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lunes, 3 de octubre de 2016

EL RELATO DE HOY




CRONICA DE UN POETA EN VALCHETA

Por Jorge Castañeda (*)




Me levanto bien temprano con el ánimo dispuesto. Desayuno frugal: cada tres días té negro sin azúcar y al cuarto café con tostadas. La lectura de los diarios me dispone para comenzar el nuevo día. Si el tiempo está lindo voy a mi trabajo caminando. Busco la sombra de los árboles mientras los ligustros y aromos sahúman la mañana como un incienso pagano. Si está el turno de riego, el agua que corre por las acequias se incorpora a mi bienestar porque predispone mi ánimo con su bucólica frescura y su rumor sediento de huertas y jardines.
Los vecinos me saludan por la calle con un don Jorge y “se me acercan con su montón de cosas y yo las acaricio” como dice la letra del tango “Viejo Discepolín” de Homero Manzi.
Voy sintiendo la presencia del arroyo y de los árboles de la ribera. Y desde sus asentamientos habituales o desde el aire hay graznidos alborotados porque se saluda mi paso con salva de loradas. Es que ellos me conocen y yo también. A veces de puro traviesos quieren participar bulliciosos y parlanchines en mi salida diaria del programa radial “Agua Fresca”. Yo los dejo porque a veces los loros son compañeros de nuestra soledad y hasta converso con ellos y les aconsejo que pasen un buen día si hacer mucho desastre en los cables y los sembrados. Y ellos entienden porque saben que los quiero.
Según los pronósticos y eso “ya se siente”, hoy va a apretar la canícula. El bochorno del día pondrá su proa hacia altas temperaturas. Algunas rachas como espejismos levantarán sus vahos de la calzada. Y uno buscará después del almuerzo el frescor del dormitorio para el solaz de la lectura y de la siesta reparadora y asaz servicial.
El sol redondo de la tarde calcina y languidece las támaras de los árboles y las flores de los jardines. Todo se dormita y achaparra. Una gran lasitud espera el crepúsculo para regar si la presión del agua en los atanores lo permite.
Yo conforme a su procedencia he bautizado con nombres a mis plantas de interiores y del minúsculo jardín que poco puedo atender. Hasta los árboles de mi casa tienen apelativos familiares. Mi aguaribay se llama “Don Memo”, mi granada “Nahuel”, y algunas de mis plantas “Soy del Sur” y “Pelito”. Y cuando yo les hablo se ponen contentas.
En la noche como buen descendiente de árabes me gusta tener algún amigo de invitado a la mesa. Y algunos manjares para el buen “yantar”.
Miro algo de televisión en el canal “a” o los programas que me gustan. Y luego las horas de lectura donde alterno entre cinco o seis libros que leo a la vez, según el buen consejo y tino de mi amigo Juan Carlos Irízar, que de eso sabe mucho.
Por supuesto que me gusta bañarme y ponerme ropa limpia. Debo mencionar a Irma, mi compañera de vida, que entiende y sobrelleva mis locuras con un estoicismo que es digno de imitar. Sin ella no sería nadie.
También suelo repetirme algunos refranes que me gustan como ese de andar “a los palos con las águilas y a las patadas con los pichones” y otros de mi repertorio que tanto me divierten.
Ya pasada la medianoche me dispongo a dormir. Trato de hurtarle a mi mundo onírico algún número para ganar en la quiniela, pero es en vano. Casi nunca sucede.
Los párpados cansados se me cierran y mientras encomiendo a Dios mi sueño pienso: mañana será otro día y ya no me acuerdo de nada.



(*) Escritor de Valcheta.


1 comentario:

Ada Ortiz Ochoa dijo...

¡Querido Jorge, cómo amas a tu espléndida Valcheta! La vistes de palabras que salen solo de un corazón enamorado. Podemos "ver a Don Jorge" saludando a cada paso, a la acequia, a los pastos que amigables se inclinan a tu paso, les regalas miradas y sentimientos que dejan saludos y caricias a tu caminata pueblerina. ¡Gracias Jorge, amiguito de letras y sentires! ¡Gracias Literasur por esta sana bonanza que nos une en palabras y nos hace hermanos de corazón! Un gran abrazo de Ada Ortiz Ochoa (Negrita, la de Sierra Grande)