google5b980c9aeebc919d.html

viernes, 10 de diciembre de 2010

EL CUENTO DE HOY


Jardín de Michell


Juan Bautista Vallés (*)




En algún punto de las llanuras levemente curvas y agitadas por ningún viento, está el jardín de Michell y Michelle.
Los habitantes están dispersos y se comunican por la red de carreteras de una sola mano. Las que utilizan, además, para facilitarles el contacto con dos ciudades próximas de más de 500.000 habitantes.
Lo han creado ellos mismos hace muchos años atrás y ya desde tiempo se fue abriendo la puerta trasera para que hoy un jardinero de África incline la espalda y trabaje la tierra. Con cariño, como ellos lo hacen.
Ahora las manos de ellos dos están cansadas, aunque siguen gesticulando para decir lo que quizás las palabras no alcanzan.
Ellas las tiene ahora lejos de los niños que nacen, pero éstos siguen fuertes y dulces como cuando los recibía al llegar a este mundo. No cuesta oírla alentando a las madres jóvenes ni al hablarles a los bebés en nombre del mundo, para darles fe y esperanza. No le extraña ir por las calles, o estar en misa y que adolescentes o jóvenes se acerquen para saludarla. El haber compartido el momento de la primera visión queda marcado para siempre.
La saludan cada mañana unos pájaros agradecidos por la comida que, dulcemente, les dejó caer la señora Michelle en sus comederos. Están hambrientos. Vuelan en los alrededores de la ventana de la cocina y se disputan semillas de girasol; las toman al vuelo y llaman su atención para que el rito no desaparezca.

Las manos de Michell están prontas para ser serviciales y son fuertes para momentos difíciles.
Sin quitar otras recompensas por algún trabajo extra del peón, comparten un licor, que puede ser un vino patero del lugar. El jardín ha atrapado algo del espíritu de ellos y lo guarda en sus pliegues de tierra.
Respetando los ciclos, espera la primavera para estallar en colores y perfumes. Mientras, bajo un manto de frío, están los alientos de vida del verano.
El sol es esquivo y huidizo ante la ausencia de calor que hiela las plantas. Espera su turno para poder acercarse y poner vida en lo que hoy parece níveo manto.
Una estatua, eternamente inmóvil, observa desde el corazón del jardín la casa con curiosidad de mujer. La fuerza de esa curiosidad la lleva a no cerrar los ojos ni por el frío ni por el calor. No sé sabe con quién intercambia rumores.
No hay ahora ruidos de niños, ni huellas de pequeños zapatos, ni juguetes olvidados. No están el niño y la niña que jugaban a las escondidas o navegaban en barcos de fantasías por mares surcados solo por ellos.
Ahora enfrentan el océano de la existencia. Se enredan. Entre raíces descubren la esperanza de ser llamados abuelo y abuela.
Desde no hace mucho tiempo ella busca robar o pedir prestados colores del jardín para sus cuadros encantados.
Desde el jardín de invierno como nuevo paraíso, Michell y Michelle seguirán tejiendo sueños, y alguna tarde evocarán momentos de la conversación que empezó hace muchos años y que es única, por los siglos de los siglos.
Como alguna vez se lo dijo el Abbe del lugar.




(*) De “Tercer Libro” – Biblioteca Popular Agustín Álvarez – Trelew - Chubut, 2008


Bookmark and Share


votar










2 comentarios:

Jorge Vives dijo...

Aprovecho la oportuna publicación del cuento de Valles en LIterasur, para agregar, a modo de comentario, esta "CARTA A JUAN BAUTISTA VALLES", cuyo autor es el escritor de Rawson, integrante del Grupo "Encuentro", Marcelo López:

"Querido Juan:

La primera vez que escuche tu nombre, fue por el ’88, con mis diecisiete urgientes, a un paso del egreso, donde todas las formas tienen silueta de mujer y uno cree que se las sabe todas.
Tu nombre, me fue llevando a la intriga, ya que se repetía en casa, exhalada de las escuetas palabras de papá. La intriga se exasperó, devino en rabia cuando repetidas veces a la semana se escuchaba en casa la palabra Valles, reforzando la pronunciación de tu apellido, que inconcientemente pronunciaba papa, tomando mate o limpiando.
La rabia transmuto en intriga cuando supe que eras su jefe y el no hablaba nunca de su trabajo, menos aun de sus superiores, salvo algún aislado comentario cuando se producía algún conflicto cooperativo.
Con el transcurrir del tiempo, el inesperado encuentro en la oficina nos reunió en un frío saludo. El escaso trato y análisis, esbozo un reclamo posterior de desilusión para con papa:
_ ¡Ese era el tal Juan, ese era eh, eh!
La sorpresa continuó, cuando me percate que vivías en diagonal a casa de mi esposa, novia por aquellos ’90. La casualidad nos había acercado nuevamente. Como cuello de botella, la escritura fue lazo y camino de reflexiones:
De la finitud humana
De la nosedad
De las construcciones dogmáticas
De la crítica literaria
Y el viaje al taller del Grupo Encuentro, en Trelew, que seguro te acordaras.
¡Si!, esas reuniones eran para mi fugaces e intensas, al igual que tus cuentos esgrimidos en el calor de tu casa que deambulaban entre el ingenio, la agudeza intelectual y la intriga.
Dejame decirte, que mi bronca de antaño, dio pie al encanto.
A la nostalgia de las pocas y ricas reuniones a solas.
Al lamento por los intercambios de escritos truncos.
Al descubrimiento de la magnificencia de tu persona.
Y te agradezco la cena y la poesía que me regalaste, (no me había dado cuenta que era el original).
Te perdono no haber asistido a mi casamiento.
Me alegro por tus comparaciones sarcásticas.
Te reclamo el análisis social de “la gente de la meseta”.
Y no te pongas triste por mi llanto en Magagna al recordarte, fue un desahogo a solas.
Te cuento que hoy emulando a papa, le pronuncio a mis hijos: Nélida Cabrillana Manginni, tu amiga Beba, hoy mi compañera de viaje hacia los encuentros, repitiendo la historia que te conté, jugando un poco.
Por ultimo, dejame decirte que:
Cada semana percute la lágrima en la memoria
La noche me duerme
Me enceguece el día
Al recordar lo que dijiste:
_ ¿Para quién escribimos, Marcelo?, ¿para que?, pensalo, lo resolvemos para la próxima.-
Cada semana regresa el recuerdo, vorágine congelada de tus preguntas:
_ ¿para quienes, Marcelo, para que?-
Supongo que se escribe en pos de un mundo mejor.
Que se escribe cuando se siente
Para que sea pilar, bastión del diario vivir de los hombres.
Para que no sea un mero aporte caritativo.
Para que germinen muchos Juanes, Owens, Fiedas, Alicias; Cecilias, Ritas.

_ ¿para quienes escribimos, Marcelo?-
_ No lo se, solo tengo una certeza: hoy Juan, escribo para vos.

Marcelo López, 13-10-09"

Olga Starzak dijo...

¡Me conmueven tanto las palabras pronunciadas en este texto!
Quienes hemos tenido el orgullo de tener la amistad de Juan, de compartir su sabiduría, conocerlo en su esencia..., sabemos que la carta de Torres es su retrato. Un homenaje. El que aún no he podido escribir.
¡Gracias Marcelo!
Mis cariños