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viernes, 11 de mayo de 2012

LA NOTA DE HOY




BORGES Y LA PATAGONIA


Por Jorge Eduardo Lenard Vives



“Amigo Bianchi: he nacido el año 1900 en Buenos Aires, en la entraña de la ciudad (calle Tucumán esquina Esmeralda). He viajado por Inglaterra, España, Portugal, Villa Urquiza, Montevideo, el Chubut y San Nicolás de los Arroyos...”
Así comienza Jorge Luis Borges la carta que en 1925 dirige a Alfredo Bianchi, director de la revista “Nosotros”; publicación en la que colabora. Esta frase es la punta del hilo que permite dilucidar el origen del poema “Jardín”, escrito por el autor de “El Aleph” en “Yacimientos del Chubut, 1922” e incluido en su primer libro, “Fervor de Buenos Aires”; una madeja que ya fue desovillada por la renombrada escritora chubutense Angelina Covalschi en la tercera edición, corregida y aumentada, de “La novela de Borges”. Allí agrega el capítulo “El viaje a Comodoro Rivadavia”; donde narra, en forma de ficción pero apoyada en los datos históricos pertinentes, la tournée familiar de los Borges por la zona en el verano de 1921.
Enlazando su prosa con los versos de “Jardín”, toma el que dice “... el triste mar de inútiles verdores”, para poner en boca de Borges, cuando abandona esa “tierra de leyendas” al cabo de varias semanas, esta opinión: “...el mar me pareció otro. Ese mar, el mar de Valery, “el mar, el mar, el mar siempre empezando” estaba quieto. No sé por qué sentí que era un mar triste”.
El poema en sí requiere algunas consideraciones. En principio, es una de las primeras apariciones de un tema que lo seguiría a lo largo de su vida: el jardín, como espacio físico y metafórico, que surge en varios momentos de su obra. Por ejemplo, en el cuento “El jardín de los senderos que se bifurcan”. Por otro lado, no habla aquí de los domésticos parterres porteños, sino de un vergel muy especial, rodeado de un entorno agreste que despierta su sensibilidad. Lo dibuja con trazos impresionistas y, contrariando a los zoilos del paisajismo, mienta el yerto escenario: “Lo asedian vanamente / los estériles cerros silenciosos / que apresuran la noche con su sombra”.



Otro punto a tener en cuenta: refrenda el poema con el lugar y la fecha donde lo escribió, un procedimiento que emplea en contadas oportunidades. Tan escasas que inclusive han sido objeto de estudio. La fuente de inspiración debe haber influido mucho en el espíritu de Borges para que haya dejado una constancia tan precisa de ella. ¿Algo más? Sí, que el poema sobrevivió a las podas que Borges realizaba en las sucesivas ediciones de sus obras; pese a ser una pieza anómala en un libro consagrado a Buenos Aires. Sin dudas, tenía un sentido especial para el escritor.
Borges vuelve a recordar el sur argentino en los dos poemas que dedica a las Malvinas. Sin embargo, son producto de un contexto totalmente distinto; en ellos hace hincapié en la faz humana del tema y deja de lado el paisaje, salvo alguna breve referencia a su condición nívea. En “Juan López. John Ward” dice al pasar: “Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen”; en tanto en “Milonga para un soldado”, su protagonistavio lo que nunca había visto/ la nieve y los arenales”. Esos versos recuerdan a otros de “Jardín”: “sitiados por jadeantes singladuras / y por las leguas de temporal y de arena”.
Pero existe un documento que da un dato preciso de la relación de Borges con la Patagonia. Se trata de la extensa interviú que Paul Theorux efectúa al escritor, durante su estadía en Buenos Aires previa a la excursión a bordo del “Trochita”. Borges habla sobre diversos asuntos; y en varias oportunidades se extraña de la ansiedad de su entrevistador por visitar la Patagonia. Finalmente, a instancias de éste, explica el motivo de su actitud: “Es un lugar desolado. Un lugar muy desolador”. ¿Es el recuerdo que quedó de su juventud? Sus palabras parecen ser repetidas años más tarde por Jean Baudrillard. “Conozco Australia y el desierto norteamericano, pero presiento que la Patagonia es la desolación de las desolaciones”, dice el filósofo en el reportaje que le hacen Pablo Chacon y Jorge Fondebrider en 1996 para el diario Clarín.
Cuando comencé a escribir esta nota creí que pronto encontraría material para redactarla. Supuse que indagar en el motivo que llevó a Borges a incluir un poema dedicado a la Patagonia en un libro que, él mismo confiesa, homenajea a su ciudad de Buenos Aires, sería atrayente para los estudiosos. Pero no fue así. El silencio y el desinterés rodeaban el asunto. Hasta que leí la novela de Angelina Covalschi, que investiga el suceso, lo relata con plástica prosa; y lo divulga entre los lectores. El episodio patagónico de Borges fue ignorado por la mayoría de sus biógrafos; autores, según se dice, de una bibliografía casi tan numerosa como la dedicada a Shakespeare. Tenía que ser una escritora patagónica quien lo rescatara del olvido.



Nota: Agradezco a la Sra. Angelina Covalschi, autora entre otras obras de “La novela de Borges”, “Monsieur el rey” y “Las dunas”, el gentil aporte de la información imprescindible para redactar la nota. También a Carlos Ferrari, cuyo comentario al artículo “Un mundo en el que Trelew no existiría” dio pie al presente trabajo. Por su parte, la Sra. Margarita Borsella, autora de una autobiografía premiada en el concurso de la Biblioteca Berwyn de Gaiman y en un concurso internacional en México, se interesó por el tema, promovió su estudio y obtuvo datos de mucho valor para ampliar estas líneas.


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1 comentario:

Jorge Vives dijo...

Aprovecho que ya está la nota en el blog, para ampliar el tema de la presencia de la Patagonia en la Literatura nacional; que fue el que la originó. Según nos recuerda María Sonia Cristoff en su trabajo “Teoría del Lugar”, incluido en la antología “Relatos de Patagonia” (Cántaro, Bs As, 2005), también Ernesto Sábato menciona la región: lo hace en la obra “Sobre héroes y tumbas”. Al finalizar la novela, su protagonista, Martín, parte hacia el sur aprovechado el viaje de un camionero; para empezar una nueva vida en ese lugar. La Patagonia es presentada como una región de pureza (y esperanza), a la cual Martín va escapando de la ciudad y del recuerdo de su trágico amor por Alejandra. El libro termina con las categóricas frases del camionero Bucich: “Bueno, a dormir, pibe. A las cinco le metemos. Mañana atravesaremos el Colorado”.

Además, agrego una breve fe de erratas del artículo: muy amablemente me hicieron notar que donde dice “Paul Theorux” debe decir “Paul Theroux”. Pido disculpas por mi distracción.