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jueves, 22 de septiembre de 2011

LA NOTA DE HOY



LA PATAGONIA ES UN CHANCHO QUE VUELA



                                                         Por Jorge Castañeda (*)



La Patagonia es un Macondo lato y estepario, un ámbito de monstruos gigantes, de endriagos, de aves plumíferas y grandes que teniendo alas no vuelan, de mangrullos amarronados de cuatro patas que gregarios ambulan de monte en monte con su relincho arisco.
Es el último confín caído de la mano del mundo donde la aventura y el asombro corren parejos. Donde el viento levanta las piedras y deforma la copa de los árboles a su arbitrio. La Patagonia es un chancho que vuela.
La Patagonia es una latitud de escoriales silentes bajo las lunas blancas y redondas; una soledad crecida en la altura azul de las mesetas; es el aroma acre del cloruro de sodios que enloquece los hollares de las bestias que habitan los bajos de todos los bajos. Gualicho errante. Misterios arcanos. La cruz del Sur donde nunca se arrutó el tesón de los pioneros.
La Patagonia es los carcomidos infolios que en noches febriles entre el escorbuto y la ansiedad escribiera Pigafetta sobre gigantes que bailaban;  la ciudad mítica allende los Andes que buscaban los frailes; las manzanas silvestres del imperio de Sayhueque; la “piedra azul” pitonisa de los Curá;  la bandera argentina que enarboló Casimiro; la búsqueda de Popper; el faro del fin del mundo; los ventisqueros; las rastrilladas donde las lanzas trazaron sobre la tierra el mapa de todas las gestas.
La Patagonia es la tierra “sobre la que pesa la  maldición de la esterilidad”  (¡Oh, anatema de Darwin, acicate para los intrépidos!).
Es el tiempo petrificado; las flechas de obsidiana; las correrías de los bandidos; los ritos caídos de las viejas razas; la Arcadia perdida de los galeses; los rifleros del Coronel Fontana; la remonta de Nicolás Descalzi; los sueños proféticos de Don Bosco;  el santuario cautivante de Ceferino. La Patagonia es un desafío que merece aceptarse.
Es un cielo estrellado que parece tocarse con las manos; es un silencio que dice mucho; es un paisaje que se incorpora al alma como el calafate a los labios. Es la gesta del Comandante Luís Piedra Buena por patriota y por nauta; es la “Proa del Mundo” al decir del Ingeniero Domingo Pronsato (hijo ilustre de Bahía Blanca);  la Patagonia es la “región de la aurora” como la bautizara la pluma del Padre Entraigas.  Es un esfuerzo compartido; una esperanza que nunca cesa como la distancia de sus caminos; es un sentimiento tan indeleble como las manos en la cueva del río Pinturas. Un tótem, un linaje que cubre y abriga como las matras de las tejedoras mapuches. Es un desafío permanente. Una incógnita que nunca cierra.
La Patagonia es el sol ardido sobre los fortines y la soldadesca; el espejo de los lagos; la altitud desmesurada de las araucarias; los volcanes irascibles; el mar inmenso y azul sobre la costa escarpada; los fondeaderos de mala muerte; el relevamiento minucioso de Basilio Villarino y Bermúdez;  las notas detalladas del Perito Moreno;  la Reina y el arcabuz del Padre Mascardi.  La Patagonia es una flor en la espesura.
La Patagonia es el párrafo final de la novela “Sobre héroes y tumbas” de Ernesto Sábato;  la soñada por Ezequiel Ramos Mexía y el geólogo norteamericano Bailey Willis;  “la que piensa” como escribió Juan Benigar; la que poblada de plantas enanas esconde en los petroglifos un pasado legendario; la del volcán Domuyo que guarda en sus entrañas un tronco de oro dormitando entre los hielos eternos; La Patagonia se hace collón en las noches de luna llena y petrifica la debilidad de los timoratos.
La Patagonia es la circunstancia de los hombres cabales; el menocó que marea como un  mar; las bardas; los ríos como arterias impetuosas; las salinas blancas de promesas salobres. La Patagonia es una marca en caliente, una prolongación de las soledades del alma.
Por la Patagonia, el Norte está en el Sur. Y en ella se cuecen habas y legumbres, risas y llantos, llamadas desde el fondo de los tiempos.
La Patagonia es los fósiles de los grandes saurios; el bosque tropical que les daba sombra y alimento, las grandes palmeras con dátiles hechos piedras, las araucarias en rodajas petrificadas, los redondos y ponderables huevos de los saurios que la habitaban,  los dientes de sable del temerario tigre, el caparazón amedrentante del milodón. Lámpara encendida en las edades geológicas.
La Patagonia es un mandato de imperiosas urgencias, para nosotros y para nuestros hijos.
Mi querida tierra, mi lugar en el mundo.


(*) Poeta, escritor y periodista nacido en la ciudad de Bahía Blanca y radicado en Valcheta. Publicó, entre otros, los siguientes libros: “La ciudad y otros poemas”, “Poemas breves”, “30 poemas”, “Poemas sureños”, “Sentir patagónico”, “Los atabales del tiempo”, “Valcheta, un pueblo con historia”, “Suma Patagónica”, "Arturo y los soldados", "Como Perón en el cuadro" y "Poemas cristianos". Tiene inéditos: “El lirio de los valles”, “Crónicas & Crónicas”, que incluye la prosa que aquí se reproduce, y“Donde llora el ornitorrinco”. Figura en varias antologías, tanto nacionales como extranjeras; y recibió numerosos premios por su obra literaria. Es conferencista sobre temas patagónicos. Integra más de veinte asociaciones literarias y culturales, nacionales y del extranjero, incluyendo la SADE, la Unión de Poetas y Escritores Argentinos, la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos con sede Milán, Italia; y la Asociación Latinoamericana de Poetas, Escritores y Artistas con sede en Cuzco, Perú.

Su obra literaria, que presenta un inconfundible tono patagónico pero a la vez una visión universalista, ha sido declarada de “Interés cultural” por la Honorable. Legislatura de la Provincia de Río Negro; la que también lo designó “Ciudadano Ilustre”, por su extensa trayectoria literaria que le significó reconocimientos internacionales y por su contribución invalorable a la cultura nacional. Recientemente fue premiado por la “Latin Heritage Foundation”, en el concurso que organiza esa importante casa editorial de EEUU, por su poema “Valchetango”.Fue nombrado integrante del Directorio de "Personalidades del Arte Universal", con sede en Washington, que promociona y difunde la obra de artistas de todo el mundo; y “Embajador Universal de la Paz” por el Círculo de Embajadores Universales de la Paz con sede en Ginebra, organismo vinculado a las Naciones Unidas.


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1 comentario:

Jorge Vives dijo...

¡Excelente nota la del señor Castañeda! Toma la mayoría de los componentes de la Patagonia, esos que se reflejan en la Literatura y las otras manifestaciones culturales y artísticas de la región, con los que sus habitantes no podemos dejar de sentirnos identificados. Cada frase es un gozo para el espíritu del que conoce estas tierras; tanto por la amenidad de la prosa como la erudición que demuestra sus referencias históricas, geográficas, literarias. Y todo ligado por el fuerte sentimiento de pertenencia hacia la Patagonia, presente en cada referencia. Una muestra más de que el autor es un escritor de primer nivel.