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sábado, 30 de abril de 2016

EL POEMA DE HOY




LA PUERTA DE LOS GALPONES

Por Cristian Aliaga (*)



Los menos, aquellos
esa vuelta desnudos
por la penumbra.
Aquellos, los más queridos
ajenos para la distancia.
Los menos, que vuelven de madrugada
por las calles arrasadas bajo el viento.
Golpean a una inmensa puerta
de los galpones que nunca se abren,
los galpones de chapa oscura
en medio de la pampa.

Prácticamente, un silencio,
pero un punto escaso,
un puentecito roto hasta la muerte.

El instante tibio, pero justo,
en que se cruza el umbral
de no poder más.
Dormido sobre un tirante,
junto a la chapa del galpón
que vibra menos con el viento.



(*) Escritor de Comodoro Rivadavia. De la cuarta parte, “Pampa del Castillo”, de su libro “No es el aura de Kant” (Ediciones Último Reino, Bs As, 1992).


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miércoles, 27 de abril de 2016

EL POEMA DE HOY




LA PLUMA ROTA

Por Carlos Sacamata (*)



Hubiera dado tantas cosas Madre
por tener el sosiego de tu rostro,
por tener la caricia de tus ojos,
por lograr tan siquiera imaginarte.

En la densidad de mi noche fría
prosa la muerte los versos sin calma,
sólo tu alma Madre, ay… me llama
y morir quiero con salvaje alegría.

Podré decirte tantas cosas Madre
Que la eternidad me parece poca,
Podré llorar contigo la pluma rota,
Que me dio la vida para buscarte.

Hubiera dado tantas cosas, Madre,
por lograr tan siquiera imaginarte.





(*) Escritor de El Calafate, fallecido en el año 2013. Fue director durante varios años de la revista literaria “Chaltén”, gestor de numerosas actividades culturales, como el concurso literario David Aracena y permanente difusor de las manifestaciones artísticas regionales en distintos ámbitos, entre ellos el educativo. Dejó varios libros; como “De Cuerpo y Alma”, “Recordando el viento”, “El picadero”, “Linaje Sacamata” y el poemario “Aoni Kosten”, prologado por Rodolfo Casamiquela. Este poema está tomado de la antología “Santa Cruz. Sus escritores de fin de siglo” (Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Cruz, Río Gallegos, 2005).


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miércoles, 20 de abril de 2016

EL RELATO DE HOY





UNA CRÓNICA PARA EL GUANACO


                                                      Por Jorge Castañeda (*)



Centauro de leyendas, sofrenando el galope por los escoriales, orejas alertas en la estepa, por las mesetas, en las planicies, mangrullo viviente en la escarpada costa marina donde el mar de un azul infinito se repite incesante como tu especie vulnerada.

Lama guanicoe por los montes, atisbando el horizonte con ojo avizor entre las largas y curvadas pestañas, cuidando la manada de hembras, buscando por instinto ancestral el abrevadero para saciar la sed urgente cuando el sol canicular de la Patagonia agobia y fatiga.

Relincho arisco en el labio leporino, jugando a las escondidas entre jarillas y calafates, cérvido cuasi, camélido pequeño, dejando las huellas de tus pezuñas partidas como en las grecas que otrora se plasmaron en los petroglifos y las piedras tutelares, en las labores de las matras tan antiguas como tu especie o en la impronta estilizada de las cuevas.

Tótem y linaje para las familias que perpetuaron tu nombre en el abolengo de sus apellidos indios. Bravo, astuto y ligero cuando acosan los predadores, ecuestre y vulnerable arriba de los cerros cuando se recorta su figura enmarcada por el sol tramontano.

Hueque o luán, yoon, amrua o naú, por los faldeos de las montañas con su pequeño rebaño, con sus colas cortas y curvadas por los desérticos y ardidos arenales, arañadas sus verijas por las ramas de las plantas enanas del monte. En la trampa aleve de los desfiladeros donde le aguarda la muerte sangrienta que impone el cazador.

Ya chulengo, en el quillango laboreado con el dibujo de su panteón de dioses vencidos, en la ruca del mapuche, en los tientos, en los raspadores, utensilio útil, en el tendón tensado por el brazo fuerte del guerrero, sabrosa carne, en la piedra bezoar que usan sabiamente las machis o ya convertido luhán, figura estelar con las altas estrellas.

Guanaco, por el gualicho sombra errante de un tiempo distinto, por los pedreros o tal vez acosado y herido de muerte por la bala del cazador buscando el remanso de las corrientes de agua, para morir con cierta dignidad solitaria como algunos de tus mayores predadores: los hombres.



(*) Escritor de Valcheta. El relato fue tomado de su obra “Crónicas & Crónicas”.
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jueves, 14 de abril de 2016

EL POEMA DE HOY




PASAJES DE INVIERNO

Por Julio Sodero (*)


1

Melopeas de sol
de memoria.
Huyo de tu olvido
en cada prisa del recuerdo.

2

De los límites opuestos
mira las simetrías.
La vida está allí.

3

El límite es la tierra.
La distancia pendiente
sigue siendo nosotros.

4

Busco tu piel
llovizna en la luz.
Quiero estar
permanecer en ti.

5

Volver a la nada
abrir sus puertas.
Cerrar la noche.




(*) Escritor de Sierra Grande (1950 – 2005).



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viernes, 8 de abril de 2016

LA NOTA DE HOY




EL COLONO AARON JENKINS


Por Jorge Eduardo Lenard Vives



Si hay un integrante de la Colonia Galesa del Chubut que concitó la atención de la Literatura regional, ese parece haber sido Aaron Jenkins. Él y su esposa Rachel Evans, precursores del riego en el valle. Este episodio, tal vez el más conocido de la vida de Jenkins, inspiró a varios escritores; como Alejandra Vilela en su cuento “Rachel corazón de viento (Año del Señor de 1867)”, Oscar Camilo Vives en “Una tierra ancha y buena”, Virginia Haurie en “Rachel y el río Chubut” y Nelvy Bustamante, con su relato “Rachel”.

Pero toda la existencia de Jenkins, aventurera y trágica, podría ser objeto de interés literario. Nació en Gales en 1831. Mary Davies, su primera mujer, falleció años antes que él abordase el Mimosa para partir hacia a la Patagonia. Subió al buque con su segunda esposa, Rachel, a punto de dar a luz, y sus dos hijos Richard y James. James fenece en el viaje; y poco después, durante la navegación, nace su hija Rachel.

Apenas arribado el grupo de galeses a Puerto Madryn, ocurre un triste hecho. David Williams, primo de Jenkins, sale a recorrer los aledaños y no regresa al campamento. Años más tarde, en 1867, por esas coincidencias que asemejan la realidad a un tablero de juego con el que alguien se entretiene, Aaron descubre sus restos en el lugar que desde entonces se llamó Bajo de los Huesos. Las narraciones cortas “Las tijeras” de Virgilio Zampini y “Andad, reconoced la tierra” de Oscar Vives, recuerdan este hecho.

A poco de llegar, de nuevo la muerte golpea al colono. En la travesía del “Mary Helen” con las mujeres y niños de la incipiente colonia, en septiembre de 1865, muere la pequeña Rachel. Ya asentado en el valle, en noviembre de 1867 los Jenkins descubren el milagro del riego; y el siguiente mes de marzo realizan en su chacra de Glyn Du una cosecha de trigo exitosa. Pero como si el destino no quisiera dar una alegría a Aaron sin tomar revancha, la desgracia reaparece; y ese año fallecen su hija Arianwen y su esposa.

El 12 de septiembre de 1868, el reverendo Abraham Matthews lo une en matrimonio con Margaret Jones, con quien tuvo seis hijos. Aaron, el último, nació seis meses después de la muerte de su padre; y vivió hasta 1972. Al celebrarse el centenario de la Colonia, recibió una medalla de oro por ser hijo de uno de los primeros pobladores.

En 1871, Jenkins exploró el norte y noroeste del Chubut junto con Lewis Jones y Richard Jones. En su periplo de 590 kilómetros visitaron diversos parajes como Telsen, Conaniyeu y el Bajo de la Tierra Colorada. Entre sus actividades habituales, Aaron cazaba para proveer de carne a los colonos. Buscando sus presas reconoció la zona de Bajo Simpson; donde una laguna lleva su nombre.

Aaron Jenkins fue asesinado en 1879, mientras cumplía servicios como agente policial, al trasladar un peligroso detenido desde Gaiman a Rawson. Su violenta muerte, producto de dieciséis arteras puñaladas, motiva la batida y ejecución del criminal a manos de una partida de colonos. Para recordarlo, la policía provincial estableció el 16 de junio, fecha de su martirio, como “Día del agente caído en servicio”. En el cuento “1879”, Mónica Soave toma ese momento infausto y resalta la figura de su viuda Margaret.

La biografía del colono se encuentra en el primer capítulo de la obra “El Valle Prometido”, escrita por su tataranieto, David Williams. Otro descendiente, Federico Barilá, dejó unos apuntes de gran interés en el documento “Investigación genealógica de la Familia Jenkins”; disponible en una página de internet. Además se han redactado varias notas sobre su figura, editadas en diversos medios periodísticos; como el artículo de Egryn Williams publicado en El Regional en 1978.

Aaron manifestaba una inclinación a las Artes; en especial al canto y la poesía. Se dice que tenía una excelente voz de tenor. Incursionó asimismo en la Literatura; por lo que se incorpora a las letras valletanas no sólo como personaje, sino como actor. Según algunas fuentes, habría escrito un poema imaginando su futuro en la Patagonia. Otras afirman que además llevó un diario del viaje del velero que lo trajo desde Gales. En una apostilla del cuento “Las Tijeras”, dice Virgilio Zampini que una de las pruebas para identificar el cuerpo del desdichado David Williams fue el hallazgo en un bolsillo de los versos de su pariente Aaron. También existen versiones que dicen que el documento encontrado fue el diario de la navegación o una carta de Jenkins a Williams; en la que podrían haber estado los versos. Por lo que se sabe, no se preservan esas muestras de su escritura.

Pero sí se conserva el diario que escribió durante la expedición al Chubut septentrional; traducido y publicado por Fernando Coronato, con el nombre de “Diario de exploración al interior del Chubut: Aaron Jenkins, 1871”. Este valioso trabajo, iniciado con un detallado introito, muestra la fluida prosa de Jenkins.

En principio se observa la fascinación que causaba al viajero la magnificencia del paisaje: “Tras recorrer 12 millas, he aquí el panorama más hermoso que vi en esta tierra. Un valle asombrosamente llano y, en partes de más o menos una milla de ancho. Un arroyo baja de la ladera del cerro que hay al oeste; en el extremo superior del valle hay un gran lago al cual corren las vertientes de la ladera de la montaña y forman un río respetable que baja por el valle”.

Con cierto humor, hace referencias a sus compañeros de expedición: “El morro doble es de algún tipo de roca muy pesada. Según Richard Jones era algo de hierro pero Lewis Jones pensaba que era algún tipo de mineral de plomo. Yo no tenía opinión formada al respecto, de modo que no puede dirimir entre ellos y es así como siguen sin ponerse de acuerdo sobre el asunto, hasta donde yo sé.”

El sino del colono Aaron Jenkins mueve a la reflexión. Por un lado, permite recrear la gesta de los galeses en el Chubut. A su lado se evoca la llegada a la yerma costa, la penosa marcha al valle, las chacras en el erial al borde del río, mustias bajo el sol del verano, hasta que el agua de los Jenkins comienza a regarlas. También los intentos por conocer el país, la búsqueda de alimentos, la lucha por el arraigo.

Por otro lado, su historia muestra la inquebrantable voluntad de aquellos migrantes que se enfrentaron a la naturaleza bravía de la Patagonia; y que, aun zarandeados por los vientos implacables del hado, según reza el título de la pieza teatral de Alejandro Casona, morían de pie como los árboles.




Nota: los apuntes de Federico Barilá están en la página web “Galeón” (http://www.galeon.com/). El trabajo de Fernando Coronato está publicado en “Párrafos Geográficos”, Año III, Nro 3, 2004. El Dr. David Williams también ha dado conferencias sobre la vida de su tatarabuelo.
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sábado, 2 de abril de 2016

LOS MICRORRELATOS DE HOY




MICRORRELATOS

Por Ana Elisa Medina (*)



PRESENCIA

Atrapada en nostalgias, tiempos idos, irrecuperables. Cómo desearía tenerlos hoy otra vez niños a mis hijos ya adultos.
Desandar los errores, curar las heridas, que todavía duelen en el alma joven. Labriegos días pasaron y todavía persisten en calma soledad sin amor. Toda entrega fue vana en este caminar caminado, hipotecado.
Las manos vacías, aire limitado en doliente corazón.


COMPAÑÍA


En las noches de invierno solía salir a pasear por la costanera. Buscaba algo, un no sé qué de nostalgia de barcos. Cuando tenía frío volvía a su hogar pensando en antiguos viajes pero sus piernas ya no le soportaban el peso de los años.
Se derrumbaba en el sillón, tomaba unos mates mientras miraba la tele. A su lado en silencio la compañera de toda la vida le enrulaba el pelo.
La pasión se fue yendo de a poco con los años, pero quedaba la tibieza de estar juntos para seguir sobreviviendo la vida que cada vez era más difícil.
Los sueños de juventud se hicieron realidad y algunos, muy pocos quedaron en el camino, y por ellos seguían vivos.



(*) Escritora de Río Gallegos. Estos relatos están tomados de la antología “Santa Cruz. Sus escritores de fin de siglo” (Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Cruz, Río Gallegos, 2005).


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