LOS RIESGOS DE OBLIGAR A OTRO A DARSE CUENTA
SÖREN KIERKEGAARD*
“Se puede tener la buena suerte de poder hacer mucho por otro; se puede tener la buena suerte de conducir a otro donde uno desea (...) Pero este resultado (...) depende de muchas cosas, y, sobre todo, depende de si él quiere o no. (...) Es imposible que yo obligue a una persona a aceptar una opinión, una convicción o una creencia. Pero sí puedo hacer una cosa: puedo obligarle a darse cuenta. En cierto sentido esta es la primera cosa; porque es la condición antecedente a la próxima, es decir, a la aceptación de una opinión , de una convicción o de una creencia. (...) No se puede discutir que es un acto de caridad, pero tampoco hay que olvidar que es un acto temerario. Al obligar a un hombre a darse cuenta, logro también el propósito de obligarle a juzgar. Ahora está a punto de juzgar; pero lo que ahora juzga no está bajo mi control. Tal vez juzga en sentido totalmente opuesto de aquel que yo deseo. Además, el hecho de que se ha visto obligado a juzgar puede tal vez haberle amargado furiosamente contra la causa y contra mí. Y acaso yo soy la víctima de mi acto temerario. Obligar a la gente a darse cuenta y a juzgar es la característica del auténtico martirio. Un mártir genuino nunca usa su fuerza, sino que lucha con ayuda de la impotencia. Obliga a la gente a darse cuenta (...)”.
Fragmento de “Mi punto de vista”
Sören Kierkegaard
(1813-1855)