google5b980c9aeebc919d.html

jueves, 25 de agosto de 2011

EL CUENTO DE HOY







Cuento breve de temática patagónica (*)






Por Iris Lloyd de Spannaus





- ¿Me das mi panuelo?

- Se dice pañuelo.

- No, mi mamá dice panuelo, así que, se dice panuelo.

- Es que tu mamá es una gringa y no sabe hablar castellano. Y vos tampoco sabés castellano ¡GRINGA!

El insulto sonó como latigazo y algo se rompió en su corazoncito, algo fuerte, fuerte que subió a sus ojos y se deshizo en lágrimas.

- ¡Gringa, gringa, galensa pan y manteca!

Los gritos cada vez más fuertes se sucedían como letras de un estribillo, y más y más chicos se
sumaban a los insultantes:

- ¡Galensa, galensa... !

Ceinwen agarró sus libros y corrió y corrió llorando a más y mejor hasta que se perdió la voz de los que le gritaban. Su tierna cabecita no podía entender lo que acababa de suceder.

Es todo tan rápido y cruel, ¿por qué se enojaron con ella?, ¿qué había hecho?

Todo había empezado porque Nelly no le quería devolver su 'panuelo' ¿o era pañuelo? Al llegar a casa preguntaría a su mamá.

El camino hasta la chacra era largo, así que tuvo tiempo de limpiar sus lágrimas y casi de olvidarlo antes de llegar.

El hogar le dio la bienvenida con sus olores tan conocidos. Olor a pan, a jabón, a limpieza, olor a mamá. ¡Qué bien se estaba aquí realmente! Guardó su guardapolvo y cartera, fue a tomar el té a la cocina y pensó en preguntar un montón de cosas a mamá, pero parecía que ella no estaba de humor para muchas preguntas.

- Mam.

-¿Hum?

- ¿Yo soy gringa?

- Well, sí, me imagino que sos algo gringa.

- Pero ¿qué significa ser gringa, mam?

- Oh, bueno, tomá el té ahora y dejate de preguntar pavadas que tengo mucho que hacer.

Viendo que evidentemente no era el momento de hacer preguntas, Ceiwen terminó su té, lavó su taza, guardó las cosas y salió un rato al patio a jugar; vio a Lewis pateando una pelota y pensó que su hermano podría explicarle lo de hoy.

- Lewis -llamó- ¿nosotros somos gringos?

- ¡No hinches querés! ¿No ves que estoy ocupado?

En realidad éste no era su día de suerte. Parecía que todo el mundo estaba de mal humor o apurado; tendría que guardar sus preguntas para mejor momento.

Siguió caminando y se sentó a orillas de la zanja, a tirar piedritas al agua. Sabía que si su madre la veía recibiría un buen reto, porque siempre vivía atemorizada ante la idea de que uno de sus niños se ahogara. Habían ocurrido ya tantos casos así, que se había constituido en obsesión.

El ruidito del agua corriendo y el zumbido de las abejas le daba a ese rinconcito un especial encanto. Ceiwen sabía que podía estar tranquila allí por un rato.

Entonces se dedicó a meditar acerca de lo ocurrido esa tarde. Ser "gringa" debe ser algo muy feo, por lo menos los chicos gritaban como si lo fuese. Sin embargo su madre la acababa de decir que ella lo era, y no le había dado ninguna importancia aI asunto, así que muy, muy feo no podía ser, sino su madre no lo hubiera aceptado tan tranquila. Entonces, Si no era tan malo, exactamente, ¿qué querría decir "gringa"? Realmente necesitaba una contestación ahora. Se levantó con la rapidez característica de los niños y volvió a atacar a su hermano que seguía pateando la pelota contra la pared del galpón. Ceiwen inició el diálogo:

- Hoy en la escuela me dijeron gringa pan y manteca.

Su hermano siguió pateando, pero contestó:

- ¿Y vos les contestaste, "gallegos pata sucia"?

- No, ¿por qué había de hacerlo?

- ¡Qué sé yo, pavota! pero siempre que a alguno de los nuestros le dicen galenso pan y manteca, contestá enseguida gallego pata sucia y ahí nomás se agarran a las piñas.

- ¡Pero yo no puedo dar piñas!

-Ufa! ¡Entonces dejáte de embromar y andate a jugar con tus muñecas!

Era inútil. Este hermano era realmente intratable. Nunca conseguía estar con él más de un ratito sin pelear. Tendría que esperar que Dada y Edgar volvieran a la casa. No quedaba más remedio.

Estuvo mirando por todos lados lo que se hacía rodos los días, tratando de que el tiempo pasara.

- Howen, ¿cerraste los terneros? vamos, hay que entrar la leña antes de que se haga la noche. La voz de la madre impartía las órdenes y Ceinwen la veía andar de un lado al otro, ocupada y ceñuda.

"Claro” –pensó– “hoy es lunes y hay más trabajo que cualquier día de la semana". Mam había rdeñado y hecho pan además de la tarea diaria de limpiar la casa y cocinar. ¿Todo ese trabajo sería la causa de que mam fuese "gringa"? Oh, bueno, mejor esperar a que Edgar llegara a la casa.

¡Al fin sintió las ruedas del carro que se acercaba al galpón y ahí estaban su padre y su hermano mayor. Una sensación tibia, confortante le llenó el pecho cuando Dada la alzó y tiró alto, alto, mientras la llamaba con esos nombres dulces y tontos que tenía para su niña: “Petch fach”, “Dwdlah”, “Hogan fach yr dada”. Palabras galesas que eran para Ceinwen como el pan de mam o la cama limpia con olor a lavanda.

- Vamos a la casa, así me lavo y tomamos unos mates antes de Ia cena. Mejor dejá el caballo en el corral atrás del galpón, Edgar, porque mañana tenemos que seguir acarreando pasto.

- Edgar, ¿sabés lo qué me dijeron en la escuela?

La niña soltó la pregunta mientras el padre cebaba mate y la madre preparaba la cena.

- Y… te dijeron, tal vez, que eras muy inteligente.

- No, me gritaron gringa y me dijeron que yo era una galensa pan y manteca.

Edgard quedó serio un ratito y después dijo:

- Y bueno. Vos sabés que Ios latinos siempre nos llaman así.

- Pero, ¿por qué? ¿Es muy feo ser una gringa?

- No, ¡qué va a ser feo! Lo que pasa es que nos ven distintos y a la gente no le gusta ver gente distinta. Cuando eso ocurre siempre los atacan.

- Pero, ¿por qué?

- No sé por qué; pero es así.

- Y ¿qué es ser gringo?

- Un extranjero.

- Pero yo soy argentina.

- Pero hablás galés. Y Mam y Dada son galeses.

- ¿Y eso nos hace distintos de los demás?

- Claro.

- Entonces es mejor ser hija de gallegos.
- ¡Ja Ja! Y, ¿por qué?

- Porque así hablás bien el castellano y nadie se ríe de uno.

El padre tomaba mate y no tomaba parte en la conversación, pero escuchaba todo el diálogo y se dio cuenta del pequeño drama que estaba viviendo su hija.

- Ceinwen -llamó.

- Sí, Dada.

- Vení, sentate aquí, así charlamos un ratito.

Así diciendo señaló una silla cerca de la mesa sobre la que depositó un libro grande.

- ¿Te acordás de Taid?

- Un poco. Me acuerdo que tenía barba y pelo blanco y que a veces me traía caramelos.

- Bueno, él era galés. Nació en Llanuwchlyn. Él y Nain vinieron en un barco que se llamaba “Mimosa"; yo era entonces, un bebé de sólo diez meses de edad...

Y así mientras el padre con voz grave le contaba a Ceinwen la casi increíble historia, en la mente de la niña se iban desarrollando uno a uno los hechos que aunados darían como resultado una Colonia floreciente.

- ¿Y Nain vio a los indios?

Asombro y delicia. Temor y también una casi reverencia. La tristeza de saber que el río se había llevado todo cinco veces para que fuese vuelto a construir. ¡Tozudos los galeses! De vez en cuando el padre detenía el relato para mostrar alguna foto y así podía la niña, ponerle rostro al héroe del momento.

Para la hora de la cena, Ceinwen tenía todo bien clarito en su cabeza. Ella no era gringa pero no le importaba que la tomaran por una. Sus abuelos habían sido gringos, y también lo eran sus padres. Ser argentina era hermoso porque significaba que uno podía vivir en un país libre donde el gobierno era elegido por uno. No había reyes aquí; ni reinas, pero ser descendiente de galeses era saber que sus padres y abuelos habían ganado para la Argentina un pedazo de tierra que hasta entonces nadie había querido. Significaba que los indios no habían sido perseguidos ni muertos, sino que había sido conquistada su amistad con amor y buenos tratos. Quería decir que uno sabía cantar, que ir a la capilla era hermoso y que llamarse Ceinwen en lugar de Irene o María era lindo.

Suspiró satisfecha. Si mañana alguien en la escuela la llamaba gringa o galesa, que lo hicieran nomás. Total ella ya sabía quién era y de dónde venía.







* Primer premio. Eisteddfod del Chubut - Competencia: Cuento breve de temática patagónica. Año 1975.



Bookmark and Share












4 comentarios:

Rosanna dijo...

Querida Iris: este es uno de los cuentos que más me gusta de tu libro "Patagonia Gringa".
Es más, fue el que elegí para leer en clase a los chicos hace 2 años como parte del proyecto, para que te conocieran (antes de hacerlo personalmente) y como claro ejemplo de vida en aquellos tiempos. Aunque la discriminación a lo diferente sigue siendo un tema de actualidad, ya hoy hacia otros inmigrantes, otras culturas.
Cada uno de los que he leído me dan la sensación de estar leyendo la vida de tus antepasados. Es una ficción muy particular porque es difícil distinguir que parte es realmente ficción y cuál basada en un hecho real.Y eso es interesante.
Felicito a los amigos de Literasur por publicarlo.
Y aprovecho este espacio para recomendarles su último libro de poesías para chicos "Nains tells a story", bilingüe (inglés - español), con excelente diseño, diagramación, presentación, dibujos y por supuesto, muy bien escrito.
Te felicito Iris!!! Un abrazo!!

jorge robert dijo...

Obra en mi poder una fotografía que fue tomada a principios del siglo XX cuando el crisol de razas y/o culturas se auto convocaba en pos de tal o cual circunstancia. De ahí una reunión de "gringos" que hubiera asombrado a Ceinwen, la niña del cuento de Iris Lloyd de Spannaus que comento. Sólo que la reunión que dió origen a la foto aludida, fue convocada en un establecimiento de campo por autoridades policiales para la reconstrucción de un hecho delictual y para lo cual concurrieron los vecinos, y/o propietarios: Vicente Martino, italiano, Samuel Walker, inglés, Enrique Olsen, noruego, Alberto Robert, francés, Jones Baby, galés,otras personas en la foto, originarias del lugar.

Septiembre día del Inmigrante, Dia del Gringo aparte.
Iris Lloyd, Felicidades.

Jorge Vives dijo...

Muy lindo cuento. No tan cuento, como dice Rosanna. Iris rescata muy bien una componente sociológica del poblamiento del valle que el tiempo tiende a borrar, al decir de Jorge en su comentario, fundiéndolo en el “crisol de razas” que fue este suelo. La autora lo hace con cariño, con la mirada de una persona reflexiva que percibió un episodio en su niñez y que, al paso de los años, lo interpretó con madurez intelectual. Es, además, un homenaje a esos colonos de los cuales ella desciende; que habla de un valle naciente, donde sus habitantes iban afirmándose a la tierra, formando su identidad.

Gabriel dijo...

Me encantaría conseguir un ejemplar de "Patagonia gringa". ¿Alguien sabe dónde lo venden (preferiblemente en internet)? Gracias.