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viernes, 22 de agosto de 2008

EL POEMA DE HOY

VEINTE MIRADAS AL CHENQUE

Por Mario Cabezas*

1.

Chenque,

busto de mujer iluminada

tendida en la Patagonia inacabable,

sobre espumas del petróleo mesetario,

y por almohada,

Comodoro Rivadavia.

2.

Chenque,

la conquista pasada de la pólvora inhumana

inflamó tu vientre eterno de congoja planetaria

y al tehuelche le ofreciste un hogar tierno y sagrado

empolvado de arcillas

y de flores pasionarias.

3.

Chenque,

gris tortuga mesetaria de nariz breve, indiscreta,

te adormeces olisqueando a las olas espumantes

de brillantes aleteos de sus lobos barnizados

en la costa sideral

del atlántico impetuoso.

4.

Chenque,

tus crespones arcillosos fueron guías marineros,

tus alturas de alboradas saludaron al viajero,

fueron faros anhelados por el Darwin anhelante,

alumbraron la cultura

de un pasado respetuoso.

5.

Chenque,

reposado cachalote de la era diluviana,

en tu Golfo de San Jorge, por los dioses retenido

te varaste por la noche de los siglos planetarios

en mi tierra patagónica,

en mi campo mesetario.

6.

Chenque,

Arrasaron con fragor tus calafates virginales,

dispersaron sin piedad el nido azul de martinetas.

Ojalá que los torrentes de tu arcilla recelosa

no despierten impregnados de su furia vengadora,

contra el pueblo adormecido

en tus faldas soñadoras.

7.

Chenque,

inocente degollaron tu pescuezo salitroso

y con tajo fragoroso dispersaron tu arenal.

Callejón de suerte ciega, cual camino sin salida;

¿descubriste del tehuelche su sagrado cementerio?,

¿o encontraste alborozado un arcón del Faraón?.

8.

Chenque,

afilado combatiente de ciclones,

alzas sobrio tu mirada rasguñada,

tus desgarros cicatrizan en tu cumbre;

pero eterno cobijante de tu pueblo,

robusteces la defensa contra el viento.

9.

Chenque,

oh cascada de diamantes arcillosos

estallados por el golpe quebradizo

de un verano resecante y despeñado;

se desgranan por balcones

torrentosos.


10.

Chenque,

dinosaurio mesetario derrotado,

derrumbaste en la estepa milenaria

y estrujaste el calafate viñatero

hasta el último vestigio de petróleo.

11.

Chenque,

Eres proa marinera esperando que el diluvio

estremezca tus cuadernas de casillas navegantes.

Cada noche van subiendo pasajeros alertados,

expectantes marineros que a Noé piden audiencia;

más en vano lo despiertan

de su sueño milenario.

12.

Chenque,

abanicas tu verano sofocante

con las alas de miríadas de gaviotas

y refrescas tus faldeos en mi costa

salpicado de balnearios sonrientes

y bañado

por sus aguas

cristalinas.

13.

Chenque,

atesoran tus entrañas de paredes arcillosas

muchas almas errabundas de moluscos primitivos

que caminan sin cesar por pasadizos salitrosos

ascendiendo agazapados las pirámides eternas

de tus ostras celestiales

y sus valvas calcinadas.

14.

Chenque,

como un toro polvoriento de tormenta huracanada

empujando a Comodoro a las olas de su mar;

pataleas polvoroso entre nubes fantasmales

de pezuñas arenosas

y bufidos de animal.

15.

Chenque,

espinazo de algún saurio dormitando por el sur,

arrullado por el viento del desierto sideral

acunado por los sones de su mítico aleteo

de las valvas milenarias

de sus ostras subterráneas.

16.

Chenque,

Cuando herirte intentaron en tu rostro soberano,

levantaste tus faldeos descubriendo precipicios.

Tus terrones derrumbados y tus ríos de areniscas,

detuvieron por tu frente

los puñales herrumbrosos.

17.

Chenque,

cuando asaltan tus faldeos proletarios

se encaraman mil trincheras de hojalata,

y entre truenos de maderas embreadas

vas cruzando eternamente

tu guerrilla polvorienta.

18.

Chenque,

tus estratos arcillosos de cadencia selenita,

ondulando con el viento de la vasta Patagonia;

van meciendo suavemente tu febril laja terciaria

bajo el son de los galopes

de mi vieja tierra indiana.

19.

Chenque,

fiel reducto de brillantes alboradas,

fiel refugio del crepúsculo aborigen,

hospedaje de los ángeles celestes;

cobijaste con acierto señalado

a las tribus galopantes de la pampa.

20.

Chenque,

oh padrino del nocturno sin estrellas,

escondrijo de la luna del tehuelche,

el lucero escarchado te ilumina

y tu viento desvelado te acaricia,

y arrullando tu soberbia faz sureña,

tu profunda alma de greda

se adormece...

*Escritor y poeta chubutense

1 comentario:

EBER GIRADO dijo...

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