relacionados con la temática zonal, como el “Catálogo de una biblioteca patagónica” de Julián Pedrero publicado entre los años 1944 y 1945; sino que editó artículos que trataban en profundidad el asunto. Entre esos artículos rescatamos dos, a título de ejemplo de lo dicho.

El primero de ellos se publicó en noviembre de 1953 y versaba sobre “literatura de ficción en el lejano sur”. El escrito de Germán Burkardt se inicia citando las obras de autores clásicos, como “El faro del fin del mundo” de Julio Verne, y “La estrella de la Araucanía” de Emilio Salgari; e incursiona finalmente en los autores patagónicos que recién comenzaban a surgir. Unos meses después, en marzo de 1954, aparece un editorial titulado “Escritores Patagónicos”; en el cual, haciendo referencia al artículo en cuestión, remarca la necesidad de conocer la obra de los autores patagónicos, especialmente los de ficción. Y agrega:

“(El artículo de Burkardt)... nos lleva a la consideración de lo interesante que sería recorrer la producción patagónica de la literatura imaginativa o de ficción, donde muy bien correspondería agregar relatos anecdóticos recuerdos personales, “cabos sueltos” dispersos en publicaciones periódicas y, en resumen, trabajos literarios de cierto valor y que por su índole se sustraen a las exigencias de las disciplinas históricas, y luego que dentro de los mejores ejemplos novelísticos, ¿dónde termina lo real y comienza lo fingido?... Hoy nadie prescinde de la novela como auxiliar de la historia cuando se trata de definir caracteres nacionales o regionales, de reflejar cuadros de ambiente o de costumbres, etc. Del mismo modo ningún literato en la actualidad, y posiblemente nunca , podrá dejar a un lado el aporte de la verdad histórica, geográfica o psicológica.”

El segundo artículo, publicado diez años después en el número de agosto / septiembre de 1963, es el “Ensayo de historia literaria patagónica” de Leonor María Piñero. En él se observa una consolidación del estudio de las letras regionales. Piñero comienza manifestando: “Mucho se ha escrito sobre el sur. Pacientemente el aficionado, el estudioso, el erudito, podría llegar a reunir el total de sus títulos. Y establecer un orden, ya por épocas, ya por temas”. Para ese orden propone la siguiente clasificación: primer época, de grupos autóctonos (recuperación de la tradición oral). Segunda, de descubrimientos, hasta 1850 (principalmente crónicas de expediciones españolas y extranjeras). Tercera, de organización, hasta 1910 (mayormente relatos de las expediciones argentinas). Y cuarta, de evolución; con escritores nativos y arraigados, hasta nuestros días.

“¿Existen los escritores patagónicos?”, se pregunta. Y llega a la conclusión que sí: los literatos nacidos y residentes en la región son “escritores patagónicos”. Sus temas son principalmente aquellos que les brinda el paisaje patagónico; pero también tocan temas universales desde la particular óptica otorgada por el ambiente particular en el que viven. A continuación, y antes de hacer un repaso de los principales autores de Neuquen, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego y la “región Magallánica” (Punta Arenas), intenta dilucidar quienes fueron los primeros escritores nativos.
Cita dos: Zacarías Herrero, un poeta maragato; y Lucas Bridges (hijo del reverendo Thomas Bridges), nacido en Ushuaia y autor de “El último confín de la tierra”. Y finaliza con esta aseveración que no perdió validez hasta la fecha: “con tres miembros académicos, con premios de importancia, ellos (los escritores de la Patagonia) merecen que se los vaya ubicando dentro de cualquier antología argentina”. Nada nuevo bajo el sol.

Tal vez el punto más interesante de esta incursión en el pasado es el hecho de constatar que los problemas de entonces siguen siendo los de ahora. La necesidad de conocer y reconocer a los autores patagónicos tiene larga data. La pregunta es... ¿cómo salir de este olvido?



*Escritor y poeta chubutense.



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