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jueves, 30 de septiembre de 2010

LOS POEMAS DE HOY

CUATRO POETAS SERRANOS





Amistad

Por María Luján Siguero Entraigas (*)



El ángel de un artista
se ha sumado seductor
a este viaje que es mi vida…
Me pinta sonrisas multicolores…
comparte conmigo sus sueños…
y me incita, bohemio.
a liberar las musas
que me habitan…

(*) Escritora de Sierra Grande, integra el grupo Avefénix. Autora del libro “De amores de chat”.


Plenitud

Por Elisabet Sanza (*)


Rugosidad del sol
escondido en sombras,
cavernas zigzagueantes
engendran manantiales,
hilos de sal diminutos
alimentan mi esencia,
piedritas de colores
en mi alma.
Hoy, soy feliz.
el universo me contiene.

(*) Escritora de Sierra Grande, integrante del grupo Avefénix.



Escribir en sombras

Por Beatriz Karam
(*)




¿Por qué rayo infinitas hojas?
¿Por qué no puedo llorar
en momentos como éste?
Pequeño corazón alocado
que rocía de espumas las lágrimas del mar.
Escribir…
Mi cuerpo es una llama ardiendo en las cenizas,
mi cabellera se enreda gritando tu nombre
y no vienes,
la sangre no se apaga
corre detrás de tu ausencia.
Miro las sombras que vas dejando
cuando te alejas
del otro lado de la noche.
Escribo…

(*) Escritora de Sierra Grande, integra el grupo Avefénix. Autora de “Vida entre dos razas”, obra inédita que narra las vivencias de los pioneros de la zona de Arroyo Los Berros, su convivencia con los habitantes originales y otros aspectos históricos y culturales de la región.



Solo
(o la extraña sensación de sentirse solo entre tanta gente)


Por Carlos Olmedo (*)
Estoy solo...
En medio de una gran salina.
Ciego...
En medio de una gran salina.
Camino descalzo sin reconocer cual es mi norte
ni cual es mi sur.
Mis pies están resecos, pero aun perciben el crujir de la sal.
Cada tanto se ilumina el telón de mis ojos con destellos de luz...
¿Será ella...? ¿será el sol?
He puesto vendas blancas sobre todo mi cuerpo
las grietas que tengo en la piel son sólo eso, grietas;
nada tienen que ver con mi pasada vida.
hoy caminé 250 pasos hacia algún lado...
necesito descansar y saber que mañana
no regresaré por el camino ya trazado.
Desperté temprano.
cargué el enorme atado de juguetes viejos que llevo sobre mis hombros
y en el preciso instante en que me preparaba para dar el primer paso del día...
Una mano tersa acarició la mía...
Una mano tibia...
Humana.
Ajustó mis vendas en silencio y sin pedirme nada a cambio
seguimos...
por el gran desierto...
Caminando juntos.

(*) Escritor de Sierra Grande, integra el grupo Avefénix. Incursiona también en la música, las artes plásticas y el cine.



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martes, 28 de septiembre de 2010

EL CUENTO DE HOY





Una Bruja en la Montaña



Por Jorge Gabriel ROBERT



Se llamaba Secundino Linares el hombre que partió desde esta casa situada en un valle en la montaña. Nadie lo había visto llegar a lugares poblados. A nadie le importaba quien era o de donde venía; simplemente, a la gente le gustaba su modo de ser cordial, sin un gesto de disgusto, lo que se suele llamar por su humildad, de muy bajo perfil. Su impronta era constante de ayudar al prójimo. Sin embargo, algunos vecinos más inquisidores, habían notado cierto nerviosismo al entablar un diálogo, pese a su agradable sonrisa; pero Secundino se recomponía de inmediato al notar que era observado y buscaba la manera de sincerarse aduciendo que había bajado de la montaña en busca de trabajos bien remunerados y así poder llevar soluciones a su padre que ya anciano, había desmejorado su salud en forma alarmante y conseguir lo que una vidente le había aconsejado hacia muchos años, cuando empezó a sufrir una misteriosa enfermedad que lo llevaría a la muerte y solo ella, la vidente, conocía un método para su curación total. El remedio era muy simple, y consistía en vestir durante una semana, la camisa de un hombre feliz e ingerir un huevo de pájaro llamado, el pájaro del ceibo o el pechugón, que se conseguiría en el ceibal, mas entrando en la montaña. No era fácil.


Por eso Secundino, en el poblado, elegía pedir conchabo en casas de gente acaudalada, con autos suntuosos, grandes palacios, y así mantenía la esperanza de poder acceder a una camisa usada por personas que, a juzgar por las apariencias, deberían ser muy felices y así conseguir el premio sagrado que sería mejorar la salud de su anciano padre.
En la residencia del enfermo, en el fondo de una quebrada, rodeada de un sembradío que servía de albergue, una alfombra multicolor de plantas y flores. En el fondo de la habitación, un camastro con abundancia de cueros haciendo de abrigo, y un hombre con crecida barba que espera la muerte, si se cumplen los designios agoreros pronosticados por una “vidente” que entre la gente de la montaña, era conocida como La Bruja.
Según la adivina, el mal que aqueja al enfermo exige dos aplicaciones juntas para ser derrotado. 1, vestir por una semana, la camisa de un hombre feliz; 2, comer un huevo del pájaro del ceibal llamado el pechugón, que anida en un cañadón cerca del lugar, de difícil acceso y donde existe una plantación natural del arbusto.
Mientras Secundino en la ciudad, procura acercarse a sus conciudadanos más felices, en busca de una camisa usada, un indiecito en la montaña ha prometido traer hacia el postrado hombre, el noble producto del pájaro del ceibo. Por eso aquella mañana, mientras el sol proponía perfumes emanados durante la noche por infinidad de flores en el cañadón, el joven indio galopaba en pelo su tobiano hacia el nacimiento del manantial en la quebrada de los ceibos donde anidaba aquel plumado pájaro de los milagros.



Varias leguas de día y otras tantas de noche, por los enormes cañadones, con la guía de su instinto y su coraje, el indio va llegando a la quebrada de los ceibos donde el arrogante pájaro ha construido su nido y observa al visitante mientras éste, que desde muy pequeño vivió con su tribu alimentado con cualquier producto natural, buscó entre los pastos y ahí estaba el ansiado nido con cuatro huevos de los que sacó solo uno. Miró al cielo, hizo un ademán de agradecimiento, invocó una plegaria que su madre le enseñó en las tolderías y partió a puro galope de su tobiano incansable, llevando el cumplimiento de su promesa, hasta ser depositado sobre un cajón que sería la mesa de luz del enfermo. Besó su frente afiebrada, repitió la oración y desapareció.
Secundino Linares, consiguió entre amas de casa, planchadoras a domicilio, clubes con asistencia de gente famosa, viviendas de estancieros, deportistas, profesionales, amas de llave que accedieron a pagarle algunos servicios de jardinería y limpieza, con el agregado de una camisa usada ya convenida y partió hacia la montaña con el preciado bulto conteniendo media docena de camisas flamantes pero que habían sido vestidas por hombres que él suponía felices.
Siguiendo una huella de animales para acortar distancias, sorteando lomas y peñascos, vadeando arroyos y guiado por su instinto baqueano de lugareño, bordeando un florido paisaje, vio una majadita de cabras pastando al costado de un manantial, observó a una joven mujer lavando ropa que tendía sobre plantas achaparradas, la que atentamente accedió a cambiar con él unas palabras. Así le contó a Secundino que era madre de familia; su esposo mientras, cuidaba sus niños, el bebé, ordeñaba sus cabras, cuidaba una majada de ovejas, domesticaba otros herbívoros de la montaña, atendía el gallinero, vivía feliz, ayudado en todo por los pequeños hijos que pronto enviaría a la escuelita rural.
Por el encanto y entusiasmo de la joven mujer, que dijo llamarse Amalia, intuyó Secundino que podía encontrarse acá el hombre feliz, de manera que intentó cambiar unos pesos ganados en el pueblo, por una camisa blanca que veía secándose al sol sobre un espinillo. Amalia, experta en ser humilde y orgullosa, rechazó el dinero y obsequió la prenda solicitada. Doble emoción embargó a Secundino cuando vio bordada en el bolsillo de la camisa obsequiada por Amalia, una flor de ceibo. ¿Qué misterios hay en todo esto?, se preguntó interiormente el viajero; agradeció el gesto amable, y prosiguió su camino.
Ya en la residencia del moribundo, sería entonces La Bruja, quien dispusiera elegir la camisa que, junto al huevo del pájaro del ceibal, salvaría a éste, de la muerte anunciada.


Probó una a una las camisas, aplicando la gota de un elixir preparado por ella, que al contacto con la prenda de vestir, emitiría un olor nauseabundo, circunstancia esta ocurrida con todas las camisas probadas menos la que Amalia obsequiara a Secundino, de donde emanaba un suave perfume.
Vestido de blanco, y luego de haber ingerido el huevo del pechugón del ceibal, el enfermo desde el borde de la muerte misma se incorporó en la cama sonriente. Afuera, una nube que pasaba dejó libre al sol que iluminó la alfombra de flores en el patio y allá en el ceibal, un coro de trinos y gorjeos de pájaros, marcó un eco en la montaña.
Ninguno de los hombres del poblado, pese a sus riquezas, era feliz. El hombre del manantial, rodeado de su familia y animales de su granja, sí poseía, por derecho propio, la camisa del hombre feliz. Lo descubrió una Bruja en la Montaña.


Moraleja: “La acumulación del poder que da el dinero, o la acumulación de dinero que da el poder, no garantizan la felicidad”.






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sábado, 25 de septiembre de 2010

LA NOTA DE HOY






BORGES: LA MURALLA Y
LOS LIBROS, PARA CREER




Por José Pablo Descalzi (*)


Las "Obras Completas" de Jorge Luis Borges están publicadas en cuatro volúmenes. Esto es un testimonio. Como lo es indicar cuantas hojas o capítulos componen su finita extensión.
La lectura directa de sus escritos, sin embargo, puede dejar impresiones muy dispares y de extensiones insospechadas. Dependen, en mucho, del ánimo con que se avanza por los laberintos intelectuales que su pluma propone.
Certeza y expectativa. Es "Borges", sí, pero tengo para mí –y creo que puede compartirse– que tras su nombre se descubre belleza en la figuras que emplea; información en los datos que trasunta y un prístino y ocurrente razonamiento consecuente. Sin dudas se avizora profundidad en las reflexiones, pero también preguntas y más expectativas. ¿Sorpresa? Sí, basta empezar a leer para rendirse al impulso de ir hasta el párrafo final sin trashojar.
No es objeto de la presente aproximación el exhaustivo repertorio de sus logros, sino brindar impresiones, pinceladas subjetivas, quizás tan generales como azarosas.
En concreto no hay "una" línea, hay muchas para seguir. Poesía y ensayos, cuentos y relatos, conferencias y prólogos. Enumeración. Uno de sus recursos.
Seguramente hay más, mejores explicaciones de lo que Borges representó y representa. Este esquicio, breve, sucinto, es, se insiste, una descripción personal y limitada sobre la estrella en el firmamento de las palabras argentinas.
Veamos un ejemplo sobre la muralla y los libros. Debe tenerse presente que tal es el título con que Borges inaugura el libro "Otras inquisiciones" (1952), integrado al tomo II de las citadas "Obras Completas".
Y Borges dice:
"Leí, días pasados, que el hombre que ordenó la edificación de la casi infinita muralla china fue el primer Emperador, Shih Huang Ti, que asimismo dispuso que se quemaran todos los libros anteriores a él. Que las dos vastas operaciones -las quinientas o sescientas leguas de piedra opuestas a los bárbaros, la rigurosa abolición de su historia, es decir del pasado- procedieran de la misma persona y fueran de algún modo sus atributos, inexplicablemente me satisfizo y, a la vez, me inquietó... Históricamente -agrega- no hay misterio en las dos medidas. Contemporáneo de las guerras de Anibal, Shih Huang Ti, rey de Tsin, redujo a su poder los Seis Reinos y borró el sistema feudal; erigió una muralla, porque las murallas eran defensas; quemó los libros, porque la oposición los invocaba para alabar a los antiguos emperadores. Quemar libros y erigir fortificaciones -concluye- es tarea común de los príncipes; lo único singular en Shih Huang Ti fue la escala en que obró..."
Luego formula el ensayo de explicación de esos hechos, del que tomaré algunas frases necesarias:
• todas las cosas quieren persistir en su ser.
• el emperador destruyó los libros por entender que eran libros sagrados, o sea libros que enseñan lo que enseña el universo entero o la conciencia de cada hombre.
• su virtud puede estar en la oposición de destruir y construir, en enorme escala.
• todas las formas tienen su virtud en sí mismas y no en su "contenido" conjetural.
Y cierra y rubrica con estas reflexiones:
"…todas las artes aspiran a la condición de la música, que no es otra cosa que forma. La música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético"
Ahora pienso, trato de olvidar las diferencias, y generalizo. Persistir, destruir, construir, enseñar; conciencia, virtud y conjetura, ¿qué quiere (puede) decirnos Borges con esta relación? Me parece que el hecho estético, la apreciación de la belleza de algo, si cabe, debe buscarse en el contenido conjetural de las formas, en lo que creemos que es o puede ser.
Cambio el orden: destruir, construir, conciencia, persistir, conjetura, enseñar y virtud. Y encuentro un mensaje oculto. Creo, quiero creer, que Borges a su modo nos revela el ciclo de la vida; desde la virtud de las formas, nos enseña lo que es o puede ser la sustancia...
Pongámoslo de esta manera: destruir la soledad hasta construir la unidad, consciente de las promesas compartidas y sin buscar soluciones a la continuidad. Puede decirse que sólo valorando estos acontecimientos, creo –quiero creer– que se impone la virtud.



(*) El autor es oriundo de la Provincia de La Pampa. Nació en el año 1969. Es abogado y cuenta con numerosas publicaciones en revistas nacionales especializadas. Escribe en su blog personal: http://jpdesc.blogspot.com . Actualmente está radicado en Trelew.




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viernes, 24 de septiembre de 2010

EL POEMA DE HOY





ANÍBAL FORCADA

Por Alfredo Ismael Lama (*)



Alguien supo en las noches misteriosas
cabalgar este viento desbocado,
recorrer el chenque milenario,
recordando al Tehuelche antepasado.

Como arcilla y mar que junta cielo,
o petróleo y gas que no es venteado.
En el vientre temeroso de esta hembra
tu poesía trasnochada se ha grabado.

Comodoro fluía por tus venas,
como sangre vital, lo derramabas
y en la honda república de trépanos,
tu folklore noctámbulo cantabas.

Transformada en líricas vocales
desde un surco sideral se desprendía,
labrador de la noche patagónica,
tu semblanza de esta tierra dolorida.

Y ya ves... Yo me vuelvo a mi canto solitario,
no pretendo ni reunirme ni olvidarte,
no se unen quienes son la misma cosa,
ni se olvidan los que siempre fueron parte.






(*) Poeta comodorense. El autor dedicó este poema al conocido escritor y locutor Aníbal Forcada. El homenajeado, ya fallecido, fue autor, entre otras obras, de la letra de la canción “Más allá del Colorado”. También fue impulsor del Festival Austral del Folklore.



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miércoles, 22 de septiembre de 2010

EL CUENTO DE HOY








AMANDA QUERIDA



Por Luis Alberto Jones (*)




Paco en sus doce años de matrimonio suponía haber consolidado una familia junto a Teresa y su hija Amanda.
Pero poco a poco, como esos gajos de plantas que uno coloca en una maceta dejando en manos de la naturaleza su vida, sin aportar nada, y pasado un tiempo descubre que prospera francamente, tuvo una sensación análoga con la marcha de su pareja.
Su intuición, rasgo atribuido casi exclusivamente a la mujer, lo llevó ante el enfriamiento del trato de su esposa, a indagar en cada situación o persona las razones de la inesperada actitud.
Exacerbada la búsqueda por el tiempo percibió como la más sospechosa, la postura sutil y persistente de su pareja para con Mariano casado con Anita, la menor de sus cuñadas.
Una distracción consoladora dentro de estos pensamientos nefastos, era el entendimiento profundo con su hija. El recíproco cariño había tejido la relación y fortalecido los roles en una etapa especial en la vida de Amanda. Físicamente se parecía a su madre. Desde su complexión delgada hasta el tono y corte de pelo. Se diferenciaba no obstante, en sus intereses y metas. Ninguna era mejor que otra en tal sentido, simplemente distintas, como otras personas en edades, historias, anhelos.
Pero en la mente de Paco iba creciendo la certeza de la infidelidad, que como un tumor en su tamaño demandaba acortar tiempos antes que el daño arrasara todo. Ese todo único y rescatable para él era su hija.
La manera de resolverlo, lo sumía en una envolvente sensación rayana en lo intolerable. Ya no le importaba cómo ni las consecuencias. La vida de su esposa; inmolarse él inclusive. Todo sería válido para salvar a Amanda del conocimiento de tan oprobiosa situación.
Fue un viernes al regresar del trabajo. Al entrar a la casa, en el escritorio, sobre un lateral de la biblioteca, su cuñado observaba a su mujer trabajar en la computadora, con sus hombros encorvados sobre la máquina y la hermosa cabellera derramada sobre la espalda.
Como ajeno a él sintió que le brotaba un instinto carnicero impulsándolo con fiereza. Introdujo la mano derecha en el bolsillo externo del saco y pulsando la navaja la palpó desplegada. Caminó cuatro pasos y sacándola la clavó dos veces a la altura del pulmón derecho de la mujer.
La inesperada acción fue como si un rayo hubiese iluminado a los tres protagonistas creando un clima de fugaz asombro y opresión.
Luego lentamente cada uno fue cambiando su postura. El cuñado se enderezó mirando incierto a los otros. Paco retrocedió dejando caer el brazo al lado del cuerpo sin soltar el arma.
El abrumador silencio del lugar se rompió con el chillido de la silla que ocupaba la mujer girando hasta enfrentarlo. Respirando con agitación sus ojos permanecían abiertos en demasía, buscando afanosamente en esa última porción de vida, la explicación que el victimario aún no lograba metabolizar. Sólo alcanzó a percibir en forma brumosa la expresión de un hombre desbastado. La cabeza de la mujer se plegó lentamente hasta tocar con el mentón su pecho. En su estertor Amanda hizo girar su silla hacia uno y otro lado muy brevemente. Ese movimiento pendular se transformó en un imaginario “¡No!”.... Infinito y profundo, asociando a los hombres al sentir, en este simbolismo, que la navaja había acabado con los tres.


(*) De “In-formales” – Volumen de cuentos de su autoría.






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