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sábado, 27 de febrero de 2016

LA NOTA DE HOY



LO NUMINOSO


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




   Cuando la escritora fueguina Leonor María Piñero divide la historia de la Literatura Patagónica en cuatro épocas, llama a la primera “de grupos autóctonos”. Incluye allí las narraciones que integran el acervo oral de los habitantes originarios de la región. Es paradójico que estas obras, provenientes de culturas ágrafas, lleguen al presente a través de los escritores de los otros períodos: “de descubrimientos” (cronistas extranjeros), “de organización” (cronistas nacionales) y “de evolución” (escritores patagónicos).

   La etapa “de descubrimientos” se inicia con el “Primer viaje en torno al globo” de Antonio Pigafetta; en el cual figura el primer rescate de las tradiciones de los patagones: el dios o demonio Settebos, fuente de inspiración para Shakespeare y Browning. En las crónicas de los distintos expedicionarios europeos que toman contacto con la población vernácula, se asientan datos que comienzan a mostrar el panorama de la mitología austral. Tales apuntes tienen el carácter de un aporte científico amateur; cuyo alcance parcial permite inferir que cierta cantidad de material no fue recuperado y se perdió en forma definitiva. 

   Esta transcripción ocasional llega al período “de descubrimientos” tardío, con figuras como la de George Musters y otros visitantes extranjeros, que se entrelaza con la fase “de organización”. Ya en plena época de los cronistas argentinos, Roberto Payró, Ramón Lista y muchos más siguen practicando el registro artesanal. Mención aparte merece Carlos Ameghino; quien en "Exploración geológica en la Patagonia" describe el mito del Elumgassen y lo relaciona con los fósiles de gliptodonte descubiertos por su hermano.

   Comienza por entonces un estadio de indagación metodológica, basada en los nacientes métodos de las ciencias sociales. Entre sus iniciadores se encuentra Roberto Lehmann-Nitsche, un investigador alemán que trabajaba en el Museo de la Plata. Su aporte para la conservación de las leyendas más antiguas es de gran importancia. Dio luz a numerosos trabajos; entre los que podemos mencionar “El viejo tatrapal de los araucanos”. Allí reúne varias versiones sobre el mito del brujo Tatrapal, quien tenía dos hijas. Se presentaron sendos hermanos para casarse con ellas; y el malvado anciano anunció que lo permitiría si pasaban tres difíciles pruebas. Los jóvenes las superaron merced a una ayuda mágica con la cual el hechicero no contaba; y se realizaron las bodas. Sin embargo, según Lehmnan-Nistche, una variante del cuento no tiene tal “final feliz de película anglosajona” (sic): el mago mata a las mujeres para no cederlas (de lo cual se deduce que no eran sus retoños sino sus prisioneras).

   En esa misma escuela científica, surge más tarde Rodolfo Casamiquela; un eslabón que une la era de cronistas nacionales con la de autores patagónicos. Incorpora en varios de sus trabajos ejemplos de la prosa y poesía de la zona; como en “Canciones totémicas araucanas y gununa kena”, donde figura esta canción ritual mapuche sobre el viento:

Es hermoso cuando viene el viento / de la tierra de cordillera.
Viento este, viento del norte, / viento del oeste, viento del sur.
¡A su paso va pegando el pasto! / Piedras amontonadas…
¡Arranca los arbustos! / Piedras desamontonadas…

   Con el tiempo aparecen nuevos estudiosos, tales como Berta Koessler-Ilg y Gregorio Álvarez, en Neuquén, Mario Echeverría Baleta en Santa Cruz; y Arnoldo Canclini en Tierra del Fuego; que continúan la paciente recopilación. Se inicia un momento en el cual, más allá del análisis etnológico, las creaciones se tratan como manifestaciones de arte. Asimismo, se advierte que los relatos van incorporando elementos alóctonos – entre ellos, la presencia del caballo –; e incluso surgen nuevas narraciones, que muestran el sincretismo propio del intercambio entre culturas.

   Ya en la actualidad, escritores como Nelvy Bustamante, Máximo Damián Morales, Silvia Schujer y Gustavo Roldán, toman estas leyendas tradicionales; y las emplean en los argumentos de sus cuentos infantiles. La antigua Literatura autóctona, de raíz religiosa, adquiere un marcado carácter artístico.

   Al introducir un volumen de cuentos de Montague Rhode James, Rafael Llopis dice: Los cuentos de miedo constituyen una expresión de lo numinoso cuando ya no se cree en su existencia objetiva. En tales circunstancias, lo numinoso… se expresa en un plano estético, donde implícitamente se reconoce su inexistencia objetiva, pero donde, a la vez se libera toda su carga emocional.... La historia de lo numinoso–como–ficción empieza en el mismo momento en que… muere lo numinoso-como–creencia.

   Este concepto es similar al citado por Lehmann Nietsche en su opúsculo “La pretendida existencia actual del Grypotherium”; cuando, en referencia a la leyenda sobre el lutre que le narró su informante, aclara: Díjome Nahuelpi que había oído narrar este cuento a su padre ya hace tiempo… Cuando yo le dije a Nahuelpi que denominaría fábula a su cuento, en el acto me observó que no era tal... No obstante tiene muchas semejanzas con el cuento conocido de “Enrique el Güelfo con su león”, y no estoy seguro si existe relación o no entre estos dos cuentos. Los mitos de los hermanos Grimm, por ejemplo, están en boga entre los araucanos con más o menos variantes: Lenz nos ofrece varios ejemplos; yo mismo he anotado para la República Argentina el cuento de los hermanos “Juancito y Margarita” (“Hansel und Gretel”) y “Los músicos de la ciudad de Bremen” (“Bremer Stadtmusikanten”)...

   No es necesario recurrir a las teorías de contactos interculturales para explicar esta similitud. James George Frazer, en “La Rama Dorada”, muestra como los mitos se repiten en las diversas sociedades a lo largo y ancho del mundo. Una explicación simple es que ante una situación parecida, más allá de superficiales diferencias en sus modos de vida y costumbres, el ser humano responde de igual manera; aspecto que tiende a apoyar la idea, una vez más, de que la humanidad se hermana en las mismas raíces comunes, muchos años atrás, en la noche de los tiempos.

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domingo, 21 de febrero de 2016

EL RELATO DE HOY



LAS ESTACIONES SE REPITEN

JARAMILLO


Por Cristian Aliaga (*)





     Pararon los trenes y se acabó todo alrededor. Así, las estaciones se repiten, interminables, abandonadas, desde hace años. Son de piedra, les han ido arrancando las tejas del techo y las vigas de madera dura.   
    Después empezaron a crecer los yuyos adentro, y al fin levantaron las vías en un negocio del gobierno. Uno viaja al costado de las vías desaparecidas, y ve la línea de estaciones solas junto al camino; abiertas al cielo, con los tamariscos que han plantado hace tanto tiempo, una secuencia perfecta que desde lejos es la promesa de lo que no está. Dicen que nuevos trenes irán desde Deseado a Las Heras y a Chile, o al Universo tal vez. Serán como estrellas en la noche, dicen, sea verdad o no; entonces abro una botella de caña quemada y me siento en el andén a verlos pasar a todos por la galaxia. Y si alguna vez subo al Rápido de la Noche no regreso más a la provincia, aunque, ¿a quién puede ocurrírsele que se detendrá acá, donde los cardos rusos celestes taparon hasta el tanque de agua?




(*) Escritor comodorense. Tomado de su libro “Música desconocida para viajeros” (Desde la Gente, Buenos Aires, 2009).


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sábado, 13 de febrero de 2016

EL POEMA DE HOY




LOS CAMINOS DEL VIENTO


Por Aurelio Salesky Ulibarri (*)




Se anuncia con las luces primeras
del crepúsculo
cuando el sol ya se oculta
detrás de las montañas…
Se enrojece el poniente
y son aquellos fulgores, hermosos,
sempiternos,
los preludios fugaces
que preceden los vientos.


Se transmutan las noches,
se hacen duros los sueños,
se agitan en los cuerpos
pronósticos atmosféricos…
Y cuando el sol ya anuncia
entre telas del alba
que es farol en las sendas
de la nueva jornada,
ya se oyen resoplando las desoladas ráfagas.


Son los empujes eólicos del soplo
que se engendra
en el anticiclónico rugiente del Pacífico.
Son los aires que riegan con sus nubes
fecundas
las laderas oeste de la Gran Cordillera,
y que llegan, ya secos,
a golpear en las crestas.
Son los vientos fragosos
que bramando en las cumbres,
en libertad salvaje descuélganse
hacia el este
para asolar ciclónico los valles y mesetas…


Y así llega a mi tierra
con el silbo y la puja
de furores malditos.
¡Si hasta a veces semejan
latigazos inmensos!
Y alentando bramidos,
castigando a las frondas,
pasa raudo, arrasante,
turbulento, salvaje.


¡Voz hiriente y diabólica
que persiste en retumbes,
cruel gemir de cañadas
que sacude a los montes,
furia indómita que aterra
cuando cruza los llanos
cuando va por los campos,
desatado, ululante!


Huracanes que rugen
zamarreando el follaje.
nubarrones de polvo que a su paso levantan
marcha intrépida que asuela
y allí mismo, en la pampa,
aullantes bocanadas
monstruosa soledad.


¿Qué demonios lo incita
En su rumbo incesante?
¿Por qué sigue y se anima
castigando a las almas,
polvoreando a los pueblos,
disfrazando a las lomas
de grisáceos fantasmas?


Nos fustiga en sus andanzas,
nos señalan sus marcas,
nos retemplan los nervios
en los fueros del viento…
Rebatidos caminos que el arbusto
y los árboles indican reverentes,
¡hogares que trepidan,
alfeizares polvorientos!



(*) Escritor chubutense. Este poema fue tomado de su libro “Patagonia Poética” (Editorial Ancora, Buenos Aires, 1965).


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sábado, 6 de febrero de 2016

LA NOTA DE HOY



LA SOMBRA DE SHALGPE



Por Jorge Eduardo Lenard Vives (*)





   Hace un tiempo se publicó en este blog un artículo titulado “Terror Blanco”, que pretendía reseñar la Literatura fantástica inspirada en la Antártida. Al estudiar el asunto, surgía como referencia ineludible la trilogía formada por “Las aventuras de Arthur Gordon Pym”, de Edgard Allan Poe; “La esfinge de los hielos”, de Julio Verne; y “En las montañas de la locura”, de Howard Phillips Lovecraft; obras unidas por un tema común: un latebroso arcano oculto en el Continente Blanco.

   “Las aventuras de Arthur Gordon Pym” fue publicada por Poe en 1838. Su única novela y también su trabajo más enigmático, o al menos tan intrigante como su poesía, describe las peripecias del marino que da nombre a la narración; quien luego de múltiples peripecias se interna en las frías aguas antárticas, con otros dos compañeros de aventuras, navegando en una frágil canoa hacia el Polo Sur. Y allí, en el último párrafo del escrito, aparece una espectral y aterradora figura blanca:

   La oscuridad había aumentado sensiblemente, atenuada tan sólo por el resplandor del agua reflejando la blanca cortina que teníamos delante. Múltiples aves gigantescas y de un blanco pálido volaban sin cesar por detrás del velo, y su grito era el eterno "¡Tekeli-li!" cuando se alejaban de nuestra vista. En este momento, NuNu se agitó en el fondo de la barca; pero al tocarle vimos que su espíritu se había extinguido. Y entonces nos precipitamos en brazos de la catarata, en la que se abrió un abismo para recibirnos. Pero he aquí que surgió en nuestra senda una figura humana amortajada, de proporciones mucho más grandes que las de ningún habitante de la tierra. Y el tinte de la piel de la figura tenía la perfecta blancura de la nieve.

   Julio Verne dedica “La esfinge de los hielos” a Poe. El libro, publicado en 1897, es una continuación de las aventuras de Pym. Además de las numerosas alusiones al desdichado polizón, dedica un capítulo a una amplia recensión de la creación del bostoniano. Sin embargo, dado que el escritor francés no es propenso a lo sobrenatural, termina dando una explicación científica al secreto: la esfinge, un cerro que remeda la figura humana, es un enorme imán de inusitada fuerza que causa las extrañas perturbaciones. En el final, vuelve a recordar al personaje y al autor que lo inspiraron:

   Así terminó aquella aventurada y extraordinaria campaña, que costó tantas víctimas. Y para decirlo todo, si los azares y las necesidades de la investigación nos arrastraron al polo austral, más lejos que el punto a que nuestros predecesores llegaron, si hasta pasamos el eje del globo terrestre…,¡cuántos descubrimientos de incalculable valor quedan aún por hacer en tales parajes! Arthur Pym, el héroe tan brillantemente celebrado por Edgard Poe, mostró el camino… ¡Síganle otros, y vayan a arrancar a la Esfinge de los hielos los últimos secretos de la misteriosa Antártida!

   Con la misma creatividad que se evidencia en todos sus textos, Howard Phillips Lovecraft toma la temática iniciada por “el príncipe de los poetas malditos”, al decir de Rubén Darío; y en 1931 escribe “En la montañas de la locura”, donde incorpora elementos del fingido diario de Pym y propone una solución emparentada con la fabulosa mitología  de la que es inventor:

   Naturalmente, la lectura de los mismos libros fue lo que nos preparó para llegar a tales interpretaciones, aunque Danforth ha apuntado algunas raras nociones acerca de fuentes insospechadas y prohibidas que Poe pudo consultar cuando escribió su Arthur Gordon Pym hace ya un siglo. Se recordará que en esa fantástica narración hay una palabra de significado desconocido, pero terrible y prodigioso, una palabra relacionada con la Antártida y que gritan eternamente las gigantescas aves de fantasmal blancura en el centro de esa malévola región. «Tekelili! Tekeli-li!» Eso fue exactamente, lo reconozco, lo que nos pareció articulaba aquel repentino ruido tras la blanca neblina que avanzaba, aquel insidioso silbido musical que se dejaba oír abarcando una escala singularmente amplia.

   Hasta ahí la Literatura de ficción. Ahora, otra vuelta de tuerca, al estilo de Henry James. En 1898, Roberto Jorge Payró realiza un viaje a la Patagonia, del cual resultan una serie de notas publicadas en el diario La Nación; que finalmente se reúnen en el volumen “La Australia Argentina”. Al llegar a Tierra del Fuego, lugar en el que más tiempo permanece, se interiorizó sobre diversos aspectos de la región; entre ellos, las leyendas de los onas. Es así que describe una en particular, con estas frases:

   Además del Sol y de la Luna, de los espíritus y los salvajes, creen los onas en una deidad terrible: Schalgpe. De pronto, dicen, y durante la noche, levántase del suelo un vapor blanco, una nube que tocando en tierra queda suspendida a cierta altura. En medio de esa nube aparece Schalgpe. Es una mujer extremadamente hermosa, alta, de cuerpo esbelto y formas bien moldeadas, cuyos ojos negros resplandecen bajo su larga cabellera rubia. Está envuelta en un manto blanco y suelto, y la orla flotante se confunde con ella misma. 

   Payró, persona culta y leída, detecta de inmediato la similitud; y en una nota al pie agrega: “Irresistiblemente recuerdo a Poe y sus célebres Aventuras de Arthur Gordon Pym. Hay en ese libro algo de muy análogo a esa visión, y es la de Tekeli – li, el fantasma blanco”. Transcribe luego el último párrafo de la ficción de Poe; y cierra su digresión diciendo: “¿Sólo la imaginación de Poe ha creado esta coincidencia, o su fantástica obra se basa en algún datos de navegantes que visitaron la Tierra del Fuego? No sé, porque tengo por absolutamente inédita la superstición a que me refiero en el texto”.

   Sin embargo, pese a esta última observación, la posibilidad es plausible. Estudiosos de Poe, afirman que para la ficticia crónica de Arthur Gordon Pym se basó en relatos de viajeros que habían surcado los mares australes. No sería tan raro que alguno de esos navegantes haya dejado registros sobre la leyenda fueguina. Tal vez, un estudio más profundo de los antecedentes revele la existencia de esta relación; o la refuten. Por el momento, no es descartable suponer que la sombra de la diosa selknam Schalgpe, al igual que la del dios patagón Settebos a través de la pluma primero de Shakespeare y luego de Browning, se proyecte sobre la Literatura universal de un modo impensado, de la mano de tres genios de la imaginación.

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