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sábado, 27 de diciembre de 2008

LA NOTA DE HOY




EL TIGRE PATAGONICO

Por JORGE E. VIVES


En los párrafos iniciales de la novela “Los náufragos del Jonathan”, su protagonista, Kaw-djer, mediante un certero disparo de fusil salva a un aborigen fueguino de morir en las garras de un... jaguar. Esta escena podría parecer producto del error de un escritor que ambientaba sus obras en regiones que no conocía personalmente, lo que se prestó a equivocaciones como la que comete al dotar de cuernos a los guanacos en su libro “El faro del fin del mundo”. Sin embargo, salvando el anacronismo, debido a que Julio Verne lo sitúa a fines del siglo XIX, el episodio del jaguar podría resultar verosímil.

Según informa el Dr Raúl Leonardo Carman en el capítulo “Límite austral de la distribución del tigre en los siglos XVIII y XIX” de su ameno libro “Apuntes sobre fauna argentina”, el dato certero sobre el yaguareté más austral del que se tenga noticias lo registra José Ignacio Pérez, integrante de la expedición de Francisco de Viedma y Narváez, en 1780: un ejemplar muerto en las márgenes del río Negro. Pero a partir del siglo XIX ya no se detecta la presencia del tigre al sur del río Colorado; aunque sí son abundantes los datos de su existencia en la pampa húmeda hasta principios del siglo XX. Así lo testimonian el capellán Antonio Espinosa, el periodista Remigio Lupo y el escritor Estanislao Zeballos, entre varios relatores más. El último ejemplar de la provincia de Buenos Aires habría sido cazado hacia el año 1904 en el pago de Magdalena.

Otro investigador, el escritor neuquino Juan Mario Raone, sostiene en su artículo “El jahuar o “Nahuel” de los indígenas y el lago Nahuel Huapi” que el gran felino habría llegado hasta el Chubut. Para fundamentar su hipótesis recurre a dos fuentes: la toponimia patagónica y la crónica de algunos de los primeros viajeros que recorrieron la región.

Con respecto a las denominaciones geográficas, Raone detalla que el término “nahuel” se refiere sin dudas al “tigre” americano, el yaguareté (Panthera Onca), o a una variedad de éste. De pelaje ocelado, completamente diferente al puma (pan, pangui o trapial, nombre científico Puma Concolor, llamado “león” por los españoles), el “nahuel” da su nombre a muchos accidentes de la región, entre ellos al lago Nahuel Huapi en Río Negro y el cerro Nahuel Pan, cercano a Esquel. En tanto, relacionado con los registros de los exploradores que recorrieron la región y observaron la presencia del “tigre”, el escritor menciona los testimonios del misionero Diego de Rosales, en 1653; del navegante Juan de la Piedra, en 1779; y del alcalde Luis de la Cruz, en 1806. También cita la inclusión del vocablo “nahuel” en el diccionario del jesuita Andrés Febrés, en 1764, y en los mapas del cartógrafo de la Cruz Cano y Olmedilla, en 1775.

Pero un nuevo dato proveniente de la arqueología podría llevar el límite de la distribución del yaguareté aun más lejos, varios kilómetros al sur del río Chubut. Las pinturas rupestres de la “Cueva de los Felinos”, ubicada en la meseta central de Santa Cruz, y reproducidas con gran realismo en el Museo Municipal de Rada Tilly, parecerían representar, con su piel manchada y sus particulares rasgos físicos, al “tigre” americano. Tal es así que algunos especialistas la denominan sin ambages “Cueva de los Yaguaretés”. En su obra ya citada, el Dr Carman da a conocer que esta presencia tan austral del jaguar en tiempos pretéritos, si bien sin pruebas fehacientes, fue sostenida por estudiosos como Robert Nitsche Lehmann, en 1907, y Ángel Cabrera y José Yepes en 1960; e incluso, evitando profundizar por el momento en la investigación del dato, hace una referencia a los “rastros de tigres” que describiera Sarmiento de Gamboa en su “Derrotero al Estrecho de Magallanes” de 1580.

¿Cuál era el hábitat primitivo del “pintado”, como también se lo suele denominar? ¿Dónde y cuándo fue muerto el último yaguareté de la Patagonia? ¿Fue presa de un cazador, al igual que el postrer tigre de la pampa húmeda, o desapareció como consecuencia de los avatares de la selección natural, desplazado por un predador más efectivo: el puma? Estas preguntas las debe responder la ciencia. Para la literatura, en cambio, queda la posibilidad de tomar como tema de inspiración al “nahuel” patagónico, alguna vez rey de los bosques y los pajonales sureños; y ahora exiliado en las cálidas selvas que ciñen al trópico.


Nota: En su versión original en francés, en uno de los primeros capítulos de “El faro del fin del mundo” aparecen las siguientes frases: “–À une portée de fusil et même à deux, et même à trois, je ne dis pas, répondit Vasquez. Mais, vous le savez, le guanaque est trop sauvage de sa nature pour fréquenter la bonne société... la nôtre s’entend, et je serais bien surpris si nous voyions seulement une paire de cornes au-dessus des roches, du côté du bois de hêtres ou à proximité de l’enceinte!”
Algunas versiones en castellano traducen piadosamente “guanaque” como “venado”; pero esto también es incorrecto porque el ciervo colorado recién fue introducido en la Isla de los Estados en 1973.

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