google5b980c9aeebc919d.html

miércoles, 6 de mayo de 2015

EL POEMA DE HOY




PALABRAS PARA LOS HOMBRES DE LAS TORRES

Por Anita Aracena (*)





En la tarde cuentan cielo las torres.

Un alma de petróleo va aceitando los cerros.
El cielo susurra hacia los puertos
de las manos que aran en las nubes
donde las cinturas se doblan en campanas
por todo lo que aquí en la madrugada
han cobrado en lluvias y en vientos
golpeándoles, cruzándoles los rostros
en grises ambulantes.

A ti obrero del pan solitario y agrietado
que, tras de la luz de la estrella has recogido
tu dulce fatiga de ganar un nombre
para tu pueblo,
soñando a las cuatro de la mañana
con tu hijo, al que le cuentas la historia de Pietrobelli
y de sus hombres, que contando pasos hacia la costa
dieron un Chenque a Comodoro
y un negro de razas;
el mismo que ahora tambalea tu asombro.

A ti enjuago un enjambre de palabras
donde tu mameluco azul
descansa tras la puerta un domingo
a la tarde, en que los martillos se sitúan
con sus ojos girados mansamente hacia el descanso
(Y allá tras las mesetas, dentro del salto del mar,
entre una liebre andariega
o unas algas gustando el ácido de los hierros
de las torres inmóviles, los balancines cantan
sin tu vigilancia con la alegría
de los niños cuyas piernas hamacan
sueños de barcos de piratas).

Tú vas tomando en el tiempo
el timón de tu Patagonia, musculando con tu ternura
de buen trabajador sus leyendas,
 contadas en las noches con voz india
donde el tehuelche va abriendo su costado
ganando esperanzas de andar junto a ti,
con el petróleo en tus manos, para tocarlo
a Dios, con tu pueblo entrando en los libros
donde sólo la paz crea el milagro
de nacer y crecer infinitamente.

A ti obrero de los atardeceres silenciosos
que tras de tu cansancio dejas caer
tu voz detrás de las ventanas,
mientras que el agua va lavando
tu torso que la fuerza de la tierra te ha dado
la imagen de árbol
casi con las nubes;
a ti te doy mi mano
porque mientras dobles tu mameluco azul
los balancines de las torres
pondrán a mi pueblo
un espacio de memoria para el futuro
donde nunca entrará la muerte.





(*) Ana Pescha de Aracena, escritora de Comodoro Rivadavia, nació en esa ciudad en 1930. Vivió sus primeros años en Alemania. De regreso en el Chubut, conoció al escritor David Aracena, con quién se casó. Publicó su obra poética en diversos medios locales, como “El Patagónico”, “El Chubut” y “El Rivadavia”; y también a nivel nacional en el diario “Clarín”. Colaboró en las revistas “Sur” (dirigida por Victoria Ocampo), Argentina Austral, “La Diligencia” y “Meridiano Artístico” de Rosario; y “Trépano Celeste”. Obtuvo numerosos reconocimientos, entre los que puede mencionarse el primer premio en poesía de la Dirección Provincial de Cultura del Chubut (jurado: María Elena Walsh y Juan José Hernández), premio en el concurso Clarín (jurado: Jorge Luis Borges, José Luis Lanuza, Enrique Larreta y Ricardo Molinari), primer premio en teatro de la Dirección Provincial de Cultura del Chubut, en colaboración con David Aracena, mención especial en el Premio Isernia de Poesía (jurado: González Carbalho y Salvador Merlino), tercer premio en el Primer Salón del Poema Ilustrado de la Dirección Provincial de Cultura del Chubut; y diploma de honor de la Unesco, filial Brasil. El presente poema fue tomado de su libro “Cómo son de azules las palabras” (Gprocultura, Comodoro Rivadavia, 1986).

Bookmark and Share
votar

No hay comentarios: