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lunes, 22 de enero de 2018

UNA TRISTE NOTICIA





CUANDO UN AMIGO SE VA…



Las estrofas de Cortez hoy cobran cuerpo en toda su dimensión emotiva. Es que Jorge Gabriel Robert –el querido “Rico”–, además de ocupar un espacio enorme en nuestro corazón, había llegado a formar parte de los interlocutores que tenían permanente uso de la palabra en este portal dedicado a las letras patagónicas.

Cada tanto engalanaba nuestro sitio con sus crónicas y relatos. Títulos como “Un galés-argentino, el Sargento Weston Harris”, “En el puesto de barro, el último arreo”, “Un gaucho patagónico en los tiempos el Ford T”, “Una bruja en la montaña”, “Taperas y su magia”, “El último guardahilos” –por citar algunos– recreaban estampas de un pasado emparentado con nuestras raíces más profundas. La pluma sencilla, fresca, evocativa, nos conectaba con bellas vivencias campesinas, con episodios rurales, con anécdotas cargadas de espiritualidad. Por si fuera poco, lejos de limitarse a esas colaboraciones espontáneas, su voz se hacía oír de manera constante a través de comentarios siempre oportunos, observaciones agudas, puntos de vista creativos, salidas inesperadas, humoradas que invitaban al intercambio y al retruque. Quizás como un reflejo del sobrenombre, sus intervenciones eran siempre enriquecedoras.

Es probable que ni él mismo tuviera conciencia de su capacidad poética, de la profundidad de su mirada sobre los simples hechos cotidianos. Los párrafos que reproducimos aquí son una muestra de esos dones, que ejercitaba sin ostentación ni grandilocuencia:

(...) La noche, plácida, serena, en el campo presagia algunos misterios;  en los hombres crea supersticiones como el chistido de una lechuza, que nadie ve entre los montes, o la cercanía de la luz mala que trae reminiscencias de viejas leyendas. El facón, inmutable en la cintura. El caronero es siempre el revólver. Observemos la luna que intenta filtrarse entre las nubes como ayudando a despejar cualquier duda temerosa en la oscuridad. 
La hacienda no ha sentido el estrés del camino, bien alimentada, satisfecha en su sed, comienza a moverse. Un sol rojizo, como desperezándose ante el rol que le toca ejercer, apaga los últimos vestigios de servidumbre que la luna ha prestado y proyecta tomar el mando del día. El último arreo patagónico con destino a Mancha Blanca, parte desde el puesto de barro.(...)

Jorge Gabriel Robert: criollo de ley, amigo, poeta, un alma sensible y elocuente. Amó a su Camarones, amó el campo, amó a su esposa, a sus hijos y a sus nietos. Amó la vida. Y sin ninguna treta, simplemente siendo como era, se fue ganando nuestro corazón para siempre. ¡Cuánto te vamos a extrañar, Rico, querido amigo!





3 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca te llegué a conocer demasiado, sin embargo ahora te extraño. Te mantengo en mi memoria como un recuerdo lejano y siento la mesa de madera, los peluches en la habitación, las flores de plástico y las pinturas de potros galopantes. Me querías tanto y yo así te ignoré. Ahora me arrepiento abuelo. Ojalá te hubiera escuchado y ojalá hubieras podido leer una historia mía (que tanto querías) antes de partir. Siempre vas a permanecer en mis memorias de niña y te voy a narrar lo que escriba. Un abrazo.

Jorge Vives dijo...

La Literatura Patagónica ha perdido un cultor, que supo reflejar en sus sentidas letras las tradiciones gauchas de la región. Y un buen lector, siempre con el comentario preciso y cordial para el autor del texto que había leído. Las justas palabras que se publicaron en el blog para recordarlo, no requieren ningún agregado. Es un honor que Literasur haya albergado sus escritos, a través de los cuales, más allá de la tristeza de su pérdida física, Jorge Gabriel Robert va a vivir en el recuerdo de los lectores.

Ada Ortiz Ochoa dijo...

Mi amigo en Facebook, conversábamos, opinábamos, vi fotografías de su familia, una de su esposa tejiendo... Es verdad: Cuando un amigo se va...Deja su hermoso testimonio de talento.