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domingo, 27 de mayo de 2012

EL RELATO DE HOY







DON MARTÍN  “HOMBRE DE LA TIERRA Y EL TRABAJO”



Por Inés Luna (*)



Nació en una colonia conesina, “Eustoquio Frías”, el 30-9-1912. Se llama Martín Argimón. Asistió a la escuela sólo un mes en el año 1926; fue suficiente para saber leer y escribir. Dice haber aprendido a leer en los diarios. Tenía cuatro hermanos menores y su madre doña Teodora falleció joven, su padrastro don Benjamín Colombo salía por los campos a repartir frutas y verduras de su cosecha en una Villalonga y él quedaba a cargo de la casa y sus hermanos.
Trabajó desde muy chico, recordaba a don Valentín Massi como su primer patrón quien tenía su chacra frente a la de Benito Truco (todo en Colonia Frías). Martín tenía que arar  y cortar pasto, había maíz, zapallo y alfalfa. A los 19 años  fue a trabajar en colonia La Luisa.  Después de un corto tiempo en Pedro Luro hizo 14 meses de servicio militar en Campo de Mayo, allí también cuidaba caballos.

EMPLEADO DEL INGENIO AZUCARERO DE REMOLACHA

A su regreso del servicio militar se empleó como capataz de playa en el Ingenio Azucarero, controlaba la carga y descarga en los galpones, no solo de azúcar; también recuerda las bolsas de cal que se fabricaban en el mismo lugar. Aquí nos cuenta que se traía la materia prima de una calera de las cercanías de Los Menucos y en colonia San Lorenzo la “quemaban” haciéndola apta para la construcción.
Fueron múltiples las actividades de don Martín: estibador de bolsas de azúcar, pesador, debían tener 70 kilos luego se cocían y se cargaban al trencito.

ENCARGADO DE LOS CABALLOS

Capataz caballerizo (o sea encargado de los caballos), cuenta que habían  300 caballos de pecho distribuidos en dos corrales y en la isla (que pertenecía a la empresa frente a colonia La Luisa) 100 animales  de cría, todos  “ percherones”. Recordó los nombres  de algunos de estos animales: “Lola”, “Tigre”, “La leona”, “Pedro el tordillo”. Además, nos cuenta de las 20 mulas romanas (grandes) y un mulo que se llamaba “Chirulo” que era muy caprichoso, lo montaban para irse a la casa y el mulo volvía al corral.
Con esto de las mulas ocurrían “cruzas” raras de caballos con orejas grandes. El amansaba potros atándolos a una “chata” a la par de un caballo manso. Don Martín tampoco olvidó las carreras de caballos  frente al almacén, donde dos jinetes (extranjeros) venían del trabajo y corrían carreras con los mismos caballos sin sacarles las pecheras, ¡en el entusiasmo por participar!

LAS HERRAMIENTAS

Nuestro entrevistado nos habló de los 15 carros volcadores en los que se traían las remolachas cosechadas y quitándole un travesaño volcaban en forma automática en las grandes piletas, donde el agua las transportaba hasta la fábrica. Decía del camión “Link oruga”, que tiraba cinco acoplados con ruedas macizas, era el que transportaba materiales para la fábrica desde San Antonio Oeste.
Enumeró la cantidad de herramientas que pertenecían a las dos colonias, La Luisa y San Lorenzo: arados, rastrones, cortadoras de pasto, enfardadoras, moledoras de  pasto. Con la moledora  picaban maíz y malezas, que mezcladas luego con la melaza de la fábrica, servían de alimento para los caballos. Este trabajador de las colonias dice haber visto cosechar en la chacra Nº 30 remolachas hasta de 7 kilos.
Nos contó de la cantidad de extranjeros que había en el lugar y de las fiestas familiares que se hacían todos los fines de semana, con vitrola, acordeón y guitarra. De pronto todo se acabó y sufrió como todos los lugareños al ver derrumbarse  el Ingenio que daba tanto trabajo y alegría a los pobladores.  El continuó trabajando para Raggio en la colonia, cuando se vendieron las tierras compro a don Lorenzo una chacra en la que siguió trabajando.

SOLO UNO

Este es uno de los cientos de empleados que vivieron el progreso y luego el increíble cierre del Ingenio. Que sintieron en carne propia la impotencia colectiva de un pueblo, de una provincia puesta de rodillas ante el poder político-económico de quienes como único interés tienen al beneficio propio. El Ingenio Azucarero de remolacha de Conesa estaba signado a  ser punta de lanza para cambiar la historia del azúcar en el País.






(*) Escritora y periodista de Conesa. Autora de los libros “Vivencias de mi gente I. Historia oral de mi pueblo”, “Vivencias de mi gente II. Ingenio azucarero de remolacha”, “Vivencias de mi gente III” y “Vivencias de dos ilustres rionegrinos” (sobre la vida y obra de Guillermo Yriarte y Elías Chucair). Coeditó con María Elisa Irannellli la obra “Stroeder cuenta sus vivencias” y con el Club “Tinta Libre” (del cual es fundadora), la antología “Historia, Tinta y Papel”. Colaboró en los libros ““La Trochita” y “Rocky Trip” de Sergio Sepiurka y Jorge Miglioli. Conductora del programa radial histórico cultural “Vivencias de mi Pueblo”. Fundadora, directora y redactora del mensuario “El Puente de Conesa”. Integra diversas ONG de la localidad. Se define como ama de casa, madre de tiempo completo, escritora autodidacta y recopiladora de historia oral.

Nota: Se permite copiar este material únicamente mencionando esta fuente. Para más información o contactarse con la autora iluna@conesanet.com.ar


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2 comentarios:

Ada Ortiz Ochoa (Negrita) dijo...

Inés, tengo uno de tus libros, así que he tenido el gran placer de leerte "de corrido". Pero igualmente me gustó este hermoso frangmento y en él la pintura exacta de las imágenes de vida que recoges y sabiamente las insertas en la memoria popular.
Eres pródiga con tu talento y con perseverancia continúas tu camino y mantienes el compromiso que has asumido con las "Vivencias de tu gente". La presentación de la nota, impecable como siempre la labor de Jorge.Con cariño, Ada Ortiz Ochoa (Negrita)

Jorge Vives dijo...

Es muy interesante la tarea que realiza Inés Luna, recuperando la historia local; ya sea tanto al dejar por escrito los testimonios orales que recoge (de los que es un ejemplo este semblanza sobre Martín Argimón que publica Literasur); como al preocuparse por conservar los objetos, utensilios, documentos, fotos de otras épocas y dirigir un museo para exhibirlos (Inés también fue directora y responsable de la atención del Museo Histórico Regional de General Conesa durante varios años). Su labor se asemeja al de otras señoras investigadoras que vieron la misma necesidad de perpetuar el pasado, para evitar que los apuros cotidianos de la modernidad líquida lo difuminen; como Emma Nozzi en Carmen de Patagones y Tegai Roberts en Gaiman. Mucho debemos agradecerles su preocupación por mantener nuestras tradiciones patagónicas. Como dice Negrita, Inés Luna sigue perseverando en el compromiso que asumió, cuando comenzó a indagar en la historia de su Patria chica para dejarla en la memoria colectiva de su pueblo.