google5b980c9aeebc919d.html

sábado, 25 de junio de 2016

LA NOTA DE HOY



LA PAZ, LOS GALESES, EL COLT Y LAS CONSTRUCCIONES LINGÜÍSTICAS

Por Carlos Dante Ferrari


     Ayer a la mañana caminaba por la calle bajo un frío intenso. El paso fortuito de un patrullero y una aleatoria combinación de factores me indujeron a pensar en temas aparentemente tan inconexos como lo son la paz, la policía y el idioma galés. Quizás el disparador fue recordar que la palabra galesa para denominar a la policía es “heddlu”, en cuya etimología está de manera indudable el término paz (“hedd-”), de modo que, en una versión libre para nuestro idioma, bien podría nominarse al policía como “pacificador” o “custodio de la paz”.

     Los anárquicos hilos de la mente me recordaron entonces la importancia que tiene la paz en la cultura galesa, a punto tal que la ceremonia bárdica central en el Eisteddfod, cuando se entroniza al poeta, consiste en desenfundar a medias una espada sostenida por dos hombres, mientras uno de ellos pregunta con voz estentórea: “¿A oes Heddwch?” (“¿Hay paz?”), a lo que público clama a coro: “¡Heddwch!” El rito se repite tres veces y con la triple ratificación popular, la espada es envainada. No es casual que a partir de 1947, después de la Segunda Guerra Mundial, el Eisteddfod Nacional de Gales adoptara como lema: “Que las voces de los coros hagan enmudecer para siempre los cañones”.



     Los pobladores galeses del Chubut traían esa fuerte vocación por la paz, mas no pudieron librarse de la necesidad de contar con un órgano policial. Al principio esa función fue asignada en forma provisoria a algunos civiles. Poco después, en 1868, se creó un cuerpo de Guardias Nacionales Voluntarios integrado por 37 hombres, comandado por Edwin Roberts con el grado de Teniente (*). La tarea principal de esa milicia consistía en prevenir y eventualmente recuperar animales robados por los indios. Uno de aquellos soldados era Aaron Jenkins. Años más tarde, en 1879, mientras Jenkins desempeñaba el cargo interino de agente de policía, fue brutalmente asesinado a mansalva por un individuo al que trasladaba  en carácter de detenido.

    En 1876 se radicó en la zona el primer comisario nacional, Antonio Oneto. Se trataba de un destacamento más que nada simbólico, pues como el propio Oneto le comentaba en una carta a Luis Piedra Buena: “(…) observo que también esta comisaría es completamente sin armas; tiene un solo revólver que es de mi propiedad” (**)



    No deja de ser una paradoja que, para asegurar la paz, hay un punto extremo en el que se torna necesario acudir a un mecanismo potencialmente represor o disuasivo, con la potestad legal de portar armas. Aunque no tenemos datos sobre aquel revólver de Oneto, cabe preguntarse: ¿Sería acaso un Colt 44? Es improbable, pero el interrogante viene a propósito de otro retruécano lingüístico vinculado a la paz y a las armas. En 1873 la fábrica norteamericana Colt comenzó a producir la primera generación de revólveres de acción simple, que pronto adquirieron una enorme popularidad. Se hizo una producción calibre 44 con destino al ejército, la caballería y la artillería. Para el mercado civil se fabricó en los calibres 44–40 y 32–20. ¿Y saben ustedes cómo fue bautizado ese modelo? Nada menos que con el nombre de “Peacemaker”, es decir, “Pacificador” o “Hacedor de la Paz”…



     Algunos revólveres Colt SAA “Peacemaker” llegaron a nuestro país y al valle del Chubut. En mi infancia tuve ocasión de sostener uno de ellos en mis manos: pertenecía a Thomas Daniel Evans, que lo había portado durante su desempeño como agente de la policía de Territorios Nacionales. El querido “Tommy Daniel”, amigo de la familia, era una suerte de abuelo postizo para mí; un hombre de carácter afable, sumamente religioso y con grandes dotes musicales, que solía tocar el armonio en la capilla de Gaiman. Tengo la certeza de que él jamás necesitó servirse del arma para “hacer la paz”. Es que la mejor garantía de paz no está en las armas, sino la elevación espiritual de un pueblo. Y de eso, los colonos galeses –a no dudarlo– sabían mucho.

   Para finalizar, así como esta nota se inició entrecruzando palabras y significados, no está de más mencionar que en islandés –esa lengua tan querida por Borges– “hedd” (derivativo del antiguo hofuð) es una de las variantes del término “cabeza”. Más allá de la grafía coincidente, la diferencia no solo radica en los significados disímiles, sino también en que la verdadera paz –como todos sabemos– no reside en la cabeza, sino en el corazón.

    ¿Llegará el día en que la Humanidad pueda gozar de una paz sin necesidad de armas ni de policías, sostenida por la sola fuerza de la convicción?

     “¿A oes Heddwch?”

     Que las espadas del mundo permanezcan envainadas para siempre.



(*) Conf. Williams, D. – “El valle prometido”, p. 39/40 – Ed. Del Cedro, Gaiman, 2008.

(**) Conf. Zampini, V.  “Chubut – Breve Historia de una provincia argentina”, p. 47 – Ed. El Regional, Gaiman, 1975.
votar

6 comentarios:

Adriana dijo...

Maravillosa nota no solo por el contenido, sino por su escritura, por el placer de leer un texto en el que se nota detrás un excelente escritor.

Ada Ortiz Ochoa dijo...

Admirado Carlos, me desarmaste con tu "RituaL de Siesta" que Jorge Vives me hizo conocer, eres sin duda un talento en esto de escribir.Tu nota de hoy, es espléndida y generosa. Se dice que "no se ama lo que no se conoce" y ustedes con sus artículos, investigaciones, relatos y poemas muestran cada día la noble cultura galesa. Es una forma de hacer Patria, con amor y fidelidad a las amadas raíces y a la vez dignificar con trabajo esta nueva Patria Argentina que los recibió y a la que ustedes han entregado tantas enseñanzas y tan noble corazón galés que se ha brindado expandiendo su cultura, letra a letra con perseverancia y gran corazón. Carlos te felicito, también lo hago con todos los integrantes de Literasur y del pueblo Galés en general.Gracias a todos. Saludos de Negrita (la de Sierra Grande)

Jorge Vives dijo...

Excelente nota, rica en lenguaje y en conceptos (es decir, en forma y fondo); y, además, creativa y motivadora.
Es creativa porque cumple con la acepción de la creatividad como la facultad de crear nuevas asociaciones entre elementos ya existentes. En esta nota Carlos reúne diversos elementos, las construcciones de la lingüística, los inicios del cuerpo policial del Chubut, un viejo revólver visto en la infancia, para dar lugar a una interesante hipótesis: la presencia del concepto de paz como elemento básico constitutivo de la tradición galesa. Los pensamientos del escritor se van uniendo como los eslabones de una cadena, para formar una idea central; reflexiones entre las que cobra especial importancia las referidas a la importancia del lenguaje como transmisor de los valores de una sociedad. Ferdinand de Saussure afirma que las palabras tienen un componente material, que puede leerse u oírse, el “significante”: y un componente mental referido al concepto representado por el “significante”, al que llama el “significado”. Es decir, la noción de “paz” de los galeses es una idea preexistente al término “hedd”; es un paradigma integrante del acervo galés que con el tiempo se plasmó en el vocablo “hedd”. Carlos también recurre, en la ilación de sus razonamientos, a la morfología lingüística; que asegura que los signos de Saussure están formadas por “raíces” y “afijos”. En este caso, las palabras que se forman a partir del fonema “paz”, en los distintos idiomas, permite también reconstruir el esquema mental que origina el término en cuestión: “pacificador”, “peacemaker”, “heddlud”.
Por otro lado, la nota es motivadora porque mueve a la reflexión; inspira para pensar en la paz; y en la paradójica dicotomía que implica el hecho de que, para mantener la paz, haya que recurrir a un sistema que deba emplear la violencia en casos extremos. Tal vez, como señala el autor, esa dualidad se superará con la convicción por parte del ser humano del valor superlativo de la paz; una actitud racional y razonada que reúna la “hedd” del idioma galés, con la “hedd” del islandés y la “head” del inglés. Claro que convicción es educación; y educación es cultura. Y si la cultura en cuestión no tiene el valor de la “paz” entre sus elementos constitutivos, difícilmente se establezca la relación causal, por más buena voluntad que se ponga.

Carlos dijo...

Adriana, es para mí un elogio inmenso que alguien como vos, con tu experiencia y tu reconocido prestigio profesional, encuentre algún mérito literario en el texto. ¡Muchas gracias!

Carlos dijo...

Jorge, tu análisis supera a la nota en calidad y en profundidad. Te agradezco muchísimo el aporte. ¡Un abrazo!

Carlos dijo...

¡Muchas gracias por tus palabras y por tu constante tarea literaria, Negrita! ¡Un abrazo!