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lunes, 21 de febrero de 2022

LIBROS DE AUTORES PATAGÓNICOS

 

EL COLECCIONISTA DE FLECHAS, de Cristian Perfumo (*)




    “Ya nadie usa flechas para matar. Ahora hay quien mata por ellas”. El inquietante epígrafe que precede al título de la portada abre una fuerte expectativa en el lector que —desde ya lo anticipamos— será ampliamente satisfecha. Este auténtico “thriller” policial patagónico  tiene la virtud de atrapar la atención del lector desde el primer minuto y logra mantener esa llama creciente hasta la última página.

     Cristian Perfumo nos tiene acostumbrados a provocar ese envidiable efecto: sus novelas “El secreto sumergido” y “Dónde enterré a Fabiana Orquera”, entre otras obras, ya habían abierto una trayectoria literaria muy promisoria, que pronto se manifestó en dos hechos significativos: su novela “Rescate gris” fue finalista del Premio Clarín en 2018 y “El coleccionista de flechas” obtuvo el Premio Storyteller de la plataforma Amazon en 2017.

     Ambientada en Puerto Deseado, donde el autor creció y vivió durante años antes de radicarse en el exterior, la trama de esta obra pivotea en torno a un tema delicado: el comercio ilícito del arte lítico aborigen que, pese a estar penalizado en la Argentina, ha generado un mercado “negro” que incluye la fuga de ese valioso material prehistórico hacia el exterior, donde se abonan grandes sumas por ciertas piezas muy singulares.

        Un recurso muy logrado es la voz elegida para el discurso narrativo: se trata de la protagonista principal, Laura Badía, una criminóloga santacruceña que se desempeña en la repartición policial y también como perito judicial, quien estará a cargo de la investigación de un asesinato aparentemente vinculado al robo de una colección de flechas valiosísima. 

          En efecto, junto a la aparición sin vida de un vecino de Puerto Deseado, víctima de un asesinato violento, ha desaparecido un conjunto de puntas de flecha conocido como la “colección Panasiuk”, de origen legendario e inestimable valor económico.

      En el curso de la investigación, merced al desfile de algunos personajes intrigantes, el autor siembra en la imaginación del lector varias hipótesis plausibles acerca de la autoría del crimen, aunque con su habitual maestría, finalmente logrará sorprendernos con una “vuelta de tuerca” inesperada.

        Las buenas novelas no se cuentan: se leen, y eso es lo que hoy les proponemos a los interesados en este género, en el que Perfumo es un consumado artífice. 

           “El coleccionista de flechas” es altamente recomendable y además puede obtenerse sin inconvenientes a través de plataformas como Mercado Libre y Amazon. ¡No se la pierdan!


C.D.F.

viernes, 18 de diciembre de 2020

OBRAS DE PUBLICACIÓN RECIENTE

 



“MEMORIAS DE MI VIDA EN PUERTO MADRYN Y TRELEW”, DE ANDRÉS A. RUSSO (*)




La biografía fue uno de los primeros géneros literarios. Sus antecedentes se hunden en la noche de los tiempos, ya que comenzó con la tradición oral —los relatos de vida de los héroes, de los guerreros y los santos— y más tarde, a través de la forma escrita, también se popularizó en una de sus expresiones más difundidas: la autobiografía.


Este género se concreta de diversos modos, como el diario personal o la forma epistolar, pero su formato mas difundido son las “memorias”, consistentes en la narración de la propia vida o de algunos tramos de ella por parte del autor.


En esta modalidad, el aspecto puramente literario pasa a un segundo plano. El lector no exigirá grandes virtudes estilísticas ni floreos retóricos: su interés estará centrado por completo en el contenido fáctico. Los seres humanos somos curiosos por naturaleza, y las memorias nos abren una puerta hacia la intimidad de un individuo, nos permiten “visitar” esa especie de “museo interior” donde el autor conserva sus reliquias vitales, el conjunto de anécdotas, episodios, experiencias y secretos que fueron entretejiendo su existencia.


A veces creemos conocer muy bien a alguien con quien mantenemos trato habitual desde hace mucho tiempo. Sin embargo, ese conocimiento suele ser mucho más superficial de lo que pensamos. Seguramente nos falta información sobre ciertos aspectos esenciales en el desarrollo de su personalidad: ¿cómo fue su niñez? ¿Quiénes eran sus padres, qué hacían? ¿Qué alegrías y qué desgracias marcaron su vida? ¿Qué desafíos debió afrontar? ¿Cuáles son sus mejores y sus peores recuerdos? Por más amigos o conocidos que seamos de ciertas personas, es probable que ignoremos las respuestas a muchos de esos interrogantes.


Andrés Russo es un hombre muy popular y goza de un gran aprecio por parte de la comunidad. ¿Quién no lo conoce? Su estilo franco y cordial, su buen talante, su manera práctica y sencilla de resolver las cosas, hacen de él una persona con la que da gusto tener trato. Además, es un empresario nato, con una trayectoria descollante en el mundo de los negocios. A no dudarlo, su nombre está ligado a buena parte de la historia del desarrollo comercial e industrial de Trelew y su zona de influencia.


Y bien: en este libro Andrés nos abre de par en par las puertas de su intimidad personal para recorrer juntos, de la mano de sus recuerdos, un pasado rico en experiencias de toda clase. A través de sus páginas conoceremos a Rosa y a Vito, sus padres, y a sus abuelos Juan y Colomba, esa familia “tana” de pescadores radicada en Puerto Madryn; una etapa de privaciones económicas y a la vez tan pródiga en experiencias vitales. Allí desfilarán las remembranzas de una niñez con dolores y alegrías, con aprendizajes precoces para sobrevivir y superar escollos, o compartiendo momentos inolvidables con esos amigos que son “para siempre”…


Y esa es apenas la introducción, el comienzo de una historia colmada de hechos y sucesos emotivos, una secuencia fascinante a través de la cual veremos cómo aquel niño, el voluntarioso que después del horario escolar salía a hacer tareas de reparto para ganar sus primeras monedas, llegó a convertirse en el comerciante y empresario próspero que hoy conocemos.


Siempre se ha dicho que los libros no deben ser contados. Nada supera el placer de leerlos, de entrar en esa especie de “trance hipnótico” que produce un texto cuando captura toda nuestra atención. Las memorias de Russo tienen esa característica: comienzan con los avatares del nacimiento de un bebé inmenso —el autor, de 5,400 kg, que así arrancó, siendo noticia en todo el pueblo— y a partir de allí no hay manera de abandonar el libro hasta la página final.


Al leerlo, mientras compartimos esa evocación personal, estaremos aprendiendo lecciones de vida, de cómo se puede progresar a fuerza de constancia, de trabajo y sacrificio; de lo importante que es una conducta coherente; el valor de la palabra, el encanto de los desafíos, la visión empresaria hecha realidad. Y también comprenderemos las enseñanzas insustituibles que brinda la experiencia, la importancia de saber sobreponerse a los contratiempos y los traspiés.


Es un texto que a cada párrafo despierta una sonrisa, una emoción, una sorpresa. Es un culto a la amistad, al trabajo, a la perseverancia. Un canto a la vida interpretado por este joven de 83 años, que aún tiene muchas cosas para compartir con quienes lo conocemos hace tantos años y le guardamos un profundo afecto.



C.D.F.



(*) Impreso en los talleres de grafico, A.P. Bell 784 - Trelew (Chubut), octubre de 2020.

martes, 8 de diciembre de 2020

OBRAS DE PUBLICACIÓN RECIENTE

 



“COMO PIEDRAS PARA FLECHAS”, DE KUQUI SÁNCHEZ (*)



Hay textos que tienen la extraordinaria virtud de situarnos de inmediato en los escenarios descriptos. Este fenómeno suele producirse cuando, por diversos factores, nuestras propias experiencias se relacionan con las imágenes y los hechos relatados por el autor y nos hacen “revivir” aquellas sensaciones del pasado.


Es entonces cuando se produce esa mágica conexión entre el texto y nuestra memoria emotiva, un proceso que se traduce en un éxtasis placentero.


Ese regocijo me hizo demorar el avance de lectura, dosificarlo noche a noche, a conciencia de que su duración estaría limitada a un centenar de páginas. ¡Era tan lindo apagar la luz para seguir contagiado de las frescas impresiones campestres!


Si tuviera que sintetizar los elementos esenciales de la obra elegiría estas palabras: bellas añoranzas, lirismo bucólico, gratitud, amor profundo.


Las añoranzas se despiertan en la voz del autor a cada paso de su recorrido por los parajes mesetarios, y tiene una lógica razón de ser: Kuqui vivió una buena etapa de su infancia en el campo, y es sabido que las experiencias infantiles conectadas con el ambiente y el paisaje circundantes nos marcan de por vida.


Él mismo lo confiesa en el prólogo, al describir la meseta, su extensión, sus silencios, su gente, para agregar: “Es hermoso tener todo eso en la memoria. Pero no es bueno. Lo bueno es compartirlo”.


A partir de allí empiezan a desgranarse los recuerdos que han ido tejiendo su red de nostalgias: el niño que camina por la meseta, que se deja encantar por las piedras de colores, que busca macachines y los extrae para deleitarse con su dulzor terroso; que se lastima ocasionalmente con la espina de un algarrobo, que descubre rastros reveladores e inquietantes sobre el suelo, que disfruta el frescor del agua al bañarse en una vertiente; el chico que contempla los componentes de un recado con curiosidad infantil y una atención tan profunda que le permitirá describirlo muchos años más tarde con todo detalle, como si lo estuviera viendo.


El lirismo bucólico atraviesa toda la obra, tan rica en sensaciones campesinas, y encuentra su mayor intensidad en las descripciones de escenas vinculadas a la vida rural: una rastra cargada de alfalfa y tirada por tres percherones, el jinete que se aleja esquivando jarillas y molles, el arroyo flanqueado de cortaderas y pajonales, la caída del sol sobre los labradíos, “el aroma del duraznillo, del molle o la jarilla mojada”, “la sombra fresca y dulce del eucalipto”… Solo quien ha experimentado esas vivencias y las ha hecho propias puede lograr transmitirnos su textura poética de una manera tan expresiva, como lo hace el autor en estas semblanzas.


La gratitud y el amor profundo van de la mano a lo largo de toda la obra. Kuqui nunca dejó de pertenecer espiritualmente a esa dimensión geográfica y pastoril, aun cuando su actividad lo llevó a radicarse en la ciudad. Está claro que sus ojos están ahítos de distancia, que su alma busca refugiarse con frecuencia en la soledad compañera y el expresivo mutismo de la gran planicie chubutense. Porque allí, aunque suene a paradoja, estar solo y en silencio es estar bien acompañado cuando nuestro corazón pide una tregua, un resuello que nos rescate del bullicio urbano; o del dolor, de la desazón y las penas.


Allí están las figuras queridas, los viejos pobladores que lo recibirán con un abrazo y unos buenos mates con tortas fritas o un ocasional asado. Allí estará la charla colmada de remembranzas, y también la evocación de los que ya partieron de la vieja querencia para reposar en los campos altos y serenos del cielo.


Y allí va, entonces, cada tanto, al interior profundo, don Jorge Horacio Sánchez, acompañado por sus seres queridos, como si viajaran a través del tiempo para volver a la vieja casa, al galpón abandonado, a la solitaria escuelita rural. Va en misión de buenos oficios, lleno de afecto y agradecimiento. ¿Qué otra cosa ha de esperarse de un hombre tan noble y tan bueno?


Podría contar muchos más detalles de la obra, pero sería injusto quitarle a los lectores el placer de descubrirlos por sus propios medios.


Francamente, fue un gran deleite leer este libro de un amigo al que quiero tanto y que tiene tan “buena letra”. Y eso que Kuqui, con su proverbial humildad, pretende advertirnos desde el prólogo con una frase inicial: “no soy escritor”… 


Tal vez quiso decirnos que no se dedica a escribir a tiempo completo, pero cuando siente la necesidad de hacerlo…, ¡ah, mi amigo! ¡Qué pluma decidora y sensible! ¡Cuántas emociones logra transmitir!


Muchas gracias por este rico aporte a la literatura patagónica. 


¡No se lo pierdan! Yo sé lo que les digo.


C.D.F.



(*) “Como piedras para flechas”, de Kuqui Sánchez. 20/10/2020. Ed. gráfico - A.P. Bell 784 - Trelew (Chubut).

miércoles, 15 de abril de 2020

OBRAS DE AUTORES PATAGÓNICOS




COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE EDITADO 
(EN FORMATO DIGITAL)

"LA CIUDAD, DESPUÉS..." DE LUIS FERRARASSI (*)



El género fantástico no es uno de los más presentes en la Literatura Patagónica. Si bien existen algunos ejemplos, y de gran calidad literaria, son pocos los escritores regionales que lo adoptaron en forma exclusiva. Uno de esos cultores es el autor riogalleguense Luis Ferrarassi, quien lo ensayó en sus volumenes de cuentos "Ruinas del alma" y "Tempestades, penumbras y tinieblas" (inedito; aunque algunas personas, como este comentarista, tuvieron el gusto de leerlo por adelantado); y en su novela "La Santa Cruz de Hielo". Ahora lo vuelve  a utilizar en su último libro, "La ciudad, después...", editado en formato digital. El volumen, subtitulado "Algunos cuentos y 14 micro relatos", presenta obras que giran de una y otra manera alrededor del tema de una ciudad -Río Gallegos- que por una extraña circunstancia muta, se mueve sobre sí misma, desaparecen algunos lugares y aparecen otros. El tema de las ciudades inquietas ya había sido tomado por Ferrarassi en su anterior relato "Día de Niebla", donde la localidad maldita de "Cabo del Atlantico" revive un sólo día al año.

Los cuentos, veinte en total, van desde el terror ("Hospitalidad", "Hacia adelante", "La respuesta", "Espectros", "Un fugaz viaje al antes" ) y la ciencia ficción ("Una visita a la madrugada", "El peso del pasado"); a la fantasía épica ("21 plegarias") y maravillosa ("Ese día", "El puesto vacante", "Alas blancas", "Mar y nubes"). "El tren que se llevaba todo", continuado en "Los espíritus presentes", desarrolla el eje central de la obra; la trastocada ciudad. Empieza así:

"Otra vez sucedió. 

Estaba durmiendo entre los escombros de un viejo edificio construido en un tiempo en el que yo no vivi, cuando el suelo temblo y paso, como una ráfaga, el tren. Cada vez que sucedía,  los pocos pedazos de hormigón que aguantaba el peso y la atracción de la gravedad, se agitaban y caían. Lo que caía era más que algo creado por el hombre, era un poco más de cordura que se iba."

Los argumentos de estos textos fueron inspirados por escenas de películas, fragmentos literarios, los propios fantasmas del autor...  sin embargo, cualquiera que sea su génesis, su contenido revive pesadillas; de esas que nadie quiere tener. Un ejemplo es el extraño cuento "La colina del árbol milenario", que se inicia de esta manera:

"Ya van tres semanas de sequía. La tierra arrugada y polvorienta sólo nos da de comer gusanos resecos. Hemos caminado kilómetros para llegar al árbol de la colina. Un viaje de dos meses empujado por el hambre y la desesperación.

Los carruajes están repletos de muertos. Muertos viejos. Muertos nuevos. Quienes caminan por delante serán los muertos futuros".

A ese ambiente lúgubremente onírico se le agrega el impiadoso tratamiento que el creador da a sus personajes. No tiene concesiones hacia ellos, que sufren los peores finales ("Una de superhéroes", "Incredulidad"), quedan en un estado de duda peor que la muerte ("La batalla inconclusa"); o sufren vivencias que los dejan al borde de la demencia  ("El hombre bajo la manta". Esta narración continúa una historia anterior de Ferrarassi, "Fulano", pero puede ser leída con prescindencia de ella).

Los catorce micro relatos son catorce buenos ejemplos del género.  En su breve extensión desarrollan un argumento completo.  Hacen acordar en algo a la obra "Hongos de Yuggoth" de Howard Phillips Lovecraft, uno de los escritores favoritos del autor, cada uno de cuyos poemas -con el formato de un soneto tradicional-, desarrolla un cuento fantástico. Los micro relatos son turbadores. Algunos siniestros,  otros poéticos, algunos paradójicos, otros apocalípticos, todos presentan ingeniosas y breves situaciones que, con pocas palabras, azoran al lector.

La edición digital es del propio escritor, quien se encarga también de su difusión. Las expresivas y sugerentes imágenes de la portada y contraportada son del artista plástico Nippur de Lagash. El libro está dedicado al "Concilio de Neneo: Gaby. Moro. Hugo. Seb"; y lo encabeza una frase de la novela "La Cúpula" de Stephen King, otro de los literatos preferidos del riogalleguense, en total consonancia con la obra: "Así es como acaba el mundo, no con una explosión sino con un jadeo".

Publicar en formato digital es una buena idea para lanzar un libro y ver su resultado. La edición de una nueva obra constituye una esperanza plena de incertidumbre. Al recurrir a las facilidades que brinda internet,  la incertidumbre se reduce un tanto; por la posibilidad de llegar a un universo de lectores mayor del que permite una publicación tradicional. Aún así, este libro podría tener una versión en papel, que los bibliófilos agradecerían para poder atesorar el volumen en sus bibliotecas, quizá incluso autografiado por el autor, y disfrutarlo cada tanto sin necesidad de "conectarse".

J.E.L.V.



(*) "La  ciudad,  después...". Ferrarassi, Luis. (Río Gallegos, edición del autor, 2020). Mail del autor: luisferrarassi@gmail.com

jueves, 19 de marzo de 2020

LIBROS DE AUTORES PATAGÓNICOS



COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE EDITADO
“GORRIONES DE LA NOCHE” POR JORGE CURINAO (*)


“Gorriones de la Noche”, de Jorge Curinao, hace un nuevo aporte a la Literatura regional con un estilo poético a tono con los tiempos que corren: el micro- poema. Así como la narrativa ensaya el micro-cuento y el micro-relato, la poesía también busca incursionar en sus manifestaciones minimalistas. No es el aforismo, el refrán o la máxima. En la línea del haiku japonés de tres líneas, del pareado español de dos, se llega al verso único, al verso mono-lineal. Esta técnica, que ya tuvo y tiene diversos antecedentes y cultores, como Antonio Porchia y Alejandra Pizarnik, es la que el autor riogalleguense eligió para expresarse. Son cuarenta poemas, la mayoría de una oración, algunos de dos y los menos de tres, que a razón de uno por hoja –para dar mayor contundencia a su brevedad– pintan con trazos precisos el universo íntimo del escritor. 

Porque de eso se trata el libro. En los poemas que integran sus cinco textos anteriores, el poeta acostumbró a sus lectores a sumergirse en un mundo conformado por sus espectros, que son los de todos; pero que él con su Arte logra volcar al papel. En “Gorriones de la Noche” vuelve a ese mundo; aunque busca reducirlo a su expresión mínima. Y el efecto que obtuvo, luego de cinco años de paciente elaboración, es un conjunto de obras en las que no sobra ni falta una palabra; y que están tan concentradas, al modo de la materia en el punto que precedió al Big–Bang, que al ser leídas generan en el lector un estallido de ideas. Cada micro- poema es un disparador para originar, merced a la sensibilidad de quien lo lee, un cosmos de pensamientos y sentimientos. A partir de ese verso inicial, el lector puede agregar, arriba o abajo, todas las líneas que quiera y que su creatividad le inspire.

Al recorrer la obra, surgen una serie de “palabras clave”, parecidas a las de esos listados que aparecen al pie de ciertos artículos de la red, algunas de las cuales se repiten varias veces y otras no tanto. Como “perro”, “puente”, “pájaros”, “viento”... Pero cada uno de esos términos tiene un significado particular en el universo del bardo. O varios. Cada vocablo es en realidad una metáfora de otros tantos. Por eso cuando, fruto de su afán sintetizador, el párrafo de un poema en prosa se sublima en unas pocas líneas, esas “palabras clave” fijan el mensaje que el artista quiere hacer llegar. Con seguridad, otra de esas palabras es “gorriones”. En las páginas del libro hay gorriones del día y gorriones de la noche. Estos últimos, los que figuran en la ilustración de la tapa, son muy significativos para el autor; porque son los recuerdos vividos en un ambiente nocturno que estimuló en su juventud su pasión por la Literatura y su numen creador.

El libro se presenta en una edición muy cuidada y prolija, realizada por Remitente Patagonia. La fotografía de tapa, muy estética y elocuente, es del mismo escritor. En las solapas puede encontrarse una breve biografía del poeta y el detalle de sus obras anteriores. El prólogo, ubicado luego de la dedicatoria “A Lunita”, es de Noelia Palma. Al iniciarlo la prologuista manifiesta: “¿Dónde habita la noche para el poeta Curinao? ¿Qué nido construyó dentro de su poesía para que podamos los lectores ser gorriones y álamos?”. Y más adelante: “¿Sobre qué hebra de luz construyó Jorge Curinao su nido para resistir los vientos de su propia poesía?”.

También la contratapa tiene una nota introductoria que, entre otros aspectos, expresa: “… “breve” no es sinónimo de “efímero”. La calidad de efímero, otra de las características de la actualidad, no cabe a la presente obra, porque, sin duda, estos “Gorriones de la noche” están destinados a perdurar y a convertirse en referentes ineludibles de la Literatura Patagónica”. Como es lógico, quien escribe estas líneas no puede dejar de hacer suya esa opinión.

Ya es tiempo de dejar que los gorriones vuelen; con un vuelo por los cielos sureños, y seguramente de otras latitudes lejanas, que se desea exitoso para el escritor y su creación. Por eso, para dar fin a este comentario y a título de colofón, se transcribe uno de los micro-poemas del libro, que tiene mucho de síntesis de toda la obra y pinta al autor de cuerpo entero:

Mi tristeza viene de los puentes, no de la noche

J.E.L.V.




(*) “Gorriones de la noche”. Curinao Jorge. (Trelew, Remitente Patagonia, 2020). Contacto con el autor: jorgecurinao06@yahoo.com.ar

viernes, 1 de noviembre de 2019

COMENTARIO A UNA NUEVA OBRA PATAGÓNICA



COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE EDITADO
“CARTAS.DOC” POR MARGARITA BORSELLA Y MIGUEL OYARZÁBAL (*)



Comentar "Cartas.doc" proporciona una doble satisfacción. Por un lado, porque el libro reúne varios conocidos nombres de la Literatura Patagónica. Por otro, porque se trata de una obra novedosa y bien lograda, que satisface al lector que se acerca a ella.
¿Cuáles son los nombres que aúna? En principio, el de sus creadores, dos conocidas plumas regionales: Margarita Borsella, autora de "Buenos Aires Chico", "Silencios" y "Rescatando Matices" , y Miguel Oyarzábal, el reconocido (y recordado) bate madrynense, ya fallecido. Tiene además prólogo de la poeta valletana Cecilia Glanzmann y fue publicado, en forma prolija y cuidada, por "Umbrales", la editorial que dirige la escritora Mónica Soave, quien, si bien radicada en Buenos Aires, está profundamente ligada a las letras sureñas.

¿Y por qué se dice que es novedosa? Porque recurre a un género no muy común en la región: el epistolar de ficción. Al respecto dice la prologuista:

"Cartas es una nouvelle epistolar en la que los dos autores han podido mantener su estilo personal, pero, al mismo tiempo, con una coordinación que tensa, atrapa y sostiene todo el sintagma discursivo donde lo dialógico no sólo está entre los dos protagonistas narradores, sino también con el lector, paso a paso, carta a carta..."

Ahora bien, se trata de un género epistolar "aggiornado", porque como sugiere el título y como surge de la lectura de las "cartas", éstas en realidad no se cursan por vía postal normal, sino por correo electrónico. Pero tal circunstancia no genera diferencia alguna en la forma de redactar la correspondencia. Y ese es un punto interesante para destacar.

Lejos de la inusitada brevedad de algunas "redes sociales" o del recurso prioritario a la imagen de otras, el tradicional correo electrónico permite desarrollar una escritura similar a las misivas que antes se cursaban, manuscritas o escritas a máquina y sobre mediante, para mantener una relación a distancia.

De allí que cuando Margarita y Miguel, Angelina y Roberto, intercambian sus mensajes, se produce una confrontación - no en el sentido polémico sino en el comparativo - de estilos y personalidades, que genera un texto sólido y ágil, lleno de contrastes, de sucesos inesperados, de situaciones llamativas que mantienen la atención del lector. Es un contrapunto, una payada en prosa, que fue el origen de la obra y que también le otorga originalidad, porque en otras creaciones similares es un sólo autor el que representa los dos -o más- corresponsales.

Pero entre las lógicas digresiones de una conversación de dos amigos que tienen mucho para contarse, se adivina una línea argumental. Así como se narran recuerdos, anécdotas, hechos cotidianos de diverso tenor, que van de lo cómico a lo trágico, a lo largo de las hojas aparecen datos que se ocultan entre los demás, que cobran sentido a medida que se desarrolla la narración y que permiten entender lo acaecido y arribar al desenlace; como en esos dibujos hechos con píxeles que vistos de cerca no dejan distinguir el gráfico, pero que al tomar distancia revelan su forma.

De tal manera, cuando quien lee sus páginas llega al término, encuentra el desenlace de una trama en la cual fue introducido en forma inopinada. Pero nada se dirá de ella ni del sorpresivo final. Se deja al lector el placer de descubrirlo.

Este es un libro recomendable, que sin dudas entretiene. Con su inexorable avance, el año está arribando a su fin; y con él llegan el verano y las vacaciones. No es mala idea llevar esta novela a la playa y en esos momentos libres frente al mar, sumergirse en sus páginas para disfrutar de una amena lectura, guiado por la inventiva y la destreza de Borsella y Oyarzábal.


J.E.L.V.



(*) “Cartas.Doc” de Margarita Borsella y Miguel Oyarzábal. (Editorial Umbrales, CABA, 2019).

miércoles, 12 de junio de 2019

RESEÑA DE UNA OBRA LITERARIA PATAGÓNICA





COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE PUBLICADO
“TONS” POR CARLOS NUSS (*)




“Tons”, primera novela del escritor comodorense Carlos Nuss, tiene un especial atractivo que cautiva al lector desde el primer momento. El aura de extrañeza que flota en sus páginas hace intuir, apenas comenzada la lectura, que no se está ante una obra convencional en la Literatura regional. Ambientada en un entorno claramente patagónico y con su argumento arraigado en la mitología tehuelche, avanza en una universalización del tema que trae a la memoria el empleo que hace el poeta Robert Browning del austral dios Setebos, al que conoció a través de Shakespeare. Así como Browning convierte a Setebos en un arquetipo de la religión elemental surgida de la contienda entre la humanidad y la naturaleza, Nuss transforma a Tons, una de las cuatro deidades guenena kenk que fundamentan su historia y cada una de las cuales da significativo título a sus capítulos, en un símbolo de la obscuridad que el ser humano encierra en su interior – pero no a tanta profundidad - y que surge en forma de violenta sevicia ante determinados impulsos.

La nouvelle desgrana a lo largo de sus hojas una trama que fluctúa entre la ficción fantástica y la realista, creando una interesante ambigüedad en la cual el lector puede elegir la interpretación que más le quepa a su temperamento. ¿Es Juan un maniático psicópata cuya patología, oculta hasta ese momento pero entrevista en su recurrente intolerancia, surge a partir de los daños sufridos en un accidente que, como efecto colateral, lo libera de ciertas ataduras culturales? ¿O tiene razón Quelín, su enigmático compañero de trabajo, y el latebroso Tons, al estilo de una pesadilla de Howard Phillips Lovecraft, surge del averno en forma de lengua de lodo y petróleo; para hacer al incauto operario agente de sus intenciones y de tal manera desparramar la obscuridad en el mundo? ¿Son sus aterradores sueños las pesadillas de un lunático o es realmente Tons quien despierta en su mente los recuerdos atávicos de visiones de un mundo olvidado en la bruma del tiempo?

Y esta última consideración lleva a sopesar otro de los aspectos que el autor quiere resaltar en su obra: la presencia de los sueños. De hecho, en las citas introductorias de Aukanaw, Lidia Nakashima y David Aniñir, aun antes de desarrollar por boca de Arnoldo Canclini la leyenda que señala el núcleo duro de su creación, coloca tres frases referidas a las visiones oníricas que asaltan al durmiente; remarcando la importancia que les otorga en sus páginas. Allí aparecen recurrentes las alucinaciones nocturnas de Juan sobre los gigantes que salen de la tierra. Si el lector admite la versión “realista” de la narración, el psicólogo Lagarde, terapeuta de Juan, debería interpretar el sueño según la escuela de Sigmund Freud; para buscar un argumento que aclarase el trastorno del petrolero. Pero si opta por la definición “fantástica”, el sueño debería ser visto a través de la óptica de Carl Jung; y sería inexplicable, porque no revela los delirios del soñador sino que surge del sustrato más profundo de su inconsciente. Sin embargo, en la novela los sueños de Juan comienzan a mezclarse con la realidad; situación que adquiere una dimensión monstruosa e inquietante en el último párrafo de la obra, que la cierra en forma impecable y le da un impensado aspecto de thriller.

Más allá del desarrollo de su trama principal, la novela abunda en la exposición de diversos pensamientos y reflexiones sobre distintas situaciones de la vida y la condición humana. Algunas sobre las relaciones interpersonales teñidas de violencia, que se contagia como una perniciosa enfermedad; otras sobre los intrincados recovecos de la psiquis… Por ejemplo, cuando en uno de sus soliloquios Lagarde piensa:

“Estudiar psicología le había ayudado mucho a dominar los demonios que, sabía, todos teníamos dentro. “No se puede curar a nadie”, había aprendido de Freud. Es por esto que sólo otorgaba placebos, diagnosticaba. O conducía, trataba que el enfermo descubriera por sí mismo lo que le aquejaba.”

Y más adelante agrega:

“Enfrentar el corazón de un hombre en donde todas las direcciones apuntan hacia la angustia es un camino de oscuridad; y una caída en las sombras puede llegar a no tener final.”

Pero estos contenidos incorporados, que aparecen entremezclados en los diferentes monólogos, diálogos y párrafos descriptivos —acertados recursos del texto que otorgan riqueza y agilidad discursiva a la prosa—, no son digresiones del autor. Forman parte del sentido de la obra que, en su conjunto, es una parábola sobre la crueldad implícita en el ser humano. La obscuridad buscada por Quelín, infaustamente encontrada por Juan y sólo vislumbrada por Lagarde, aunque sufre sus coletazos, puede ser la imagen del mal en su más pura expresión; las tinieblas primordiales, básicas, que acechan al universo. Pero también puede ser la ausencia de luz que se oculta en cada sujeto. Tal vez esa sombra individual sea un trozo fractal de la negrura absoluta. Porque a lo mejor son lo mismo.

“Tons” es una destacable novela. Futuras obras de este escritor que persistan en la misma profundidad psicológica y en la búsqueda de argumentos de tono regional, pero que a la vez avancen sobre una problemática general; acompañadas de ese estilo que lo caracteriza y que permite una lectura amena de sus letras, aportarán, sin dudas, una contribución de gran valor para el género narrativo de ficción de la Literatura Patagónica.




(*) “Tons”. Nuss, Carlos. Editorial Cooperativa de Comunicación y Cultura “El Miércoles”, Concepción del Uruguay, 2018. Fotos de Nuria Nuss.


jueves, 30 de mayo de 2019

RESEÑA DE DOS OBRAS LITERARIAS PATAGÓNICAS



CUERPOS PERFECTOS, CUERPOS EXTRAÑOS

DOS OBRAS DE SILVIA IGLESIAS


Nos complace comentarles las gratas impresiones recibidas al leer dos obras poéticas de Silvia Iglesias, emparentadas no tan solo por la autoría sino por los lazos temáticos que ya se advierten desde sus respectivos títulos.

“Cuerpos perfectos” (*) es una obra lírica que obtuvo el  Primer Premio de Poesía en el XXIV Encuentro Nacional de Escritores Patagónicos (2005). Merecido galardón, ya que sus textos tienen la virtud de fusionar la brevedad, la sencillez lingüística y la profundidad lírica, todo en un mismo formato y de manera realmente encantadora. 

En muchos de sus versos afloran la angustia, la desolación, la búsqueda, los interrogantes de orden existencial:

Estoy salida de mí
como esos pajaritos
que no reconocen a su madre
ni el nido donde nacieron.

O bien:

Cuando supe
que te había dado todo
sin que te des por enterado

dejé caer mi corteza
como una cáscara seca 

y seguí

a savia viva.

Además, fiel a su condición de “patagónica militante”, Silvia no pierde oportunidad de aludir a los elementos del paisaje campesino, como podemos comprobarlo en esta composición:

Sin amuletos
que me aten a la tierra
ando
como esas matas
que el viento
empuja al mar.

Son muy adecuadas las palabras de Víctor Redondo a propósito de la obra: “Podría definir este libro con dos palabras: sensibilidad e inteligencia. Lleno de hallazgos, de manera de ver lo que nadie ve, aunque lo tenga en la punta de la nariz. Así es la poesía: con pocas palabras se pueden crear ideas e imágenes estremecedoras”.

En el siguiente volumen, “Cuerpos extraños” (***), la autora  nos sorprende con nuevos logros dentro del mismo estilo, tan personal e inconfundible. Y otra vez surgen destellos de desolación y de melancolía:

Algún día 
alguien leerá
estas páginas

no le importará saber
si estoy viva o muerta

esa diferencia 

hoy

es lo único que tengo

O estos:

Me falta carácter
para decirle
a mis recuerdos
que agarren sus cosas
y se vayan
de una vez

O estos otros:

Llevo un cuerpo
y no sé dónde 
ponerlo

Al comentar la obra, dijo con acierto Rubén Eduardo Gómez: “ (…) Silvia es capaz de mostrarnos que hasta nuestro propio cuerpo es extraño. Así, el libro se vuelve un mapa conocido de lugares ignotos, una invitación a desconocer lo familiar, una puerta de entrada con al cerradura en el umbral”.

No deja de sorprender la capacidad de síntesis, el lenguaje despojado de todo artificio, la contundencia de cada sintagma. Son condiciones que revelan un don indiscutible.

En síntesis: dos obras altamente recomendables.


C.D.F.



(*) Silvia Iglesias es escritora, profesora en letras, periodista, organizadora de eventos culturales. Nació y vive en Puerto Madryn, Chubut, Patagonia Argentina. Creó y codirigió el suplemento cultural «Tinta China» del diario El Chubut. Con su primer libro de poesías, “Cuerpos Perfectos” ganó el Primer Premio del Encuentro Nacional de Escritores Patagónicos 2005. Las críticas publicadas en las revistas Ñ (del Diario Clarín), Plebella (especializada en poesía) y el suplemento Radar (del Diario Página 12), junto a las de reconocidos escritores, destacan el estilo y la voz personal del libro.

(**) Editorial Limón, 2006, Cap. Federal – ISBN 987-22056-6-3


(***) Vela al Viento Ediciones Patagónicas, 2013, Comodoro Rivadavia. ISBN 978-987-1638-34-5.


miércoles, 22 de mayo de 2019

RESEÑA DE UNA NUEVA OBRA PATAGÓNICA




“TESTIGOS OCULTOS EN LA PATAGONIA” (*)

UNA NOVELA DE OLGA STARZAK




Desde que se ha puesto de moda el término “spoilear” (del inglés “spoil”: arruinar) aplicado a quienes nos revelan por anticipado el argumento de una película o una novela, “arruinándonos” el placer de enterarnos por nuestros propios medios, se impone más que nunca la obligación de tener mucho cuidado al comentar o reseñar una nueva obra literaria.

Con esta prevención y a fin de no brindar pormenores más allá de lo prudente, nada mejor que aproximarnos al contenido de la novela acudiendo a las propias palabras de la autora en el prólogo, donde ella misma nos anticipa:

El escenario que elijo para desarrollar la trama de este cuen­to largo que resulta una novela corta, pertenece a la Patagonia Argentina, una región de la que forma parte la zona que habito. Un sitio privilegiado en el mapa del mundo. Un lugar cualquie­ra que podría ser otro pero es la Villa Traful, en la provincia de Neuquén, a mil kilómetros de mi Trelew natal. 

Los protagonistas recorren como mochileros el sur del país ago­biados por un destino que los destierra de la protección laboral; están inmersos en una tregua que se permiten, en una aventura que los seduce. En ese transitar se devela y develan el más bajo de los instintos humanos, la afición al poder, los intrincados meca­nismos de la violencia. Y, como eje central aparece su relación con el otro. Entonces se entrevé el erotismo y la sexualidad que, aquí como en la vida, cobran relevancia.

En efecto, los personajes de esta historia son un par de amigos que cierto día deciden hacer una experiencia como mochileros.  A no dudar, los jóvenes abrigan las lógicas expectativas propias de ese tipo de excursiones: paisajes bellos, hermosos paseos, los goces de la vida al aire libre. Lo que no han previsto es la posibilidad de toparse con una interferencia inusual: la presencia humana, las relaciones de  vecindad, a veces nos enfrentan con conductas imprevistas, frente a las cuales no sabemos cómo reaccionar.

En una carpa cercana a la de los protagonistas está acampando una pareja.  Los jóvenes entablan trato con ellos, sociabilizan y comparten algunos momentos agradables en aquel escenario de bosques y montañas. Todo parece ir muy bien, pero… 

Y aquí nuevamente es la propia autora quien nos devela el núcleo problemático que da pie a lo central de la trama:

Las prácticas amorosas se inmiscuyen en lo cotidiano de la existencia de los personajes, se escapan de los cánones sociales y rasgan los límites de la patología sexual. El riesgo y la amenaza están presentes, se observan y se anuncian hasta donde el rumor del lago se funde con el piar de las aves. Están latentes como el ritual del agua reflejando la alevosía de las montañas; como el sol que brilla al mediodía y la luna que aclara la noche.

¿Qué es lo que sucede en la intimidad de esa carpa? ¿Qué se experimenta al ser testigo oculto de una conducta anómala? ¿Hasta qué punto debemos mantenernos prescindentes?

Como bien lo anuncia el texto de contratapa, “En esta novela la autora explora con habilidad las zonas ocultas del deseo amoroso, los intrincados vericuetos de la perversión y el riesgo que conlleva aproximarse a esas cornisas de la psicología humana. Una trama atrapante, que mantendrá al lector en vilo hasta el último minuto.”

Hasta aquí la reseña. Contar más detalles sería caer en el “spoiling”.



(*) Novela - Testigos ocultos en la Patagonia / Olga Beatriz Starzak. - 1a ed - Córdoba : Tinta Libre, 2018. 74 p. ; 22 x 15 cm. ISBN 978-987-708-367-5

sábado, 11 de mayo de 2019

UNA NUEVA OBRA LITERARIA PATAGÓNICA





COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE PUBLICADO
“LAS RUINAS DE PAMPA NEGRA” POR HUGO COVARO (*) (**)




Basta abrir las páginas de “Las ruinas de Pampa Negra” de Hugo Covaro, para adentrarse en la Patagonia. El lector puede estar sentado en un céntrico bar de la populosa ciudad de Buenos Aires, tomando un pocillo de café rodeado del bullicio urbano; pero cuando abra el libro y empiece a leerlo, será transportado de inmediato, por la magia de Covaro, a un atardecer de cielo azul y sol brillante en medio de la desértica meseta, cerca de una de esas numerosas taperas que hablan de los intentos fallidos del ser humano de arraigarse a una tierra que permanece insensible a sus pobres anhelos.

Podrá sentir el silbo del viento, verá alguna de las chapas oxidadas del derruido techo hamacarse al influjo de las ráfagas. Las matas bajas y espinosas ondularán a lo lejos según los caprichos del aire, el canto rodado brillará sobre el yerto suelo de greda blanca, la arena acumulada en un voladero del cañadón de un arroyo seco semejará una isla “surcada por los arañazos del agua"... Porque ese es el sortilegio de Covaro, que es el secreto de los buenos escritores: lograr con sus frases que el lector reviva los sentimientos y pensamientos que el autor tenía en su mente al crear la obra. En este caso, el bardo quiere llevar a quien explora las páginas de la novela al centro mismo del desierto mesetario. Y lo consigue.

La obra se inicia reflexionando sobre la muerte; con una introducción hecha en base a párrafos de inquietantes consejas que, leídas en un ambiente “civilizado” y a la luz del día, saben a fábula. Pero contadas de noche al reflejo de las llamas de un fogón, en inmediaciones de un puesto abandonado en medio de la meseta, provocarían un súbito repelús:

Dicen que las almas recorren penitentes todos los caminos transitados en vida; caminan pisando sus rastros y los rastros de aquellos hermanos que también partieron…(…) Ruinas de viejas poblaciones suelen ser guaridas para esas almas en pena. Y en su tránsito, desmemoriados peregrinos que se aventuren por esas oquedades, conocerán el sorpresivo acecho de sombras que encuentran abrigo en esos miserables despojos.

Al término del introito comienza de lleno la historia del deambular de Patricio Magallanes en busca de su padre y de su medio hermano; quienes, según la anciana Margarita, morarían en el enigmático paraje llamado Llapinilque. El viajero nunca escuchó hablar de tal lugar y por eso ni siquiera sabe para donde rumbear. Búsqueda extraña la suya, que parece entremezclar la realidad y la fantasía; y que lleva a catalogar la novela de Covaro dentro de una variante del realismo fantástico. Sin embargo, es un realismo fantástico patagónico, ascético y parco, distante del exuberante estilo de otras latitudes.

Pese a esa irrupción de la fantasía en la realidad –o viceversa– se mantiene constante la identidad del paisaje sureño; en el que van surgiendo los personajes tan arraigados a la tierra que forman parte de ella. Más allá de la confusión entre lo real y lo fantástico, Covaro retiene al lector en esa llanura donde el agua es un milagro y la vida una casualidad; y cada tanto se lo recuerda con diálogos de este tenor:

-Por esos lugares no hay caminos… o es un único camino sin orillas que lleva al olvido… una región seca, sin agua…
-¿Sin agua? ¿Cómo pueden vivir sin agua?
-Ahí no hay agua porque no vive nadie…

O párrafos como el siguiente:

Sin un árbol donde apoyar los ojos, ese firmamento estéril remeda sin disimulo a un desarropado silencio con sus pájaros de humo. Da pena pensar en los nacidos y muertos en este páramo. Doblegados por una cruel paradoja son prisioneros de esta mínima tierra estaqueada en medio de un inmedible desierto.

Sin embargo, a pesar de la precisa descripción de la geografía mesetaria, que muestra una vez más que Covaro es un indiscutido poeta de la estepa austral y un fiel intérprete de los rasgos de su identidad, la novela no desarrolla una trama costumbrista. Porque el tema de fondo del libro es la vida y la muerte, el olvido y el recuerdo, temas permanentes en la Literatura que hacen que la obra, aun reflejando un acendrado regionalismo, avance en una problemática universal.

La búsqueda del jinete errante se desarrolla de sorpresa en sorpresa, de misterio en misterio, con un lenguaje pulcro y ameno; en el que cada frase tiene gusto a tropo literario bien logrado y muestra la precisión del Arte de Covaro, ya expuesta en forma amplia en sus anteriores libros. Un fragmento, a modo de ejemplo:

Ciertos mapas suelen ser tan engañosos como la propia memoria. En esos planos, islas desconocidas, tierras sin nombres ni límites, continentes a la deriva en océanos de truculentas aguas están dibujados por un desmemoriado cartógrafo, que ubicará el paraíso y el infierno dentro de una tierra inexistente.

Amerita detenerse un momento en la cuidadosa presentación formal del texto; publicado por Editorial “En Danza”. La bien lograda fotografía de tapa de Miguel Escobar Ruiz representa las bermejas paredes de piedra derruidas que dan nombre al volumen. No es la única ilustración: en su interior, varias imágenes en blanco y negro de la árida comarca tomadas por el autor, incrementan la sensación de desasosiego que genera la de por sí gráfica prosa. En la contratapa, un comentario de Javier Cófreces sintetiza el significado de la novela; en tanto que el usual glosario final agrega más modismos vernáculos a los muchos introducidos por el comodorense en sus dieciséis creaciones anteriores. Especial atención debe darse a la dedicatoria; sentido homenaje hacia un recordado escritor de las letras regionales, Ángel Uranga, y para Antonio Lescano.

Al terminar el libro, cerrado con un final impecable, queda una sensación, tenue, indefinida, de que existe cierta relación entre esta obra y dos novelas no muy difundidas de la Literatura universal: “Instrucciones para un descenso al infierno” de Doris Lessing y “El tercer policía” de Flann O´Brien. ¿Qué tiene en común la creación de un escritor profundamente patagónico, con los textos de una literata inglesa ganadora del premio Nobel en 2007 y de un autor irlandés de principios del siglo XX, admirado por Borges? Además de que la obra de Covaro tiene todo el derecho de integrarse por su propia calidad al acervo literario existente más allá de las fronteras nacionales, las tres obras ofrecen una perturbadora semejanza. Será el lector curioso e interesado en dilucidar los avatares de la Literatura regional quien sabrá encontrarla.

J.E.L.V.



(*) Covaro, Hugo. “Las ruinas de Pampa Negra”. Ediciones En Danza, CABA, 2019.

(**) Correo electrónico del autor del libro: vehachecebe@gmail.com