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jueves, 23 de febrero de 2012

LA NOTA DE HOY





LITERATURA SALESIANA


Por Jorge Eduardo Lenard Vives



El papel de los Salesianos en la Patagonia es bien conocido. La presencia en diversos ámbitos del quehacer regional de los integrantes de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, tal el nombre que Don Bosco dio a su congregación, ha sido - y es - importante. Uno de esos espacios es el de la Literatura sureña, a la cual los sacerdotes aportaron su inspiración.
Es el caso del Padre Alberto de Agostini quien, además de fotografiar y filmar los parajes que recorría en sus riesgosas expediciones, los describió en una profusa obra literaria. Desde 1923 a 1960 escribió veintidós libros que reflejan sus aventuras; entre ellos “I miei viaggi nella Terra del Fuoco”, de 1923, “Andes Patagónicos”, de 1941, “Esfinges de hielo”, de 1958; y “Treinta años en Tierra del Fuego”, de 1955. Además fue autor de numerosos artículos publicados en diarios y revistas de la Argentina, Chile e Italia.
Otro salesiano escritor, que volcó al papel sus estudios etnográficos e históricos, fue el Reverendo José María Beauvoir; autor de “Pequeño Diccionario del idioma fueguino-ona con su correspondiente castellano”, de 1901, “Piccolo album di ritratti di indigeni Fueghini e Patagoni e di varie vedute delle Missioni salesiani della Patagonia meridionale e della Terra del fuoco”, de 1907, “Los Onas: tradiciones, costumbres y lengua”, de 1915; y “Leyendas onas”, de 1921.
Se debe mencionar también al Padre Juan Esteban Belza; creador de “Rastros sudatlánticos”, “En la Isla del Fuego” - obra en tres tomos: “Encuentros”, “Colonización” y “Población”-, “Karukinká”, cuadernos de investigación histórica fueguina; y “La conquista espiritual de la Patagonia”, sobre la actuación de los salesianos en la región. Su último texto, del año 1981, fue "Sueños Patagónicos"; un homenaje a Don Bosco.
Pero tal vez el más prolífico de los autores salesianos es el Presbítero Raúl Agustín Entraigas; quien además reúne la condición de ser hijo de este suelo, pues nació en San Javier, Río Negro, en 1901. Su obra, iniciada en 1934, incluye poemarios del tenor de “Bajo el símbolo austral”, “Polvo de tiempo y de tiza” y “Patagonia, región de la aurora”; biografías al estilo de “Una flor entre hielos”, “El apóstol de la Patagonia”, “Monseñor Fagnano”, “Una flor de la Pampa”, “La azucena de los Andes” y “El mancebo de la tierra”; y ensayos, como “Verdades del barquero”, “El fuerte del Río Negro” y “Los salesianos en la Argentina”, de cuatro tomos.
Al igual que los sacerdotes tomaron la pluma para referir sus vivencias, algunos escritores laicos lo hicieron para mostrar el rol multifacético de los salesianos. Entre ellos figura el poeta Juan Castiñeira de Dios, nacido en Ushuaia en 1920. En su obra “El santito Ceferino Namuncurá” los homenajea con versos como éstos: ¡Ah, curitas misioneros, / que anduvieron en la llanura,/ muchos dejaron su cuero/ oreándose en los esteros/ por amor a la creatura”.
El profesor Clemente Dumrauf describe en un texto muy documentado, “Patagonia. Tierra de hombres”, vida y obra de los misioneros salesianos. Allí da a conocer muchos de aquellos sacrificados curas; entre ellos al Padre Mario Migone, que dejó su libro “33 años de vida malvinera”, reflejando su labor sacerdotal en las Islas entre 1905 y 1937; y al Padre Lino del Valle Carbajal, autor de “La Patagonia”; primera enciclopedia sobre la región, de 1899.
Por su parte, al escritor Germán Sopeña, conocedor profundo de la Patagonia, no le podía ser ajeno el accionar de la fraternidad de Don Bosco. Llama su atención la figura del Padre de Agostini, a quien dedica su obra póstuma, “Monseñor Patagonia”. “Venía imbuido de la misión y el sueño el fundador de su orden, el ya célebre Don Bosco, que había tenido una noche la extraña revelación que lo llevaría a proponerse la epopeya de crear colegios y misiones en la casi ignota Patagonia para transmitir educación y fe cristianas en esas regiones”, dice Sopeña al referirse a la persona de su biografiado.
“Misiones de la Patagonia” es una detallada reseña del accionar de los salesianos en la región. Su autor, Aquiles Ygobone, dice de los sacerdotes: “La tarea era inmensa, todo quedaba por hacer, pero el espíritu inquebrantable de Don Bosco los guiaba con su luz providencial, segura brújula del camino que debían recorrer”.
Mucho más puede decirse de los salesianos y la Literatura. Pero este artículo en algún momento tiene que terminar; y lo mejor es hacerlo con los versos que el Padre Entraigas utiliza para recordar a sus hermanos en el poema “De cara al Sur”, que menta la figura de Don Bosco:
“Él pasó por aquí, bien asentado
en el Pegaso blanco de sus sueños...
después fueron sus hijos:
Costamagna, Cagliero,
Milanesio, Beauvior, Bonacina,
y Fagnano el intrépido.
Ellos también trillaron esta senda
para ir de cara al Sur, rumbo al invierno...”



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1 comentario:

Jorge Vives dijo...

Ampliando la nota, aclaro que no sólo los salesianos desarrollaron la acción evangelizadora en la Patagonia. Hubo otra orden de gran presencia en la región, que originó una abundante bibliografía. Se trata de la Compañía de Jesús, los Jesuitas, quienes establecieron sus misiones en la zona del Nahuel Huapi en los siglos XVII y XVIII; con nombres como Nicolás Mascardi, Felipe de la Laguna – autor de dos gramáticas, lamentablemente perdidas, de las lenguas nativas de la región -, José Guillelmo, Francisco de Elguea y el Padre Guell. Existen, entre otras, dos importantes obras que describen la historia de estos misioneros: “Los jesuitas en la Patagonia” del S. J. Miguel de Olivares, escrita en 1874; y “La Cruz en el lago”, del profesor Clemente Dumrauff; quien habla de la presencia en esa zona no sólo de los jesuitas, sino de los sacerdotes que fueron objeto del artículo: los salesianos. El sacerdote Tomás Falkner, autor de “Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur”, de 1774, también era jesuita; aunque de la Patagonia sólo toma el nombre, porque en realidad su libro trata sobre parte de la pampa húmeda.