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miércoles, 13 de julio de 2011

LA NOTA DE HOY






ENTRE LIBROS Y BIBLIOTECAS




Por Jorge Castañeda (*)




Me descalzo. Traspaso el umbral de la biblioteca y penetro a un ámbito sagrado, a una mezquita del saber. Adentro todo es anaqueles y en ellos adocenados los libros formando hileras donde las paralelas jamás se tocarán o tal vez sí.
Para mí la biblioteca es como mi segunda casa; para Jorge Luís Borges el paraíso. Es un laberinto ordenado del conocimiento. Una enjundia encuadernada de la historia de la humanidad. Un tiovivo temático y simultáneo. Un Aleph encerrado entre cuatro paredes. Una biblioteca es un espacio silencioso para celebrar los banquetes del espíritu. Para libar el néctar destilado del conocimiento. Para acercarse a la santidad laica de la cultura.
Yo quiero palpar los libros, olerlos en toda su densidad. Mirar sus láminas, extasiarme con sus grabados, gozar con las distintas tipografías, buscar el pie de imprenta, introducirme en el prólogo, en el introito feliz, en el prefacio que augura el contenido como una sibila sentada a la puerta de su templo.
Quiero descolgarme en el colofón, ilustrarme con el escolio, husmear en las enciclopedias, colocarme los quevedos para leer los ensayos, entretenerme con las novelas, temblar de miedo con las de misterio, transportarme con la poesía, atisbar por las celosías del teatro el alma de los personajes.
Porque yo amo los libros…Y aunque no los lea me gusta tenerlos, saber que están cerca de mí, al alcance de mi mano.
Yo hinco la rodilla en tierra y les rindo pleitesía: a las tablillas de Nínive allende la biblioteca de Assurbanipal, Rey del Mundo y de Asia en las que se cuenta la épica de Gilgamesh.
A los rollos escritos por los judíos sobre la piel de animales y conservados en vasijas de barro contando precisamente la epopeya del “pueblo del libro”. A los conservados por el tirano Pisístrato en Atenas, el primero en establecer una biblioteca pública con libros relacionados a las artes y las musas. A la “Biblia del Oso” del “Casiodoro aquel que me hace muchos males”.
Una biblioteca es como un árbol, (la tradición dice que era una higuera), bajo la cual el Buda recibió la Iluminación. Es un universo donde los libros se agrupan en galaxias que encierran mundos dispares y múltiples. En sus mesas de lectura hay tanto respeto como en un templo y un silencio de hospital pero más feliz.
Tomo un libro. Miro si tiene la distinción del ex libris, observo si es una edición príncipe, escudriño si está firmado por el autor, si tiene anotaciones al margen. Abro sus páginas al azar y leo por el sólo placer de leer.
Yo me quedo a vivir en las bibliotecas a pesar de la tiranía de los horarios y de la impaciencia de los bibliotecarios. Soy un impertinente de la cultura. Busco como el hombre del evangelio la perla perdida…encuentro gemas, verdaderas joyas salidas de la máquina que inventó Gutemberg. Y en el recinto ordenado y luminoso de las librerías soy un comprador compulsivo.
Pienso en los monjes copistas sentados en la umbría oscuridad de las abadías; en la biblioteca perdida de Alejandría; en las joyas literarias de Cartago, perdidas para siempre; en la Bagdad donde el persa escribió sus Rubaiyat; en la biblioteca de los atálidas, gobernantes de Pérgamo; en la de Marco Tulio Cicerón, tan abundante de libros “que usaba frecuentemente”; En la Bernardino Rivadavia de mi ciudad natal de Bahía Blanca donde pasé tantas horas de lectura con alegre solaz.
Quiero consultar algún autor, busco un dato insólito, estoy investigando sobre algún tema olvidado, quiero un libro para aprender un oficio, otro que hable de plantas o de animales, porque hay abasto de conocimiento si vamos a la biblioteca.
¿Dónde estará la de Babel? ¿Y la que reúne todos los libros quemados en la hoguera, los enterrados, los tapiados para siempre por la intolerancia de los tiranos de turno?
Busco una escalera para trepar a los últimos anaqueles casi linderos con el techo. Observo el lomo de los ejemplares alineados y leo los rótulos de sus títulos y el nombre de sus autores. Tomo uno, tomo dos. Los abro, los miro, los huelo y nuevamente los repongo en el lugar que el bibliotecario les ha asignado para dormitar hasta que alguien los despierte de su sopor.
Conservo como un tesoro entre otros tantos documentos personales mi credencial de socio. Señala mi pertenencia. Es mi llave de entrada.
Soy feliz en las bibliotecas. Los libros son mis amigos y yo les retribuyo le lealtad que me dispensan.




(*) Poeta, escritor y periodista nacido en la ciudad de Bahía Blanca y radicado en Valcheta. Publicó, entre otros, los siguientes libros: “La ciudad y otros poemas”, “Poemas breves”, “30 poemas”, “Poemas sureños”, “Sentir patagónico”, “Los atabales del tiempo”, “Valcheta, un pueblo con historia”, “Suma Patagónica”, "Arturo y los soldados", "Como Perón en el cuadro" y "Poemas cristianos". Tiene inéditos: “El lirio de los valles”, “Crónicas & Crónicas”, que incluye la prosa que aquí se reproduce, y“Donde llora el ornitorrinco”. Figura en varias antologías, tanto nacionales como extranjeras; y recibió numerosos premios por su obra literaria. Es conferencista sobre temas patagónicos. Integra más de veinte asociaciones literarias y culturales, nacionales y del extranjero, incluyendo la SADE, la Unión de Poetas y Escritores Argentinos, la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos con sede Milán, Italia; y la Asociación Latinoamericana de Poetas, Escritores y Artistas con sede en Cuzco, Perú.

Su obra literaria, que presenta un inconfundible tono patagónico pero a la vez una visión universalista, ha sido declarada de “Interés cultural” por la Honorable. Legislatura de la Provincia de Río Negro; la que también lo designó “Ciudadano Ilustre”, por su extensa trayectoria literaria que le significó reconocimientos internacionales y por su contribución invalorable a la cultura nacional. Recientemente fue premiado por la “Latin Heritage Foundation”, en el concurso que organiza esa importante casa editorial de EEUU, por su poema “Valchetango”.Fue nombrado integrante del Directorio de "Personalidades del Arte Universal", con sede en Washington, que promociona y difunde la obra de artistas de todo el mundo; y “Embajador Universal de la Paz” por el Círculo de Embajadores Universales de la Paz con sede en Ginebra, organismo vinculado a las Naciones Unidas.



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5 comentarios:

pj san isidro dijo...

Muy buena la nota, realmente muy interesante. Comparto que la biblioteca es un ambiente muy confortable, digno de perderse en el.

Rosanna dijo...

El autor ha empleado las palabras perfectas para describir lo que se siente en una biblioteca, cuando se ama a los libros.
Ha logrado traducir esas increíbles sensaciones en esta excelente nota!
Realmente muy buena!

Jorge Vives dijo...

Esta es una de esas piezas literarias que todo escritor, en algún momento, quisiera crear. Porque un escritor es, antes que nada, un lector; y todo lector no puede dejar de reflexionar, al menos una vez, sobre ese “ámbito sagrado” que son las bibliotecas. Y Jorge Castañeda lo hace en una forma magnífica, con una riqueza de lenguaje y una amplitud de conocimientos que provocan que la lectura de “Entre libros y bibliotecas” sea un deleite para el espíritu. Invita a analizar y disfrutar cada frase, precisamente porque cada frase es como un fruto que ofrece un sabor particular. Por eso mismo, la nota no es de lectura rápida, sino meditada y degustada; es para leerla con una actitud similar a la que el propio autor dice adoptar ante los libros: “Quiero descolgarme en el colofón, ilustrarme con el escolio, husmear en las enciclopedias...” La recorrida por las bibliotecas de la humanidad concluye en la del terruño natal, en la notable “Bernardino Rivadavia”; quien la conoce sabe de los tesoros bibliográficos que conserva. Es grato tener la oportunidad de leer un escrito de esta calidad literaria.

jorge robert dijo...

Mi abuelo don Fernado Robert, llegó a zona de Camarones en el año 1903. Proveniente de Francia, su pais natal había recalado en Patagones de donde partió con su flamante esposa, Lucía Garriguez y su pequeño hijo Alberto de 3 años, que luego sería mi padre y un arreo de ovejas y caballos. Constituido su establecimiento de campo con una legua lindera al mar, su primer trabajo consistió en caminar sus riberas, juntar maderas de barcos sucumbidos en temporales o ataques de piratas que no faltaban en aquellos tiempos y así construir corrales y otros menesteres de su incipiente emprendimiento ganadero.

El autor de la nota: don Jorge Castañeda, a quien saludo y felicito, pensará: "Y esto que tiene que ver con libros y bibliotecas,"... Es que mi abuelo fallecido en 1944, mientras separaba madera de barcos hundidos, su mente elaboraba la construcción de una biblioteca que luego fué orgullo de los pioneros que en Camarones, iban haciendo una población. Jorge Gabriel.


Su herencia después del 44, fueron sus libros, sus escritos, cuadernos y todo implemento escolar que se repartió de su casa-biblioteca frente a la escuela.-

Aire acondicionado Lg-smile dijo...

Me gusta mucho este blog, considero también la biblioteca un lugar único.