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martes, 26 de febrero de 2019

LOS MICRORRELATOS DE HOY




DOS MICROCUENTOS

Por Pablo Lautaro (*)




PARADOJA


El niño subió al árbol de la vereda por el costado menos denso.
Ya sobre la copa, meditaba en silencio lo que su madre siempre le decía: Pretender que vos hagas algo bien es como pedirle peras al olmo. Su vista quedó perdida mirando un pequeño fruto que luego tomó con una de sus manos y la noche lo sorprendió sin más remedio, hasta que la voz de su hermano mayor lo sacó del letargo. Benjamín, bajá que mamá te busca. Minutos más tarde y frente a su madre, con cierta emoción, tomó de uno de sus bolsillos la evaluación de Lengua. Había sacado diez. El silencio reinó entre ambos y antes que ella pronuncie palabra alguna, del otro bolsillo sacó una pera.


EMBELESADOS


La música le atraviesa los tejidos, penetra hasta los órganos, recorre serpenteante cada laberinto, se instala en su cuerpo. Bailarín de estirpe, coquetea con el movimiento, exterioriza en el rostro huraño, lo que los ojos inertes capturan a través del oído.
Los dedos en la espalda de la compañera marcan el compás, transmiten en una oscilación todos los sentidos. La sugestión puede a la timidez y sus cuerpos transforman las notas del dos por cuatro.
Sus almas encuentran en la danza la cercanía necesaria para silenciar la sala. “Por una cabeza” los invade y sus soledades sucumben seducidas.




(*) Escritor neuquino. Textos tomados de su libro “Alumbrado Nostalgias” (Editorial Dicit, Neuquén, 2017)



lunes, 18 de febrero de 2019

LA NOTA DE HOY





GEOGRAFIAS IMAGINARIAS DE LA PATAGONIA


Por Jorge Eduardo Lenard Vives





La Literatura suele inventar geografías. A veces se inspira en antiguos mitos, como lo hizo Pierre Benoit con la leyenda de la hundida metrópolis de la Atlántida. Otras veces son pura entelequia, al estilo de los países de Liliput, Brodingnag, Balnibarbi y demás pergeñados por Jonathan Swift.

Las letras de la Patagonia no escapan a esta tendencia; y muestran sus propios lugares de fantasía. Uno de esos sitios surge de una leyenda tradicional: la Ciudad de los Césares, también llamada Eilín, Lin Lin, Trapalanda o Trapananda, de la cual ya se habló en estas páginas. El tema dio lugar a numerosas obras. Muchas de ellas de ficción, como “La ciudad de los Césares” de Ernesto Serigos, “La confesión de Pelino Vera” de William Hudson y “Magia Blanca” de Eduardo Gudiño Kieffer. Pero también hay ensayos: “La ciudad encantada de la Patagonia” de Ernesto Morales, “La ciudad de los Césares” de Enrique de Gandía y las obras publicadas por Pedro de Angelis en 1836, en el apartado “Derroteros y viajes a la Ciudad Encantada, o de los Césares, que se creía existiese en la cordillera, al sud de Valdivia”, de su “Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de la Plata”.

Otro sitio imaginario de la geografía sureña es el río Cananor; curso de agua ilusorio que varios antiguos mapas de la región situaban entre los paralelos de 45° y 47°, con su estuario en Camarones. De tal accidente topográfico ya habló Gerardo Robert en una documentada nota de este blog (1). Aludieron al tema Luis Colombatto en el volumen “El Consultor Patagónico”, Jorge Castañeda en la nota “Cananor, el río patagónico que nunca existió” (2) y Héctor Raúl Ossés en su libro “Patagonia, ficción y realidad”.

Hacia 1502 aparece en los portulanos de Caverio y Kunstmann II; por lo que, según el investigador Roberto Levillier, pudo haber sido registrado por la expedición de Américo Vespucio que llegó ese año a los 50° de latitud sur. Con diferente grafía (al principio Cananor; y luego, a partir de 1590, del Camarón o de los Camarones) se mencionó hasta 1883, cuando la expedición de Lino de Roa confirmó su inexistencia. El nombre, según Germán Arciniegas “... era un recuerdo del Oriente que lo mismo impresionaba a los portugueses que a los florentinos. Cananor y Cochín eran los dos puertos de exportación más importantes para la pimienta y la canela, sobre la costa de Malabar”. Por su lado, Enrique de Gandía afirma que se relaciona “con el nombre imaginario de un rey de una novela de caballería de fines del siglo XV: La historia del rey Canamor y del Infante Turián, su hijo”.

Pero no es el único curso de agua ficticio de la Patagonia. En un artículo de su blog “Evangélicos en la Patagonia” (3), Marc Peresi recuerda que el norteamericano Anthony Finley en un mapa de 1827 y el inglés James Playfair en su Atlas de 1814, ubicaron un inexistente río que desembocaba en el Golfo de San Matías; cuyo curso atravesaba el imaginario lago “Tehuel”. Esta curiosa hidrografía tiene un antecedente: la carta que John Reid publicó en Nueva York en 1796, reproduciendo la editada en Londres por William Winterbotham. En este plano, a diferencia de los anteriores, aparecen sólo dos ríos: el Colorado y el que desemboca en la “Bahía sin fondo”; obviando la boca del Río Negro en proximidades de Viedma. Por supuesto, estas imperfecciones de la cartografía en una época en la que recién se estaba reconociendo la región, deben ser perdonadas. Pero no dejan de agregar cierta sibilina fascinación a la geografía sureña.

No podía faltar una ínsula fantasma; y tal es la isla de Pepys, descubierta en 1683 por Ambrose Cowley, a bordo del Dolphin; frente a las playas patagónicas en los 47º 40 de latitud sur. Sin embargo, varias expediciones posteriores que van buscarla en esas coordenadas no la encuentran. Podría pensarse que el corsario habría hallado un islote minúsculo, difícil de ubicar… si no hubiera asentado en su diario: “Se puede hacer cómodamente en ella aguada y leña. Su puerto es excelente, y capaz de recibir con seguridad a mil buques. Vimos una gran cantidad de aves en esta isla, y opinamos que el pescado debía abundar en sus costas, por estar rodeadas de un fondo de arena y piedra”. Pepys figura en la cartografía hasta 1831. Habla de ella, entre otros, Gastón Marelli; en su blog “Geografía Mítica Argentina” (4) y Gonzalo Monterroso en un artículo del “Islario Fantástico Argentino” (5).

Por el lado de la ficción pura, debe mencionarse “La leyenda de Guagueren”, novela donde Fernando Nelson recurre a una imaginativa trama, al situar a la Atlántida en cercanías de la costa del Chubut. Los atlantes han desarrollado la tecnología que les permite vivir bajo del mar e interactuar en ocasiones con los habitantes de tierra firme. El lugar de contacto es Punta Ninfas; que, según Nelson, recibió el nombre por la continua visita de las sirenas provenientes de la ciudad submarina, las “guagueren”. También Gaiman cobra relevancia como eslabón entre las dos culturas. Nelson sitúa una intrigante red de túneles bajo el suelo del Valle, vinculada a la urbe sumergida, cuya descripción genera algunas páginas muy ricas para la Literatura regional.

Asimismo, es total producto de la creatividad literaria la enigmática isla Tsalal, que el Arthur Gordon Pym de Edgard Poe encuentra en algún punto del mar austral. Visitada luego, de la mano de Julio Verne, por el capitán Len Guy y su tripulación; es vuelta a recordar en las páginas de H. P. Lovecraft cuando resuena el ominoso grito “¡Tekeli-li!” en las montañas de la locura de la Antártida.

La Patagonia, morada de gigantes y animales prehistóricos, refugio de piedras parlantes y tesoros ocultos, comarca donde existen aún hoy en día espacios poco frecuentados por el ser humano, es tierra fértil para la fantasía. Tan fértil, que hasta parece ser ella misma fruto de una geografía imaginaria.





Notas:

(1) Robert, Gerardo. “Camarones. Toponimia probable”. Blog “Literasur”. 31/10/ 2014.
(2) Castañeda, Jorge. “Cananor, el río patagónico que nunca existió”. Diario Río Negro, 18/10/2018.
(3) Pesaresi, Marc. “¿Templarios en Patagonia?”. Blog “Evangélicos en Patagonia”. 19/09/2016 (https://patagoniayprotestante.blogspot.com/2016/08/templarios-en-patagonia.html). El artículo reproduce los mapas citados en el texto por gentileza de David Rumsey Map Collection.
(4) Geografía Mítica Argentina (http://geografiamiticaargentina.blogspot.com/2011/08/isla-pepys.html)
(5) “Islario Fantástico Argentino” de Alberto Muñoz, Alejandro Winograd, Salvador Gargiulo y Gonzalo Monterroso (Ediciones Winograd, Buenos Aires, 2018)



domingo, 10 de febrero de 2019

EL POEMA DE HOY




GOTA DE HOJA 


Por Carlos Nuss (*)





Que la mirada quede en el árbol 
más que en la hoja caída. 
Que la hoja caída quede en la rama 
más que en el hueco de la mirada. 

Que la gota de agua caiga de la rama 
más que de la mirada. 
Que la mirada sea una gota de agua 
colgando de la rama. 

Que todos los ojos sean gotas, 
que las ramas manos, 
que las gotas sean hojas 
para volver a ser árbol. 

Que el silencio hable cayendo 
hasta la paciencia del suelo. 
Que la raíz sea rama 
que brota, palabra 
desde la semilla del tiempo.





(*) Escritor de Comodoro Rivadavia, nacido en Concordia en 1979 y radicado en la ciudad sureña desde el año 2009. Es coautor, junto con el escritor comodorense Ezequiel Murphy del libro de poesía a dos voces “Contrapunto pat-AGÓNico” (Editorial Vela al Viento, 2016). Escribió el libro de poemas “La quinta pata” (Espacio Hudson, 2017) y la novela corta “Tons” (Editorial Cooperativa El Miércoles, 2018). Este poema fue tomado de su poemario “La quinta pata”.


lunes, 4 de febrero de 2019

EL MICRORRELATO DE HOY




ARENAS ROJAS (*)


Por Ángela Barrera






“Cuenta tu historia”, me pidió con voz tenue mientras seguía mirando el cielo.
Su cuerpito flacucho estaba casi hundido en su totalidad en el suelo de arenas rojas. Ese viento tibio que los había abrigado, como una manta por mucho tiempo, se iba calmando y la noche se hacía cargo de pasar a la página siguiente.
Hoy sería igual que ayer, antes de ayer y antes, antes, antes de ayer.
-¿Cuántos días llevábamos ahí? Ya perdí la cuenta. Y las estrellas… ¿con qué imágenes nos sorprenderían esta noche?
¡Sus movimientos! ¡Ah, esos sí que eran fantásticos! Se superponían figuras colosales, brillantes, parecían millones de hadas danzando sin parar. Dibujaban mundos de luz.
Pero hoy era distinto. Hoy yo tenía que contar una historia.
Me tendí a su lado, cerré mis ojos y empecé a escudriñar en mis pensamientos. Algo tenía que encontrar, me dije.
Iban y venían personajes, ideas de todo tipo, todo se agolpaba para salir.
Percepciones internas y externas, se adueñaban de mi mente y de mi cuerpo…
¿De mi cuerpo?
El viento sopló más fuerte llevándose lo que quedaba de mí.





(*) Relato presentado por el escritor santacruceño Luis Ferrarassi, un frecuente colaborador de Literasur. Desde el taller de Iniciación a la Narrativa que brinda en el Instituto del Sindicato de Empleados de Comercio de Río Gallegos el escritor Luis Ferrarassi, frecuente colaborador de “Literasur”, se dio como consigna a los cursantes mirar esta imagen durante breves segundos. Como una piedra cayendo en un estanque, esta imagen mueve ondas en el cerebro y hace sentir cosas diversas a quien la observa. Este relato de Ángela Barrera es el resultado.

viernes, 1 de febrero de 2019

EL POEMA DE HOY




GERMINAR OTOÑAL


Por Aurelio Salesky Ulibarri (*)





Fue allí entre los días primeros 
de otoño…
Cayeron las lluvias,
fecundóse el yermo,
y en donde ya nada brotar parecía,
germinó crujiendo la endeble matita.

Fue allí entre los días primeros 
de otoño…
Y cual si quisiera gozar peligrosa
de las peregrinas y australes tibiezas,
al sutil talluelo
lo envolvió en hojuelas
y adornó su altura
con humilde yema.

Fue allí entre los días primeros 
de otoño…
Diéronse los pétalos
con hálitos de Flora,
y entre el vientecillo que cruzó mi rostro
sentí las caricias del silvestre aroma.

Fue allí entre los días primeros 
de otoño…
Un helado manto cubrió a las mesetas,
y al rayar el alba sobre el patagónides
se extinguió de un soplo
la efímera belleza.

Fue allí entre los días primeros 
de otoño…
¡Qué sola se veía la matita aquella!




(*) Escritor chubutense. Este poema es de su libro “Patagonia poética” (Editorial Áncora, Buenos Aires, 1965).