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sábado, 4 de mayo de 2013

EL RELATO DE HOY






ENCUENTRO 



Por Ada Ortiz Ochoa (*)




Quiero pensar y no puedo. 

Me siento suspendida como si el suelo se alejara raudamente, poniendo distancia entre mis plantas. Estiletes de hielo destruyen mi pensamiento, dejándome indefensa como espiral de humo a merced de corrientes imprevistas. 

Quiero llegar hasta el final y no sé cómo hacerlo. Se alertan mis sentidos y percibo voces lejanas. 

Alguien emite sonidos melodiosos que alborotan con suavidad la quietud de esta tarde. 

Gorriones anidan en los techos y embarullan sin cesar. 

Abro la puerta que da al jardín, mis dedos palpan todos los ásperos rebordes. Oscuridad y silencio. Me sorprende el ruido de pequeños guijarros que crujen bajo mi paso, que ahora menos temeroso tiene decisión. 

Me aproximo a la siguiente puerta que parece fileteada de luz. Sus contornos irregulares parecen imanes a los que mis ojos se pegan. El picaporte gira dócil a mi movimiento. 

Todo lo vivido con anterioridad parece agolparse en mis recuerdos. 

¡Qué poquita cosa somos los humanos!.., menos que un granito de arena, que un insecto, una pisada, una huella. Gotas de agua y tal vez solo la millonésima fracción de un segundo en la historia del tiempo... pero que a la vez, vivimos sacudidos bravíamente por la fuerza poderosa de nuestros sentimientos. 

¡Aquí está la fuerza! ¡En nosotros mismos! Depende de cada uno el sentir, o el quedar sin sentimientos... 

Ahí está la puerta que da a la calle y mis interrogantes tendrán respuesta. 

Me decido y abro. Ya todo está bien y con alegría digo... 

-¡Estás aquí! ¡De nuevo estás aquí! 





(*) Escritora de Sierra Grande.


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3 comentarios:

Luis E. Ferrarassi dijo...

En pocas palabras se condensan tantos sentimientos y realidades. Muy lindo relato.

Luis E. Ferrarassi dijo...

Muy lindo relato. Se condensan tantos sentimientos, realidades, miedos en pocas palabras. Me gustó mucho.

Jorge Vives dijo...

Coincido con la apreciación de Luis Ferrarassi; es un excelente relato el que nos brinda Negrita. Es un texto agridulce, que mezcla miedo y felicidad; o, dicho de otra manera, que habla del miedo a la felicidad. El simple encuentro que narra Negrita, en forma vívida y elocuente, es una metáfora de la vida: no son pocas las veces que una persona renuncia a la felicidad por el temor a sumergirse en el remolino de la existencia humana. Pero ella lo narra desde una perspectiva íntima, personal, pulsando las cuerdas de los sentimientos y las vivencias más profundas: por eso llega con tanta precisión al lector, que se siente acompañando a la autora a través del jardín, pasando a través de las distintas puertas, acercándose de a poco al momento tan deseado y tan temido; compartiendo sus indecisiones. Pero, finalmente, Negrita deja las dudas de lado. Y abre la última puerta