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domingo, 28 de febrero de 2010

LA NOTA DE HOY

A UN MES DE LA MUERTE DEL GRAN ESCRITOR ARGENTINO




Tomás Eloy Martínez: una herencia Periodística y Literaria



Conocí a Tomás Eloy Martínez cuando en el año 2007, invitado por el Grupo Jornada, visitó la Ciudad de Trelew.
A decir verdad mi primer encuentro con él se produjo mucho antes: al mismo tiempo que mi cita con la literatura de alto vuelo. Acababa de leer Santa Evita y había quedado cautivada por la prosa eximia, audaz y certera de esa novela de ficción escrita por un investigador nato que, sumido -tal vez impactado- por la misma emoción que después vivirían sus lectores, descubría los inhiestos vericuetos de la muerte, del cadáver de una líder política.

Entonces ya había sido seducida por la prosa de Martínez y enseguida busqué las huellas de su talento en otras de sus obras, primero en La novela de Perón, después en El vuelo de la reina, más tarde en La Pasión según Trelew. Últimamente en Purgatorio.

Cuando en la oportunidad citada concurrí a la conferencia que ofreció en el Museo Egidio Feruglio no buscaba más que escuchar la voz de alguien que ya admiraba profundamente. Recuerdo que al ingresar al auditorio y encontrarme con su rostro me invadió una intensa emoción. Era consciente de que estaba frente a un ícono de la Literatura Argentina, aquel periodista que –como pocos- pudo amalgamar ambas pasiones y entregarse a su público como entrega la orquídea sus flores: en forma sucesiva, perdurable y hermosa.
E
staba invitado -y así fue presentado por la locutora- para hablar de su obra La pasión según Trelew, sin embargo, con la facultad que le otorgaba -no tanto su trayectoria como sus propios años- explicó que no hablaría de ese tema del que tanto había y se había dicho; muy por el contario quería dedicar la tarde a conferenciar sobre los puntos en común del periodista y del escritor. ¡Y vaya con la maestría que lo hizo! De más está decir que al escuchar estas últimas palabras mi alegría se potenció a límites insospechados y debí disimularla porque, gran parte de los presentes -puedo asegurarlo- sufrió una especie de decepción (parece ser natural que las personas deseen que una y otra vez sangren las viejas heridas). Tanto que algunos hasta se retiraron, lo que me permitió, gloriosa, ocupar un asiento y disfrutar a mis anchas del doble regalo que me ofrecía su presencia.
Podría contarles, como si lo hubiese escuchado ayer, los aspectos que consideró a la hora de hablar de la escritura, tanto para quien informa como para quién hace literatura. No dejó lugar a dudas de cómo una profesión no sólo se alimenta sino que necesita de la otra. Que la suma de ambas es lo que logra la diferencia: calidad en el lenguaje, en el decir y en el estilo; la que produce esos textos inolvidables, escritos con la destreza y técnica de un literato que tanto puede narrar la realidad a través de una prosa poética o transfigurarla a través del texto.

Él creía, y luchaba porque así sea concebido, que el periodismo era, en sí mismo, un arte.
A lo largo de esa charla en el Mef, estudiantes, hombres públicos y oyentes en general desplegaron sus preguntas, a veces con la sola intención de pronunciarse, otras –las más- por sonsacar del intelectual firme y decoroso que tenían frente, la opinión que considerarían indiscutible.
En mi caso, y a pesar de mi temperamento impulsivo, de la curiosidad y mi afán de seguir escuchándolo, no pude emitir una palabra: estaba conmocionada por su profesionalidad pero muy especialmente por la modestia que, infranqueable, mostró en cada una de sus opiniones, anécdotas, experiencias; en sus manifestaciones de desesperanza y otras de optimismo, en el recuerdo a los amigos, en los relatos de su paso por las distintos escenarios de editoriales, diarios, revistas y universidades.

Esto sólo es una brevísima reseña de su pensamiento porque no es este el momento ni el objetivo de este escrito. Tampoco hablarles de su biografía, ni de sus obras, ni las prolíficas actividades que ha desarrollado a lo largo de su vida. Ya lo han hecho en todos estos días, todos los medios gráficos de la zona, de la Argentina, de Latinoamérica y Europa.

Sí decirles que también fue la conmoción la que me quitó las palabras el domingo 31 de enero a la noche, cuando leí en la primera plana de un diario, que había fallecido Tomás Eloy Martínez.

Hoy, a un mes de su viaje eterno, surgen estas palabras como un simplísimo homenaje al hombre que le dejó a la literatura y la sociedad toda el legado indiscutible de sus obras pero también de su hombría de bien, de sus preocupaciones por las causas justas, su sentido humanístico, su valor por la cultura, su amor a la familia y su devoción por la amistad.



Olga Starzak

Febrero de 2010




Tomás Eloy Martínez, periodista y escritor, murió el 31 de enero pasado en Buenos Aires, después de una larga enfermedad. Había nacido en Tucumán el 16 de julio de 1934.
Licenciado en Literatura Española y Latinoamericana (Universidad Nacional de Tucumán y Maestro en Literatura (Universidad de París), desempeñó múltiples actividades como guionista, ensayista, crítico de cine, columnista, editor, y corresponsal. Entre sus obras mencionamos las novelas Sagrado, Santa Evita, La mano del amo, La novela de Perón, La Pasión según Trelew, El vuelo de la Reina, Purgatorio.



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lunes, 22 de febrero de 2010

EL CUENTO DE HOY





Shaida

Por Olga Starzak





No podía apartar de sus pensamientos a la pequeña Behjat. Se la habían arrebatado, sin piedad, mientras participaba de un acto público bregando por los acuciantes derechos de las mujeres de su tierra. Entre latigazos y abusos verbales, los opresores fueron separando a las manifestantes y las azotaron con devastadora crueldad. A Shaida le partieron un palo en los tobillos y la sometieron a la invalidez. Con su pie derecho quebrado en cien pedazos y el dolor encarnizado en el alma, se arrastró hasta la vereda de esa calle, testigo diario de lágrimas y sangre.
Su hija de casi dos años estaba, ahora, custodiada por miradas asesinas. La habían despojado de su madre, de su cuerpo cálido y de su único alimento. Como tantos miles de niños, su destino estaba en manos del abominable poder de misóginos.
En algún momento que no podía recordar, Shaida fue rescatada por aliadas y asistida en uno de los pocos hospitales que, en forma clandestina, recibían diariamente a decenas de mujeres degradadas.
Cuando el estado de confusión comenzó a disiparse y el dolor la dejó pensar, gritó con desesperanza el nombre de su hija. Sus compañeras le prometieron que la buscarían; recorrerían los campos de concentración hasta dar con ella.
Sabía que sólo estaban tratando de consolarla. En el estado en el que se encontraba no podía, por el momento, hacer nada para aliviar tanto sufrimiento. Sin embargo, prometió, en nombre de Behjat, que nada ni nadie le impedirían intentar el reencuentro. Vivía, como muchas otras, atormentadas por las diarias persecuciones ultramachistas que habían prometido exterminarlas. Sólo por pedir caridad, sólo por exigir que se las tratara como seres humanos. Cuando sus piernas ulceradas comenzaron a tomar fuerza, fue derivada a un centro de refugiadas. En colectivos encubiertos, en la oscuridad de una noche impregnada de olores nauseabundos, viajaron hacia el exilio.
En aquel lugar, mientras no pudo hacer otra actividad, Shaida bordó, cosió e hizo otras manualidades para ser vendidas. Agobiada por el hambre, la discriminación y el desasosiego, encontró en la organización que la cobijaba el único sostén que le permitía escapar de la locura o el suicidio. Unos meses después, acompañada de su mahram, un hombre que compartía sus ideales, partió hacia la región endemoniada. Apresada en su jaula de tela, en el agobiante calor de un verano mucho más apesadumbrado que otros, emprendió la búsqueda.
Recorrió las mismas calles en las que meses atrás viera torturas y linchamientos; calles transitadas por hombres saciando su lujuria y escupiendo improperios. Hombres poseídos por el fanatismo y la ignorancia. Hombres que no eran hombres.
Recordó cómo, inmersa en el bélico escenario en el que se había convertido la tierra de sus padres, arriesgaba cada día su vida formando parte de un grupo que, con muy pocas posibilidades, luchaba sin cesar por un país diferente.
Rememoró el día en que parió a su hijita, ya sin padre; y soñó para ella una vida digna.
¡Tenía que encontrarla!
Siempre escoltada por su mahram buscó en orfanatos y hospitales, en centros de refugio clandestinos y en casas de familias protectoras. La imaginó rescatada por sus compañeras. Y cuando ya no le quedaron lugares para visitar, la imaginó en manos de los talibanes. Se derrumbaron, entonces, sus fuerzas.
Pasó días y noches albergada por familiares de su esposo muerto en combate, sumida en la depresión. Suplicó al mismo Dios por el que otros cometían barbaries. Oró cinco veces al día por obligación y otras tantas por desesperación. Buscó su rostro en cada niño que cruzó, le habló a su pequeña en las largas noches de insomnio. No la abandonó ni cuando, desfallecida en la miseria, no tenía energías ni siquiera para caminar.
Mendigó en calles desiertas evitando el castigo del opresor. Mojó con lágrimas, innumerables veces, la tupida red que cubría sus ojos. Y cuando el cuerpo ya no pudo resistir, su acompañante la llevó de regreso a Pakistán, único lugar en el que, en ese momento y en esas condiciones, podría evitarse su muerte.

Shaida sobrevivía gracias a las permanentes atenciones de mujeres que, como ella, tenían tallado en el corazón la insignia del horror. Se desesperaba al querer recordar el rostro de su amada hija; y comprobaba que se habían apropiado hasta de su memoria.

Pasaron varios años. La resignación llegó para ella como llegaba para todas. Acostumbrada a las pérdidas y la desolación, ocupaba sus días solidarizándose con otras refugiadas en una causa común que no estaba dispuesta a abandonar. Los fundamentalistas seguían sus rastros como el lobo sigue al de su presa; sin pausa… sin tregua.

Despojada de la burhka, trabajando la tierra y de cara al sol, Shaida fue sorprendida por una adolescente que -horas atrás- había llegado al hogar. La jovencita se acercó y le ofreció su ayuda. Si alguna vez hubiera visto su propio rostro reflejado en un espejo, no le habría sido difícil encontrarlo ahora en el de esa muchachita. Reparó en sus manos: le faltaban dos dedos. Observó sus ojos opacos y la mirada perdida. El sufrimiento metido en su piel.
-Fue sólo por pintarme las uñas –susurró.
-Ven, ven conmigo criatura. No será impedimento para que me ayudes a cosechar. Empieza por allí. ¡No podrán con nosotras… no podrán! Algún día venceremos. Llámame Shaida; ven, ven conmigo, ¿cómo te llamas?
-Behjat. Me llamo Behjat.




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viernes, 19 de febrero de 2010

CONCURSO LITERARIO

BASES DEL XXXIX CONCURSO

INTERNACIONAL DE CUENTOS DE

GUARDO-2.010



1ª.- Se establecen los siguientes premios:


1º de 1.200 euros, patrocinado por la Diputación de Palencia, más trofeo de vidrio artesanal guardense y conmemorativo al mejor cuento presentado de tema libre.


2º premio de 400 euros, patrocinado por Caja España y trofeo de vidrio artesanal de Guardo para el mejor cuento presentado por autor palentino (nacido o residente en Palencia o provincia).


2ª.-Los cuentos serán originales, inéditos, con extensión máxima de cuatro folios, Din A-4 escritos por una sola cara, a dos espacios, con carácter de ordenador 12 y se presentarán por TRIPLICADO, sin firmar y CON PLICA.


3ª.-Los envíos se harán por Correos ordinario al GRUPO LITERARIO GUARDENSE, Avda. de Asturias, 28- 34880-Guardo (Palencia)- ESPAÑA, no admitiéndose el envío por internet.


4ª.- Los autores palentinos que opten al 2º premio lo harán constar en la cabecera de su trabajo.


5ª.-No podrán presentarse los ganadores en ediciones anteriores.


6ª.-El plazo de admisión finaliza el 1 de MAYO del 2010.


7ª.-La entrega de premios y lectura de cuentos premiados tendrá lugar en un acto cultural dentro de las fiestas patronales de San Antonio, en Guardo, en el mes de junio, cuyo día y hora se comunicará previamente.


8ª.-Es requisito imprescindible para obtener los premios el presentarse los autores galardonados, si éstos residen en la Península, para leer su trabajo premiado en el citado acto cultural.


9ª.-Los trabajos premiados quedarán en propiedad de la Organización, para su posterior publicación, sin que por ello tenga que devengar a los autores ningún derecho. Los cuentos premiados se publicarán en la página web del Grupo Literario Guardense.


Y 10ª.- Los trabajos no premiados, no serán devueltos y destruidos después del fallo del Jurado.


ORGANIZA: el Grupo Literario Guardense


PATROCINA: Diputación de Palencia.


COLABORAN: Caja España, Ayuntamiento de Guardo, la editorial ARUZ de Palencia y DISEÑO PROMAIL,S.L. DE Guardo


Para mayor información visite esta página WEB:


http:// www.grupoliterarioguardense.blogspot.com





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domingo, 14 de febrero de 2010

LA NOTA DE HOY




CIELOS PATAGONICOS



Por Jorge Eduardo Lenard VIVES


Es fácil percibir la bidimensionalidad esencial de la Patagonia: por un lado el mar, por otro la meseta. En estas páginas se ha descrito más de una vez cómo la literatura regional indaga en esta doble vertiente. Pero la realidad regional es tridimensional; al mar, a la tierra, hay que sumar el aire. ¿Se refleja ese tercer ámbito, el espacio aéreo, en la literatura regional? Aunque en principio no lo parece, a poco de andar se encuentran muchos escritores que incorporan los cielos sureños a sus creaciones.


El ejemplo más conocido es el de Antoine de Saint Exúpery y su “Vuelo Nocturno”. Escrita en 1931, cuando el artista aviador se desempeñaba como director de la Aeroposta Argentina; filial de la compañía francesa “Aéropostale” para la cual trabajaba, no fue su primer obra; pero sí la que comienza a hacerlo conocido en el mundo literario. “Las colinas, bajo el avión, cavaban ya su surco de sombra en el atardecer”. De esa manera se inicia la novela; y también el trágico vuelo del piloto Fabien y su anónimo “radio” hacia la noche. Si bien el argumento principal pasa por los avatares del aeroplano en medio de la tormenta que lo sorprende entre Comodoro Rivadavia y Trelew; una parte fundamental de la obra es el contrapunto de Riviere, jefe de tráfico aéreo, dominado por el cumplimiento del deber, con Robineau, el inspector, sensible a los sentimientos del personal a su cargo.



Muestr
as no menos importantes son las creaciones de Rufino Luro Cambaceres, “Huellas en el cielo austral” y “Rumbo 180”. Este piloto argentino fue compañero de proezas de Saint Exupery, a quien sucede como Director de la flamante “Aeroposta Nacional”. Sin embargo, al contrario del aviador francés, su fama como escritor no logró opacar su tarea como piloto. “Rumbo 180” es una crónica, escrita con lenguaje poético, de los primeros años de la aviación en la Patagonia. El autor describe así uno de sus primeros vuelos en la región: “En la amplitud de un panorama que todo lo llenaba el azul gris de su cielo interminable; el azul violáceo de ese mar que se perdía en el horizonte como otro cielo más oscuro y profundo; y el verde de los montes patagónicos, que lejos en la apreciación posible de las alturas, semejaban un verde prado, salpicado aquí y allí con las gotas claras de sus lagunas secas...”. Su otra obra, “Huellas en el cielo austral”, es un conjunto de bocetos de situaciones y personajes de esa “belle epoque” aérea; donde hechos ficticios se suceden a crónicas reales; todos con el mismo lenguaje pleno de calidad literaria.


Pero son varios los autores que incorporaron a las letras este ámbito de la Patagonia. Entre esas obras que, por falta de una buena difusión, permanecen un poco ocultas, pero que merecen ser conocidas, encontramos “Entre nubes, Patagonia y viento” de Marcelo Augusto Conte. Es una interesante novela que describe las vicisitudes atravesadas por los pilotos que vuelan los cielos patagónicos; enfrentando los fuertes vientos y las bajas temperaturas, condiciones meteorológicas desfavorables para aeronaves y aviadores. Con una redacción sumamente amena, narra el viaje de ida y vuelta que realiza, en el año 1969, la tripulación de un Twin Otter perteneciente a una ficticia aerolínea comercial entre Comodoro Rivadavia y Bariloche; un recorrido lleno de aventuras y de referencias al paisaje y a las costumbres patagónicas que revela el profundo conocimiento de la región por parte del autor. Conte se retiró de la Fuerza Aérea Argentina luego de volar treinta años como piloto de transporte; de sus once mil horas de vuelo casi el cincuenta por ciento fueron sobre la Patagonia. Esta circunstancia hace que su libro tenga una verosimilitud que lo torna apasionante.


También desde el cuento se incursionó en la temática: “Vuelo“ de Rodolfo Peña, es un recuerdo hacia el Aeroclub, esa institución señera de la cual el autor formó parte como piloto y de donde extrae el material para su relato. En cuanto a la literatura testimonial sobre el asunto, el mejor representante es Raúl Larra y su obra “La conquista aérea del desierto”; cuyas páginas traen el recuerdo de Cambaceres, Zanni, Palazzo, Parodi, Pluschow y otros aviadores pioneros.


Aire, agua, tierra... las tres dimensiones patagónicas se reflejan en su literatura. Sin dudas, estos ámbitos dan lugar a muchos argumentos que pueden motivar a los escritores regionales.



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viernes, 12 de febrero de 2010

NOTICIAS CULTURALES

Registro Provincial de Escritores


La Secretaría de Cultura del Chubut comunica a los escritores provinciales que continúa en vigencia la actualización del Registro Provincial de Escritores que se lleva a cabo en el Departamento de Estudios Lingüísticos y Literarios. La misma es de carácter anual.

El objetivo de esta convocatoria tiene como fin la actualización de la base de datos con que ya dispone el Departamento, con el propósito de poder tener en cuenta a los escritores de nuestra provincia en los programas y acciones culturales.

Por cualquier consulta pueden dirigirse a la siguiente dirección de correo electrónico:
literatura.cultura@yahoo.com.ar o bien a los teléfonos que figuran más abajo, a fin de obtener el formulario correspondiente para la inscripción.



Lic. Carolina Wheeler
Dto. de Estudios Lingüísticos y Literarios
Secretaría de Cultura del Chubut
Dr. Federicci 216 (9103) Rawson
Tel.: 02965 - 484563 - 483147/848/697 int 261



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domingo, 7 de febrero de 2010

EL POEMA DE HOY



EN LA NIEVE

Por Ana María Manceda




La noche está allí, detrás de las ventanas.
La nieve se refleja posada en las hierbas
y cuelgan las estrellas de las ramas heladas de los árboles.
Con solo estirar mi brazo, aún a través del límite de los vidrios
podría tomarlas para adornar mis ojos.
Si la valentía me sorprendiera abriría la puerta
y recostada en la hierba nevada
tomaría un baño de luz sonriendo a la noche
con mis ojos adornados de estrellas
que cuelgan de las ramas heladas de los árboles.
Pero sigo mirando detrás de las ventanas.
Mi aliento, llanto de recuerdos empaña los vidrios.
Me rebelo.
Rotos los vidrios estallan en la nieve,
yo también, rota, estallada,
yo también en la nieve, me rebelo.




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lunes, 1 de febrero de 2010

LA NOTA DE HOY


La inspiración, esa musa que habita en nosotros



Sabido es que el concepto de inspiración poética tiene su origen en la creencia de que el artista es elevado a la divinidad, transportado a un estado de éxtasis, que aún sin talento, una fuerza sobrenatural actúa “dictándole” palabras, frases, versos… y –claro está- los mismos no son obra de su propia mente, sino del dios que se ha apropiado de su consciencia.

Así las musas y también algunos dioses eran invocados, a través de plegarias, por los griegos primero y los romanos después, para acceder a ese estado de encantamiento donde, como a borbotones, surgirían las odas más exquisitas, o los versos más románticos.

Talento, formación, destreza, técnica, motivación… no estaban entonces en juego, y el inspirado, entregado a las musas –tal como si estuviera en proceso hipnótico- delegaba en esa fuerza sensorial el goce por sus hechos creativos.

La idea persiste hoy en día aún cuando seamos conscientes de que, a la hora de la producción literaria, devenimos en únicos responsables de lo que nuestras manos van grabando en la hoja. Ahora bien, veamos cuáles son los factores intervinientes en esa expresión. Desde mi punto de vista, ninguno es tan importante como la sensibilidad: el sentir del hombre que entregado a las pasiones, sumido en el dolor, extenuado de amor o herido por la impotencia da rienda suelta a su imaginación y deja caer las palabras en boca de aquellos personajes que nacidos o no de su creación le ofrecen un alivio sumamente placentero, actuando a veces de manera catártica.

No es sólo la sensibilidad. Obran también el estado mental y el anímico haciendo que aquella motivación aparezca y logre que las palabras besen la hoja, la acaricien sin premura, canten al compás de una melodía o bien sean escupidas, o hasta vomitadas. En ese sentido el motor que posibilita crear es la emoción por la que se transite.

Hasta el momento pareciera, entonces, que cualquier ser humano estaría en condiciones de escribir literatura. Sin embargo la diferencia estará dada por su talento: esa capacidad innata que le brinda a una persona, con mucho menos esfuerzo que otra, la facilidad para desarrollar una determinada disciplina.

El talento será alimentado por las experiencias de vida, sean estas personales o colectivas. Se traten de las almacenadas en los primeros años, en los tiempos escolares, en los procesos de crecimiento y desarrollo o las que –con mucha mayor conciencia- vamos eligiendo a veces y en muchas otras, nos enfrenta la vida.

La sociedad de la que el escritor forma parte en el tiempo que le ha sido dada la existencia, y el espacio geográfico que habita (o donde ha pasado gran parte de la vida) tienen así ascendencia sobre cómo esa aptitud va delineando formas diferentes a la hora de escribir.

Es aquí donde resulta necesario dedicarle un párrafo a la destreza. Aquella que le permite encontrar las palabras justas, las que cumplen con el fin propuesto, las alineadas de tal manera que dicen exactamente lo que pretende; las palabras que, como un juego laberíntico, están ubicadas en el sitio propicio para seguir andando el camino.

No menos importante es el estilo. Ese recurso estilístico que el escritor, a conciencia o no, imprime en sus textos y de algún modo lo caracterizan. En relación a este último concepto creo que quien reúne todas las características señaladas en los párrafos precedentes, no está limitado a un único estilo sino en condiciones de asumir distintos. El estilo irá variando, modificándose o adaptándose al texto que va produciendo.

Y entonces… la musa inspiradora, ¿dónde está? ¿En la divinidad o en la mente del ser humano?

En el alma. Yo creo que en el alma de cada hombre que escribe, que tiene algo que decir, que desea proclamarse.

¡Busquémosla allí!



Olga Starzak


Enero de 2010



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