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viernes, 1 de octubre de 2010

LA NOTA DE HOY





LOS DOS LAGOS


Por Jorge Eduardo Lenard VIVES



En 1953, Juan Goyanarte publicó la novela “Lago Argentino”, una obra de aristas cortantes, símbolo de una Patagonia inhóspita, implacable, feroz; cuyos personajes no piden ni dan perdón, viven y mueren en su ley. Treinta y cuatro años después, Rodolfo Peña mostraba, en “Los pájaros del lago”, otro Lago Argentino. El escritor santacruceño presenta una región acogedora y atrayente; sus actores exhiben rasgos humanos que los suavizan ante los ojos del lector. Esta diferencia entre dos novelas con un mismo tema, el poblamiento de las costas de la enorme masa acuosa donde muere el glaciar Perito Moreno, se refleja en el desarrollo de las respectivas tramas. “Lago Argentino”, continuamente recuerda la desolación y el aislamiento de la zona:

“En esta Patagonia,” dice uno de los protagonistas, “todo es áspero y salvaje. La tierra se eriza a cada momento, con su acompañamiento de tormentas, de ciclones, de fríos bestiales, para arrojar de su superficie al hombre temerario que tiene la osadía de querer domesticarla para arrancarle su savia. El hombre se prende al suelo, como un piojo. El hombre cría uñas y garras, su piel se hace rugosa, peluda, su boca se transforma en una ventosa capaz de chupar jugo de las piedras... Y la tierra se sigue agitando, rabiosa...”.

En cambio, Peña -sin retacear las referencias a la rigurosidad del clima y del terreno de la región-, utiliza un lenguaje de tono sosegado:

“En ese rincón privilegiado de la provincia de Santa Cruz, sobre la margen norte del imponente lago Argentino, albergue de multiformes témpanos viajeros que el viento del oeste y el oleaje consecuente empujaban lenta, inexorablemente hacia el extremo oriental del gran espejo de agua, la tarde transcurría con el sol brillando a pleno y sólo una brisa agradable acariciando la vieja tierra que todavía guardaba lugares cuajados de ese misterio que únicamente da la eternidad no violada por el hombre”.



Como su geografía, los personajes de Goyanarte también exteriorizan un temperamento casi atrabiliario. Así describe al personal con el que debe trabajar Martín Arteche, protagonista de la obra:

“Cuando le tocó tener bajo sus órdenes otros hombres, los manejó también con mano suave y vigorosa a la vez, para ir creando una peonada que colaborara eficazmente con él en la formación de esa estancia que era como un fortín de avanzada a los pies de la cordillera inexplorada. En aquellos tiempos el material humano que se podía encontrar era de las especies más extremas: aventureros difíciles de amansar, o inútiles que, no encontrando trabajo en la costa, se internaban tierra adentro para no morirse de hambre.”

De allí el acento de violencia que caracteriza las relaciones entre quienes pueblan su obra:

“_ ¡Tú te tomas siempre la tarea más descansada! – rezongó Torrén - ¿Por qué no haces tú éste trabajo cochino de ensuciarte con sangre y de oler a carne podrida?
Biguá le lanzó una mirada furibunda:
- ¡Callate! – le gritó -, o te voy a arrancar el cuero a vos también, a lonjazos”.

En “Los pájaros del lago”, los personajes tienen contornos más romos. Juan Carlos Dannenberg, el estanciero alrededor de quien gira la novela, muestra una imagen bucólica del poblador sureño:

“- En la ciudad creen muchas cosas (...) Yo, particularmente, a veces pienso si no seremos una raza diferente. (...) Nosotros, los del campo (...) Tenemos unas cuantas diferencias, criterios distintos frente a la vida, la naturaleza (...) Por ejemplo, tenemos respeto por las cosas de la tierra, la naturaleza, los mismos animales salvajes (...) Sí, somos los hombres de campo quienes matamos a los animales salvajes, claro. Pero ese no es el caso, quiero decir que no destruimos por gusto, no tenemos la fiebre del asfalto, las carreteras atestadas y las aglomeraciones de todo tipo (...)”

Tiempo atrás, se habló en estas páginas de los libros “amargos” y “alegres” que inspiraba la Patagonia. En cierto modo, se encuentra aquí esa dicotomía, que la periodista y escritora Sandra Pien considera un punto importante de estudio para analizar la literatura regional. ¿A qué se debe la notable diferencia en la forma de ver el paisaje y sus habitantes, entre las dos obras? En principio, podría pensarse que está dada por la índole de cada autor; o la distinta época en la cual se concibieron las novelas. Pero otra explicación, más simple, es que las peripecias de Martín Arteche por un lado, y las de Juan Carlos Dannenberg por otro, son dos facetas de una misma realidad. Ambos escritores, Goyanarte y Peña, ven la belleza de la zona y la bravura de sus habitantes, pero cada uno de ellos lo cuenta a su manera. Y las dos visiones nos permiten disfrutar de obras de indiscutible valor literario.



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3 comentarios:

Rosanna dijo...

Desde mi humilde entender creo que tiene que ver con la época en la cual fueron creadas (el entorno cambia y por ende la forma de ver esa realidad) pero lo interesante hubiera sido conocer cómo Jorge Vives lo hubiera hecho.
Tus artículos de investigación y análisis sobre la literatura patagónica son muy buenos pero también lo son tus cuentos.
Un abrazo!

María de las Mercedes dijo...

“Los dos Lagos”, la observación de J. Lenard Vives, como expresión de dos escritores de la valía de Juan Goyanarte y Rodolfo Peña, presenta la dicotomía de los enfoques, que forja atractiva la propuesta. El mismo suelo, el mismo viento, el mismo mar, las mismas heladas rocas, la misma fauna. Que impulsan el trazo de los autores, dando vida a los interlocutores, de una y otra obra, cuyo eje escénico es Lago Argentino.
Al tiempo que Goyanarte da entidad a “el hombre temerario que tiene la osadía de querer domesticarla”, en oposición a Peña, que se adviene a la aceptación de lo naturalmente dado “sin retacear las referencias a la rigurosidad del clima, utiliza un lenguaje de tono sosegado”.
Este concepto dicotómico presente en la literatura Patagónica, en la producción de textos “alegres” y “amargos” permite hacer lugar a que el mismo, no se agota en lo particular del autor, sino en aprehender esa realidad en su peculiaridad diversa. J.Vives expresa sobre ello: “son dos facetas de una misma realidad”
Es decir es posible considerar cada uno de los aspectos de un mismo asunto y ser igualmente valedero.
Resulta interesante la visión del autor J Lenard Vives, íntimamente consustanciado con esa realidad sureña contrastante, en la observación equivalente.

M.M.

Jorge Vives dijo...

Muchas gracias Rosanna y María de las Mercedes por sus comentarios. Es un interesante análisis el de la "observación equivalente". La Patagonia es una tierra de muchas lecturas; por eso su temática literaria no se va a agotar tan fácilmente. Queda mucho por escribir. Por otro lado, agradezco la opinión sobre mi obra de ficción... hay todo un tema con la ficción y la realidad en la Literatura actual; una dicotomía que merece un análisis detallado.