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martes, 21 de julio de 2015

LA NOTA DE HOY




LA LITERATURA DE MONTAÑA EN LA PATAGONIA


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




      La Patagonia ofrece tres paisajes bien diferenciados y extremos, cuya riqueza geográfica origina distintas variantes literarias. Porque existe una Literatura de los mares australes, otra de la meseta y una tercera propia de la cordillera.

      Aunque hay dos cordilleras. O dos montañas, para ser más preciso. Una, la de piedemonte, se despliega en los valles y las laderas de los cerros, donde los bosques de cipreses y lengas, los matorrales de ñires o la impenetrable selva valdiviana, ofrecen material para construir refugio y alimentar el fuego; y atempera un poco la rigurosidad de las condiciones climáticas. Es una zona que permite al ser humano arraigarse y medrar; apacentar el ganado y cultivar algunas mieses. No rechaza la vida; la preserva. Los pájaros llenan la fronda y las abras; los peces, los lagos, ríos y arroyos; el jabalí, el huemul, el ciervo, el puma, el pudu pudu, los montes. Forman parte del paisaje el catango y los bueyes, las cabañas de madera, los corrales de palo agrisados por el tiempo y los cobertizos de cantonera.

       De esta serranía, apacible y sugerente de consejas susurradas en la umbría foresta y de misterios lacustres, nos hablan las obras de Luis Roux y Ana María Manceda en Neuquén, de Marta Perotto y Jorge Sánchez en Río Negro, de Eluned Morgan en Chubut, de Andreas Madsen en Santa Cruz; y las de varios autores más, provenientes de las cinco provincias que comparten los Andes australes.

      Pero hay otra montaña, implacable y magnífica, que alza sus dominios de granito y nieve sobre el marco verde obscuro de las arboledas. Es esa roca bravía, en la que se pasa en forma súbita de la calma chicha al inusitado temporal y donde la vida es un privilegio que debe ser conservada momento a momento; dominio de aquellos a quienes, en su clásico de los libros de montañismo, Lionel Terray llamó “Los conquistadores de lo inútil”. De lo inútil, sí, porque es una tierra vertical, huera y baldía; pero también conquistadores de una belleza sublime. Y, sobre todo, conquistadores de sí mismos; pues para alcanzar esas alturas se requiere un conocimiento profundo de la propia persona y un autodominio privativo de los espíritus fuertes y templados.

      Pionero del andinismo sureño, y de sus creaciones literarias, fue el sacerdote Alberto María De Agostini. Con muchas primeras cumbres en su haber, el salesiano escribió entre 1923 y 1958 una numerosa bibliografía sobre sus expediciones; que incluye títulos como “Andes Patagónicos”, “El Cerro Lanín y sus alrededores”, “Esfinges de Hielo”, “Ascensión al San Lorenzo" y “Mi primera expedición al interior de la cordillera patagónica meridional”.

      Otros clásicos de las letras de la comarca son “El asalto al Fitz Roy”, de Louis Depasse, acerca de la primera ascensión al cerro realizada por la cordada francesa de Guido Magnone y Lionnel Terray en 1952; “Horizontes verticales en la Patagonia”, de José Luis Fonrouge, en que el gran escalador habla de sus múltiples campañas; y “La Patagonia Blanca”, donde Germán Sopeña relata un viaje al Campo de Hielo Sur, ornado con detalles de interés geográfico e histórico.

      Más textos ambientados en las grandes elevaciones australes, son “El gigante helado”, que narra la primera tentativa invernal al monte Fitz Roy realizada por un grupo de montañistas argentinos en 1962; y “Primera expedición invernal a los Hielos Patagónicos”, sobre la incursión al Campo de Hielo Sur organizada por el Club Andino Bariloche en 1961. Ambos volúmenes son de Bartolomé Olivieri. También “Patagonia Vertical”, de Rolando Garibotti y Dörte Pietron, donde se vuelcan 20 años de experiencias en los picos de los cordones Fitz Roy y Torre; “Otto Meiling, un pionero de Bariloche”, de Vojko Arko, en recuerdo de uno de los fundadores del esquí y el andinismo nacional; “Patagonia. Tierra de gigantes”, de César Pérez de Tudela, que describe la expedición española al monte Sarmiento de 1976; y “Cita en la Cumbre”, de Sebastián Letemendía, que refleja su anhelado ascenso al Fitz Roy.

       Para mayor abundamiento, es factible agregar los anuarios especiales del Club Andino Esquel con motivo de su cincuentenario en 2002 y los del Club Andino Bariloche por sus cincuenta años en 1981 y ochenta años en 2011, que reúnen anécdotas, relatos y otros escritos relacionados con el tema; así como las numerosas “guías de escalada” y diversos trabajos de contenido técnico. Por su importancia, no puede dejar de citarse el “Diccionario Incompleto de Montaña”, de José Herminio Hernández; que reúne palabras y expresiones andinísticas, nombres de cimas, tecnicismos y vocablos en lenguas originarias.

      Todos estos libros son del género didáctico; poca narrativa de ficción existe al respecto en la región. Uno de los pocos ejemplos es “Tinieblas impenetrables”, cuento de Olga Starzak que aprovecha las múltiples situaciones que presenta el montañismo para desarrollar un argumento conmovedor. Eduardo Gudiño Kieffer planteó otra invención que ocurre en la Alta Montaña; la novela “Magia Blanca”. Pero no transcurre en la Patagonia sino en Las Leñas, Mendoza; y el tema no es la escalada sino el esquí, actividad sobre la cual tampoco se ha escrito mucho.


      Los Andes Australes se extienden desde el Domuyo, techo de la Patagonia, hasta el Oliva, vigía de la Bahía de Ushuaia; pasando por el cónico Lanín, el Catedral y sus agujas, el Tronador con sus ventisqueros, el Piltriquitrón de nombre sonoro, el gorro blanco del Cocinero, el aislado San Lorenzo y la serenidad desafíante del Fitz Roy, la Aguja Poincenot y el Torre. Con los bosques en sus faldas y los lagos a sus pies, conforman un escenario magnífico y pleno de mística que, al reunirse con la Literatura, da lugar a valiosas creaciones artísticas que combinan la filosofía con la poesía.



      
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2 comentarios:

Ada Ortiz Ochoa dijo...

Como docente,también como lectora consecuente e interesada en los temas que se tratan en Literasur y otros sitios,sobre esta querida Patagonia que habitamos, hago llegar mi opinión. Me parece muy acertado y didáctico el trabajo de Jorge Eduardo Lenard Vives, que tituló "La Literatura de Montaña en la Patagonia".El talento del escritor, destaca y renueva conocimientos que deberían ser trabajados en las escuelas secundarias y terciarias.
Hoy, como tantas veces llegan mis felicitaciones en este soberbio trabajo y por la importante tarea que realizan. Excelente Literasur, felicitaciones para todo el equipo.Saludos de Negrita (la de Sierra Grande)

Anónimo dijo...

Recorriendo las letras de esta nota y otras que citan a la hermosa Patagonia austral más que interesantes,es el aporte de conocimientos del autor motivo de orgullo es para mí conocer a quien lleva tan alto el amor a su terruño. No cabe duda que estos conocimientos volcados aquí servirán para las futuras generaciones de lectores que se enamoren de este pedazo de nuestra Argentina, relegada por los que deberían ilustrarnos sobre las maravillosas bellezas de nuestro "Sur".Un abrazo sincero querido amigo Eduardo.
Victoria Asís