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sábado, 29 de junio de 2013

EL RELATO DE HOY




ESA FLOR AZUL


Por Hugo Covaro (*)




   Javier Etchemaitechea le pasaba un trapo al mostrador tratando de limpiarle esa pátina oscura que el uso y los años le untaron a su tosco maderamen.

   En Cañadón Huemul- parada de carros y chatas- su boliche reunía a los pocos pobladores de la zona y viajeros que desde setiembre a marzo se animaban a transitar aquellos huellones, marcados a puro invierno en la piel nativa del páramo.

   Javier miraba la lluvia empañar la mañana fría con esa garúa obstinada que llevaba cuatro días seguidos sin parar, como quien acepta resignado un veredicto irrefutable. Esa llovizna tenaz, que apenas le permitía ver hasta el palenque solitario, parecía mojarle la única región a salvo de aquella tempestad obcecada: los recuerdos.

   Se veía joven, recién llegado, con esa desmesurada vastedad extendiéndose ante sus ojos azorados. Sus primeros trabajos, largos arreos, duros inviernos esperando a la vida en estrechos fogones de dilatadas estancias inglesas, privaciones, algún amor pasajero que sólo dura lo que dura la plata de un mensual cuando baja a los pueblos de la costa. Esquila, baños, señalada, desierto, soledad... 

   Hasta que llegó el día en que un paisano suyo le ofreció el boliche y juntando los ahorros de años a las ganas de quedarse por algún tiempo en un solo sitio, se le animó al oficio de bolichero.


   Y aquí lleva treinta años, viendo pasar los días entre arrieros quemados de intemperie, troperos tallados de vientos, indios melancólicos, oportunos mercachifles, puesteros llenos de olvido.

- Una grapa, don Javier...¿qué va a tomar usted?

- Pa’ mí una caña dulce y un vino pa’ mi compañero. 

- Traigo cuero e’ zorro...once traigo... 

- Vasco...¡una ginebra doble!. 

   Un ruido que venía de esa lluvia mansa le devolvió la conciencia. Vio entonces al bulto que trataba de encontrar el hueco de la puerta, soltando briznas de agua su haraposo ropaje. El recién llegado tanteaba el piso con una vara corta que hacía de bastón y se guiaba tocando los objetos que encontraba a su paso o los sonidos que le indicaban la presencia humana en ese rumbo. Cuando logró entrar, cerró la puerta tras de sí y se quedó inmóvil unos segundos esperando percibir nuevos mensajes. Caminó hacia el mostrador al mismo tiempo que se quitaba la boina negra y preguntaba:

- ¿Hay alguien aquí? 

- ¡Qué día para salir de recorrida, don Hilario! -espetó el vasco sólo por decir algo; luego agregó: -Desde que se le dio por llover finito, no he visto gente; debe estar mala la huella. ¡Suerte que vino usted para conversar y no estar solo, aburrido de ver garuar!

- Me han dicho que usted sabe se los puede encontrar al curandero, que sabe venir por aquí... que usted sabe...- dijo el ciego, secándose las últimas gotas de la cara con el dorso de la mano. 

-¡Ah!, ¡Payún!...hace como un año que no baja. La vez pasada lo fueron a buscar cuando la mujer de don Demetrio Margariño estuvo tan enferma. Él la curó sólo con verla...de palabra. Pero hay que ir hasta donde termina el camino que lleva al volcán, justo donde el Arroyo Las Vueltas nace de los chorrillos. Ahí hay que prender fuego y esperar que baje. Eso dicen... 

- Gracias, don Javier- dijo el ciego, enfilando hacia la puerta, con la vara adelantándose a su paso vacilante. Salió del boliche para desaparecer tapado por la cerrazón. 

   Payún miró el humo subir recto, sostenido en la quietud de la mañana como un pabilo blanco sobre los árboles. Tapó con ramas la boca de la caverna y marchó aguas abajo. 



   El ciego, sentado junto al fuego, adivinaba ese sol joven salido de la tierra que le calentaba la cara y le ponía un reverbero lila en las pupilas opacas. 

   Sintió de golpe la mano del indio apoyarse en su hombro. Ningún ruido había denunciado su llegada. Giró la cabeza preguntando: 

- ¿Quién anda ahí?

- Payún- contestó el chamán con voz apenas audible. 

- He venido a verlo porque quiero que me cure. Soy ciego. 

- Ya lo sé...sé también por qué perdiste la vista. Si encuentro esa flor azul que Elchén guarda para dar luz a los ciegos, volverás a ver. Si no la encuentro, nunca más verás. Ahora vuelve por donde viniste y por ninguna causa regreses a este sitio- le sugirió para quedar silencio. 

- ¡Gracias, gracias, Payún!- expresó el ciego extendiendo los brazos en busca del chamán, pero nada encontró. Nadie respondió a sus palabras. 

   Lenta, dolorosamente, avanzaba el ciego, tropezando, cayendo, levantándose para caer de nuevo sobre el áspero suelo.



   Días enteros de penosa marcha de regreso a Cañadón Huemul, con la esperanza abrigándole el corazón fatigado, sobreviviendo a lo más hondo de la noche. 

   Primero fue como un lejano deseo de llorar que se derrumbaba de sus ojos dormidos. En el cristal líquido de la lágrima, un arco iris difuso le iluminó los sentidos con minúsculo relámpago, tornándose de a poco en una visión acuosa, estremecida por flechas luminosas que fueron dando color a cada cosa: al principio, el camino; luego, las casas y por último, la gente. 

   Hilario lloraba. Era esa la forma más rotunda de lavar tanta oscuridad. En la caverna, el chamán miraba el fuego, perdido en lejanos territorios, mientras la flor azul que Elchén guarda para dar luz a los ciegos, le azulaba la negra obsidiana de los ojos.





(*) Escritor comodorense. Este cuento fue tomado del volumen “El Chamán y la lluvia”, de 1996. Aprovechando el gentil ofrecimiento del conocido autor para publicar sus relatos, Literasur irá presentando desde sus primeras obras hasta sus últimas creaciones.








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martes, 25 de junio de 2013

EL POEMA DE HOY

Un hermoso soneto



CALOR DE CAMPO


Por Antonio Vicente Ugo (*)



Hondo el cañadón, larga la pampa
donde tan sólo la jarilla crece.
Miento: un molle se aparece
en la leña raigal como una estampa.

También un piquillín humilde ofrece
su fibra dura en el lugar que acampa,
mientras el cielo a su hora ya se escampa
y muere el fogón y el cielo crece.

Toda esa humilde leña deseada
es el calor de la áspera meseta
que se ofrece total, sin pedir nada.

Me recuerda cosas que tuviste,
esa entrega de amor por lo secreta,
como la misma tierra que me diste.




(*) Poeta chubutense por opción. De su poemario “La tierra que me diste”.
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sábado, 22 de junio de 2013

EL MICRORRELATO DE HOY





Canto llano

Por Graciela Fernández de Jones (*)



Amanece. Las primeras lucen escarchan la tierra de marfil y damasco. Morada de antiguas lenguas tehuelches. Entrega de historia y coraje.
Ocres, terracotas y rosados, escalonan las terrazas. Altivas murallas perpetuando el canto del viento. Mudas fortalezas.
Destila su caricia amarilla el tomillo en el aire fresco de la mañana y se estira la quietud en el breve caserío. Zigzagueando volutas de humo escapan de las chimeneas.
El hombre inicia el rito cotidiano y echa a andar. Ensilla la vastedad del horizonte.
Trenza la mujer sus dedos en el telar y el día comienza.
Cuando la calandria posa el trino en la jarilla, repliega su memoria de arraigo en calafate en el fruto maduro.
Faldeos de coirones serpentean entre los cantos rodados que salpican de grises las lomadas. Y se recorta en el paisaje una llamarada naranja de tamarisco que flanquea el rancho.
Solitario el quilimbay enfunda su ritmo monocorde en el silencio y la infinitud se instala y se filtra por las grietas arcillosas. Roza apenas la llovizna en el rostro terroso que fundirá su alquimia de estéril estepa en el amasijo del alfarero.
Los parches del alma sureña laten en el corazón arisco de la meseta.




(*) Incluido en “Desde las postas del viento” – Escritores de Patagonia – Prueba de Galera Ediciones – Buenos Aires - 2001
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martes, 18 de junio de 2013

EL CUENTO DE HOY





Un espejo en un bar

Por Patricio G. Donato (*)


   Una ráfaga de viento otoñal levantó hojas marchitas del suelo, y las ramas de los árboles susurraron en su lengua milenaria.

   –Mire que he visto cosas increíbles, pero ninguna como esa –dijo el extraño de pelo largo. Su boca esbozó un tímido amago de sonrisa, y las innumerables arrugas de su rostro se plegaron con arabescos caprichosos.

   Intenté responder, pero no se me ocurrió que decirle. Había aparecido de la nada, a la vuelta de un eucalipto, en el medio de la plaza San Martín. Sin mediar saludo ni gesto parecido, se me acercó y empezó a hablar. Lo había tomado por un borracho, pero no hablaba ni se comportaba como tal. Más bien parecía un loco.

   –Se lo voy a contar. No se preocupe, no voy a robarle demasiado de su preciado tiempo –dijo el hombre, y sacó un habano de uno de los bolsillos de su abrigo.

   –Señor, no quiero ser grosero, pero estoy apurado y...  –dije, sin saber qué mentira contarle. No tenía ningún apuro, era solo otra de mis caminatas por la ciudad.

   El hombre frunció apenas el ceño y me miró fijamente. Le dio una larga calada a su habano y volvió a forzar una tímida sonrisa.

   –No se preocupe, voy a ser breve.

   El viento cesó al ritmo de sus palabras, y en ese momento llegué a pensar que me encontraba frente a un demonio o un ser sobrenatural. Con una voz áspera comenzó a relatarme su historia.

   “Hace algunos años salí a caminar por el centro de la ciudad una noche de luna llena. Creo que era un martes a la madrugada, pero no estoy seguro, bien podría haber sido jueves. Después de buscar en forma infructuosa algún bar abierto a esa hora, decidí volver a mi casa. En aquel entonces vivía allá al fondo, donde termina la avenida Gales, por lo que me quedaba un largo trecho a casa. Sin embargo, después de caminar unos pocos minutos me topé con un bar abierto. No recordaba haberlo visto antes, pero allí estaba: una puerta angosta y alta, un ventanal algo sucio, un cartel oxidado, y una mísera luz sobre la puerta de entrada. La noche estaba fría, así que no dudé en entrar. En su interior me encontré con un mostrador a la antigua usanza, cuatro mesas, algunos cuadros viejos y...”

   –Señor, muchas gracias por su historia pero tengo que seguir mi camino a...  –en un arrebato quise salir de mi ensoñación, pero el extraño hombre me tomó con fuerza del brazo.

   –Ya sé que está apurado –y dijo “apurado” en forma pausada, como burlándose de mí–, pero voy a ir al grano –insistió, y me miró con una intensidad tan fuerte que dejé de percibir mi entorno. Solo podía ver sus ojos negros como la noche y escuchar su voz áspera y pausada.

   De repente me sentí trasladado y vi aquel bar, sus cuatro mesas, el piso sucio, un mesero adormilado, y el viento que soplaba en la calle. Era una noche fría y...

   “Fui al baño del bar. Había algo extraño en ese lugar, pero no podía saber qué. Me lavé la cara en la pileta, y al secarme el rostro y mirar en el espejo pude darme cuenta qué era lo que iba mal. En el espejo no se veía mi rostro, sino que se veía un paisaje soleado, una llanura repleta de arbustos secos, y el reflejo del agua del mar al fondo. Vi animales que nunca llegué a conocer, y aborígenes ya desaparecidos. Vi un velero de tres palos arribar a la costa, dejando a decenas de hombres mujeres y niños en unas precarias casitas. Hablaban una lengua extraña y afrontaron grandes dificultades. Vi un ferrocarril, y un muelle, y luego otro más, que se sucedieron vertiginosamente. Una construcción acá, otra más allá, y así empezaron a brotar casas en el suelo árido. El viento azotaba el lugar y los hombres luchaban contra los elementos. Vi carretas y luego autos, muchos barcos en la rada. Uno de ellos se incendió y lo hicieron encallar al sur, del otro lado de un promontorio donde se habían establecido aquellos inmigrantes llegados en el velero. Otros fueron y vinieron, alguno se hundió, pero el flujo no cesó. El pueblo creció, su cuadricula se extendió, más gente llegó por tierra. Como una película acelerada, vi destellos de los comercios donde habían trabajado mis abuelos, y no creo equivocarme si digo que vi a mis padres por ahí. Los años pasaban, lo podía sentir en cada imagen que veía. Se tendieron cables de electricidad, se asfaltaron calles, y se trazaron rutas, y el pueblo siguió creciendo. De a ratos, meses quizás, se veía gente apiñada en la costa, disfrutando del mar y del sol. Por momentos, el viento rugía con furia y todo quedaba envuelto en polvo. Se construyeron fábricas y apareció otro muelle. Había casas por doquier, y el pueblo empezó a moverse con ritmo de ciudad. Escuché voces, decenas, cientos, miles de voces surgiendo de ese espejo, y creí reconocer algunas. No, mejor dicho, reconocí algunas, las de...”

   –¡Despierte!, ¡Despierte!  –me sacudió el extraño hombre de pelo largo y ojos negros.
   –¿Ehhh? ¿Qué pasó?  –dije con una mezcla de confusión y emoción–. Yo estaba en el bar, frente al espejo, y escuché la voz de…

   –Usted no estaba en ningún bar, usted estaba acá, frente al monumento a San Martín –me dijo el extraño, que ya no me parecía tan viejo como antes.

   –No me entiende, yo estaba en ese bar, el de la calle Belgrano y... y...

   –Y nada, usted estaba acá y se me vino encima diciendo cosas raras. Usted estaba en trance, o delirando. ¿Por qué no vuelve a su casa? ¿Quiere que le llame a una ambulancia?

   –N-no, es-s-tá bien –tartamudeé. Me sentía un completo idiota–. Disculpe, no quise molestarlo –me di vuelta y me alejé de allí con paso apresurado. La vergüenza me corroía por dentro.

   Unos metros más adelante me di vuelta, por reflejo, y miré hacia el monumento a San Martín. Allí estaba parado todavía el extraño de pelo largo. Se reía mientras fumaba su habano. Levantó una mano para saludarme y me dijo:
   –La próxima noche de luna llena, salga a dar una vuelta y busque el bar, está cerca de la esquina de Bartolomé Mitre y Marcos A. Zar.

   Parpadeé un segundo y no lo vi más. Sencillamente se había esfumado de la misma manera en que había aparecido. Volví a andar, camino a mi casa, y me puse a pensar en el hombre, la historia, lo que vi (o creí ver) y su enigmática despedida. No pasaron más de dos minutos cuando lancé una puteada:
   –¡Puta madre! ¡Pero si Bartolomé Mitre y Marcos A. Zar son paralelas! ¡Nunca se cruzan en una esquina!


   Me pareció oír la carcajada del extraño de pelo largo.



(*) El autor es oriundo de Puerto Madryn, aunque actualmente reside en Mar del Plata. Practica la escritura como un hobby para canalizar inquietudes personales, y ha participado en algunas antologías de relatos cortos. Sus temas favoritos son la ciencia ficción y lo fantástico, pero siempre se reserva un tiempo para escribir sobre la Patagonia, el lugar en el que creció y adonde añora volver. Edita el blog Bahía Sin Fondo ( http://bahiasinfondo.blogspot.com.ar/ ), el cual está dedicado principalmente a temas relacionados con la Patagonia.


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sábado, 15 de junio de 2013

EL POEMA DE HOY





Entre las bardas


Por Margarita Borsella




Cuando el sol de primavera
besa las cumbres del oeste
se desprenden de los picos
gemas de cristal,
sobre la cresta de olas blancas
saltan entre el vapor de la montaña,
para luego bañar
remansos maitenenses.

Y allí cerca nace.
Se hace delgado, claro,
con la intensidad de un amor secreto.

Desde su naciente
danza por precordillera, mesetas y valles.

Fue en otros tiempos
testigo mudo de cantos de muerte,
de la lucha de pieles claras y oscuras,
y se tiñó de sangre y viento.

Pero en ojos del galés descubrió su sueño,
lo llevó hasta donde los sauces
dejan sus lágrimas en la orilla.
…Y en el valle fueron naciendo
Rawson, Gaiman, Dolavon
y como punta de rieles, Trelew.

Entre vendaval, greda y coirones
ve sacudir al desierto en translúcidas ondas.

Por bardas, altares y embalse,
tremola hacia el valle con sus nubes insulares.
Se viste de sol y de estrellas
y con un coro de gaviotas
se entrega a las olas
en un beso enamorado.





                                                                                                 
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martes, 11 de junio de 2013

LA NOTA DE HOY





BIBLIOTECAS POPULARES


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




    ¿Qué lector, al iniciarse en su afición, no fue socio de una Biblioteca Popular? ¿Quién no recorrió, ávido de novedades, los estantes de la sección infantil o juvenil; que le ofrecían un tesoro de lecturas? ¿Quién, ya mayor, no concurrió a una de estas instituciones, buscando un libro en el transcurso de una investigación o para su mero solaz? Ya sea por estos o muchos otros motivos, las Bibliotecas Populares tienen un atractivo especial que las transforman en verdaderos sanctasanctórum para los iniciados. Como un modo de recordar su presencia en la Patagonia, los invito a hacer un recorrido por algunas de las Bibliotecas de este suelo; y así, aunque sea en forma incompleta, rendirles un pequeño homenaje.

    En la “Puerta de la Patagonia”, Bahía Blanca, encontramos la Biblioteca Popular “Bernardino Rivadavia”; fundada en 1882. Además de sus ejemplares propios, posee 25.000 libros sobre historia de la colección del Dr Félix Weinberg; y una hemeroteca con los 109 periódicos locales editados desde 1883. Ya en la Patagonia, al sur del río Colorado pero aun en la provincia de Buenos Aires, hallamos en Villalonga la Biblioteca Pública “Presbítero Raúl Entraigas”, que funciona desde 1982. Su nombre honra a uno de los principales escritores de la Patagonia; sacerdote nacido en San Javier, Río Negro, en 1901. Entre sus numerosas obras se cuentan poemarios, ensayos, biografías y artículos periodísticos. Muere en 1977, en Buenos Aires. También la Biblioteca Popular de Maquinchao recuerda al ilustre salesiano.

    Cruzando el río Negro podemos visitar la Biblioteca Popular “Bartolomé Mitre”, de Viedma, que data de 1887. En 1906 adquirió su nombre en homenaje al gobernante fallecido ese año; quien pasó su niñez en Carmen de Patagones. Su padre, Ambrosio Mitre, fue tesorero del fuerte hasta mediados de 1827, cuando la familia vuelve a Buenos Aires. En la misma provincia, pero más al sur, encontramos la Biblioteca Popular “Manuel Reynero Novillo”, de Sierra Grande; creada en enero de 1978. Recibe su nombre por el descubridor del mineral de hierro en la zona. Nacido en San Luis, se radica en Sarmiento, Chubut, en 1922. En 1944, en el transcurso de sus exploraciones, encuentra hierro en Sierra Grande. Cuatro años más tarde se afinca en Bahía Blanca, donde murió en 1955.




    La Biblioteca Popular “Domingo Faustino Sarmiento", de Bariloche, comenzó sus actividades en 1928. En 1932, el presidente Agustín Justo dictamina que se reserve para la Biblioteca una fracción frente al lago; pero años más tarde se le asigna un edificio en el Centro Cívico, inaugurado en 1940. En tanto, la Biblioteca Popular “Juan Bautista Alberdi” de Neuquén Capital, fue creada en 1928 por un grupo de vecinos. Sin embargo, la más antigua de esa provincia es la Biblioteca Popular “Coronel Olascoaga”, de Chos Malal, fundada en 1910.

    Desde 1934, Trelew cuenta con la Biblioteca Popular “Agustín Alvarez”. Su nombre hace referencia al general del Ejército Argentino, escritor y filósofo, nacido en 1857 en Mendoza y muerto en 1914 en Buenos Aires. Entre sus obras se cuentan “Ensayo sobre Educación”, “La evolución del espíritu humano” y “La creación del mundo moral”; además de numerosos folletos sobre varios temas. La biblioteca alberga la colección que fuera del científico Milcíades Alejo Vignati, con temas de antropología, arqueología y etnografía, principalmente patagónica. Como ejemplo de su riqueza se pueden mencionar la “Historia Provinciae Paraquariae Societatis Jesu”, de Nicolás del Techo, de 1637 y otras obras del siglo XVII. Asimismo, posee primeras ediciones de obras de Azara, Darwin, Falkner, Fitz Roy, Gardiner y Musters, entre muchos otros.

    En la capital del Chubut, es un antecedente digno de recordar la “biblioteca ambulante”, ideada por Florentino Basaldúa en 1899. Con el tiempo, en 1963, surge la Biblioteca Pública Provincial "Presbítero Bernardo Vacchina". Su nombre recuerda al sacerdote salesiano nacido en Italia en 1859, que a los 20 años integra el contingente de misioneros enviados por Don Bosco a la Argentina. En 1892 arriba a Rawson; allí establece el primer colegio Salesiano del Chubut, el primer hospital local, la primera iglesia dedicada a María Auxiliadora y el periódico “La Cruz del Sur”. Falleció en Buenos Aires en 1935.




    Hacia 1931, se organiza la primera Biblioteca de Gaiman, en la Escuela Nacional 34. En 1939 se transformó en Biblioteca Popular, con el nombre de “Juan Crisóstomo Lafinur”, para honrar al filósofo argentino. En 1941, la Biblioteca Popular y la Biblioteca Escolar se separan. Años más tarde, la Biblioteca Lafinur dejó el edificio escolar; al no disponer de un espacio físico para funcionar, los libros se depositaron en baúles en la municipalidad. En 1958 un grupo de vecinos decidió reabrirla; lo que se hizo el 1 de julio de 1959. En diciembre de ese año, en una reunión a la que asistió Virgilio Zampini, entonces Director Provincial de Cultura, se cambió su nombre por el de “Ricardo J. Berwyn”; en homenaje al primer educador del Valle.

    La Biblioteca Popular Pública Municipal de Comodoro Rivadavia se instituyó el 16 de agosto de 1946, con el apoyo de antiguos vecinos de la ciudad, de la Biblioteca Popular “Astra” y del gobernador de la Zona Militar, con el nombre de Biblioteca Pública Oficial. En 1955 se resuelve darle su actual nombre. Entre 1961 y 1992 funcionó en el Ex Hotel de Turismo, lugar que se inundó tras una gran marejada, ocasionando la pérdida de numerosos ejemplares.

    En Río Gallegos, la Biblioteca Popular Provincial “Juan Hilarión Lenzi”, cuenta en su patrimonio, además de su numerosa bibliografía, con la colección completa de la revista "Argentina Austral", editada entre 1929 y 1965 por la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia. El escritor que le da nombre nació en 1898 en Viedma. Con el tiempo, se radica en Puerto Santa Cruz y luego en Puerto San Julián, ejerciendo en ambos sitios el periodismo. En abril de 1923 arriba a Río Gallegos, escenario principal de su actividad, donde colabora en varios diarios locales. Entre sus libros se destacan “Vida y Hazañas del General Edelmiro Mayer”; “Carlos María Moyano: Marino, Explorador y Gobernante” e “Historia de Santa Cruz”. Muere a bordo del portaviones “25 de Mayo” en 1970.




    En Ushuaia, la Biblioteca Popular “Domingo F. Sarmiento” fue erigida el 8 de noviembre de 1926. El edificio que la albergara desde su fundación hasta 1996, conserva las características originales de su construcción, típicas de la zona: paredes de chapa acanalada y techo a cuatro aguas, un rosetón de vitreaux al frente y un “hall frío”.

    Nuestra tournée por algunas de las bibliotecas de la Patagonia, nos lleva a considerar varios aspectos. El primero, es que dichas instituciones estuvieron presentes en la región desde los tiempos fundacionales; ya que en las primeras décadas del siglo XX, en todas las actuales provincias patagónicas había algún establecimiento de tal tipo. Otro punto, es que la mayoría compartió el proverbial destino trashumante de estas entidades, que, a medida que crecen, como organismos vivos, deben buscar un sitio más amplio para morar. Y, en tercer lugar, que su presencia cumple una doble finalidad: por un lado, acercan los libros a la población; y, a la vez, se constituyen en verdaderos reservorios donde se conserva el bagaje bibliográfico que conforma una parte fundamental del acervo cultural patagónico.






Nota: pido disculpas a todas las Bibliotecas Patagónicas que no he podido mencionar en la nota por la tiranía del espacio disponible. Estas palabras pretenden representarlas a todas.







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viernes, 7 de junio de 2013

EL POEMA DE HOY




LA LLUVIA


Por Mirta Jodor (*)


Ovillo, ovillando

en hilos de lluvia

en gotitas entramadas

una de las casi últimas lluvias

del invierno,



en un ovillo interminable

las gotas se van uniendo

entre mis dedos de sed,



ovillo... ovilla mi tarde

lluvias añejas, buenas lluvias

lluvias de ausencias, lluvias eternas



llueve, llueve ... urge en mis manos

de tierra,

tejer con lluvia mi traje

para ahogarme de agua dulce

bendita agua que escapa de las nubes,



se acurruca, se hace río, laguna,

arroyo, manantial, lago... mar..

o escondida entre los surcos

verdor de valle mañana,



ovillo... ovillo la lluvia para que

no se me escape,

la quiero toda conmigo

que lave mis penas hoy,



que riegue intensamente

el manto manso tierra

que apresura en sus entrañas

brotes nuevos de esperanza

en una nueva primavera,

que escondida en las yemas de los ciruelos

simplemente aguarda.




(*) Escritora de Sarmiento (Chubut)
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lunes, 3 de junio de 2013

EL POEMA DE HOY






EL CÓDIGO SECRETO (*)

 por Carlos Dante Ferrari





Te busco a oscuras
hasta hallar
tu mano
y  luego,
sobre el dorso alisado
de tu palma,
deslizo suavemente
las yemas
de mis dedos.
Es la caricia
(el código secreto).
Entonces
sin apuro
en la complicidad nocturna
del silencio
celebramos el rito
milenario
que nos convierte
en fuego.




(*) Poema incluido en el volumen "Silencios desatados" - Literasur, 1era. ed. - Bs. As. - 2011.


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