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sábado, 9 de junio de 2012

LA NOTA DE HOY




LA LITERATURA ES UN TREN


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




   Ese apasionado de la Patagonia que fue Germán Sopeña publicó, en 1985, el libro “La libertad es un tren”; dedicado a otra de sus aficiones: los ferrocarriles. La posibilidad de recorrer extensos territorios, pensando libremente al ritmo acompasado de una locomotora, lo llevó a nombrar así su obra. Parafraseando el título de Sopeña, y forzando la metáfora, podría decirse que también la Literatura es un tren; porque viajar en ferrocarril siempre tiene algo de aventura, al igual que internarse en un texto literario. Tal vez se conozca el destino, pero no se sabe lo que sucederá en el trayecto; ni a bordo de ese ingenio donde convive una heterogénea población, ni entre las páginas del volumen en las que el escritor oculta sorpresas.



   Sin embargo, el autor que tanto se interesó por la región no profundizó en su libro el periplo en un tren patagónico. Sí lo hizo, en cambio, Paul Theroux; quien destina los dos últimos capítulos de “El viejo expreso de la Patagonia” a sus viajes en sendos “expresos” australes: el “de los lagos”, que lo lleva de Buenos Aires a San Antonio Oeste y desde allí por la “línea sur” hasta Ingeniero Jacobacci; y el que da nombre al volumen, referido a la “trochita”. En sus páginas Theroux acumula el valor agregado de una prolongada entrevista a Borges, en la que éste da una definición de la Patagonia: “Es un lugar desolado. Un lugar muy desolador”.

   Existen en la Patagonia siete ramales ferroviarios; unos en servicio, otros inactivos. Desde la provincia de Río Negro hacia el sur, los primeros rieles son los que unen Bahía Blanca con Río Colorado; y de allí a Zapala. Raúl Gorráiz Beloqui los pinta en su libro “Huroneadas”, de 1931. Aplicados hoy al transporte de carga, hay un par de proyectos para ampliar su actividad. La siguiente vía férrea, mencionada por Roberto Arlt en su serie de notas de 1934 reunidas con el título de “En el país del viento”, partiendo de la misma Bahía Blanca llegaba, por Carmen de Patagones, a Viedma; y de allí a Bariloche. Sólo está en servicio ese último trayecto. De esta línea se separa en Ingeniero Jacobacci el ramal de trocha angosta que termina en Esquel; cuyo tramo final, a partir de El Maitén, tiene ahora un uso turístico. Fue objeto de atención de varios autores, como Sergio Sepiurka y Jorge Miglioli con “La Trochita”, Jorge Oriola en “La Trocha y los ferrocarriles patagónicos”; y Erica Yamila Paludi con “Rieles en la Patagonia”.



   En la provincia del Chubut se sitúa, además de la terminal de la “trochita”, el tren que unía Puerto Madryn con Trelew. En esta ciudad conectaba con los carriles que iban de Playa Unión hasta Alto Las Plumas, con una derivación al Dique Ameghino. Ambas líneas se desactivaron en 1961. Su historia es contada por Clemente Dumrauff en “Ferrocarril Central del Chubut”, por Kenneth Skinner en “El ferrocarril en el desierto”; y también por Matthew Henry Jones en el primer tomo de su obra “Trelew”. Más al sur, se halla la vía que une Comodoro Rivadavia con Sarmiento, cerrada en 1978, sobre la cual trabajó Alejandro Aguado en “Aventuras sobre rieles Patagónicos” y “Cañadón Lagarto. 1911- 1935. Un pueblo patagónico de leyenda, sacrificio y muerte”. Cabe mencionar que en la zona existía además un corto ramal, entre Comodoro Rivadavia y Rada Tilly; escenario de un terrible accidente en 1953.



   Dos líneas se emplazan en la siguiente provincia, Santa Cruz. La primera unía, hasta 1978, Puerto Deseado con Las Heras. Se refieren a ella muchas obras, por ejemplo “El tren y sus hombres” escrito por Andrés Lagalaye, Emilio Camporini y Florencia De Lorenzo; “Historia de un ferrocarril patagónico” de Graciela Ciselli, Susana Torres y Adrián Duplatt; “A la orilla del Ferro-carril” de José Alberto Alonso; y “Mi vida, el Ferrocarril”, de Diego Esteban Aguirres y Carlos Gómez Wilson, con la colaboración de Pedro Urbano y Ricardo Vásquez. La otra línea, el Ferrocarril Carbonífero entre Río Gallegos y Río Turbio, subsiste aun con morosa frecuencia.

   Por último, en la provincia de Tierra del Fuego hay un ramal solitario, no incluido en los siete mencionados al inicio. Es el que se usó en el penal de Ushuaia entre 1909 y 1947 para transportar la madera extraída en el bosque cercano, del que se habla en el libro “El Tren del Fin del Mundo” de Hernán Pablo Gávito. Líneas de este tipo, construidas con fines específicos, hay varias. Una de ellas se empleó a principios del siglo XX a fin de acarrear el mineral extraído en las Salinas de Península Valdez hasta Puerto Pirámides, descripta con mucho detalle por Juan Meisen en uno de sus “Relatos del Chubut Viejo”. Otra se destinó a transportar material de construcción en el Dique Florentino Ameghino, hacia 1960. Una de sus dos máquinas, la llamada “Rodolfo”, languidece en la parte trasera del Museo Regional de Trelew.



   La ficción patagónica también tomó a los ferrocarriles como tema: tal es el caso de los cuentos “Los amigos”, de Angelina Covalschi, de Rada Tilly; y “En viaje”, de Marta Perotto, de El Bolsón. Lo que no es raro porque, ya sea plenos de vida y de andares agitados o apenas recordados por las instalaciones abandonadas “donde los cardos rusos celestes taparon hasta el tanque de agua”, al decir del poeta Cristian Aliaga en “Las estaciones se repiten” de su “Música desconocida para viajes”, los ferrocarriles serán siempre motivo de inspiración para el escritor.

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5 comentarios:

Carlos dijo...

Jorge, cada nota tuya es para mí un entretenidísimo aprendizaje. ¡Excelente! Muchas gracias.

Jorge Vives dijo...

Muchas gracias a vos por tu comentario, Carlos; es bueno saber que estos artículos permiten difundir un poco la variedad de las letras regionales. Aunque siendo Literasur el medio que nos permite hacerlo; es al que debemos agradecer - todos quienes escribimos aquí - la posibilidad de divulgar nuestra Literatura.

Aprovecho esta intervención para agradecer al Ingeniero Kresimir Boric su referencia al ramal del ferrocarril Central, que unía la vía principal con el dique Florentino Ameghino; como también su información sobre las vías que se construyeron en el Dique mismo para el transporte de material de construcción. Ambos datos me los dio en una amena charla personal que tuve con él en Buenos Aires.

Por otro lado, al leer las páginas que envió Inés Luna; observé que allí menciona otro tren patagónico dedicado a un uso específico: el que estaba en el Ingenio Azucarero de General Conesa. Un tema más para estudiar e incorporar a los contenidos de esta nota.

Angelina Covalschi dijo...

Buenos días: Muy buena la nota de hoy. Tengo muchos recuerdos, también, sobre aquella "autovía" - como le llamábamos de chicos - que unía Sarmiento (donde nací) con Comodoro. Incluso, un día en que viajábamos a Comodoro, tuvimos un terrible accidente. La camioneta de Mosqueira se nos venía encima y no había manera de que el tren se detuviera. Chocó contra el vagón y los vidrios se salpicaron con sangre. Pensamos que había sido fatal, para Mosqueira, pero felizmente no le pasó nada. Sólo unos cortes y en principio, estaba como atontado. También el cuento "Los amigos", al que Jorge Vives hace referencia, es una fantasía que surge de esa magia de las vías desoladas, llenas de polvo y de recuerdos. Hace varios años, creo que con motivo de un reconocimiento a la vieja Estación de Ferrocarril de Sarmiento, escribí algo; se los adjunto. Saludos a todo el equipo de Literasur. Angelina.

Jorge Vives dijo...

Unos amigos escritores me advierten de una inexcusable omisión que cometí en la nota; al no citar, entre las obras de ficción inspiradas en los ferrocarriles, la novela “El viaje” de Donald Borsella. Se trata de una obra póstuma e inconclusa del reconocido e inspirado autor chubutense; que narra un viaje en el “Trochita”, iniciado en Esquel y detenido intempestivamente por la nieve que cubre las vías. Fue publicado en el año 2008 por el Fondo Editorial Provincial del Chubut. Agradezco a los amigos que me recordaron esta obra; y pido disculpas a los lectores por no haber incluido el dato en el artículo, ya que resulta una información importante para el tema tratado en el trabajo. Aprovecho, también, para recordar y rendir un homenaje a ese señor escritor que fue don Donald Borsella; a quien debo un agradecimiento personal, pues fue una de las primeras personas que me alentó - con palabras precisas y motivadoras, allá por los años setenta -, a incursionar en este asunto de las letras.

Margarita Borsella dijo...

¡Hermosas tus pababras Jorge!
Creo que la vida te ha dado la oportunidad de devolver esas palabras precisas y motivadoras de Donald, a su sobrina... Fuiste vos que al corregir mi autobiografía y poemas, me has alentado -no hace mucho, en el 2010- a comenzar este sendero de las letras.
¡Gracias a vos y a Literasur!