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viernes, 30 de marzo de 2012

EL POEMA DE HOY





MUJER


Por Ada Ortiz Ochoa (*)



Aquí estoy,
apacible y claro amanecer, así de simple,
los días arrancando una a una
las indefensas hojas del calendario de mi vida.

Soy así
atolondrado impulso, alarido pensante,
desgajando fantasías en jornadas grises, latidos
del alma acariciando siluetas que ya no existen.

Y estoy
aguantando temporales de adentro...,
y de los otros,
desgarrada la corteza, desbordando savia,
las raíces arañando nutrientes de la tierra seca.

Y sigo así
Desechando renuncias, reverdeciendo siempre,
porque siendo débil construyo fortaleza,
pero no me entrego, soy ave,
que renueva su plumaje en pleno vuelo.

Soy,
quien al amor descubre y lo alimenta,
lo cubre y acaricia con suavidad de placenta,
y resurge la esperanza
entre sonrisas y lágrimas después del miedo.

Así,
porque soy indefensa, valerosa, indecisa,
a veces negativa y muchas otras positiva.
Soy el dilema y el misterio..., pero también
la transparencia.

Aquí
Siempre presente en la lucha y en la entrega,
¿dije transparente?... y también, inescrutable.
No intentes comprenderme,
tal vez no lo logres y el esfuerzo te deprima,
porque soy aquí, como soy,
no preguntes, sólo ámame sin entender.
Es todo lo que necesito para ser muchas
Y sólo una. Nada más que
Por ser una mujer.



(*) Escritora de Sierra Grande. De su libro “Espera que te cuento II” (Edición del autor, Sierra Grande, 2006)


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domingo, 25 de marzo de 2012

EL POEMA DE HOY





LOLOG CABELLERA DE OBSIDIANA


Por Magdalena Pizzio (*)




Aguas de plata y sueños
espejo de mis montañas
pisadas de duendes silenciosos
huellas brillantes
en cada piedra estampas.
Azul profundo quizás verde
verde plata
la calma amanece
en tus transparentes gotas
encerrada
y se transforma en oleaje
de ese viento
tras las cumbres
que en la orilla
estalla.
Te miro muy pequeña
y me llamas
en tu larga cabellera
de obsidiana.




(*) Poeta neuquina. De su libro “Laberinto. Entre la muerte y la vida” (Imprenta La Piedad, Bahía Blanca, 2009)
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jueves, 22 de marzo de 2012

EL POEMA DE HOY




RIO CHUBUT

Por Gonzalo Delfino (*)


Al Ing Antonio D. Pronsato

I

Río Chubut,
río sinuoso, esquivo;
río de las vueltas
como lo llaman los indios.

De la Cordillera baja
con su carga de limo
de la Cordillera baja
buscando su destino.

De altos neveros viene
por profundos caminos,
solitario y callado
lo mismo que un indio.

Soledades de piedra,
australes páramos infinitos;
mesetas desoladas
agrandan su silencio indio.

Pero ama las estrellas
que lucen alto y en cielos limpios.


II

Río Chubut
río sinuoso, esquivo
que en altas cumbres nace
y muere con señorío.

De la Cordillera baja
con su carga de limo;
de la Cordillera baja
buscando su destino.

Cuando se adentra en el valle
de las ubérrimas vegas,
donde el trabajo es un canto
que fecunda la tierra,
el río,
que en su sangre lleva
resonancias de selva,
cantando se desangra
por el tajo de las acequias.

Cantando se desangra
¡soñando con las estrellas!




(*) Escritor chubutense. De su libro “Voces de la tierra”. (Ediciones “Cruz del Sur”, Buenos Aires, 1954)

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domingo, 18 de marzo de 2012

LOS POEMAS DE HOY




  Entre dos tierras (*)

por Geraldine Mac Burney


"Pero los verdaderos viajeros sólo parten
por partir; corazones livianos, como globos..."
Charles Baudelaire.


I.

De pronto, sientes un croar de ojos burbujeando,
                          granadas,
                    sobre tu espalda.
                         Es la noche
                      con sus labios
               abrazada a tus venas.

                  Se abre el cielo
    -sarcófago de fresca turmalina-.

    Despiertas con la luna en tu espalda,
                 vastas lenguas de plata,
                      mejillas al sol,
                          falanges  florecidas

y tu silencio  hilando estrellas en sigilo.

Tus uñas tiemblan versos hasta henchirse de carmines.
Has llegado a la corteza.
El cielo es un retazo encriptado en tus manos.

Mañana la luna se cerrará en tus pupilas.
Mañana será    tiempo de eclipses.




II.

Como un desvarío de antorchas en penumbra
duermes
           con los ojos abiertos
            de batallas
te anudas.


Afuera   la tinta se escarcha entre relojes   que no saben de auroras.
La rueca rueda cicatrices.
Este cielo de acuarelas inertes
huele a derrota.

No  es un croar de ojos.
 Es el tiempo temblando en tus manos
como granada.

Tus huestes aguardan piel adentro.

Adentro
hay una guerra.  





(*) Un anticipo de "Vestal de Luna", el primer libro de poemas de la autora que pronto será publicado por "Tela de Rayón". Los interesados en acceder a la obra mediante el sistema de venta anticipada deben contactar al siguiente mail: geraldine325@hotmail,o bien sumándose al grupo "Vestal de Luna" en Facebook: https://www.facebook.com/groups/vestaldeluna/317411548319070/


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jueves, 15 de marzo de 2012

LA NOTA DE HOY




UN MUNDO EN EL QUE TRELEW NO EXISTIRÍA

Por Jorge Eduardo Lenard Vives



Varios de los más célebres escritores argentinos dedicaron algunas de sus creaciones a temas patagónicos. Tal es el caso de José Sixto Álvarez, “Fray Mocho”, quien en 1898 escribe la novela “Mar Austral”; ambientada en Ushuaia y los canales fueguinos. Lo hace a fuerza de genio, por cuanto nunca visitó estos confines; y aún así obtiene descripciones coloridas y vivaces de los escenarios que pinta. Acotación al margen, el autor de “Viaje al país de los matreros” y “Memorias de un vigilante”, entre muchas obras, es antepasado de la escritora chubutense Nadine Alemán.
Otro escritor renombrado a nivel nacional que dedica un texto a las regiones australes, es Ricardo Rojas, autor de “El santo de la espada”, “Retablo español” y una gran cantidad de títulos más; quien, como consecuencia de su estadía forzosa en Ushuaia –estuvo allí preso por motivos políticos durante 1934–, escribe “Archipiélago”. Lejos de lamentarse por las causas que lo arrojaron  a Tierra del Fuego, aprovecha para crear un ensayo en el que da a conocer la historia y la geografía de esos lejanos territorios. Antes que él, Roberto Jorge Payró realiza un viaje por las costas patagónicas hasta Tierra del Fuego, a resultas del cual publica en 1898 “La Australia Argentina”. Horacio Quiroga, por su lado, recuerda al Austro en el atrayente cuento “Su ausencia”. Su protagonista, víctima de una alteración de la conciencia, escribe un enjundioso tratado de filosofía a orillas del “Lago Negro” en el Neuquén.
También Liborio Justo, “Lobodón Garra”, habló de la Patagonia en un volumen citado varias veces en esta página: “La tierra maldita”. Más cerca de estos días, se ocuparon de ella Dalmiro Saénz, con los cuentos reunidos en “Setenta veces siete”, escritos en Comodoro Rivadavia; Mempo Giardinelli con un libro de viajes, “Final de novela en la Patagonia”; Osvaldo Soriano, en especial en los imaginativos relatos sobre míticos partidos de fútbol patagónico; y Pedro Orgambide, en la novela “El Páramo” y en una biografía del Perito Moreno.
Quien no mentó la zona es Jorge Luis Borges. El escenario más sureño que pinta, precisamente en su cuento “El sur”, es un lugar indeterminado de la zona rural de la provincia de Buenos Aires; donde encuentra su destino Juan Dahlmann. Pero sí lo hace su amigo Adolfo Bioy Casares, en la novela corta “El perjurio de la nieve”; ambientada en un imaginario pueblo de la precordillera del Territorio del Chubut. La profundidad conceptual del relato lo convierte en una creación literaria de primer nivel.
Sin embargo, no es esta obra el motivo de la nota de hoy, sino otro de sus cuentos; “La trama celeste”. Esta narración tiene un argumento bastante común en el género fantástico: un mundo paralelo al cual el infortunado piloto Ireneo Morris accede, en forma inopinada, al efectuar el vuelo de prueba de un avión militar durante el cual se desmaya. Despierta en un hospital rodeado de extraños. Poco a poco, a través de pequeños detalles, se da cuenta de que, pese a que la mayor parte de la realidad que lo rodea es similar a la que vivía en forma habitual, no está en el mismo lugar. Entre esos indicios figura su propia existencia; pues es un perfecto ignoto en este nuevo sitio – incluso para quienes, en el otro, eran sus amigos íntimos.
Pero hay algo más: su nombre causa hilaridad, como si su pronunciación implicase sonidos inéditos. Al pedir hablar con uno de sus superiores, el general Huet, vuelve a ser motivo de bromas: nunca hubo un integrante del ejército con tan malsonante apelativo. Y cuando se escapa del hospital, donde está preso por considerárselo espía de un país vecino, para buscar un domicilio familiar; no encuentra el “pasaje Owen” ni la “calle Bynnon”.
Finalmente, retorna a su –nuestro– cosmos por similar medio aéreo y hace confidente de sus peripecias al doctor Servian. Éste, guiado por un poema de Blanqui, logra dilucidar que las pequeñas diferencias detectadas en el lugar que visitara su amigo, eran producto de una historia totalmente distinta. En aquel universo tenía entidad un país que en este había fenecido, Cartago; en tanto otro estado, aquí presente, allá era desconocido: Gales. Por eso los apellidos Huet (sic), Owen, Bynnon y el del mismo aviador, resultaban extraños.
Es curioso que Bioy Casares haya optado por esta nación para hacerla objeto de su cuento; no hay información sobre el motivo de esa elección. Por desventura, no aprovechó su idea para aplicarla a otras ficciones. En el mundo que describe el autor, por ejemplo, hubiera sido inimaginable la historia del Chubut tal cual la conocemos hoy en día. No habría habido Eisteddfod, ni Gwyl y Glaniad, ni Cymanfa Ganu. No se conocerían en Gaiman las casas de té ni las capillas en las chacras del Valle. No se disfrutaría de la sabrosa torta negra ni se escucharían las sentidas estrofas del Calon Lan. Y no hubieran existido Puerto Madryn, Trevelin, Dolavon; ni la progresista ciudad de Trelew.




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domingo, 11 de marzo de 2012

EL POEMA DE HOY


REGRESO EN CANTO



Por María Julia Alemán de Brand (*)



Quiero morir aquí. Donde he nacido.
Donde he alzado hasta el tope, a todo viento
la bandera del canto, en cumplimiento
de volver en verso, lo vivido.

De regresar en canto, a lo querido;
a mi pueblo lejano, exaltamiento
de mi infancia feliz – fugaz momento –
y del cálido hogar que fue mi nido.

Por ti es que alzo mi voz, la que regresa
a la voz de tu gente, cada día
con la fidelidad de una promesa...

Por ti es que alzo mi voz, provincia mía,
Chubut, la tan paisana y tan galesa,
con orgullo te nombra mi poesía.




(*) Poeta chubutense. De su libro “Soy Poesía, búscame en el sur” (Editorial Asociación de Escritores del Oeste del Chubut, Esquel, 1993)

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lunes, 5 de marzo de 2012

EL CUENTO DE HOY





EL PASAJERO INDESEABLE


Por Fernando Nelson (*)



Es una criatura con el cabello desgreñado,
largos dientes negros, brazos que cuelgan
muy  flacos a los costados; se dice que su
 alarido puede, literalmente, helar la san-
gre en las venas de quienes lo oigan…   
H. Howells, Fragmento  de  Cambrian S.
(1831), “The Cyoeraeth”






            La muerte de mi compañero de cuarto me convirtió, de pronto, en el heredero de unos libros amarillentos, de algunas porcelanas que acaso no usaré nunca, y de unos cuadernos atiborrados de anotaciones que llamaron mi atención. En ellos se cuenta la historia ocurrida a bordo de una nave llegada a Golfo Nuevo, allá por mil ochocientos setenta. Lo narrado por cierto es curioso, pero no soy el indicado para decidir sobre la veracidad del relato, por fantástico que parezca. El escrito, lleno de tachones, parece ser la traducción de un diario de viaje, y sospecho que tal traducción fue realizada por mi compañero, el difunto.
            Comienza diciendo:
            “¡No debimos zarpar ese día! La hembra del Cyoeraeth terminará por hundirnos en el océano. Ya hemos escuchado con claridad, desde las tinieblas, sus terribles gemidos, sin que se adivine qué parte del barco es su guarida, o cuál es el motivo que la impulsó a zarpar con nosotros. Hemos podido - sin embargo- distinguir sus palabras:
            ¡Oh!, fy ngnr, fy ngnr (mi esposo, mi esposo)
            ¿Hasta cuándo podremos soportar el espanto que sus palabras provocan? ¡Nadie lo sabe! Todos aguardamos con ansia la medianoche que nos indique su ausencia, aunque el fantasma no ha faltado a la cita ni una sola vez. Y así ha ocurrido desde nuestra partida. Hay colonos que optaron por la oración para conjurar a este enviado del Maligno. Otros prefieren encerrarse para no oír sus lamentos. Nadie, sin embargo, está dispuesto a aceptar su verdadero origen, y por lo tanto, se acordó hablar lo menos posible de la presencia del espantoso ser.
            He visto, durante el día, hombres encubiertos buscando rastros de nuestro pasajero indeseable, cuya esencia sobrenatural les impedirá atraparlo; ni siquiera podrán verlo, pues rehúye a todo tipo de claridad o de luz.
            Una noche, cuando la proa de nuestro velero cortaba las aguas envuelto en la más negra oscuridad, se oyeron las doce campanadas, y en ese instante el enviado del Demonio empezó a proferir sus alaridos. Varios tripulantes nos congregamos en cubierta y, venciendo nuestro miedo, caminamos buscándolo, armados de palos y cadenas. Por fin, en lo más alto del palo mayor, entrevimos la agitación de su horrible figura. Era evidente que terminaría enloqueciéndonos o (como aseguraban varios marineros) hundiría nuestra embarcación antes de que avistáramos la costa. Pero después de un rato, cual si fuera un espectro, desapareció. Esa vez la mayoría no pudo conciliar el sueño, y durante el día, el temor y la incertidumbre abatió el ánimo de todos. Una y otra vez nos preguntábamos, desconsolados: “¿Aparecerá nuevamente en el mismo sitio? ¿Quién nos alejará de este destino? ¿Quién –para ser más preciso- se atreverá a exorcizar al terrorífico ser?”. Por último, y acaso se trate de lo más importante:  “¿Cuáles serán las palabras indicadas para el conjuro?”
            Los riesgos de tal acción eran mortales –reflexionábamos-  y puesto que el sol se ocultaba otra vez, nos consumía la impotencia y la desesperación. Pero entonces, sin que nadie supiera de dónde, se acercó a nosotros un joven diciendo que viajaba ilegalmente en el barco. Afirmó que, habiendo nacido en Aberystwyth, conocía las palabras exactas que alejarían al fantasma. Se arriesgaría a subir a condición de que lo admitiésemos como un tripulante más. De inmediato aceptamos su propuesta, y el muchacho se alistó, asegurando que las palabras debían pronunciarse mientras la criatura estuviera corporizándose. 
            No sabíamos si aparecería en el mismo lugar, pero avanzada como estaba la noche, el joven trepó la escalerilla del mástil. Los demás observábamos en silencio, mientras llegaba a nuestros oídos, como un signo de fatalidad, el golpeteo interminable de las olas rompiéndose contra el casco de la nave. Nos apretujábamos unos contra otros, temblando de pavor y de frío. Casi a medianoche los gemidos se escucharon, como a través de una profunda caverna, en la dirección esperada. Vimos al joven apurándose a llegar mientras nosotros, mudos de terror, advertimos los primeros indicios de la aparición. Las campanadas de las doce ya se oían y el muchacho no pronunciaba la frase salvadora. Nosotros mirábamos, impotentes, y unas mujeres lloraron al ver allá arriba una escena que nos llenó de angustia: las manos alargadas y lánguidas del fantasmal engendro atraparon al muchacho con fuerza. Los chillidos sin duda lo aturdían, pero el joven pronunciaba las palabras esforzándose por completar la frase. Hubo un forcejeo desesperado al fin del cual, joven y fantasma cayeron del palo mayor, pero de una manera lateral, no escuchándose la caída en el agua. Parecieron más bien perderse en la oscuridad de la noche, sin que a partir de entonces tuviéramos noticias de ellos, y sin que llegáramos a conocer, siquiera, el nombre de aquél que nos había salvado.”





(*) Fernando Nelson, nacido en Tucumán y actualmente radicado en Puán, provincia de Buenos Aires; pasó gran parte de su vida en Rawson. Estando en el Valle inició una importante obra literaria, que le llevó a obtener numerosos premios provinciales y nacionales; entre ellos el primer premio del concurso de narrativa de la Universidad del Sur de 1980, los premios en la categoría relato del Eisteddfod del Chubut de los años 1981 y 1983, varios premios de la Dirección de Cultura del Chubut en los certámenes provinciales y otros reconocimientos. Uno de sus relatos, “El manuscrito de Sheffield”, figura en la antología “Cuentos de nuestra tierra”, publicada por el Consejo Federal de Inversiones en 1982. Recientemente obtuvo un premio en el concurso de la Biblioteca Berwyn, con su narración “El último galope”. Ha publicado dos volúmenes de cuentos: “El retorno” y “Carta encontrada en Plaza Irlanda”. En su obra se alterna el realismo mágico y la fantasía, con los que desarrolló muchos temas patagónico; como en el cuento de hoy, perteneciente a su libro “El Retorno”. También incursiona en el relato intimista y psicológico.



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