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lunes, 28 de diciembre de 2009

LA NOTA DE HOY



SERRAT


Es un enorme vestíbulo. Figuras y sombras lo caminan con prisa. Aprieta el frío. Es extraño, estamos en noviembre. Noviembre ventoso, y eso sí es normal.

La noche llega sin timonel ni brújulas. Tal vez los aceitunados ojos del níspero puedan indicarle una ruta.

Tierra, arenilla, polvo, lluvia… tierra, arenilla, polvo, granizo… tierra, y otra vez arenilla. A pesar de todo, los párpados aterciopelados bailan alocados y se dejan robar el perfume.

La gente extrañada se pregunta dónde está la primavera, qué la demora, que acaso no se da cuenta que es un desaire? Todos la estamos esperando ilusionados.

Se cuelan entre los estornudos alérgicos y las voces acatarradas, preocupantes argumentos: el cambio climático, el efecto invernadero… Será entonces que el verano llegará allá por marzo? Y las vacaciones? Y los chicos? Esto es injusto! – Reprochan.

Mi sitio es pequeño, un privilegiado portal en tan amplio salón. Así lo he construido, así me esfuerzo por mantenerlo. Hasta aquí el aire parece llegar más limpio: el jardín, las bardas, la avenida, la remozada laguna Cacique Chiquichano, en ciertas oportunidades el valle y el océano, el canal y la vieja estación, el campo acordonando la extensísima ruta, me llevan de paseo.

Los perfiles humanos transportan su propia perspectiva. Soy una más. Disfruto de mi unidad y los observo.

Sobre el amplio salón un derrumbe de penumbras. Objetos, personas, han desaparecido, tal vez definitivamente, tal vez nadan en pos de una luz que no diviso. Yo juego a permanecer, pero…

Entonces, una idea o para mejor decirlo, una representación cuasi infantil se aparece en mi cabeza:

Nuestra tierra, sin elefantes superpoderosos que la sostengan o seguros alfileres que la sujeten al paño del espacio, está sufriendo el empuje de nuestra fuerza. Imagina a cientos, a millones de personas moviéndose presas del vértigo por llegar, por lograr, por tener, por mostrar…

A esta fuerza que llamaremos mayúscula (Fm) y que se desplaza sobre la superficie de nuestro hogar azul de manera constante desde hace unos cuantos años, le corresponde una reacción equivalente pero contraria.

Por el afán de ganar hemos perdido. Los días son demasiado cortos, las semanas más se parecen a estrellas fugaces, las estaciones se han desbordado, el calendario llega al final de su vida útil cargando todavía los adornos de la navidad pasada. Y nos sorprendemos!

Hay más. No quiero pensar en ello.

Ronca el viento. Frío, arenisca, algo de lluvia…

Los faroles profanan la oscuridad que también viaja con prisa.

El vestíbulo deja colgado su ropaje reciclable de lunes.

Prefiero acurrucarme en mi rincón y acomodar lentamente las piezas imaginarias de un larguísimo puente que me lleva desde el Atlántico océano hasta el Mediterráneo de Serrat.


OLGA E. CUENCA


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