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domingo, 23 de abril de 2017

LA NOTA DE HOY




PUERTO MADRYN


Por Jorge Eduardo Lenard Vives





Puerto Madryn es un balcón asomado al golfo Nuevo. Es una gema engarzada en la costa anular que rodea el agua mansa y transparente. Un hiato de vida humana en medio de las dos llanuras inmensas, emplazado en el último escalón de la meseta pronta a fundirse con el mar.

“Tacita de plata” de la Península Valdez, fue llamada alguna vez esta ciudad singular; cuya peculiaridad está dada por una mezcla de factores históricos y geográficos. Su Historia tiene como hito fundamental el arribo de los colonos galeses al lugar en 1865. La estadía de los pioneros en ese sitio durante los primeros días de su experiencia patagónica, es un episodio lleno de situaciones trágicas que inspiró cuentos como “Las Tijeras” de Virgilio Zampini, “Andad, reconoced la tierra” de Oscar Vives y “El botón de Nácar”, de Mónica Soave; una escritora que residió en Madryn varios años.

Otros autores locales rescataron su propio pasado, por medio de trabajos como "El Madryn olvidado" de Juan Meisen; autor también de "Relatos del Chubut viejo". De un período más reciente es la crónica que cuenta “Puerto Madryn: Semblanzas del Conflicto de las Islas Malvinas”, por Victoriano Salazar; quien antes incursionó en la autobiografía con “El hijo del cazonero”. Esa mención a la actividad pesquera característica de la zona, lleva a plantear la segunda particularidad madrynense: el paisaje.

La Geografía vuelca la urbe a un destino marino. Aprovechado primero como puerta de entrada al territorio y como recurso económico, el mar se transformó con el correr del tiempo en fuente de placer. Las playas se hicieron balnearios, donde los pobladores locales y luego los turistas se recostaron a tomar sol y a chapalear entre las ondas. En “Tiempo de verano de mi niñez”, Gwen Adeline Griffiths de Vives describió una de las “excursions” de los valletanos en el primer tercio del siglo XX:

“Zambullirse dentro del traje de baño y echar a correr al mar era una sola cosa, a chapotear en el agua, juntar caracoles y coloridas piedras, tenderse en la requemante arena que llenaba desbordante la playa, solamente contenida por la línea de fino encaje de la espuma. –“vamos hasta el kaiser”-, - “quiero ir a las cuevas” - , toda la impaciencia de agotar en un instante el programa de todo el día”.

Algunos prefirieron usar la tersa superficie para navegar; y así surgió el Club Náutico Atlántico Sur; cuyos sesenta años de existencia fueron recordados en un libro escrito por Martín Fennen. Otros vieron la posibilidad de disfrutar bajo el agua. El inicio de las prácticas subacuáticas fue hacia 1957. En 1967 nació “La hermandad del escrófalo”; histórico grupo de submarinistas que poco después de su creación rescató los restos del “Villarino” en Camarones.

Entre los primeros buzos locales están Oscar Comes, Mariano Medina, Carlos Beloso, Bruno Nicoletti, Aldo Comes, Víctor Comes, Nelson Dames, Néstor Moré, Adalberto Sosa, Hipólito Giménez, Oscar Wheeler y varios más. Algunos de estos hombres-rana se dedicaron a escribir. Tal el caso de Francisco Sanabria que publicó “Puerto Madryn. 1940 y tantos…”, “Naufragios y algo más” y “Buceando recuerdos”. Otro fue Enrique Dames, quien practicó la poesía. Si bien no editó su obra, trabajos suyos aparecieron en diarios locales y nacionales. Como ejemplo de su estilo, estos versos del poema “Río Chubut”:

Con el canto del río que se frena / al llegar a la barra marinera
entre juncos y matas, cara al viento / lamiendo el pedregullo en la rivera.
Es la sal de su vida que se mezcla / con la sal de la mar que lo vulnera
la lucha cotidiana de seis horas / repetida, silente, en las mareas.

Hablando de poesía, Madryn es, sin dudas, tierra de bardos. Se encuentran allí nombres como el de Miguel Oyarzábal, autor entre otros títulos de "Y esa tinta no se borra" y "Noctambulario"; y Bruno Di Benedetto, con obras como “Palabra irregular” o “Complicidad de los náufragos”.

A estos autores pueden agregarse María Florencia Álvarez, Washington Berón, Antonio Calí, Roy Castellan, Silvia Castellón, Julio Catremil, Nelly González, Silvia Iglesias, Nelson Jaime, Yolanda Loza, Martín Pérez, María José Roccato, Fela Tylbor y Ariel Williams; que integran la antología reunida por Noelia González, Lucho Carranza y Fernanda Maciorowski, “La cuerda de los relojes limando el tiempo”. En éste y otros géneros, no se puede dejar de mencionar a Carlos Nacher, Diego Román, Edith Albaini, Luis Manuel Claps, Liliana Heker y Orestes Macchione.

Existen, además, diversos espacios culturales, como librerías, bibliotecas, presentaciones, talleres, exposiciones; que son ámbito adecuado para el desarrollo de las letras. Se destaca como medio propicio para la poesía el Eisteddfod Mimosa Porth Madryn; y como dominio del ensayo, en particular del histórico, el encuentro bianual "Foro Internacional de los galeses en la Patagonia"; cuyas ponencias son reunidas en volúmenes impresos en forma periódica.

Protegida de las inclemencias del Océano Atlántico por la imperturbable barrera peninsular, recostada sobre su playa de arenas blancas, Puerto Madryn es un centro cultural donde la Literatura chubutense encuentra algunas de sus máximas expresiones; de las que esta breve nota poco honor ha podido hacer. Sin dudas, se requerirían varios artículos para reflejar toda la riqueza de literatos que mora en esta ciudad interfaz, eslabón entre dos mundos, población que combina, en feraz contraste, un espíritu marinero y un alma mesetaria.






Nota: los versos del poema “Río Chubut”, de Enrique Dames, fueron tomados de la página “12 poetas chubutenses” de Sergio Pravaz; donde figuran otras obras del buceador y escritor.



miércoles, 19 de abril de 2017

EL POEMA DE HOY




CIELOS AUSTRALES


Por Aurelio Salesky Ulibarri (*)





En cada amanecer, sobre el naciente,
desgarrones del alba,
cerrajes de arrebol.
El lucero es diamante sobre una túnica roja,
las aguas del Atlántico se ondulan
de ambición.

Levante, bermejizo, glorificando galas,
flamígeras muselinas, policromo cendal,
estampas vagarosas prendidas en oriente,
un lienzo eternizado
en cada despertar.

Mi cielo,
Inmensa bóveda de láminas azulinas
Mil fondos insinúan en su diafanidad.
Los cúmulos auroleados
que vagan blandamente,
se esfuman en los céfiros del firmamento austral.

¿Qué albura entre sus visos?
Por la tarde lo miro.
Miro las sutilezas del majestuoso tul,
cuando hienden las nubes su plenitud etérea,
y alegre las palomas
se bañan en su azul.

¡Divinas pinceladas!
¡Techumbre de mis lares,
confín de los anhelos que vagan sin cesar!
Se ensanchan los repliegues
en vísperas nocturnales,
un sueño se entreteje con luz crepuscular.

Y en las noches calladas,
cuando argéntea la luna,
parpadeos cautivos platinado fulgor.
Reverberan las ondas en las playas lejanas.
¡Se agiganta en las almas la presencia de Dios!



(*) Escritor chubutense. El poema es de su libro “Patagonia Poética” (Editorial Áncora, Buenos Aires, 1965)




miércoles, 12 de abril de 2017

EL POEMA DE HOY




            VIENTO PATAGÓNICO
    
                                 Por Carmen Escalada (*)




En qué silencio sin gente
me senté a mirar el río.
Soledad de calafates.
aguas claras, cielos limpios.
En la estepa aquilatada
despertó el viento dormido,
simulando ser un cuerno
en llamados pastoriles.
Un sueño de medioevo
cayó en la tierra dormida
castillos de arena blanca
iban rozando los cerros
Sobre el agreste paisaje
se iba herrumbrando la tarde.




(*) Escritora de Comodoro Rivadavia, radicada en Buenos Aires. El poema es de su libro “Transparencias del tiempo” (Ediciones Eleusis, Buenos Aires, 1991).


viernes, 7 de abril de 2017

EL POEMA DE HOY




COSA DE NIÑOS


Por Rubén Héctor Ferrari




Es clara mañana
y no cantan brisas
sobre el árbol quieto.
Ocupan el patio
de flores tempranas
los juegos del niño.
Cabalga en corceles
y navega mares
con bravos bajeles…
Divisa en el cielo
larga estela blanca
del avión que pasa
y absorto, lo sigue
su atenta mirada.
Casi por perderlo
en largas distancias,
levanta un momento
la pequeña mano
y lo atrapa, suave,
su fugaz intento.
El puño apretado
llega hasta el bolsillo
y guarda su presa
el pequeño niño.






sábado, 1 de abril de 2017

EL RELATO DE HOY




 LA GRAN MARÍA

Por Sergio Pellizza (*)



Primero fue la lluvia, más tarde un relámpago que viboreó en el cielo rompiendo pedazos de oscuridad como cristal roto, que enseguida volvía a unirse en su negrura…
En el toldo del yaman de la tribu tehuelche, armado sobre el faldeo este del cañadón de los vientos, el viejo sabio trazaba sobre la alisada arena del piso, el destino de la criatura recién nacida. El palo de lenga se movía casi solo sobre la sensible superficie, dibujando muchas figuras que solo él interpretaba…
Criatura, vienes del agua, y el agua habla, tu palabra estará como el viento y será sembrada como semilla. Tu palabra será fuego y tendrá poder de incendio al propagarse. Tu palabra tendrá ojos y enseñará a mirar. Tu palabra hará que la naturaleza tenga lengua y hablará por ti haciendo que lo invisible se torne visible. Tu palabra será pincel de flores con colores para pintar nuevos horizontes a mucha gente…
El horizonte se tiñó de rojo  y después apareció el sol, siempre puntual y por el este. La niña, sin nombre aun, sorbía con entusiasmo el alimento del pecho de su madre. Así transcurrió el primer día.
Se sucedieron muchas lunas el yaman veía en sus signos crecer a la niña. La tribu cambiaba con frecuencia de lugar de acuerdo las estaciones siguiendo a los guanacos y avestruces  al norte en invierno y al sur en verano. La niña, que hacía poco se había convertido en mujer, sintió cuando el canto de las aves había emigrado, sintió como su corazón comenzaba a expandirse. Notó como los pájaros se llevaban por el aire parte del clima y también un pedazo de su propio tiempo…
Le bastó una sola mirada para reconocer que había llegado el amor en el porte y estampa de ese joven guerrero. Se destacaba casi por una cabeza el joven Manuel por sobre la estatura de los demás… 
El palo de lenga seguía dibujando signos en la arena. Se superponían los trazos, el yaman estaba confundido, estaba visualizando características de fuerza, carácter, inteligencia y voluntad que no había visto nunca antes y menos en una mujer.
Supo por algunos trazos entramados que tendría mucho poder. Seria cacique de su tribu, y sería llamada por un hombre blanco con poder, María la Grande. También que haría un viaje por mar y que sería invitada a compartir la comida en la mesa de los blancos. También supo que en ese viaje él estaría presente…
 Algunos retazos de historia y leyenda cuentan: Que el viaje en barco fue difícil y que María La Grande sintió la fuerza del mar en su cuerpo. La goleta al mando del segundo de Vernet en las islas, Matthew Brisbane, había partido tiempo antes del continente con proa al mar abierto. En las costas de la Isla Soledad, los colonos se reunieron a la espera de los invitados.
Estaban nerviosos, sabían que los tehuelches tenían costumbres diferentes: que no dormían en camas, vestían con cueros de guanaco o zorrino y que jamás comerían pescado: su dios Elal había condenado a los primeros tehuelches a convertirse en peces por haber violado un tabú sexual.
En la comitiva estaba María Sáez de Vernet, llegada a la isla para acompañar a su marido, a pesar de la hostilidad del clima. Apenas el bergantín se dibujó entre la bruma de la mar helada, María adivinó las siluetas de los hombres que viajaban de pie en la cubierta del barco. Recién al bajar pudo conocer a la reina tehuelche. María la Grande extendió un quillango de guanaco como ofrenda a la mujer de su anfitrión.
En la comitiva de María la Grande viajaba su hechicero.
Dicen que había sido un pedido de la cacique como condición ineludible para realizar el viaje. Ella se instaló en la casa de los Vernet junto a una mujer de pelo negro profundo que la asistía. Los demás, en su mayoría hombres, durmieron con la peonada de la colonia.
La primera noche María Vernet tocó el piano para la invitada. La voz de la cacique se hizo escuchar en un canto conmovedor. En esas veladas el gobernador la agasajaba para convencerla de promover la colonia de blancos en San Gregorio. Las telas finas del vestido azul que María le obsequió como respuesta al quillango estrecharon aún más el lazo.
Dicen que María La Grande se sentó a la mesa y compartió los modales de la época en la casa del gobernador. También que recorrió la isla y conoció los almacenes, el saladero y la herrería. Todo parecía encaminarse para que los blancos se afincaran en las tierras tehuelches. Pero la invasión inglesa a Malvinas en 1833 terminó con los proyectos de Vernet.
María la Grande siguió al mando del pueblo tehuelche. Su muerte marcó el principio del cacicazgo de Casimiro Biguá. El fuego de las piras se extendió desde el estrecho de Magallanes hasta el río Negro. Su figura quedó en la historia, pocas veces contada, como la mujer, la gran mujer, que llevó la sangre Tehuelche a las islas Malvinas.





(*) Escritor de Río Gallegos. Nacido en 1939 en San Luis, desde 1963 se encuentra radicado en la capital de Santa Cruz. Fue jefe de Operaciones de Aerolíneas Argentinas con base en Río Gallegos, en el cual trabajó más de 26 años años; período de su vida durante el cual tuvo valiosas experiencias. Desde 1995 se desempeña como bibliotecario y profesor de matemáticas aplicadas del Instituto Salesiano de Estudios Superiores; y en la actualidad además se encuentra trabajando en el desarrollo de una biblioteca digital, que en forma experimental tuvo muy buena acogida ( en un año más de 150 mil visitas). Desde hace 10 años mantiene un espacio semanal en el suplemento semanal del diario La Opinión Austral; donde publicó numerosos artículos de divulgación científica y relatos de temática patagónica. Actualmente integra la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Escritores, filial Santa Cruz. Ha publicado recientemente un libro de cuentos cortos, “Destellos Patagónicos”, de donde se tomó el relato que hoy se publica.