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lunes, 20 de agosto de 2012

EL RELATO DE HOY




Un viaje al corazón de mis deseos


Por Ester Faride Matar (*)




Desierto del Sahara…
Te anochecí con lágrimas y me amaneciste en emoción.
Te caminé y en las dunas sedientas y arenosas, encontraste la nostalgia ancestral de mis abuelos. Robaste mis huellas y te seduje en el hurto. 
Coqueteamos al unísono cuando el sol se escondía en areniscas.
Fuimos amantes declarados cuando ese mismo astro expandía su luz en una ardiente madrugada.
Te imaginé tantas veces y de tantas formas, que no supe descifrar en ese instante, qué es lo que sentí… porque todo era igual y todo diferente. Los matices ocres dibujaban siluetas inexistentes que al danzar, se confundían con una realidad inventada de quienes llegamos a Marruecos, buscando diferentes horizontes.
             ...El mío estaba ahí… extendiéndome una alfombra milenaria y polvorienta que cautivó el asombro con aroma a menta, en un pocillo de té que se dormía adrede entre mis manos.
Fue algo así, como una expedición al corazón de los secretos.
Levanté mis ojos. Observé que mi mirada se marchaba en dromedarios y entre turbantes y túnicas celestes y azulinos, los bereberes y nómades pronunciaban palabras, antes escuchadas. 
¡Sí! Porque mis abuelos, los tuyos, que emigraron como tantos abuelos, pronunciaban a diario un: "As-salaam-alaykum" (que la paz sea contigo) y mi viejo, como los tuyos respondían “malaykum-salam” (te deseo lo mismo), y numerosas frases que en el eco del paisaje, se tornaban familiares... y extraían de mi memoria, olvidadas pronunciaciones... por el tiempo... seguramente.
Pasada las 8 de la mañana mis pies apretaban las montículos de  arena queriendo grabar, sin quererlo, el paso de mi esencia en esa perspectiva... tan soñada... tan anhelada.
Marruecos fue un  viaje  programado. 
Vivencié el antes, con ansiedades... el durante con asombros y el después... quizás cuando pasen los días consiga transmitirte la vibración de mi loco corazón.
La música árabe resonaba en cada rincón visitado... y mis manos sacaban de la mochila el caderìn –rojo y con monedas doradas- que atándolo a mi cintura, me creía odalisca sin barreras de idioma o de lugar... Dancé una y mil veces al compás de la armoniosa melodía tan particular... arraigada desde siempre en mis sentidos.
¡Cómo te gusta esta sinfonía!... ¿entendés lo que dice? Me preguntó Estella. 
No entiendo el idioma, le respondí.
     “Lo siento”. 
         “Pasa por mis venas”.
              “Lo llevo en mi alma”.
No tuve intención de explayarme en el tema, porque quise saborear cada instante, cada minuto, cada segundo... 
Estella integraba el grupo, era delgada y no podíamos deducir su edad. Porque caminaba despacio, con sus hombros caídos y su rostro no tenía arrugas. Más tarde, cantó 60 años. ¡Sesenta años! Dijimos todas las mujeres... ¡No los representás! ¡Te conservás en formol! Acotó Angélica, que decía ser sicóloga... Decía...




(*) Escritora rionegrina. El texto publicado es un fragmento de su libro “Aquel horizonte aquí”.

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1 comentario:

Jorge Vives dijo...

Trasncribo un comentario que hizo llegar la señora Ada Ortiz Ochoa para el relato de Ester:

"Querida Ester, conozco el respeto y apego que tienes a tus raíces árabes. He comprobado que tus sueños son el resultado de lo que late en tus venas, te endulza el alma e inunda tu corazón. Tu ansiado viaje hacia tus raíces lo viviste anticipadamente con una felicidad que se escapaba de todo tu cuerpo, de tu corazón y de tu mente, por eso me emociona tu escrito que es el espejo de tus sentimientos. Excelente trabajo, te felicito Ester".