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viernes, 16 de enero de 2015

LA NOTA DE HOY



EDMUNDO DANIEL JÍOS


Por Margarita Borsella (*)



El 17 de febrero del año 1938, en un ranchito de adobe de Río Chico, un pintoresco pueblo rionegrino atravesado por las vías de La Trochita, venía al mundo Edmundo Daniel Jíos. Hijo de Lía —nativa— y de Aristocles —un griego a quien la devastada Europa después de la primera guerra mundial no había logrado vencer sus sueños y cruzó el océano para transformarse en pionero de la  construcción de ese trencito patagónico—.

Siendo Edmundo muy pequeño, la familia se trasladó a El Maitén para continuar trabajando en el ferrocarril. Es allí donde cursa sus estudios primarios en la Escuela N° 149 y despierta su interés por la lectura, alentado por el maestro Donald Borsella. Ya en su adolescencia, el escritor Don Elías Chucair —de sangre árabe pero que supo fraternizar con el indio y el criollo que poblaba la zona de Jacobacci—, impulsó a su pasión por la escritura, la cual se caracteriza por romper el mito de la monotonía de un interior silenciado al cual resignifica a través de la voz de sus habitantes que se eternizan en los escritos; lo que hace que las historias de su pueblo transformen a El Maitén en un pueblo de historias.

Desde los 14 años Edmundo supo del yugo del trabajo. Fue transportista de áridos en un carro tirado por bueyes, peón de ladrillero en donde pisaba barro con caballos, peón de carneador en un matadero, peón de albañil, hasta que en 1959 ingresó al ferrocarril como fogonista en La Trochita y a partir de 1970 comienza su profesión, que ejerce por 22 años, como conductor de las locomotoras. Luego de ello abrió una Pizzería en el centro de El Maitén, que por más de 20 años fue un lugar de encuentro de amigos que daban paso a las diferentes manifestaciones culturales de la región.

El Ministerio de Gobierno de la Provincia del Chubut lo convocó como Director de Asuntos Poblacionales, en donde tuvo la responsabilidad de afianzar vínculos con los pobladores originarios de las comunas rurales de Gan Gan, Gastre y Aldea Epulef. En El Maitén durante seis años fue animador de las primeras Fiestas del Tren a Vapor, y administrativo de la agencia PAMI, donde ejerció una importante labor social teniendo en cuenta las necesidades de las comunidades aborígenes de la región, estrechando lazos culturales entre ellos; la que ahondó su incursión en la escritura.

Y así es como Edmundo, heredero de esa sangre que surge de mixturar en un crisol la sabiduría griega con la picardía criolla, se convierte en “un apasionado por las historias de la gente común, de anécdotas cotidianas y recuerdos a que a veces tocan el límite de lo inverosímil”, como diría su hija Mariela al escribirle en la contratapa de “El Baúl de los Recuerdos”, su primer libro. Uno de sus primeros trabajos literarios fue “Un amor de tiempo adentro” —historia testimonial de una familia araucana—, presentado a un certamen literario organizado por PAMI Nación, en donde obtuvo una mención especial.



Su cuento “La Francisca”, ya publicado en esta página, obtuvo el Primer Premio Comarcal y Segundo Premio en el Certamen “Gonzalo Delfino” de la localidad de Gaiman. Posteriormente escribió la obra “Desalojo en la Vuelta del Río”, que por sus connotaciones sociales tuvo un fuerte impacto en la comunidad maitenense. Y en el 2012 aparece su libro “El Baúl de los Recuerdos”; que el Honorable Concejo Deliberante de la Municipalidad de Epuyén, mediante Declaración N° 24/2012, declara de Interés Cultural, Educativo y Social, en tanto el Honorable Concejo Deliberante de la Municipalidad de El Maitén, por Declaración N° 06/ 2013, declara de Interés Cultural, Social y Legislativo,

 “... este trabajo literario nació con la finalidad de rescatar en él lo acontecido en El Maitén y sus alrededores, para que no se diluya en el tiempo el recuerdo de aquellos pioneros que con su sacrificio hicieron posible este presente pleno de comodidades que ellos no tuvieron. Un escritor con oficio, exhibiría en un trabajo como este la organización y las correcciones que una buena obra literaria debe tener. Yo, además de ser autodidacta sin formación académica, soy un rebelde de la literatura. No logro escribir más de dos páginas seguidas siguiendo un orden cronológico de lugares, hechos o acontecimientos. Me excuso de no poder llevar un orden preciso, pero el contenido tan disímil de todo lo que expreso me lo dificulta, ya a veces me lo imposibilita. Reseñas biográficas y pequeñas historias de tiempos dispares conviven dentro de este baúl. Pero así es como los vientos cordilleranos me acercaron los recuerdos, y así es como dejo que los mismos vientos los lleven hasta ustedes, amigos lectores...”, decía este hombre apasionado por la vida y por las historias de la gente común, en quienes supo bucear en el fondo de sus almas para llenar este baúl de emociones de todo un pueblo; este baúl que si bien fue su primer libro presentado, por esas cosas de la vida también ha sido el último ya que hace sólo unos días se ha encontrado con la muerte.

Si bien una gran amistad lo unía a mi padre y a mi tío, recién después de 48 años lo he vuelto a ver, teniendo dos largas charlas; una en El Maitén y otra en Trelew. En una de ellas, presagiando tal vez que sus largas enfermedades le jugarían una mala pasada, y diciéndome que al hacer un balance de su vida debía reconocer que lo que tenía en su haber superaba ampliamente a lo que sus actitudes le hicieran merecedor, me entregó un poema pidiéndome que lo diera a conocer... Lo había escrito una tarde de julio de 1979 sobre una mesa de la pizzería El Obelisco de Esquel, y me lo dio en el otoño del 2013...

Dios
Yo sentía que existías,
no sabía en qué forma ni en qué espacios.
No intentaba encontrarte
porque hacerlo
era comprometer mi vida, mi existencia,
mi libertad, (o libertinaje).
Y a pesar de los vicios y placeres
en que se revolcaba mi locura,
mi enfermedad de sexo, de inmundicia,
mi tortura en tu imagen se calmaba.
Te encontraba en mis hijos, en la luna
reflejándose pura en un arroyo
y en la nieve que cubre las montañas.
Te veía en el rostro de mi esposa
descansando feliz sobra la almohada
después de haberme dado el fruto de la vida,
recibiendo de mí ¿solo la nada?...
Te encontraba... y negaba tu existencia
de mi nada hacia afuera.
Porque cuando el dolor me atormentaba,
¡con qué fervor a solas te rezaba!...
Y no era hipocresía. Tú lo sabes;
aunque al siguiente instante te olvidara.
Y descendí al infierno, a sus entrañas.
Encontré a Lucifer, Satanás, ¿cómo se llama?...
En fin, jugué lo poco de valor que me quedaba.
Y no sé si gané, o fue una aflojada,
que me hizo el diablo para destrozarme
definitivamente el Alma.
No importa DIOS... yo te sigo buscando,
con desesperación, como se aferra
a una madera el náufrago cuando además del mar, no tiene nada.
Ayúdame Señor, Dios infinito,
por mi esposa, por mis hijos, por mi mismo.
Hoy te grito desde el fondo de este abismo
¡Ayúdame Señor... Te necesito!

Seguramente ya estará con Él, junto a otros escritores patagónicos.



(*) Escritora de Trelew.



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