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jueves, 19 de junio de 2008

REPORTAJE A EDI DORIAN JONES (III)


EDI DORIAN JONES nos dejó el 12 de mayo pasado. Era un queridísimo amigo. Además de las recopilaciones fotográficas, de sus valiosas investigaciones, de las publicaciones y las exposiciones que testimonian su permanente inquietud por rescatar las imágenes del pasado, nos quedan los gratos recuerdos de largas conversaciones en las que siempre mostraba gran sensibilidad y una fina percepción artística.

El 16 de enero de 2008 fue nuestro último encuentro. Superando las fatigas de su dolencia, Edi aceptó mantener esta charla que, dada su extensión, transcribimos a lo largo de tres notas durante el curso de esta semana. Nada mejor que sus propias palabras para conocer detalles acerca de su tarea profesional, de los proyectos que quedaron truncos y sobre todo, de su notable entereza espiritual. Es nuestro pequeño homenaje a su memoria.

C.D.F.




ÚLTIMA PARTE

“Las colecciones, los proyectos”



P: Ahora que mencionás a Neumann hijo, una vez me contaste que la colección de Neumann desapareció...

EJ: Sí, ese material estaba en la casa de San Martín 330, en dos habitaciones cerradas con candado. Yo recuerdo haberlas visto. Miradas desde el frente de la casa, daban al fondo, a la izquierda. Una vez los muchachos del Touring (N. de R. : alude a los hermanos Fernández) –porque yo les había dicho que lo quería ver– me avisaron que el hijo de Neumann había llegado y estaba parando en el hotel. Él vive en Buenos Aires y tiene la estancia “El Principio” en Esquel. Entonces pedí hablar con él, nos comunicamos por teléfono, él me dijo que también tenía interés en hablar conmigo y arreglamos un encuentro en el Touring. Entonces me contó los motivos. Me dijo: “Mire, yo fui a ver el trabajo que hizo usted de Trelew en 1999, cuando lo exhibió en El Molino Viejo, y fui pensando que iba a encontrar fotografías de mi papá que habían desaparecido. Porque ese archivo fue totalmente robado, además de la biblioteca, juguetes de la infancia, cámaras fotográficas, la ampliadora alemana que la firma fabricante, pensando en hacer un museo, ya le había ofrecido comprársela; en fin, una mudanza. No fue un robo hormiga, se necesitaba un camión para llevarse todo eso.” Y me dijo: “vamos, si quiere yo le muestro el lugar, lo estoy refaccionando (ya se lo había devuelto la Universidad) para volver a alquilarlo. Le voy a mostrar las dos únicas cosas que no se pudieron robar...” Eran dos piletones muy grandes de cemento, uno para revelado y el otro para fijado.

P: Qué pena, porque una colección así, si no se exhibe en un ámbito como el nuestro, donde puede ser debidamente apreciada, pierde su mejor sentido, ¿no?

EJ: Sí, yo siempre digo que la fotografía es para mostrar, para ser vista. De otra manera no le sirve a nadie, nadie aprende nada. Y esa vez Neumann (h) me dijo: “Mi idea, a decir verdad, era darle todo ese material a usted, que trabaja en el tema, porque había muchos cartones con fotos pegadas y listas para entregar; fotos de bebés desnudos arriba del almohadón, retratos de familias y ese tipo de fotos sociales, con la idea de que en la inauguración de la muestra fueran entregadas a los familiares actuales...” Total después se podía seguir trabajando con los negativos y sacar nuevas copias.

P: Edi, actualmente tenés una colección envidiable. ¿Cómo está clasificada: por autores, por épocas...?

EJ: De dos formas. Tengo una parte de negativos en película de 35 mm, que hasta ahora parece ser el soporte que más se conserva; de esos rollos puedo sacar copias cuando quiero. En total hay unas 60.000 tomas; no todas son de fotografías antiguas. Esas las tengo clasificadas en forma correlativa, por colección. También las puedo digitalizar, porque en este momento se puede hacer cualquier cosa con las imágenes. Fijate que con la tecnología digital hoy podés borrar una persona de la escena del crimen; por eso hay cierto cuestionamiento sobre la veracidad de la fotografía digital, mientras que en el negativo, estás o no estás, no podés manipularlo. Y aparte de las películas, poco a poco he ido grabando en CD todas las colecciones, aunque la verdad es que están un poquito desordenadas.

P: ¿Cuántos fotógrafos has podido relevar hasta ahora?

EJ: Veintiocho. De algunos hay pocas fotos y de otros mayor cantidad. Mi idea era hacer un libro con la historia de la fotografía del Chubut y poner tres o cuatro tomas de cada fotógrafo, como para mostrar de qué forma trabajaba.

P: Y lo vas a hacer, Edi, por supuesto... ¿Cuál de todos los fotógrafos que has rescatado logró emocionarte más, como para decir “a este me hubiera gustado conocerlo”?

EJ: Bueno... me hubiera gustado conocer –no sé si será porque es el último que investigué ahora– a Theobald. Y hay otro, “galenso”, muy simpático: Edward John Jones, hijo de Robert Jones “Otro lao”, que también hacía fotografía, pero sólo por divertirse. Tengo solamente dos retratos de él, con unos bigotazos grandes. Era un tipo muy risueño, que ponía fondos que nunca alcanzaban; siempre aparecía el faltante por alguno de los costados, pero a él parecía no importarle. Se ve que lo hacía sobre todo por hobby, no por interés comercial. Al padre lo llamaban así porque era un botero de Gaiman que vivía del otro lado del río; cuando lo necesitaban le gritaban “¡otro lao!” y él cruzaba con el bote, en el punto donde después se hizo el puente del pueblo (risas).

P: ¿Cuántas publicaciones has hecho hasta ahora, Edi?

EJ: Como obra propia yo sólo tengo “Capillas Galesas”. Colaboré en fotografía para “Trelew, Cultura e Identidad”, con Graciela Gutiérrez y Ana Virkel, y después fue fantástico trabajar para el libro de Fundación Antorchas con un equipo interdisciplinario con el que aprendí muchísimo, y se trabajó muy bien, fue muy interesante. Y tengo uno de Trelew que el Municipio prometió editar, que no es más que la colección de fotos “Trelew, imágenes de su pasado”. Son fotografías de Trelew hasta la década del ´40, de distintos autores, que muestran la ciudad en sus distintas épocas. Empieza con la creación del tren y termina con cuatro colectivos estacionados delante de la estación del ferrocarril.

P: Qué buena síntesis de lo que fue la evolución de la ciudad... O sea que hay dos proyectos en mira. El más ambicioso es el relevamiento de todos los fotógrafos ¿no?

EJ: Sí, si bien parte de eso ya está hecho, porque en el libro de Trelew, en el epílogo, yo menciono a los fotógrafos y hago una breve reseña de cada uno. Hay allí catorce fotógrafos que fueron incluidos en ese libro, o sea que la mitad ya está hecha. Faltaría la otra mitad, donde están, por ejemplo, los viajeros de los que hablábamos antes.

P: ¿Hay algo más que quieras decir?

EJ: sí, que la fotografía es muy linda, es lo que yo más amo hacer; que lo importante es hacer. Con mi enfermedad ahora me cuesta mucho no hacerlo en este momento. Parece una ironía el hecho de que cada vez te surgen más ideas o cosas para hacer, cuando sabés que no las podés completar.

P: Sin embargo, también es un estímulo para luchar, para tratar de llevarlas a cabo. Te hago una pregunta más. En algún sentido se puede decir que las fotografías “hablan”. ¿Vos aprendiste a escucharlas?

EJ: ¡Sí! Es cierto. Las fotografías hablan. Siempre he tenido una teoría: “lo que miramos, lo que nos mira”.

P: A ver si te entiendo. Es como si la fotografía dijera “aquí estoy”, ¿es así?

EJ: Sí, sí. Nosotros miramos una fotografía, pero a la vez ella también nos está mirando, y ahí hay un intercambio que empieza con esa relación. (Edi queda pensativo durante unos instantes y luego agrega): Claro que sí: las fotografías hablan. ¡Y pueden decirnos tantas cosas...!

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