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miércoles, 5 de septiembre de 2012

LA NOTA DE HOY







DIARIOS Y CRÓNICAS, BIOGRAFÍAS Y AUTOBIOGRAFÍAS



Por Jorge Eduardo Lenard Vives





   El didáctico es el género con mayor presencia en las letras patagónicas. De hecho, la Literatura escrita de la región nace con una crónica: la “Relazione del primo viaggio intorno al mondo”, de Antonio Pigafetta. El autor relata la historia en base a su diario y, probablemente, a los de algunos de sus compañeros de expedición; para completar datos faltantes. Pues esa es una de las diferencias entre el diario y la crónica: pese a que ambos narran en forma cronológica una sucesión de hechos, en el diario tenemos la versión de un observador; que percibe la realidad a través de sus ojos sin contar con toda la información sobre lo que describe, ya que los eventos lo sorprenden. Como dice Italo Calvino en su novela “Si una noche de invierno un viajero”, el redactor hace un esfuerzo “para leer entre las líneas de las cosas el sentido evasivo” de lo que le espera. Por otro lado, el diario no se redacta, en primera instancia, para ser publicado; es una obra de un solo lector: su autor.



   Diarios hay muchos en las letras sureñas. Por ejemplo, los “Diarios del explorador Ap Iwan”, recopilados por Tegai Roberts y Marcelo Gavirati; o el “Diario del estafeta Hugo Acuña”, el pionero de Orcadas. Un ejemplo trágico de la función testimonial de estos textos, es el diario del misionero anglicano Allen Gardiner, quien en 1851 murió de inanición junto con otros siete compañeros en Tierra del Fuego; y cuya última anotación, “in extremis”, dice: “5 de septiembre, viernes. Grandes y bondadosas son las gracias de amor de mi bondadoso Dios. Me ha preservado hasta ahora y durante cuatro días, aun sin alimento corporal, sin ningún sufrimiento de hambre o sed”.



   Otro subgénero presente en la Literatura austral son las biografías. Hay biógrafos y biografiados ilustres en la zona. Entre los primeros encontramos a Aquiles Ygobone y al Padre Raúl Entraigas. Entre los segundos, al Perito Francisco Moreno y al Comandante Luis Piedrabuena, objeto ambos de numerosas obras. También lo fueron Aureille Antoine de Tounens, el autoproclamado Rey de la Araucanía y la Patagonia, por su llamativo perfil; y el beato Ceferino Namuncurá, por su implicancia espiritual. A este último, Juan Castiñeira de Dios le dedicó una semblanza en verso, llamada “El santito Ceferino Namuncurá”; en tanto la renombrada pluma de Manuel Gálvez lo recordó en “El santito de las tolderías”.



   Como la crónica objetiva es al diario subjetivo, la biografía es a la autobiografía. Este subgénero tiene un requisito: el “pacto autobiográfico”, que menciona el autor francés Philippe Lejeune; conocido teórico del tema. Se trata de una especie de contrato tácito entre autor y lector, por el que aquel se compromete a narrar la verdad sobre su vida; y éste, a creer el relato resultante. Sólo en época reciente la autobiografía fue experimentada por autores patagónicos, en su expresión más pura. Un acicate para ello es el concurso organizado por la Biblioteca “Ricardo Berwyn”, de Gaiman, desde el año 2008. Las obras premiadas no se quedaron sólo con el lauro; dieron lugar a segundas partes, difusión en otros ámbitos (incluso en el extranjero) y edición de libros. Por ejemplo, “Buenos Aires Chico, despertar de imágenes” de Margarita Borsella, “Así fue” y “A la deriva” de Dora Lendzian; y “El Hijo del Cazonero” de Victoriano Salazar.



   Diarios y autobiografías se reúnen en lo que ha sido dado en llamar “la escritura del yo”, una variante literaria en pleno desarrollo en la actualidad. En realidad todo el género didáctico, también conocido como “no ficción”, muestra en estos días un avance sobre las obras de ficción. Al menos, eso parecen indicar las ventas en las librerías; acompañadas de un aumento en la oferta de libros de esa temática. Tal vez alentados por la tendencia, muchos autores la anteponen a la creación imaginativa; e incluso, en algunos casos, diluyen la línea entre ambas.


   De todas maneras, hay que tener en cuenta una premisa fundamental: no todo lo que se escribe es Literatura. Si la redacción sirve sólo para transmitir datos, como en un informe técnico, no es Arte. Para que sea Arte, el lenguaje debe ser plástico. Ese es el desafío que enfrenta el autor que pretende incursionar en el género didáctico.

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1 comentario:

Jorge Vives dijo...

No quise citarlos en la nota porque allí habló de Literatura de no – ficción; pero también hay diarios de ficción. Como el “Diario apócrifo de un riflero (Chupat, 1885)”, del escritor comodorense Ángel Uranga. Aunque de los diarios “reales” en la Literatura Patagónica hay mucho para hablar.
Un ejemplo es el diario de viaje del teniente Erasmus Gower, tripulante de una corbeta británica que naufragó el 13 de marzo de 1770. Dice su diario “El accidente ocurrió a unos 47º 47’ de latitud sur y 66º 10’ de longitud oeste, en el continente de la Patagonia, cuya desolación (…) difícilmente pueda ser equiparada” (“Desolation” escribió Gower; la misma desolación de Borges y de Baudrillau). A partir del diario, Patrick Gower, un descendiente del autor, llegó en 1975 a Puerto Deseado buscando el naufragio. La historia se confirmó en 1982, cuando buceadores locales lo descubrieron. A partir de 1997 lo investigó la arqueóloga Dolores Elkin; quien en junio de 2012 presentó su libro “El naufragio de la HMS Swift. 1770. Arqueología marítima en la Patagonia”, escrito junto con Cristian Murray, donde narra la recuperación del pecio.
Otro ejemplo es el “Diario del Mimosa”, de Joseph Seth Jones; que da interesantes datos sobre los primeros colonos. Por ejemplo, los libros usados que Jones compró en Liverpool para llevar en el Mimosa, que muestran su cultura: “Oración común” de Bickersteth, “El comerciante exitoso”, “Persecución de los protestantes en España bajo Felipe II”, “Revelación y Ciencia” de Savile, “El mensajero Presbiteriano”, “El Atlas de Londres”, “La doctrina de expiación” de Edwards, “El predicador y el oyente”, “Antología”, “Aantología para niños”, “Vocabulario Ingles Español”. “La frugal ama de casa americana”, “El frenólogo” y un llamativo “Misionario Patagónico”. Otro punto es la descripción de quienes recibieron a los colonos en Puerto Madryn, junto a Lewis Jones y Edwin Roberts: “3 o ddynion gwynion, 1 o´r Patagoniaid, in dof a dyn du (Indian o Calcuta o enedigaeth), 3 neu 4 o Germans (y rhai ydoedd wedi eu canfod mewn rhyw hen wrecks yn y ban)” (Es decir: 6 o 7 caucásicos, 1 patagón y 1 hindú).