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miércoles, 28 de septiembre de 2011

EL CUENTO DE HOY



El recluido

Por Olga Starzak



Golpeó la puerta hasta que sus puños sangraron profusamente; luego –subido a la tapa del inodoro- rompió los vidrios de la claraboya. Se diseminaron sobre su cabeza, sobre su cuello. Una herida profunda se abrió en el cuero cabelludo y cubrió de rojo su rostro desencajado. Gritó... gimió. Nadie acudió en su ayuda.
No tenía fuerzas ya, ni siquiera para llorar.

Estaba, ahora, recostado en el lecho de aquella habitación separada de su casa. Quién sabe desde cuánto tiempo atrás. A veces, alguien le pasaba algo de comer; él no podía ver de quién se trataba, pero lo sospechaba. También retiraba del cuarto los restos de comida y,  muy de vez en cuando, alguna ropa demasiado sucia.
 Estaba seguro de que era la malvada que lo había parido o quizás,  el degenerado que vivía con ella.
No tenía importancia.

No lo dejaban salir de aquel lugar. Era alguien peligroso, no podían correr el riesgo de exponerlo. Hasta se lo podrían llevar preso, o lo que sería peor,  internarlo en algún sitio para locos, le dijeron siempre, desde muy joven.

La mayor parte del día dormía. A veces soñaba con un cuervo revoloteando sobre la gente y dañándola. Otras, con una araña gigante recorriendo en las noches el cuerpo de su madre, asustándola.
También existían días en que imaginaba la llegada de un hada. ¿Dónde habría escuchado él hablar de las hadas? Esta lo rescataba devolviéndole su anhelada libertad y con su suave voz lo convencía de que no estaba loco. Los locos eran los otros.
Pronto dejaba de creerle.

Cuando la razón primaba rogaba que alguien se apiadara de él y castigara a su madre  por el encierro al que lo sometía.

No tenía muchos elementos en el cuarto. Unas cuantas revistas muy viejas, un par de cajones de manzana: uno lo usaba de mesa de luz –aunque no tenía velador- y el otro de mesa. La cama era la cama y también la silla. Poseía una escoba y un tacho viejo para la basura.  En el retrete, aparte del inodoro, había una pileta y una ducha con agua caliente. No le gustaba  bañarse, aunque a veces lo hacía, pero sí escribir con su dedo en el espejo empañado. Casi siempre garabateaba las mismas palabras.
Su compañía eran las cuatro paredes que lo atrapaban. Ellas eran sus amigas. Lo comprendían y hasta hablaba con ellas. Les pedía consejos que escuchaba con atención, le cantaban melodías emocionantes, lo calmaban del horror que secuestraba su mente.
Tenía guardados, tal como tesoros, unos cuantos clavos que  -con paciencia- había retirado de  sus muebles. Con ellos escribía en las paredes...  mensajes, palabras sueltas y hasta  alguna  rima.
 Era una forma de agradecerles tanta tolerancia.

Luchaba por volver a la vida. Sin embargo,  la única forma posible de pedir ayuda era  gritando, golpeando todo a su alrededor y pegándose hasta sucumbir.

Aún en los momentos en que alentaba esperanzas,  estaba lejos de imaginar que las sospechas de un vecino originarían la denuncia que, al fin, podría liberarlo.


Esperó, ese día como siempre, escondido en el  baño siguiendo la orden de encerrarse allí al escuchar la cerradura.  Así lo venía haciendo desde años atrás. Nunca se había preguntado por el motivo de su obediencia. Sabía que su madre no deseaba verlo. Pero ¿por qué se negaba a hablar con él? ¿Acaso le tenía miedo? ¿O eran las culpas que se lo impedían?

Recordó palabras de su hada. “Ellos son los locos”. “Son ellos los locos”.

“Te odio”, trazó una vez más en el espejo empañado.

Aguardó la llegada de su opresora.  Esta vez ella pronunciaba su nombre, llamándolo...  ¿Sería una trampa para deshacerse de él?
Se mantuvo al acecho; debía ser cauto y a la vez muy rápido.
La puerta se abrió lentamente.
El palo de escoba se partió en la cabeza de aquella mujer.  Sus manos grandes, con fuerza desmedida, apretaron su cuello  hasta quebrarlo.
Comenzó a reírse, prisionero del descontrol. ¿Qué hacía su madre vestida de policía?
Tenían razón las voces... Era ella la loca.






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domingo, 25 de septiembre de 2011

EL CUENTO DE HOY







RUISEÑOR


Por Pascual Marrazzo (*)





      El señor Ruiz bailaba como un trompo con su traje de payaso. Su compañera de danza lo hacía vestida de oveja y adornaba su pecho con una campanita que hacía sonar en cada giro.
      Don Ruiz tenía fama de picaflor y atraía las miradas festivas y maliciosas de los invitados.
      Todos querían saber cual sería su nueva conquista ya que cuando éste echaba el ojo, entre bromas y chanzas, difícilmente perdía la pieza.
      Lo que las otras mascaritas no sabían era que él estaba trabajando a ciegas, inspirado por el misterio ovejuno.
      La fiesta de disfraces era una comedia perfecta. El salón del palacio campestre se engalanaba con los mismos invitados: Era el marco adecuado para que la felicidad venza al cansancio y el amor se empareje con la alegría. El baile continuó hasta el amanecer. La claridad del día dijo basta y la música se acabó. Nadie perdía de vista a la pareja, todos estaban pendientes. El señor Ruiz, más que un payaso parecía un lobo.
      De pronto  resonó un cascabeleo traído por un corderito.
      La acompañante de don Ruiz salió presurosa a su encuentro y los dos se perdieron en el campo.





(*) Escritor de Cipolletti, nacido en Olivos. En 1969 se radicó en Cipolletti. Actual Presidente y Socio Fundador del Centro de Escritores Ingeniero “César Cipolletti”. Participó en más de diez Antologías y ganó varios Premios Nacionales e Internacionales. Libros Editados: Palabras para mis hijos (Cipolletti, 1988), Los Cuentos de Pascual (Nosotros El Sur, 1993), Amansando Ironías (La Casa del Escritor. 1994, de donde se tomó este cuento), Prosa y Poesía del Centro de Escritores (co-autor. La Casa del Escritor, 2003), Los Ojos de la Cerradura (Novela. De Los Cuatro Vientos, 2005) y Rayes (Ediciones AQL, 2009, con prólogo de Jorge Castañeda y Epílogo de Luis Alberto García). Correspondencia con el autor pascual@moviman.com.ar

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jueves, 22 de septiembre de 2011

LA NOTA DE HOY



LA PATAGONIA ES UN CHANCHO QUE VUELA



                                                         Por Jorge Castañeda (*)



La Patagonia es un Macondo lato y estepario, un ámbito de monstruos gigantes, de endriagos, de aves plumíferas y grandes que teniendo alas no vuelan, de mangrullos amarronados de cuatro patas que gregarios ambulan de monte en monte con su relincho arisco.
Es el último confín caído de la mano del mundo donde la aventura y el asombro corren parejos. Donde el viento levanta las piedras y deforma la copa de los árboles a su arbitrio. La Patagonia es un chancho que vuela.
La Patagonia es una latitud de escoriales silentes bajo las lunas blancas y redondas; una soledad crecida en la altura azul de las mesetas; es el aroma acre del cloruro de sodios que enloquece los hollares de las bestias que habitan los bajos de todos los bajos. Gualicho errante. Misterios arcanos. La cruz del Sur donde nunca se arrutó el tesón de los pioneros.
La Patagonia es los carcomidos infolios que en noches febriles entre el escorbuto y la ansiedad escribiera Pigafetta sobre gigantes que bailaban;  la ciudad mítica allende los Andes que buscaban los frailes; las manzanas silvestres del imperio de Sayhueque; la “piedra azul” pitonisa de los Curá;  la bandera argentina que enarboló Casimiro; la búsqueda de Popper; el faro del fin del mundo; los ventisqueros; las rastrilladas donde las lanzas trazaron sobre la tierra el mapa de todas las gestas.
La Patagonia es la tierra “sobre la que pesa la  maldición de la esterilidad”  (¡Oh, anatema de Darwin, acicate para los intrépidos!).
Es el tiempo petrificado; las flechas de obsidiana; las correrías de los bandidos; los ritos caídos de las viejas razas; la Arcadia perdida de los galeses; los rifleros del Coronel Fontana; la remonta de Nicolás Descalzi; los sueños proféticos de Don Bosco;  el santuario cautivante de Ceferino. La Patagonia es un desafío que merece aceptarse.
Es un cielo estrellado que parece tocarse con las manos; es un silencio que dice mucho; es un paisaje que se incorpora al alma como el calafate a los labios. Es la gesta del Comandante Luís Piedra Buena por patriota y por nauta; es la “Proa del Mundo” al decir del Ingeniero Domingo Pronsato (hijo ilustre de Bahía Blanca);  la Patagonia es la “región de la aurora” como la bautizara la pluma del Padre Entraigas.  Es un esfuerzo compartido; una esperanza que nunca cesa como la distancia de sus caminos; es un sentimiento tan indeleble como las manos en la cueva del río Pinturas. Un tótem, un linaje que cubre y abriga como las matras de las tejedoras mapuches. Es un desafío permanente. Una incógnita que nunca cierra.
La Patagonia es el sol ardido sobre los fortines y la soldadesca; el espejo de los lagos; la altitud desmesurada de las araucarias; los volcanes irascibles; el mar inmenso y azul sobre la costa escarpada; los fondeaderos de mala muerte; el relevamiento minucioso de Basilio Villarino y Bermúdez;  las notas detalladas del Perito Moreno;  la Reina y el arcabuz del Padre Mascardi.  La Patagonia es una flor en la espesura.
La Patagonia es el párrafo final de la novela “Sobre héroes y tumbas” de Ernesto Sábato;  la soñada por Ezequiel Ramos Mexía y el geólogo norteamericano Bailey Willis;  “la que piensa” como escribió Juan Benigar; la que poblada de plantas enanas esconde en los petroglifos un pasado legendario; la del volcán Domuyo que guarda en sus entrañas un tronco de oro dormitando entre los hielos eternos; La Patagonia se hace collón en las noches de luna llena y petrifica la debilidad de los timoratos.
La Patagonia es la circunstancia de los hombres cabales; el menocó que marea como un  mar; las bardas; los ríos como arterias impetuosas; las salinas blancas de promesas salobres. La Patagonia es una marca en caliente, una prolongación de las soledades del alma.
Por la Patagonia, el Norte está en el Sur. Y en ella se cuecen habas y legumbres, risas y llantos, llamadas desde el fondo de los tiempos.
La Patagonia es los fósiles de los grandes saurios; el bosque tropical que les daba sombra y alimento, las grandes palmeras con dátiles hechos piedras, las araucarias en rodajas petrificadas, los redondos y ponderables huevos de los saurios que la habitaban,  los dientes de sable del temerario tigre, el caparazón amedrentante del milodón. Lámpara encendida en las edades geológicas.
La Patagonia es un mandato de imperiosas urgencias, para nosotros y para nuestros hijos.
Mi querida tierra, mi lugar en el mundo.


(*) Poeta, escritor y periodista nacido en la ciudad de Bahía Blanca y radicado en Valcheta. Publicó, entre otros, los siguientes libros: “La ciudad y otros poemas”, “Poemas breves”, “30 poemas”, “Poemas sureños”, “Sentir patagónico”, “Los atabales del tiempo”, “Valcheta, un pueblo con historia”, “Suma Patagónica”, "Arturo y los soldados", "Como Perón en el cuadro" y "Poemas cristianos". Tiene inéditos: “El lirio de los valles”, “Crónicas & Crónicas”, que incluye la prosa que aquí se reproduce, y“Donde llora el ornitorrinco”. Figura en varias antologías, tanto nacionales como extranjeras; y recibió numerosos premios por su obra literaria. Es conferencista sobre temas patagónicos. Integra más de veinte asociaciones literarias y culturales, nacionales y del extranjero, incluyendo la SADE, la Unión de Poetas y Escritores Argentinos, la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos con sede Milán, Italia; y la Asociación Latinoamericana de Poetas, Escritores y Artistas con sede en Cuzco, Perú.

Su obra literaria, que presenta un inconfundible tono patagónico pero a la vez una visión universalista, ha sido declarada de “Interés cultural” por la Honorable. Legislatura de la Provincia de Río Negro; la que también lo designó “Ciudadano Ilustre”, por su extensa trayectoria literaria que le significó reconocimientos internacionales y por su contribución invalorable a la cultura nacional. Recientemente fue premiado por la “Latin Heritage Foundation”, en el concurso que organiza esa importante casa editorial de EEUU, por su poema “Valchetango”.Fue nombrado integrante del Directorio de "Personalidades del Arte Universal", con sede en Washington, que promociona y difunde la obra de artistas de todo el mundo; y “Embajador Universal de la Paz” por el Círculo de Embajadores Universales de la Paz con sede en Ginebra, organismo vinculado a las Naciones Unidas.


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lunes, 19 de septiembre de 2011

EL POEMA DE HOY








             NEUQUEN

 

                                   Por Pura Gladys Serradilla (*)

 


          Tuve que andar y andar lejos
para añorar tus caminos
mirando bajo otros cielos
el despertar de mis hijos.
Quemar mi piel de otros soles
de  aquellos soles, distintos,
para sentirme más tuya
y amar tu suelo adoptivo

Tuve que echar a otros vientos
todos mis sueños dormidos
para sentir la nostalgia
de tu esplendor cisandino
y ahogar en llanto el recuerdo
tibio de albor y rocío.

Hube de hacer otras huellas
buscando en todas tu hechizo,
y en el frescor de las sombras
de aromos, sauces y tilos,
rememorar la del ñire,
la del coihué o la del pino,
para saber de la gloria
de haberlas todas vivido.
Y la de estarme en tus lagos
ebrios de paz y espejismos.

                                               Mirando morir la tarde
                                               me vuelvo a encontrar contigo.
                                               Torrente de luz y enigma
                                               cayendo sobre mi signo…


Grite el acervo distante
estremeciendo los nidos
¿Por qué tu vida es más vida?
¿Por qué te siento tan mío?
Si traje todas las obras
que por mujer me dio el sino,
Neuquén ¿ Por qué tanta angustia
y este dolor redivivo?
¿Qué me quedó en esos valles
mezcla de paz y de riscos?
¿ Qué me dejé entre tus bosques
de recogido mutismo?
¿ Qué me robaron los años
para saciarme de hastío?

                                               Mirando morir la tarde
                                               me vuelvo a encontrar contigo.
                                               Coloso de entraña fértil
                                               mineralmente abatido…


            Desde el pehuén hasta el monte
del amancay amarillo.
Desde el Lanín hasta el llano
de soledad aterido,
donde aventuran los jotes
sus carniceros instintos
mientras atisban la muerte
para llevársela en vilo.
Desde el audaz ventisquero
ciego de nieve y de frío
hasta el azul de las aguas
frescas de hilar tamariscos.

            Desde ese ayer en que anduve
hurgando tus escondrijos.
Hundiendo en todas tus horas
las ansias de mi destino
me llega, Neuquén, tu ausencia
hecha impotencia en un grito.
¿Qué juventud la que lloro
si tengo la de mis hijos?
¿Qué remembranzas me abaten
si con los tres edifico?

                                               Mirando morir la tarde
                                               me vuelvo a encontrar contigo.
                                               …Mirando morir la tarde
                                               se me va el alma en suspiros.





(*) Nació el 18 de Julio de 1925, en Bahía Blanca. En 1940 se traslada con su familia a Zapala, donde comienza a escribir colaboraciones para el Semanario Los Andes y distintos diarios de Neuquén y Rio Negro. En 1958, casada y con tres hijos, se traslada a Tandil, donde además de proseguir su obra literaria, se desempeña como Regente del Conservatorio Provincial de Música y como docente (de guitarra) en el mismo Instituto y en la Escuela Municipal de Artes Visuales. Colaboradora permanente de diarios y revistas literarias en Tandil y Neuquén. Fue seleccionada por el Fondo Editorial Bonaerense en las colecciones: Panorama Poético Bonaerense 2, Panorama Poético Argentino 2, Antología Hispano Americana 1, La Mujer En La Poesía Hispano Americana y El Soneto Hispanoamericano. Integra el Diccionario de Poetas Argentinos (recopilado por Oscar Abel Ligaluppi) Cuenta con numerosas distinciones provinciales y nacionales. Desde 1990 reside en Tres Arroyos, Buenos Aires.

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domingo, 11 de septiembre de 2011

EL POEMA DE HOY


                                             

                                        SIMPLE




                                    Por Héctor Roldán (*)



Hoy quisiera estar en un desmalezado pedazo de tierra frente al mar,
salpicado de algunos eucaliptos que perfumaran el aire
y con la pala y el pico cavar una zanja y otra zanja y otra zanja,
dibujando en el suelo la traza de mi futura casa.

Palada a palada, golpe de pico a golpe de pico.

Hoy quisiera armar los encadenados para alzar con esos hierros
el esqueleto fantástico de mi hogar, sudar bajo el sol y
encallecerme las manos escuchando el largo ronquido de las chicharras.

Hoy quisiera, si pudiera, hacer algo sencillo, simple.

Como encender la radio, preparar el mate y esperar el fraguado de los cimientos.
Como descargar los ladrillos, apilarlos en un rincón del terreno y
espantar las arañas dormidas en sus grietas.

Hoy quisiera preparar la mezcla.
Encorvado con la pala, girando alrededor del pastón como un burro en una noria.

Agua, cemento y arena.

Palada a palada mezclar los materiales, cargarlos en un balde y alzar las paredes.

Hoy quisiera tirar la plomada que atraída por la fuerza invisible del loco Isaac
apuntará el centro de la tierra, luego sostener el nivel para que la burbuja misteriosa
dibuje una tangente perfecta sobre la curvatura de esta esfera.

Hoy quisiera, si pudiera, ser solo un albañil,
o mejor, ser apenas la abeja laboriosa del viejo Karl.
Aquella que sabía sin saber.
Y oler la humedad de mi casa que crece, humedad de arena y cemento,
humedad de sudor, de rocío mañanero cuando al levantarme arrastre los ladrillos.
Uno a uno.
Uno a uno.
Mientras escucho por la radio una antigua canción.
Will you still need me, will you still feed me. When I'm sixty-four.

Silbaré, ladrillo a ladrillo, silbaré.
Y seguiré silbando trepando por el andamio,
subiendo y bajando.

Ya mis manos, para ese entonces, rasparán tu piel de tan curtidas.
Ya mis brazos, para ese entonces, serán capaces de llevarte alzada hasta la playa.




(*) Escritor santacruceño. Su blog: http://elespectrodelascosas.blogspot.com/
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miércoles, 7 de septiembre de 2011

LA NOTA DE HOY


CINE Y LITERATURA EN LA PATAGONIA



Por Jorge Eduardo Lenard Vives




Pido disculpas por mi atrevida incursión en este tema a quienes están mucho más capacitados para tratarlo. Más allá de la intromisión en terreno ajeno, el artículo pretende ser un reconocimiento a todos aquellos que forman parte del universo del cine y, a la vez, integran el de la Literatura. Por ejemplo, la escritora y guionista chubutense Nadine Alemán; que combina ambas manifestaciones del Arte. Otra persona que lo logró es el crítico y periodista Juan Carlos Portas, quien plasma esa amalgama en una documentada historia de la cinematografía acerca de, y en, la región, llamada “Patagonia. Cinefilia del extremo austral del mundo” (*). Como un dibujo fractal que se replica a menor escala dentro de sí mismo, incluye en esa obra el capítulo “Patagonia entre libros y cine”; dedicado especialmente a tal maridaje.
Siguiendo su texto, a modo de recensión pero también agregando algún dato recopilado al vuelo, intentaré un resumen que introduzca el tema. Indica Portas que la primera película en llevar un libro de temática patagónica a la pantalla grande fue “Vuelo nocturno”, dirigida por Clarence Brown en 1933. Basado en el texto homónimo de Antoine de Saint Exupery, se filmó en Hollywood; con el asesoramiento de Luis Saslawsky. Otra cinta extranjera ambientada en la zona, mucho más tardía, es la versión de “El faro del fin del mundo” de Julio Verne; producida en 1973 por EEUU, España y Liechsteinten.
También se hicieron realizaciones cinematográficas nacionales sobre obras literarias con marco sureño. En 1947, Hugo Christensen rodó en Bariloche “Los verdes paraísos”, basado en el relato “Su ausencia”, de Horacio Quiroga. Narra la fabulosa historia de Julio Roldán Berger y su exitoso tratado de filosofía “El cielo abierto”; escrito en una importante localidad a orillas del “lago Negro”, “en el Neuquen”. Según el crítico Ángel Faretta, la película es uno de los hitos de la producción nacional. Por otro lado, “El crimen de Oribe”, adaptación del cuento largo “El perjurio de la nieve” de Adolfo Bioy Casares, fue filmada en 1952 por Leopoldo Torres Ríos y su hijo Leopoldo Torres Nilsson, de nuevo en Bariloche. La narración de Bioy Casares, de género policial, transcurre en la imaginaria localidad pre-cordillerana de “General Paz, Gobernación del Chubut”; en un contexto claramente patagónico.
Hacia 1962, Torres Nilsson dirigió, otra vez en Bariloche, “Setenta Veces Siete”, adaptando “El prostíbulo” y “Sur viejo”; dos de los cuentos de la obra de Dalmiro Saénz. “La Patagonia rebelde”, basada en el libro de Osvaldo Bayer, fue rodada por Héctor Olivera en 1974. Y en 1981, Antín filmó “La Invitación”, sobre la novela de Beatriz Guido que transcurre en San Martín de los Andes. Portas dice que unos cineastas trelewenses filmaron en base a un relato de Donald Borsella. Quienes sí lo hicieron, tomando el cuento “La Avutarda” de ese magnífico autor chubutense, fueron los integrantes del Cine Club de Comodoro Rivadavia en 1980.
Hubo otros intentos de trasladar al cine libros ambientados en la Patagonia, que quedaron sólo en proyecto. Por ejemplo, una tentativa de 1948 de llevar a la pantalla el libro de José María Borrero “La Patagonia Trágica”, de la que habría sido guionista Ulises Petit de Murat, quedó en bosquejo. Varias veces se trató de filmar “La guerra al malón”, del Comandante Prado, sin éxito. En los años 50 se planeó rodar “Lago Argentino”, de Juan Goyanarte; no se hizo realidad. Por su parte, Oscar Barney Finn pensó en cinematografiar “Chocolates Ubersalles”, de Beatriz Guido; empresa a punto de concretarse en 1981. En Comodoro hubo quien quiso llevar al filme algún cuento de David Aracena; en tanto Nicolás Sarquís imaginó una cinta sobre un relato de Asencio Abeijón y se interesó por “Partidas sin regreso”, de Elías Chucair.
Hay muchos otros datos curiosos a lo largo del libro de Portas, de lectura insoslayable para el aficionado. Pero el autor también introduce ideas que invitan a pensar. Una de ellas se refleja en la frase con la que inicia el capítulo dedicado en particular a la cuestión: “La Literatura Patagónica – entendida de tema y autor patagónico -, apenas llegó a los umbrales del cine”. Y luego lo finaliza: “En tanto, asunto y autor patagónicos siguen aguardando la lente cinematográfica”. Es cierto. La adaptación fílmica de obras de escritor patagónico con temática regional, aun no ha prosperado. Obras literarias que ameritan tal rodaje, parecerían existir. Ahora es el turno del cine para hacerse presente.




(*) “Patagonia. Cinefilia del extremo austral del mundo”, de Juan Carlos Portas. Editorial Universitaria de la Patagonia y Editorial Ameghino. Comodoro Rivadavia, Trelew, Esquel, Puerto Madryn, Ushuaia. 2001.

Nota del autor: Agradezco a Nadine Aleman la sugerencia de analizar la relación entre la Literatura patagónica y el cine; sugerencia que me llevó, finalmente, a escribir esta nota.





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LA NOTA DE HOY


CINE Y LITERATURA EN LA PATAGONIA



Por Jorge Eduardo Lenard Vives




Pido disculpas por mi atrevida incursión en este tema a quienes están mucho más capacitados para tratarlo. Más allá de la intromisión en terreno ajeno, el artículo pretende ser un reconocimiento a todos aquellos que forman parte del universo del cine y, a la vez, integran el de la Literatura. Por ejemplo, la escritora y guionista chubutense Nadine Alemán; que combina ambas manifestaciones del Arte. Otra persona que lo logró es el crítico y periodista Juan Carlos Portas, quien plasma esa amalgama en una documentada historia de la cinematografía acerca de, y en, la región, llamada “Patagonia. Cinefilia del extremo austral del mundo” (*). Como un dibujo fractal que se replica a menor escala dentro de sí mismo, incluye en esa obra el capítulo “Patagonia entre libros y cine”; dedicado especialmente a tal maridaje.
Siguiendo su texto, a modo de recensión pero también agregando algún dato recopilado al vuelo, intentaré un resumen que introduzca el tema. Indica Portas que la primera película en llevar un libro de temática patagónica a la pantalla grande fue “Vuelo nocturno”, dirigida por Clarence Brown en 1933. Basado en el texto homónimo de Antoine de Saint Exupery, se filmó en Hollywood; con el asesoramiento de Luis Saslawsky. Otra cinta extranjera ambientada en la zona, mucho más tardía, es la versión de “El faro del fin del mundo” de Julio Verne; producida en 1973 por EEUU, España y Liechsteinten.
También se hicieron realizaciones cinematográficas nacionales sobre obras literarias con marco sureño. En 1947, Hugo Christensen rodó en Bariloche “Los verdes paraísos”, basado en el relato “Su ausencia”, de Horacio Quiroga. Narra la fabulosa historia de Julio Roldán Berger y su exitoso tratado de filosofía “El cielo abierto”; escrito en una importante localidad a orillas del “lago Negro”, “en el Neuquen”. Según el crítico Ángel Faretta, la película es uno de los hitos de la producción nacional. Por otro lado, “El crimen de Oribe”, adaptación del cuento largo “El perjurio de la nieve” de Adolfo Bioy Casares, fue filmada en 1952 por Leopoldo Torres Ríos y su hijo Leopoldo Torres Nilsson, de nuevo en Bariloche. La narración de Bioy Casares, de género policial, transcurre en la imaginaria localidad pre-cordillerana de “General Paz, Gobernación del Chubut”; en un contexto claramente patagónico.
Hacia 1962, Torres Nilsson dirigió, otra vez en Bariloche, “Setenta Veces Siete”, adaptando “El prostíbulo” y “Sur viejo”; dos de los cuentos de la obra de Dalmiro Saénz. “La Patagonia rebelde”, basada en el libro de Osvaldo Bayer, fue rodada por Héctor Olivera en 1974. Y en 1981, Antín filmó “La Invitación”, sobre la novela de Beatriz Guido que transcurre en San Martín de los Andes. Portas dice que unos cineastas trelewenses filmaron en base a un relato de Donald Borsella. Quienes sí lo hicieron, tomando el cuento “La Avutarda” de ese magnífico autor chubutense, fueron los integrantes del Cine Club de Comodoro Rivadavia en 1980.
Hubo otros intentos de trasladar al cine libros ambientados en la Patagonia, que quedaron sólo en proyecto. Por ejemplo, una tentativa de 1948 de llevar a la pantalla el libro de José María Borrero “La Patagonia Trágica”, de la que habría sido guionista Ulises Petit de Murat, quedó en bosquejo. Varias veces se trató de filmar “La guerra al malón”, del Comandante Prado, sin éxito. En los años 50 se planeó rodar “Lago Argentino”, de Juan Goyanarte; no se hizo realidad. Por su parte, Oscar Barney Finn pensó en cinematografiar “Chocolates Ubersalles”, de Beatriz Guido; empresa a punto de concretarse en 1981. En Comodoro hubo quien quiso llevar al filme algún cuento de David Aracena; en tanto Nicolás Sarquís imaginó una cinta sobre un relato de Asencio Abeijón y se interesó por “Partidas sin regreso”, de Elías Chucair.
Hay muchos otros datos curiosos a lo largo del libro de Portas, de lectura insoslayable para el aficionado. Pero el autor también introduce ideas que invitan a pensar. Una de ellas se refleja en la frase con la que inicia el capítulo dedicado en particular a la cuestión: “La Literatura Patagónica – entendida de tema y autor patagónico -, apenas llegó a los umbrales del cine”. Y luego lo finaliza: “En tanto, asunto y autor patagónicos siguen aguardando la lente cinematográfica”. Es cierto. La adaptación fílmica de obras de escritor patagónico con temática regional, aun no ha prosperado. Obras literarias que ameritan tal rodaje, parecerían existir. Ahora es el turno del cine para hacerse presente.




(*) “Patagonia. Cinefilia del extremo austral del mundo”, de Juan Carlos Portas. Editorial Universitaria de la Patagonia y Editorial Ameghino. Comodoro Rivadavia, Trelew, Esquel, Puerto Madryn, Ushuaia. 2001.

Nota del autor: Agradezco a Nadine Aleman la sugerencia de analizar la relación entre la Literatura patagónica y el cine; sugerencia que me llevó, finalmente, a escribir esta nota.





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