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viernes, 26 de enero de 2018

EL POEMA DE HOY





MORIR ENTRE RECUERDOS

por Carlos Dante Ferrari




Si has de morir un día entre recuerdos

que no te maten ni el odio ni el espanto.

Que sean tus memorias como un canto

pleno de tiernas y dulces melodías.



Que no te duelan las deudas no pagadas,

las manos no tendidas, las caricias no dadas.

Que no te abrumen promesas incumplidas

ni citas olvidadas. Que no te acosen

las pérfidas distancias, los silencios absurdos,

los rencores sin pausa. Hoy has de construir

los cálidos momentos que añorarás mañana,

cuando llegue esa hora en que la muerte llama.

Que no hayas de evocar mohines de desprecio

ni la horrorosa imagen de mezquindades vanas:

esas miserias, lo mismo que el encono

son los peores verdugos para abatir el alma.



Si entre recuerdos mueres algún día

que el odio no te mate, ni el espanto.

Que sean las memorias como un canto

de acordes armoniosos para tu despedida.



lunes, 22 de enero de 2018

UNA TRISTE NOTICIA





CUANDO UN AMIGO SE VA…



Las estrofas de Cortez hoy cobran cuerpo en toda su dimensión emotiva. Es que Jorge Gabriel Robert –el querido “Rico”–, además de ocupar un espacio enorme en nuestro corazón, había llegado a formar parte de los interlocutores que tenían permanente uso de la palabra en este portal dedicado a las letras patagónicas.

Cada tanto engalanaba nuestro sitio con sus crónicas y relatos. Títulos como “Un galés-argentino, el Sargento Weston Harris”, “En el puesto de barro, el último arreo”, “Un gaucho patagónico en los tiempos el Ford T”, “Una bruja en la montaña”, “Taperas y su magia”, “El último guardahilos” –por citar algunos– recreaban estampas de un pasado emparentado con nuestras raíces más profundas. La pluma sencilla, fresca, evocativa, nos conectaba con bellas vivencias campesinas, con episodios rurales, con anécdotas cargadas de espiritualidad. Por si fuera poco, lejos de limitarse a esas colaboraciones espontáneas, su voz se hacía oír de manera constante a través de comentarios siempre oportunos, observaciones agudas, puntos de vista creativos, salidas inesperadas, humoradas que invitaban al intercambio y al retruque. Quizás como un reflejo del sobrenombre, sus intervenciones eran siempre enriquecedoras.

Es probable que ni él mismo tuviera conciencia de su capacidad poética, de la profundidad de su mirada sobre los simples hechos cotidianos. Los párrafos que reproducimos aquí son una muestra de esos dones, que ejercitaba sin ostentación ni grandilocuencia:

(...) La noche, plácida, serena, en el campo presagia algunos misterios;  en los hombres crea supersticiones como el chistido de una lechuza, que nadie ve entre los montes, o la cercanía de la luz mala que trae reminiscencias de viejas leyendas. El facón, inmutable en la cintura. El caronero es siempre el revólver. Observemos la luna que intenta filtrarse entre las nubes como ayudando a despejar cualquier duda temerosa en la oscuridad. 
La hacienda no ha sentido el estrés del camino, bien alimentada, satisfecha en su sed, comienza a moverse. Un sol rojizo, como desperezándose ante el rol que le toca ejercer, apaga los últimos vestigios de servidumbre que la luna ha prestado y proyecta tomar el mando del día. El último arreo patagónico con destino a Mancha Blanca, parte desde el puesto de barro.(...)

Jorge Gabriel Robert: criollo de ley, amigo, poeta, un alma sensible y elocuente. Amó a su Camarones, amó el campo, amó a su esposa, a sus hijos y a sus nietos. Amó la vida. Y sin ninguna treta, simplemente siendo como era, se fue ganando nuestro corazón para siempre. ¡Cuánto te vamos a extrañar, Rico, querido amigo!





sábado, 20 de enero de 2018

EL POEMA DE HOY



COSTAS DEL BEAGLE

Por Rita Drisaldi (*)




Junto al abismo de roca viva
el hielo es un violín con pena.
El viento, labrador eterno de poemas
dejó escrito señales que no entiendo.

El mar, de lapislázuli fundido,
en su fondo revuelve
los huesos de intrépidos marinos
que vencerle quisieron…

Galeones con vieja plata
duermen entre las medusas y las lapas.

La espada en una mano
y la cruz en la otra
el español bravío
por aquí se arriesgó,
en pesados navíos
del color de los troncos
y las velas muy blancas,
desteñidas de sol.
Por aquí se emboscaron
los corsarios ingleses,
en un día lejano
a esperar un galeón…
Tal vez desembarcaron
en las costas agrestes
a dividir los bienes
que el coraje ganó,
o a ocultar un tesoro
con sigilo infinito
en la caverna oscura
que el acaso otorgó.
Estos árboles vieron
zozobrar cien navíos.
Contemplaron el cuerpo
del muerto capitán,
escucharon gemidos
en las noches de invierno
cuando el viento y las olas
corrían sobre el mar.
Disfrutaron la calma
de las mañanas claras
después que se alejara
la ignota tempestad
Bajo sus copas viejas
murmuraron los onas,
ante el asombro inédito
que Europa les causó,
con sus hombres barbados
con el vino y sus naves,
con su acero labrado
y el rugir del cañón.





(*) Escritora santacruceña. El poema es de la Antología de Escritores “Primer Centenario de Río Gallegos” (Sociedad Argentina de Escritores. Filial Santa Cruz, Río Gallegos, 1985).




viernes, 12 de enero de 2018

LA NOTA DE HOY

VAPOR "RÍO LIMAY"


MARINEROS DE AGUA DULCE

Por Jorge Eduardo Lenard Vives





“Marinero de agua dulce”. Esta expresión se usa a veces en forma peyorativa. Sin embargo, en la Patagonia pueden recordarse avezados marinos para quienes la navegación fluvial fue parte importante de sus experiencias. El comandante Luis Piedra Buena, como maragato de ley, hizo sus primeras armas en el “Río de los Sauces”; según cuentan sus biógrafos Raul Entraigas en “Piedra Buena, caballero del mar”, Arnoldo Canclini en “Comandante Piedra Buena, su tierra y su tiempo” y Vicente Cimmino en “Piedra Buena. Un prócer desconocido y olvidado”. Y en el apogeo de su labor de custodio de la soberanía, amarra su buque en la isla Pavón; cuarenta kilómetros adentro del río Santa Cruz.

Surcar los cursos y los espejos de agua patagónicos siempre fue tentador para exploradores y pobladores; y la Literatura regional estuvo pronta a atestiguar estos esfuerzos. El río Negro fue el primero en ser navegado por Basilio Villarino en 1792, recuerda el escritor Jorge Castañeda en la nota “Los nautas del Río Negro”. Su diario de bitácora fue incluido por Pedro de Angelis en la “Colección de viages y expediciones à los campos de Buenos Aires y a las costas de Patagonia”.

Fundado el Fuerte de Carmen de Patagones, se transformó en un puerto notable para la región. Con el tiempo fue punto de partida para la segunda expedición que remontó el Curú Leuvú: la de Nicolás Descalzi, en 1833, durante la campaña del brigadier Juan Manuel de Rosas. En la obra “La Armada en la conquista del desierto” describe esa proeza el historiador especializado Enrique González Lonzieme; quién cuenta también que años más tarde se asignó el vapor “Choele Choel” para el cabotaje del río.

Hacia 1872, lo reemplaza un nuevo buque, el “Río Negro”, a órdenes de Martín Guerrico. Durante la Campaña al Desierto de 1879, Guerrico acompaña a las tropas del General Roca con el barco a ruedas “Triunfo”. Luego de esa tarea arriba a la zona otro bajel, el “Río Neuquén”. Al mando del teniente coronel Erasmo Obligado, las tres naves apoyan las expediciones terrestres realizadas en 1880 y 1881. Siendo jefe de la flotilla el teniente Eduardo O´Connor, en 1883 llega por vía fluvial al lago Nahuel Huapi. Pero esa es otra historia, que se contará unos párrafos más adelante.

Para esta época, los buques mencionados formaban la “Escuadrilla del Río Negro”, con asiento en Carmen de Patagones. A esos vaporcitos se agrega luego el “Río Limay”; mientras que su gemelo, el “Teuco”, se anexa años más tarde. Los buques dieron gran ayuda durante la inundación de 1899. Y la saga siguió, como se verá luego…

El Colorado, río símbolo de la región, fue también reconocido en su delta por el piloto Villarino hacia 1780. Más tarde fue surcado con dos botes, en todo el trecho utilizable, por Guillermo Bathurst; marino inglés que acompañó la expedición de Rosas. Tenía similar misión respecto a este curso que la de Descalzi para el Negro. Limitado por su magro caudal, no tiene muchos antecedentes náuticos más.

Pero el correntoso Santa Cruz sí permitió la navegación. Fue remontado por primera vez en 1834 por el almirante Fitz Roy, sin alcanzar el lago donde nace, con tres balleneras de la fragata “Beagle”. En 1873, el teniente de marina Valentín Feilberg, a bordo de una chalupa de la goleta “Chubut”, llegó hasta su naciente. En 1877, el perito Francisco Moreno realizó el viaje en una falúa, junto con el teniente Carlos Moyano; y reconoció, y bautizó, al lago Argentino. Luego de varios estudios hidrológicos, en 1938 y 1941 Eugenio Richard hizo sendos viajes desde Buenos Aires hasta el lago, en las motonaves “Santa Cruz” y “La Soberana”.

Por su escasa profundidad, el río Gallegos es poco utilizable. Sin embargo, tiene un puerto en la ciudad, treinta kilómetros dentro de la ría; donde a principios de la década del 50 comenzó a embarcarse el carbón de Río Turbio. Dado que la diferencia de mareas hacía necesario varar para poder cargar, lo operaban buques de tipo especial. Entre ellos se puede nombrar las naves “Teniente de Navío Del Castillo”, “Río Turbio”, “Río Gallegos”, “Capitán Panigadi”, “San Nicolás”; y el remolcador “Enrique”, abandonado en la costa desde 1983.

Respecto al río Chubut, si bien el pecio surto años atrás bajo el Puente del Poeta testimoniaba algún intento de empleo comercial, su uso fue recreativo. Así lo evidenciaron las recordadas “carreras de balsas” de los 70´ en su tramo inferior. Tal faceta deportiva tiene su antecedente en una excursión que en el verano de 1959 / 1960, unió El Maitén con Puerto Rawson. A bordo de las canoas “Tammy” y “Trapial Leufú” iban Elvio Hughes, Roberto Martínez Fidel Russ y Néstor Linder Jones. Éste último escribió el diario de viaje, publicado más tarde, junto con algunos relatos y poemas, por Julieta Prada; con el nombre de “Remando sueños”.

Otro pionero del remo en el sur fue Werner Schad; quien recorrió muchos de los cauces patagónicos. Entre 1980 y 1992 describió sus experiencias en los libros “Cruzando los Andes en canoa”, “En canoa por ríos patagónicos”, “Los ríos más australes de la tierra” y “Por ríos y rápidos de la Patagonia”.

Por su lado, casi todos los grandes lagos de la Patagonia posibilitaron la navegación. El que muestra una historia náutica más abundante es el Nahuel Huapi; a partir del arribo al lago de O´Connor con su lancha “Modesta Victoria”; cuya gesta narra Juan Lucio Almeida en la obra “Modesta Victoria”. Luego vinieron los vapores “Cóndor” y “Patagonia”; y más tarde la célebre motonave “Modesta Victoria”, construida en 1937 por encargo de la Dirección de Parques Nacionales. Uno de sus capitanes, Carlos Ariel Solari, relató la crónica de las naves homónimas en "Las Modestas del Nahuel Huapi".

El escritor de Río Gallegos Carlos Beecher, describe el barco “Andes”, de Ulrick Clasen, que desde los años 20´ navegó el lago Buenos Aires y su continuación en Chile, el General Carrera. La autora chilena Danka Ivanoff Wellmann rescata en su libro “Lago General Carrera. Temporales de sueños” la crónica de la embarcación. Otra nave empleada allí fue la lancha de hierro a vapor exhibida en Perito Moreno; usada por José Pallavicini, auxiliar de la Comisión de Límites en 1897 y 1898. Menciona la nave Andreas Madsen en el libro "Bocetos de la Patagonia Vieja"; y su historia figura en la serie de notas “Arqueología marítima en el lago Buenos Aires” de Guido Andrés Seidel.

Por su parte el majestuoso lago Argentino, recorrido por primera vez por el perito Moreno, es objeto en la actualidad del turismo acuático. Desde esta visión literaria se debe recordar la presencia de un barco de ficción: el vaporcito “Augusto”, con el que el pionero Martín Arteche lleva las ovejas y vituallas hasta su estancia “Los Témpanos”; en la novela “Lago Argentino” de Julio Goyanarte.

El último registro de la presencia significativa de medios navales en el río Negro es de 1910. Ese año se retiran los buques que componían la escuadra para ser destinados a los caudalosos ríos de la Mesopotamia; salvo el Teuco, que sigue prestando servicios en la zona un tiempo más. Era su momento de mayor esplendor, ya que contaba con seis navíos; incluyendo tres modernos barcos incorporados hacia 1900. ¿Sabe por ventura el lector como se llamaban esas naves? No, no llevaban el nombre de “Presidente Roca”, quien a la sazón gobernaba el país en el momento de su compra, ni de algunos de sus familiares o de miembros del gabinete. Se llamaban “Namuncurá”, “Sayhueque” e “Inacayal”; en homenaje a tres de los bravos caciques con los que hasta pocos años atrás se habían mantenido violentos enfrentamientos.




Nota: las notas “Arqueología marítima en el lago Buenos Aires” de Guido Andrés Seidel están publicadas en la página web “Historia y Arqueología Marítima” (http://www.histarmar.com.ar). Carlos Beecher publica sus artículos en el diario “La Opinión Austral” de Río Gallegos. La nota “Los nautas del Río Negro” de Jorge Castañeda fue publicada en el diario “Río Negro”.

lunes, 8 de enero de 2018

EL POEMA DE HOY




PERDÓN

Por Ada “Negrita” Ortiz Ochoa (*)




Perdón
por no doblegarme
y seguir de pie soportando.
Por no saber
de renuncias ni cansancios
Perdón, por ser fuerte…
a pesar
de los golpes recibidos
a pesar
del tiempo atormentado.
Perdón
por no quedarme de rodillas
por saber resurgir de las cenizas.
por lamer
como los perros mis heridas.
Perdón
por caer y levantarme
sin odios ni rencores.
Perdón por ser fuerte.




(*) Escritora de Sierra Grande. El poema es de la Antología de su libro “Esperá que te cuento II. Sueño Patagónico” (Edición del autor, Sierra Grande, 2006).



martes, 2 de enero de 2018

EL POEMA DE HOY



Esencia de tilo


por Olga Starzak



Esencia de tilo que impregna la atmósfera de sutil presencia
de cándida luz
de serena espera.
Atenúa el latido, entibia mi cuerpo, seduce y asedia.
Líquido espeso que en gotas gordas asume el silencio
y ofrece sosiego.
Al calor de las velas renueva su aliento
envuelve el recinto con su aroma pleno.
Aroma de tilo, aroma de tiento.
Lábiles emergen los efluvios de su natura.
Licor acuoso, pasta verde, hierba macerada.
Estregados por las manos del artesano
vibrando en la cuenca de aquella vasija
mil pedazos de pétalos suaves ahogaron su llanto.
Poco antes de que en  brotes verdosos fueran hoja y nervadura.
Fueran tallo.
Y flor blanca.