google5b980c9aeebc919d.html

domingo, 29 de julio de 2012

EL REPORTAJE DE HOY





CENTRO DE ESCRITORES “ING° CÉSAR CIPOLLETTI”





    En una nueva entrevista virtual de las que dedicamos a los grupos literarios de la Patagonia, es el turno del Centro de Escritores “Ingeniero César Cipolletti”, de la ciudad homónima. Tuvo a bien contestar nuestras preguntas el escritor neuquino Pablo Lautaro, su actual presidente. Lautaro, docente, maestro de enseñanzas prácticas, es autor de dos libros: “Huellas” (Poemas, 2007) y “Retratos” (Microrrelatos, 2010). Integró varias antologías; entre ellas la que  presentó el Centro, con el nombre de “Refugio de Palabras”, en el mes de mayo de 2012. 



¿Qué es el Centro de Escritores “Ingeniero César Cipolletti” y cómo se inició?

Bueno, como lo expresa nuestra última antología un “refugio de palabras” es Casa, Nido que cobija y cobijó a muchos escritores de la ciudad y la región. Ha sido Cuna de muy buenos literatos, incluso algunos que hoy han formado otros centros o que se encuentran en distintos lugares o instituciones desarrollando tareas culturales y o de educación.

En mi caso particular es la entidad que me ha fortalecido como escritor, el espacio de aprendizaje de mayor relevancia en este recorrido, es el oasis seguro en tiempos de sequía, allí me nutro de todos mis compañeros dueños de estilos muy particulares y de un carisma especial y cálido…portadores de saber y seres capaces de Ser y trascender.

El 3 de mayo de 1985, en la sede de la Biblioteca Popular “BERNARDINO RIVADAVIA”, se reúnen 16 escritores locales con la firme voluntad de crear una institución que les permita desarrollar su vocación. Esta legítima aspiración es coincidente con un proyecto provincial auspiciado por la Subsecretaria de Cultura de la provincia de Río Negro. Es propuesto para presidirla el señor Adolfo Turrín y como secretaria la señora Noel Messidor. Una vez delineados los objetivos básicos, se decide dar a conocer esta alentadora realidad e invitar a otros escritores de la ciudad a una próxima reunión, en el mismo lugar para el 10 de Mayo.

También ha sido presidente la escritora Nora Opermeier por un período y el escritor Pascual Marrazzo por varios períodos.

¿Quiénes lo integran?

Escritores de la región, de la ciudad de Neuquén, de la localidad de Plottier, de la ciudad de Cipolletti, algunos hermanos trasandinos también…Nuestras puertas están siempre abiertas.


¿Cuál es su visión de la Literatura Patagónica? En particular, ¿cómo ve la problemática de la edición de obras por parte de los escritores regionales?

Realmente hay muy buenos autores en toda la Patagonia y distintos estilos pero con un amor particular por el lugar en el que se encuentran o se han radicado, dado que no todos son nativos, tal es mi caso,  soy nacido en Chile y vivo en Neuquén, pero mi ciudad adoptiva es Cipolletti donde desarrollo gran parte de las tareas referidas a la cultura y la literatura.

Gracias a Literasur he tenido la posibilidad de ampliar el conocimiento sobre autores patagónicos y sus materiales, es una buena fuente de difusión.

Los autores autóctonos también son muy buenos, además defensores de su tierra y su gente, del equilibrio que debe existir para convivir en perfecta armonía; forjadores de letras de conciencia y palabras de hermandad.

En cuanto a la edición de obras de los autores patagónicos creo que se ha avanzado y que hoy es más accesible la edición comparada con otros momentos quizás 10 o 15 años atrás. De todos modos sería muy acertado que los gobiernos provinciales patagónicos por separado o formando una comisión común de letras y cultura fomentaran y difundieran a los escritores agregándolos en un plan de lectura dentro de la currícula escolar en todos los niveles de educación y como patrimonio cultural.

¿Qué actividades tiene previstas a futuro?

Las actividades previstas son varias. Como cercanas, la presentación de “Refugio de palabras” en el museo Gregorio Álvarez de Neuquén Capital para el 11 de agosto,  el taller de iniciación literaria en la escuela de adultos Ángel Pacheco  coordinado por la Profesora y escritora Marta Vallejos en su segunda etapa a fines de agosto, la primera fue el año pasado. Tenemos un concurso de poesía y cuento que empieza el 20 de julio y finaliza el 30 de septiembre, será premiado durante la realización de la feria del libro de la ciudad de Cipolletti. La escritora Nora Opermeier empezó el 30 de junio un taller de lectores en vos alta dentro del plan de lectura Nacional.
.
Quiero contarles que el centro ha sido un actor importante en la región a lo largo de 27 años con distintas actividades en las escuelas e incluso fue uno de los impulsores de la feria del libro de la ciudad acompañando siempre la misma en todas sus ediciones,. Ha participado en intercambios culturales con centros de escritores de la región de la Araucanía. Llevó por distintos puntos.  “Cien años de amor” una obra dedicada a Neruda, “Patio de tango” y el “radio teatro” entre otros (todos estos espectáculos presentados en la feria del libro de Cipolletti y otras regiones e inclusive en Temuco Chile).

El 1 de marzo de 1995 se obtuvo la habilitación de la Editorial “La casa del escritor” y el 1 de abril de 1995 se presenta el primer libro “Carrusel” siendo los autores los niños y jóvenes que concurrían al taller literario que conducía la Srta. Patricia Marrazzo. Bajo el mismo sello en el mes de mayo del  año 1995 se presentan dos libros más: “Amasando Ironías” de Pascual Marrazzo y “Día y Hora” de Nelly de Yacopino (Chiche), también un libro histórico “Voces de mi Ciudad” presentado en el centenario de la ciudad con más de 500 paginas, 450 fotografías y un museo de voces, el Ultimo libro fue “De Amores, reflexiones y Bronca” de Fabián Mari.

Actualmente no poseemos el sello editor pero mediante un fondo común aportado por cada uno de los integrantes se ha logrado hacer ediciones cooperativas con pequeños prestamos que son devueltos en un tiempo prudencial para veneficiar a otros integrantes, algunas de las obras “LABERINTO entre la muerte y la vida” de Magdalena Pizzio, “Buena Tierra” de Abraham Gabal, “Huellas” y “Retratos” de Pablo Lautaro, Antiguo dueño del silencio de Norma Carozzi  Y “Refugio de palabras”…Próximamente saldrán 2 nuevas obras.


J.E.L.V.

Bookmark and Share

miércoles, 25 de julio de 2012

EL RELATO DE HOY







CABALLO (*)

Por Antonio Dal Masetto



       Había andado una media hora arriba y abajo por el camino que faldeaba el cerro sin encontrarme con casas ni cruzarme con gente, hasta que al doblar una vez más vi un tipo muy gordo y pelado sentado sobre una roca.
         —Sigue el incendio —dije mirando el humo que cubría el cerro del otro lado del valle.
         —Baje la voz —me dijo el tipo.
         Señaló una cerca de troncos que bordeaba el camino y se perdía en las matas de rosa mosqueta. 
         —Es para que no venga el caballo —aclaró.
         —¿Qué caballo? —pregunté. 
      —Uno que está ahí. Le traigo manzanas todas las tardes. Pero no quiero que aparezca todavía.
         Me senté también yo, a un par de metros.
         —Ese incendio ya lleva una semana —dijo el tipo—. No lo pueden parar.
         —Da miedo.
         —Dan miedo, pero también son fascinantes.
         Arrancó un hilo de pasto, se lo puso entre los dientes y lo masticó. Siguió:
         —Vi muchos incendios de bosques. Nací y me crié en esta zona. El mejor lugar del mundo, no hay otro igual. Es difícil acostumbrarse a vivir en otra parte. ¿Usted es de por acá o está de paso?
         —De paso. Me voy esta noche. 
         —Yo volví al sur hace quince días —dijo—. Me moría de las ganas de llegar. Ya estábamos cerca y el tren paró unas cuatro horas. Un desperfecto.
         Arrojó el hilo de pasto y arrancó otro.   
         —Era de noche, me puse a caminar por las vías y vi las estrellas. Eran las mismas de antes. Estrellas enormes. Ahí sentí que estaba de vuelta. Me emocioné.
         —Es probable que hayamos venido en el mismo viaje. 
         —¿A usted también le tocó estar parado cuatro horas?
         —Y vi las estrellas.  
         —Enormes. 
         —Tal cual.
         —Lo primero que hice en cuanto llegué fue buscar la casa donde había vivido. La refaccionaron. Casi no la reconozco.
         —¿Habían pasado muchos años?
          —Muchos. Ya ni siquiera estaba la ventanita de atrás. Hubiese querido verla. A veces me preguntaba cómo había hecho para pasar un cuerpo como el mío por un agujero tan chico. 
         —¿Una ventana?
         —La ventanita por la que me escapé.
Hizo una pausa larga y se quedó mirando el suelo, pensativo. Empujó una piedra con la punta del zapato.
         —La policía. Errores de juventud. No vale la pena que le cuente esa historia.
         —No tiene por qué hacerlo.
     —Durante todo el tiempo que estuve lejos me imaginaba el regreso  y me veía cruzándome con gente que me reconocía y me señalaba. Así que me instalé en un hotel en las afueras del pueblo, sobre la ruta. Los primeros dos días sólo salí de noche. Después me fui animando. Terminé paseándome mañana y tarde por la calle principal y sentándome en todos los bares.
         —¿Y qué pasó?
         —Nadie me reconoció, nadie me señaló. Primero fue un alivio, pero después me desilusionó.
         Pateó otra piedra.
         —Al final, ¿sabe qué hice?
         —¿Qué hizo?
      —Empecé a caminar delante de la comisaría, por la misma vereda.
         —Y nada.
         —Nada de nada.
         —¿Hubiese preferido que la policía lo reconociese?
      —No sé qué decirle, pero me aguanté tantos años por temor a que me descubrieran y ahora vengo y nadie sabe quién soy. 
         Me miró fijo, esperaba un comentario. No se me ocurrió nada y asentí varias veces moviendo la cabeza. De nuevo pateó una piedra. 
         —Nadie con quien hablar. Nadie con quien recordar.
         —Entiendo.
         —La única compañía es un animal con el que vengo a pasar un par de horas todas las tardes. 
         —El caballo.
         —No lo nombre en voz alta.
         —Disculpe.
         —Eso es todo lo que encontré en mi regreso al sur. 
         —La verdad que no es mucho.
         —Usted lo dijo, no es mucho.
         —Pero algo es.
         —Sí, tiene razón, algo es. 
         —¿Un cigarrillo?
         Fumamos en silencio.
         —Me parece que voy a llamarlo —dijo el gordo. 
         Pero no se movió, no llamó. Se inclinó hacia delante, apoyó los codos sobre los muslos, se tomó la cabeza y permaneció así. Después de unos minutos giró hacia mí:    
         —¿Quiere llamarlo usted?
         —A mí no me conoce.
         —No importa.
         —¿Cómo hago?
         —Nómbrelo.
         —Caballo.
         —Más alto.
         —Caballo.
         El gordo metió las manos en los bolsillos de la chaqueta y sacó cuatro manzanas verdes.
         —Tenga, dele una usted también. Es un buen caballo.
         Tomé la manzana y la froté en el pantalón. 
         —Ya viene —dijo el gordo.
        Pasó un rato largo sin que hubiera novedades.
         —Ya va a venir.
         Presté atención, pero no se oía más que el silencio. Me paré y me subí a la roca donde había estado sentado. De otro lado de la cerca, en el terreno en declive, sólo vi la extensión de arbustos bajos que temblaban un poco con el viento. Nada más que los arbustos.
        —Caballo —grité.
         Al fondo brillaba el río. Del otro lado, subiendo, el abanico de fuego seguía devorando el cerro y una gran nube de humo ensombrecía el cielo y se desplazaba lenta hacia el lago.






(*) Fragmento de “El padre y otras historias”, Ed. El Ateneo, Bs. As., 2012

Bookmark and Share

lunes, 23 de julio de 2012

EL POEMA DE HOY





AMOR



                                  Por Belén Granea (*)


Y esa noche
vi el amor
en tus ojos.

Verlo me hizo verme,
sentirme inerme
ante la emoción
de saberme amada.

Tu mirar lo dice,
sin palabras,
lo indescriptible
del encuentro
que no calla.



(*) Poeta fueguina, nacida en San Isidro y radicada en Ushuaia hace más de 25 años. Es autora de la obra “Poner en palabras” (Editorial Utopía, 2006)

Bookmark and Share

miércoles, 18 de julio de 2012

EL CUENTO DE HOY





Perfume a retamas (*)


Por Olga Starzak



   Nunca supe, hasta ahora, por qué Juan le esquivaba a las retamas. Había  plantaciones por todos lados en la zona donde vivíamos; él no discutía su carácter ornamental, simplemente no las quería en el jardín.

   -Yo respeto su decisión, señora, pero este lugar es propicio para las retamas. Usted se queja de que la humedad y el salitre de este terreno  le impiden  tener flores,  y verde,  y plantas perdurables;  le aseguro que las retamas resistirían.

   No dudaba de las sugerencias del jardinero, pero también era manifiesta su especial preferencia por estos arbustos, tan intensa como la aversión que Juan parecía haberles tenido. 

   -Ya le conté por qué me niego; mi marido nunca las quiso. Decía que no soportaba el  perfume de sus flores. 

   Uno de esos días en los que él me insistía y yo me negaba, en un tono de voz más bajo y como siempre, respetuoso, dijo:
   -Pero el señor ya no está.
   -No se trata de eso, Manuel; entienda...
   -Esta bien, señora. Disculpe.
  -No se preocupe. ¿Sabe una cosa? Aunque me cueste aceptarlo, es cierto. ¡Probaremos!      Plante unas retamas. Usted las elige.
   -No va a arrepentirse, créame.


   La mujer es madura y camina con pasos decididos. Él es muy joven  y viene detrás; arrastra sus pies al caminar. Ella se detiene y lo espera; de su brazo le cuelga un bolso. Lo apoya en el piso cada vez que interrumpe su andar debido a la lentitud  del muchacho. Y entonces él avanza. Me esfuerzo en escuchar lo que dicen pero sólo logro oír que le dice mamá. 

   Aquella misma primavera florecieron. Manuel las había transplantado ya adultas. Los primeros días las ignoré pero luego, observando desde el interior de la cocina su amarillo brillante,  tuve que reconocer que eran hermosas. La frondosidad de las copas se había entremezclado dando una sombra apretada. Eran cientos de ramas con flores en racimos despidiendo un perfume penetrante, una sustancia agria impregnando el aire. Ese aroma que pugna por imbuirse en la nariz, en la garganta... y cala la piel; y  acompaña por un buen rato.  

   Allí me siento a leer cuando mi hija, pronta a cumplir los quince años, está en el colegio o reunida con amigas. 

   Gracias a la decisión que había asumido al adoptarla, aun sin un padre para ofrecerle, Maira era todo lo que tenía. Recuerdo como si fuera hoy cuando la llevaron al hospital donde todavía trabajo. Su rostro amoratado, las manitos tan pequeñas... el llanto por el hambre, mojada hasta las mediecitas y con la cola irritada de tantas horas sin cambiar sus pañales. Unos chicos que jugaban en el bosque la habían encontrado dentro de un bolso, tapada con un abrigo de lana. Casi no podía respirar. 


   Es el atardecer de un día cualquiera y, alejándose de la ciudad, van  hacia el bosque; ambos caminan con la cabeza gacha, ella como si la escondiera, él como si no tuviera fuerzas para erguirla. Un mechón de cabellos le cae sobre la frente sin que haga ademán para corrérselo: sólo necesita ver los pasos de su madre.  


   Después de los trámites de rigor y ante la ausencia de alguien que la reclamase,  me la dieron en guarda. Creo que influyó mi condición de enfermera y los cuidados que la chiquita necesitaba debido a su estado de desnutrición. Porque nunca fue fácil para una mujer soltera conseguir una autorización de estas características.
    Al año, fuimos juntas al Registro Civil.  Maira ya tenía mi apellido.


   Recorren el sendero aledaño a la laguna. Él desvía su andar y se acerca a la orilla, se agazapa;  llena con agua sus manos y se moja la cara, el cuello, los brazos. Quiere sentarse pero la madre no se lo permite. Continúan.


   Cuando Maira cumplió cinco años me casé con Juan, al que llamó papá hasta el día que de tanto sufrir una deficiencia pulmonar, decidió bajar los brazos y se entregó a la muerte. Lo había conocido en la enfermería. Cada tanto aparecía con fuertes crisis de asma; allí permanecía hasta que lo compensaban. Empezamos a frecuentarnos y, obviando los comentarios provocados por ser él bastante más joven que yo, se vino a vivir con nosotras. 


   Mi mirada está fija en esas dos figuras que se me vuelven, por momentos, caricaturescas. Es entonces cuando la madre se detiene, se acomoda la pollera que ha venido bajándosele, se quita el abrigo que lleva puesto y lo acomoda, con delicadeza, dentro del bolso que acaba de dejar a los pies de la plantación.  
Son retamas que bordean un espacio oscuro del lugar.


   Juan no tenía más que a su madre,  pero nunca la conocí. Él me contaba que hacía mucho la había borrado de su vida.  Durante un tiempo yo intenté, en vano, procurar entre ellos un  vínculo, de encontrar una abuela para nuestra hija, pero cuando quería profundizar sobre los motivos de ese alejamiento, él evitaba el tema con mucho fastidio. Opté por respetar su silencio.


   Es un retamal alto de ramas muy tupidas formando un semicírculo. En el suelo un colchón de tréboles dibujan un cantero. Y sobre él cientos de flores amarillas,  caídas ordenadamente,  como si alguien las hubiese acomodado. 


   Mi esposo y Maira se amaban. Quizás debido a su enfermedad él nunca quiso que tuviéramos hijos y yo aún no sentía la necesidad de un hermano para la niña. Después, con el paso del tiempo, preferí no tenerlos. La salud de Juan se deterioraba aceleradamente. Siempre supo que mi decisión de aceptarlo a pesar de su extrema juventud,  tenía que ver también con sus sentimientos hacia Maira. 
   Me había seducido su deseo casi obsesivo de convertirme en su esposa y aceptar a la niña como hija propia.  Era fuerte mi afán de que la nena reconociera en él la figura paterna que, quién sabe por qué razones, le había sido vedada.

   El muchacho la mira con ojos suplicantes. Enseguida fija la vista en el bulto que ha comenzado a moverse suavemente. Observa desconsolado la escena frente a sus ojos. La madre lo aleja de un empujón, lo atosiga... tal como sólo un adulto puede hacer con un chico indefenso. 
   Él ya no lucha contra la actitud de su madre, quizás pensando que es demasiado joven para hacerse cargo del producto de sus deseos.  Es entonces cuando puedo ver el delgado cuerpo de ese joven que está pronto a dejar la adolescencia. Rompe en sollozos, la madre lo consuela: le levanta con una mano el mentón  y con la otra  le acaricia la cabeza, peina con los dedos sus cabellos.... Y por primera vez se deja ver su  rostro.
   ¡Es el rostro de Juan! 


   En él pensaba cuando creo haberme quedado dormida debajo de la sombra de mis retamas. 





(*) Del volumen de cuentos “El lenguaje del silencio” – Ed. Vinciguerra, Buenos Aires, 2007

Bookmark and Share

sábado, 14 de julio de 2012

LA NOTA DE HOY




LOS RETOÑOS DE UN PADRE FIEL… 
(A SU AMANTE SECRETA)

Cinco obras de Efrén Juan Ulla






          Imaginemos lo que significa para alguien con fuerte vocación literaria llegar a convertirse en un escritor “a tiempo completo”; esto es, asumir la escritura, en sus posibles variantes y combinaciones –ensayo o ficción, periodismo, poesía, etc.– como una profesión estable, como medio y modo de vida. Sin duda debe ser una dicha envidiable. Los que no la tienen e integran esa invisible legión de “aspirantes a”, dedicando a la literatura el casi siempre escaso tiempo libre, viven con ella, en cambio, una relación que bien podría compararse con la de una “amante secreta”. Es una realidad ligada al contexto social, cultural y económico en el que nos toca (sobre) vivir, que no siempre le permite al artista procurarse el sustento desarrollando sus mejores dones. 

        Sabemos que hay muchísimas personas “casadas formalmente” con un trabajo también solemne, exigente –y por lo tanto, muchas veces aburrido, cuando no insoportable, como a veces pueden serlo algunos matrimonios– que se desquitan de esa desdichada rutina manteniendo un idilio a deshoras con la escritura. Claro está que, a veces, de esas relaciones clandestinas puede nacer un hijo. Ahora bien: los testimonios de “pueblo chico” dan cuenta de que los hijos de padres “encubiertos” son los que mejor confirman las sospechas del prójimo, porque guardan con su progenitor un parecido extraordinario, delatando esa ascendencia oculta a través del rostro, los ojos, las actitudes y la manera de ser. Del mismo modo, los amantes de la literatura procrean hijos –textos– que los pintan de cuerpo entero y mejor que nadie en el mundo.

       Este breve introito viene a propósito de que acaba de llegar a mis manos la producción literaria de un notable escritor “a tiempo parcial”,  Efrén Juan Ulla, que engendró con doña Letras, hasta hoy, cinco bellas creaturas: unos libros que son su “genio y figura” y que, ante sus conocidos, denunciarían por el estilo y las palabras esa indudable paternidad aunque los hubiera publicado bajo algún seudónimo. 

       En su conjunto, estas obras revelan los diversos motivos de desvelo que caracterizan al autor: sus interrogantes y convicciones vitales y filosóficas –“Atrévase”, Ediciones Escritores Argentinos de Hoy, Bs. As., 2002–, su vocación docente y la generosidad de transmitir los sólidos conocimientos adquiridos en la faz comercial, industrial y empresarial durante una rica trayectoria profesional –“Marketin$”, Orientación Gráfica Editora, Bs. As., 2007–, sus preocupaciones sociales, políticas y económicas –“Argentina tiene salida”, Índigo Ediciones, Rosario, 2009–, la sabiduría acumulada a través de sus experiencias existenciales, acuñada en ingeniosos aforismos –“Yo, Dios”, Índigo Ediciones, Rosario, 2010– y, de reciente publicación, un volumen de poemas que desde el título –“Partes pudendas”, UNR Editora, Rosario, 2011– ya nos indica que Efrén Ulla ha decidido abrirnos allí de par en par las puertas de su corazón, mostrándonos su costado más íntimo y profundo.

       No puedo resistir la tentación de transcribir algunos fragmentos–limitándome aquí a las obras puramente literarias, ya que la brevedad de esta nota impide ahondar en las de contenido económico y político, con valiosas referencias técnicas y bibliográficas– donde el autor exhibe sus grandes cualidades, no solo como pensador, poeta o consejero, sino además un don propio de las inteligencias exquisitas: su finísimo sentido del humor. Pruebas al canto.

       “Atrévase” es una obra desenfadada, surcada por el humor y la ironía, dos ingredientes que se revelan desde el comienzo mismo con los “prólogos apócrifos” de Julián Marías, Lord Keynes, Woody Allen y otros famosos. Efrén Ulla se ríe de sí mismo, y lo hace como un recurso formidable para luego poder mofarse, ya sin excusas, de un mundo y un tiempo cargados de contradicciones. El libro contiene historias desopilantes, entre las que se destacan por su mordacidad y las moralejas implícitas un “Cuento infantil”, “Amores que matan”, “Corrupción”, “Mi personaje inolvidable” –la historia de Casimiro Lisartre, un personaje pueblerino que “…en realidad se llamaba Lisandro. Le decíamos Casimiro porque era tuerto”–, sin olvidar los “Cuentos explicados”, cuyas notas de esclarecimiento son más cómicas que los cuentos mismos. Para ilustrar la frescura de su prosa, vale la pena reproducir el remate de la historia titulada “Las manchitas”, que narra las vicisitudes de Bárbara, una chica hermosa y a la vez muy tímida. La joven comienza a sufrir la aparición de unas extrañas manchas en todo su cuerpo y no se atreve a consultar a un médico, porque todos los hombres la acosan siempre con demostraciones de lascivia. Hasta que un día, ya desesperada, acierta a pasar frente a una casa donde ve un cartel: “Doctor Erik Frederiksen”. La apariencia de orden y formalidad, unidas al apellido “sueco o danés o de por ahí”, le hacen pensar que seguramente se tratará de un profesional serio, objetivo, científico, y que nada malo le puede pasar. Se decide a hacer la consulta. He aquí el desenlace.  “Cuando entró a la sala donde atendía el Dr. Frederiksen saludó apenas y comenzó a hablar atropelladamente al tiempo que se iba desvistiendo. Hablaba sin parar y sin dar lugar a interrupciones, contando toda su angustia por las manchas que habían ido cubriendo su cuerpo maravilloso. (…) Contó todo de un tirón, y al terminar ya estaba totalmente desnuda. Espectacular en su belleza. Y preguntó: –¿Qué opina sobre las manchitas, Doctor? –Me parecen preciosas, pero tenga en cuenta que soy Doctor en Filosofía –dijo Frederiksen”.

        No menos humor e ironía hay en los “desafortunados aforismos desaforados” que integran el volumen titulado “Yo, Dios”. En este caso se suman a esos condimentos una imprescindible cuota de sabiduría vital y cierta dosis de filosofía, que afloran una y otra vez a lo largo del libro. El “Dios-Autor” elabora un prolijo catálogo de respuestas, consejos, recomendaciones y advertencias. Citaré solo unos pocos como botones de muestra. “Cuando investigues, no te enamores de tus ideas, o te resultará imposible abandonarlas”. / “Soledad no es estar solo. Soledad es no quererse”. / “¿Por qué les preocupa tanto la muerte? ¿Han escuchado alguna queja?” / “Conviene que los perversos sean perezosos”. / “Quien no tiene poder, aún puede persuadir”. /”Qué poca cosa son los sueños de los déspotas”. / “La palabra puede ser más grande que el hombre que la dice y llegar más allá de su lugar y su tiempo”. Memorables.

        Concluyo esta reseña con las impresiones recogidas a primera lectura de los poemas contenidos en “Partes pudendas”. Bajo el subtítulo de “Poesía desde la vereda de enfrente”, el volumen arranca con una “aclaración necesaria” para explicar los motivos de la titulación. También aquí campea el humor en logros como los de “Muletillas”, “Caricias”, “Duda” y otros agudos retruécanos versificados. En esta línea creativa se destacan, como recursos francamente novedosos, “Poesía en continuo envolvente” y “Corre, corre, sigue, sigue”, facturas textuales que, bajo la forma de un círculo y de un anillo de Moebius, respectivamente, intentan desafiar la finitud y el Tiempo.  Todos estos despliegues risueños sirven de deliberado camuflaje para introducir, en definitiva, sentimientos mucho más profundos: la angustia, el dolor y el amor. En el aprieto de tener que elegir aquí tan solo uno a manera de muestra, optamos por este requiebro romántico:



                                           EL ENCUENTRO


                                         Noche pletórica
                                                  de auspicios,
                                        poblada de premoniciones,
                                         llena de mística
                                             y poesía,
                                        cargada de intenciones
                                                                reprimidas,
                                         fantasías ocultas,
                                         mágicos presentimientos.


                                         Noche descontrolada,
                                         ardiente como leños,
                                         abrasadora, prodigio 
                                                de fascinante seducción,
                                         providencial vacilar
                                           de tu voluntad
                                                      y la mía.


                                         Encendida tú,
                                                encendida la noche,
                                         en llamas, los dos.
                   


        En la vida real, Efrén Ulla es un experto comerciante y empresario de larga trayectoria en Santa Fe. Está felizmente casado desde hace muchos años y su matrimonio con Martha Irigoyen, lejos de ser rutinario ni aburrido, le ha deparado una ingente felicidad y tres hermosas hijas.

      Él ya no oculta las relaciones clandestinas con sus dos amantes actuales, doña Poesía y doña Prosa. No podría hacerlo; sencillamente porque estos hijos de papel han comenzado a ambular por el mundo literario proclamando a voz en cuello su inexcusable paternidad. Y como buenos retoños de mejor padre, cada día van acrecentando una fama muy bien ganada. Entretanto, el autor sigue soñando con el retiro de la actividad empresarial y la posibilidad –ya muy cercana– de convertirse en escritor “a tiempo completo”. 

       Seguramente habrá de lograrlo. Sin duda lo merece.



Carlos D. Ferrari
   

Bookmark and Share

LA NOTA DE HOY




LOS RETOÑOS DE UN PADRE FIEL… 
(A SU AMANTE SECRETA)

Cinco obras de Efrén Juan Ulla






          Imaginemos lo que significa para alguien con fuerte vocación literaria llegar a convertirse en un escritor “a tiempo completo”; esto es, asumir la escritura, en sus posibles variantes y combinaciones –ensayo o ficción, periodismo, poesía, etc.– como una profesión estable, como medio y modo de vida. Sin duda debe ser una dicha envidiable. Los que no la tienen e integran esa invisible legión de “aspirantes a”, dedicando a la literatura el casi siempre escaso tiempo libre, viven con ella, en cambio, una relación que bien podría compararse con la de una “amante secreta”. Es una realidad ligada al contexto social, cultural y económico en el que nos toca (sobre) vivir, que no siempre le permite al artista procurarse el sustento desarrollando sus mejores dones. 

        Sabemos que hay muchísimas personas “casadas formalmente” con un trabajo también solemne, exigente –y por lo tanto, muchas veces aburrido, cuando no insoportable, como a veces pueden serlo algunos matrimonios– que se desquitan de esa desdichada rutina manteniendo un idilio a deshoras con la escritura. Claro está que, a veces, de esas relaciones clandestinas puede nacer un hijo. Ahora bien: los testimonios de “pueblo chico” dan cuenta de que los hijos de padres “encubiertos” son los que mejor confirman las sospechas del prójimo, porque guardan con su progenitor un parecido extraordinario, delatando esa ascendencia oculta a través del rostro, los ojos, las actitudes y la manera de ser. Del mismo modo, los amantes de la literatura procrean hijos –textos– que los pintan de cuerpo entero y mejor que nadie en el mundo.

       Este breve introito viene a propósito de que acaba de llegar a mis manos la producción literaria de un notable escritor “a tiempo parcial”,  Efrén Juan Ulla, que engendró con doña Letras, hasta hoy, cinco bellas creaturas: unos libros que son su “genio y figura” y que, ante sus conocidos, denunciarían por el estilo y las palabras esa indudable paternidad aunque los hubiera publicado bajo algún seudónimo. 

       En su conjunto, estas obras revelan los diversos motivos de desvelo que caracterizan al autor: sus interrogantes y convicciones vitales y filosóficas –“Atrévase”, Ediciones Escritores Argentinos de Hoy, Bs. As., 2002–, su vocación docente y la generosidad de transmitir los sólidos conocimientos adquiridos en la faz comercial, industrial y empresarial durante una rica trayectoria profesional –“Marketin$”, Orientación Gráfica Editora, Bs. As., 2007–, sus preocupaciones sociales, políticas y económicas –“Argentina tiene salida”, Índigo Ediciones, Rosario, 2009–, la sabiduría acumulada a través de sus experiencias existenciales, acuñada en ingeniosos aforismos –“Yo, Dios”, Índigo Ediciones, Rosario, 2010– y, de reciente publicación, un volumen de poemas que desde el título –“Partes pudendas”, UNR Editora, Rosario, 2011– ya nos indica que Efrén Ulla ha decidido abrirnos allí de par en par las puertas de su corazón, mostrándonos su costado más íntimo y profundo.

       No puedo resistir la tentación de transcribir algunos fragmentos–limitándome aquí a las obras puramente literarias, ya que la brevedad de esta nota impide ahondar en las de contenido económico y político, con valiosas referencias técnicas y bibliográficas– donde el autor exhibe sus grandes cualidades, no solo como pensador, poeta o consejero, sino además un don propio de las inteligencias exquisitas: su finísimo sentido del humor. Pruebas al canto.

       “Atrévase” es una obra desenfadada, surcada por el humor y la ironía, dos ingredientes que se revelan desde el comienzo mismo con los “prólogos apócrifos” de Julián Marías, Lord Keynes, Woody Allen y otros famosos. Efrén Ulla se ríe de sí mismo, y lo hace como un recurso formidable para luego poder mofarse, ya sin excusas, de un mundo y un tiempo cargados de contradicciones. El libro contiene historias desopilantes, entre las que se destacan por su mordacidad y las moralejas implícitas un “Cuento infantil”, “Amores que matan”, “Corrupción”, “Mi personaje inolvidable” –la historia de Casimiro Lisartre, un personaje pueblerino que “…en realidad se llamaba Lisandro. Le decíamos Casimiro porque era tuerto”–, sin olvidar los “Cuentos explicados”, cuyas notas de esclarecimiento son más cómicas que los cuentos mismos. Para ilustrar la frescura de su prosa, vale la pena reproducir el remate de la historia titulada “Las manchitas”, que narra las vicisitudes de Bárbara, una chica hermosa y a la vez muy tímida. La joven comienza a sufrir la aparición de unas extrañas manchas en todo su cuerpo y no se atreve a consultar a un médico, porque todos los hombres la acosan siempre con demostraciones de lascivia. Hasta que un día, ya desesperada, acierta a pasar frente a una casa donde ve un cartel: “Doctor Erik Frederiksen”. La apariencia de orden y formalidad, unidas al apellido “sueco o danés o de por ahí”, le hacen pensar que seguramente se tratará de un profesional serio, objetivo, científico, y que nada malo le puede pasar. Se decide a hacer la consulta. He aquí el desenlace.  “Cuando entró a la sala donde atendía el Dr. Frederiksen saludó apenas y comenzó a hablar atropelladamente al tiempo que se iba desvistiendo. Hablaba sin parar y sin dar lugar a interrupciones, contando toda su angustia por las manchas que habían ido cubriendo su cuerpo maravilloso. (…) Contó todo de un tirón, y al terminar ya estaba totalmente desnuda. Espectacular en su belleza. Y preguntó: –¿Qué opina sobre las manchitas, Doctor? –Me parecen preciosas, pero tenga en cuenta que soy Doctor en Filosofía –dijo Frederiksen”.

        No menos humor e ironía hay en los “desafortunados aforismos desaforados” que integran el volumen titulado “Yo, Dios”. En este caso se suman a esos condimentos una imprescindible cuota de sabiduría vital y cierta dosis de filosofía, que afloran una y otra vez a lo largo del libro. El “Dios-Autor” elabora un prolijo catálogo de respuestas, consejos, recomendaciones y advertencias. Citaré solo unos pocos como botones de muestra. “Cuando investigues, no te enamores de tus ideas, o te resultará imposible abandonarlas”. / “Soledad no es estar solo. Soledad es no quererse”. / “¿Por qué les preocupa tanto la muerte? ¿Han escuchado alguna queja?” / “Conviene que los perversos sean perezosos”. / “Quien no tiene poder, aún puede persuadir”. /”Qué poca cosa son los sueños de los déspotas”. / “La palabra puede ser más grande que el hombre que la dice y llegar más allá de su lugar y su tiempo”. Memorables.

        Concluyo esta reseña con las impresiones recogidas a primera lectura de los poemas contenidos en “Partes pudendas”. Bajo el subtítulo de “Poesía desde la vereda de enfrente”, el volumen arranca con una “aclaración necesaria” para explicar los motivos de la titulación. También aquí campea el humor en logros como los de “Muletillas”, “Caricias”, “Duda” y otros agudos retruécanos versificados. En esta línea creativa se destacan, como recursos francamente novedosos, “Poesía en continuo envolvente” y “Corre, corre, sigue, sigue”, facturas textuales que, bajo la forma de un círculo y de un anillo de Moebius, respectivamente, intentan desafiar la finitud y el Tiempo.  Todos estos despliegues risueños sirven de deliberado camuflaje para introducir, en definitiva, sentimientos mucho más profundos: la angustia, el dolor y el amor. En el aprieto de tener que elegir aquí tan solo uno a manera de muestra, optamos por este requiebro romántico:



                                           EL ENCUENTRO


                                         Noche pletórica
                                                  de auspicios,
                                        poblada de premoniciones,
                                         llena de mística
                                             y poesía,
                                        cargada de intenciones
                                                                reprimidas,
                                         fantasías ocultas,
                                         mágicos presentimientos.


                                         Noche descontrolada,
                                         ardiente como leños,
                                         abrasadora, prodigio 
                                                de fascinante seducción,
                                         providencial vacilar
                                           de tu voluntad
                                                      y la mía.


                                         Encendida tú,
                                                encendida la noche,
                                         en llamas, los dos.
                   


        En la vida real, Efrén Ulla es un experto comerciante y empresario de larga trayectoria en Santa Fe. Está felizmente casado desde hace muchos años y su matrimonio con Martha Irigoyen, lejos de ser rutinario ni aburrido, le ha deparado una ingente felicidad y tres hermosas hijas.

      Él ya no oculta las relaciones clandestinas con sus dos amantes actuales, doña Poesía y doña Prosa. No podría hacerlo; sencillamente porque estos hijos de papel han comenzado a ambular por el mundo literario proclamando a voz en cuello su inexcusable paternidad. Y como buenos retoños de mejor padre, cada día van acrecentando una fama muy bien ganada. Entretanto, el autor sigue soñando con el retiro de la actividad empresarial y la posibilidad –ya muy cercana– de convertirse en escritor “a tiempo completo”. 

       Seguramente habrá de lograrlo. Sin duda lo merece.



Carlos D. Ferrari
   

Bookmark and Share

miércoles, 11 de julio de 2012

LA NOTA DE HOY






EL RIO CHUBUT EN LA POESIA REGIONAL


Por Jorge Eduardo Lenard Vives






Los grandes ríos de la Patagonia tienen un atractivo especial, por varias causas. Una es su cualidad germinal; ese don milagroso de alentar la vida en medio de la estepa. Otra, su prolongado discurrir uniendo los tres paisajes típicos de la región; de modo que seguir su recorrido es hacer un paseo desde las anfractuosidades de la cordillera, hasta la abrupta costa que alterna playas y acantilados, pasando por la meseta mineral e inmutable. El Colorado, el Negro, el Chubut, el Santa Cruz y el Gallegos siempre han sido motivo de inspiración para la Literatura.

Plasmando en su nombre la cualidad que lo caracteriza, perpetuada a su vez por los colonos galeses en el toponímico “Camwy”, el río Chubut fue objeto de las obras de muchos poetas sureños. De ellos vamos a tomar para este análisis sólo a cuatro: Virgilio Zampini, Vicente Antonio Ugo, Delfino González y Carlos Dante Ferrari.

Los aludidos adoptan la sinuosidad del río como un común rasgo distintivo. Zampini, en sus “Dos sonetos para el río Chubut”, la menciona de la siguiente manera: “Y otros hombres vinieron al misterio / de tu sinuoso trazo...”. Por su parte, el doctor Ugo, que titula a su poema “Río Chubut”, como lo hacen los dos restantes bardos, refiere de esta manera su serpenteo : “Y allá vas en un viaje retorcido, / desde cuándo, quizás y desde dónde...”. En tanto, González dice: “Río Chubut, / río sinuoso, esquivo; / río de las vueltas...”; y Ferrari nos habla de “Sus bordes arenosos, los meandros, / sus incontables vueltas...” 

Otra característica del río, su relación íntima con la historia del Chubut, es esparcida por Zampini a lo largo de sus dos sonetos. “Hubo una vez -quién puede decir cuándo- / un nombrador tehuelche en tus orillas”, dice en el primero, señalando los orígenes. En el segundo soneto nos lleva al siglo XVI: “Fue el hispano / conquistador que edificó el imperio / de los Césares con su sueño vano”. Finalmente, más adelante completa:

Y fue el galés, cantor de libertades,
que dio su espalda, firme, a los retornos,
para plantar, de frente, tus ciudades...

Ugo narra su cualidad de testigo de los tiempos de esta forma: “Si habrás visto la historia que te cuento / de españoles guerreros, de galeses / y de indios subidos en el viento”. González, a su vez, describe su devenir milenario iniciándolo con quienes le dieron nombre: “...río de las vueltas /como lo llaman los indios”, para concluirlo citando elípticamente la colonización: “Cuando se adentra en el valle/ de las ubérrimas vegas, / donde el trabajo es un canto / que fecunda la tierra..../ ....cantando se desangra /por el tajo de las acequias”. Pero es Ferrari quien más se explaya en su larga existencia:

El mártir, el colono, el misionero;
el español, quizás, con peto y un blasón en la cimera;
el rubio explorador de las pupilas claras
guiado por el indio,
el soldado en campaña...

Ni Zampini ni Ugo recuerdan la presencia en su cauce del Dique Ameghino; aunque sí lo hace Ferrari en estos versos: “El hombre ha procurado desafiarlo. / Rebelde a los desbordes y en su afán por vencerlo / buscó atrapar su curso caprichoso / edificando un muro entre las peñas”. También la menciona, en forma indirecta, Gonzalo Delfino, al dedicar su poema “Al Ing. Antonio D. Pronsato”; Jefe de la Comisión de Estudios y Obras del Río Chubut hasta 1948, cuando fue reemplazado por el Ingeniero Oscar Camilo Vives. Esta Comisión realizó los estudios conducentes a la construcción de la presa, que detuvo las inundaciones invernales e impidió que el curso se agostara en el estío.

Si bien la temática es similar, los cuatro poetas dan a luz obras únicas, con sus particulares puntos de vista, métrica, rima y lenguaje. Interesante ejercicio sería ampliar este humilde estudio comparativo, empleándolo como propósito de un trabajo práctico para estudiantes de alguno de los niveles de la educación. Tal tipo de tareas en las aulas, con material de escritores regionales, es una manera de conocer a nuestros autores, de leer sus creaciones y, en suma, de saber más sobre la Literatura Patagónica.




Nota del autor: los poemas citados en la nota pueden ser leídos, en su versión completa, en las páginas anteriores de este blog.


Bookmark and Share