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sábado, 30 de octubre de 2010

EL CUENTO DE HOY





PARAJE LAS ARAÑAS


Por Nadine Aleman (1)





Por favor, sea breve, dijo la científica que ya no daba más de calor en esa zona perdida de la meseta patagónica. Mara le apretó el brazo a su padre, trató así de convencerlo. No soportaba ya que siguiera hablando locuras. Sin obtener resultado alguno, la niña optó por desautorizar el relato clavándole la mirada a la joven que la ignoró decididamente.
El padre de Mara, exasperado, pretendía convencer a la científica de que eso que había traído, y que estaba ahora sobre el escritorio, era, efectivamente, una mano de alguien, que por magia de la machi* se había convertido en una araña y que había paseado por el pueblo, aterradora y mortífera, hasta que él la había encontrado en el campo.
El rebote de miradas era de una tensión tal que los tres se olvidaron, por varios segundos, del calor agobiante que insertaba más rareza en ese lugar, y en esa época del año, y que por momentos había servido de argumento para que el padre avanzara en sus explicaciones del caso de la mano- araña.
Mara no soportó más, ni el relato del padre, ni el calor, ni la soberbia de la científica y se fue a su casa, levantando tierra, como se hace cuando uno está enojado y no tiene con quien pelear.
A lo lejos, la suave brisa traía la voz del padre de Mara, que insistía e insistía. Hasta que el viento cambió su sentido y se ahogaron las declaraciones, y también la vergüenza de Mara, que ya llegaba a la humilde casa.
La adolescente se tiró en la cama, como había visto que hacían las chicas de la ciudad en la novela de la tarde. Una ráfaga abrió la ventana y pudo leer el cartel de bienvenida del lugar: BIENVENIDO AL PARAJE LAS ARAÑAS; ofuscada se levantó, cerró la ventana y volvió a acostarse. – Qué arañas ni arañas…este papá también…! si sabe bien que no tiene que tomar vino…ahora todos se van a enterar de las locuras que anda diciendo de la mano de muerto esa…
La machi caminaba lento allá en la meseta, buscando hierbas para sus conjuros. Iba con el perro negro, güilo, que siempre la acompañaba.
Mara renegaba y soñaba con sonarse los mocos en pañuelos de seda, con marcas con números, como las chicas de la novela de güenosaire.
La mano derecha de la chismosa del pueblo, comenzaba a paralizarse.

*Machi: bruja


(1) Escritora chubutense.
Su blog: http://nadinealeman.blogspot.com/



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EL CUENTO DE HOY





PARAJE LAS ARAÑAS


Por Nadine Aleman (1)





Por favor, sea breve, dijo la científica que ya no daba más de calor en esa zona perdida de la meseta patagónica. Mara le apretó el brazo a su padre, trató así de convencerlo. No soportaba ya que siguiera hablando locuras. Sin obtener resultado alguno, la niña optó por desautorizar el relato clavándole la mirada a la joven que la ignoró decididamente.
El padre de Mara, exasperado, pretendía convencer a la científica de que eso que había traído, y que estaba ahora sobre el escritorio, era, efectivamente, una mano de alguien, que por magia de la machi* se había convertido en una araña y que había paseado por el pueblo, aterradora y mortífera, hasta que él la había encontrado en el campo.
El rebote de miradas era de una tensión tal que los tres se olvidaron, por varios segundos, del calor agobiante que insertaba más rareza en ese lugar, y en esa época del año, y que por momentos había servido de argumento para que el padre avanzara en sus explicaciones del caso de la mano- araña.
Mara no soportó más, ni el relato del padre, ni el calor, ni la soberbia de la científica y se fue a su casa, levantando tierra, como se hace cuando uno está enojado y no tiene con quien pelear.
A lo lejos, la suave brisa traía la voz del padre de Mara, que insistía e insistía. Hasta que el viento cambió su sentido y se ahogaron las declaraciones, y también la vergüenza de Mara, que ya llegaba a la humilde casa.
La adolescente se tiró en la cama, como había visto que hacían las chicas de la ciudad en la novela de la tarde. Una ráfaga abrió la ventana y pudo leer el cartel de bienvenida del lugar: BIENVENIDO AL PARAJE LAS ARAÑAS; ofuscada se levantó, cerró la ventana y volvió a acostarse. – Qué arañas ni arañas…este papá también…! si sabe bien que no tiene que tomar vino…ahora todos se van a enterar de las locuras que anda diciendo de la mano de muerto esa…
La machi caminaba lento allá en la meseta, buscando hierbas para sus conjuros. Iba con el perro negro, güilo, que siempre la acompañaba.
Mara renegaba y soñaba con sonarse los mocos en pañuelos de seda, con marcas con números, como las chicas de la novela de güenosaire.
La mano derecha de la chismosa del pueblo, comenzaba a paralizarse.

*Machi: bruja


(1) Escritora chubutense.
Su blog: http://nadinealeman.blogspot.com/



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martes, 26 de octubre de 2010

PRESENTACIÓN DE UN NUEVO LIBRO









NO TE ATREVAS A CONTARLO


Cuentos cortos

Luis Alberto Jones




El día 1° de octubre, en los Altos del San David de la Ciudad de Trelew, el escritor Luis Alberto Jones presentó su nueva obra literaria; una selección de cuentos cortos que narran, de manera dinámica, la cotidianeidad de sus protagonistas. Relatos que se suceden en escenarios comunes, en un espacio real… En el prólogo del libro el licenciado y doctor en Letras, Marco Antonio Ramos Velásquez, dice: “No te atrevas a contarlo nos conmueve, a veces por su crudeza literaria en el que la cinta narrativa nos conduce por laberintos que son propios de nuestra vida doméstica. La pluma de Luis Alberto Jones se muestra con evocaciones muy queridas de un hombre vivido, de alguien que en el registro de su existencia de los años más añorados, rememora con sencillez y una intuitiva agilidad narrativa, los pasajes más relevantes de la vida, de tu vida, de su vida, de mi vida… Jones es un escritor de la vida que escribe para contar la vida, sin desmedrar su universalidad, ya que tras de cada párrafo lo ampara una sutileza e inteligencia, un amor profundo y sincero por cada trozo de vida, por cada temblor humano”. Tuve en gusto de acompañar a Luis aquella tarde del 1° de Octubre, en un salón colmado de público y con la presencia del Trío Cantasur que nos deleitó con algunos temas de su repertorio. Compartimos con los presentes el diálogo que a continuación se transcribe:



1 - Luis, yo podría comenzar diciendo, para quienes no te conocen tanto, o para los muy jóvenes, que tus actividades han girado siempre alrededor del arte, la comunicación, la locución, la oratoria, la expresión corporal. ¿Querés compartir con nosotros cuándo comienzan estas actividades a conjugarse y en todo caso qué sentís que te ha llevado a ellas?

Desde que cursaba el secundario con diversas actividades culturales y artísticas. Expresiones que se fueron conjugando con el tiempo. Siento que he sido impulsado por la necesidad de compartir lo que sentía.

2- Ya me ha pasado otras veces al leer tus cuentos, y es sentir que podés tomar espacio del narrador, es decir alejarte de Luis Jones, y convertir a aquél en un personaje más de la historia. ¿Sos consciente de eso? O en todo caso ¿buscás ese resultado?

Yo lo tomo como algo natural o espontáneo y pienso que surge desde mi ejercicio del periodismo, es decir ver y contar, tomando algo de distancia para ser más objetivo.

3- En este volumen en particular se narran historias cotidianas, pasibles de credibilidad… La duda que tengo es, y seguramente a tus lectores se les va a presentar también, ¿cuánto de real hay en los relatos de “No te atrevas a contarlo”, cuánto de tu imaginación, o de invención…?

Son historias que surgen de vivencias cotidianas observadas, ya contadas. Nada ajeno a la realidad que se nos acerca a todos. Están salpicadas, claro, de nombres, lugares y personajes cercanos o que han cruzado mi vida. Naturalmente interviene la imaginación para darles cuerpo y hacerlas más atractivas.

4- Hay un escenario que se repite y es el ambiente de los cafés, de los bares, de esos sitios propicios para encontrarse con uno mismo, solo frente al papel, inmersos en nuestro mundo mientras la vida sigue andando… Quienes te conocemos sabemos de algunos de tus gustos, y ese hábito es precisamente uno de ello. ¿Cuáles son los lugares donde te gusta escribir?

En el cuento “Un lugar para pensar” se describe al hombre que busca un lugar público, las condiciones para pintar con letras al semejante y sus circunstancias. De hecho el bar o una cafetería es el sitio por excelencia donde se encuentran la mayor diversidad de personas portadoras de infinitas historias de tal forma que es el ámbito que nutre los relatos.

5- Seguramente sos muy buen lector. ¿Qué te gusta leer?

Leo como escribo. Corto. Me cuesta embarcarme en las lecturas maratónicas. Me asocio al escritor español Baltazar García cuando dijo “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Si una obra literaria es demasiado larga para ser leída de una vez, preciso es resignarme a perder el importantísimo efecto que se deriva de la unidad de impresión, ya que si la lectura se hace en dos veces, las actividades mundana interfieren destruyendo al punto la totalidad. Mis cuentos son acordes a la premura que vivimos en estos tiempos, para leer en la sala de espera, el colectivo o la cola del banco. De todas formas el cuento corto no es un género menor: Edgar Allan Poe fue pionero en el estilo y luego lo siguieron Chejov, Quiroga, Borges, Cortazar, etc.

6– Refiriéndonos a esta obra en particular que hoy nos reúne… ¿cómo surge?, ¿qué te gustaría compartir con nosotros? ¿Cuál es el relato más querido, o de tu preferencia… y en todo caso –si podés contarnos- por qué?

Creo que surge cuando tenés un mínimo de trabajos que van creciendo con el tiempo, cuando te fijas una meta de agruparlos para publicar. Luego viene el proceso más difícil, el espíritu selectivo. En el uno busca ubicarse como lector para que las historias le atraigan y puedan sentirse identificados por sí mismo o conocidos en tal sentido siempre me he esmerado en que el final sea inesperado y en algunos contrapuesto al comienzo. Como vos bien señalaste en el prólogo de mi anterior libro, “Informales”: desatar los nudos que he ido construyendo. Respecto de mi favorito podría ser “En espera” porque siento que me ha surgido con fluidez una situación que se da habitualmente con un final de desencanto irreversible…



Al concluir el evento, el contacto del público con el autor y su obra propiciaron una grata reunión de amigos, una cita con los amantes de la literatura.


Olga Starzak





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PRESENTACIÓN DE UN NUEVO LIBRO









NO TE ATREVAS A CONTARLO


Cuentos cortos

Luis Alberto Jones




El día 1° de octubre, en los Altos del San David de la Ciudad de Trelew, el escritor Luis Alberto Jones presentó su nueva obra literaria; una selección de cuentos cortos que narran, de manera dinámica, la cotidianeidad de sus protagonistas. Relatos que se suceden en escenarios comunes, en un espacio real… En el prólogo del libro el licenciado y doctor en Letras, Marco Antonio Ramos Velásquez, dice: “No te atrevas a contarlo nos conmueve, a veces por su crudeza literaria en el que la cinta narrativa nos conduce por laberintos que son propios de nuestra vida doméstica. La pluma de Luis Alberto Jones se muestra con evocaciones muy queridas de un hombre vivido, de alguien que en el registro de su existencia de los años más añorados, rememora con sencillez y una intuitiva agilidad narrativa, los pasajes más relevantes de la vida, de tu vida, de su vida, de mi vida… Jones es un escritor de la vida que escribe para contar la vida, sin desmedrar su universalidad, ya que tras de cada párrafo lo ampara una sutileza e inteligencia, un amor profundo y sincero por cada trozo de vida, por cada temblor humano”. Tuve en gusto de acompañar a Luis aquella tarde del 1° de Octubre, en un salón colmado de público y con la presencia del Trío Cantasur que nos deleitó con algunos temas de su repertorio. Compartimos con los presentes el diálogo que a continuación se transcribe:



1 - Luis, yo podría comenzar diciendo, para quienes no te conocen tanto, o para los muy jóvenes, que tus actividades han girado siempre alrededor del arte, la comunicación, la locución, la oratoria, la expresión corporal. ¿Querés compartir con nosotros cuándo comienzan estas actividades a conjugarse y en todo caso qué sentís que te ha llevado a ellas?

Desde que cursaba el secundario con diversas actividades culturales y artísticas. Expresiones que se fueron conjugando con el tiempo. Siento que he sido impulsado por la necesidad de compartir lo que sentía.

2- Ya me ha pasado otras veces al leer tus cuentos, y es sentir que podés tomar espacio del narrador, es decir alejarte de Luis Jones, y convertir a aquél en un personaje más de la historia. ¿Sos consciente de eso? O en todo caso ¿buscás ese resultado?

Yo lo tomo como algo natural o espontáneo y pienso que surge desde mi ejercicio del periodismo, es decir ver y contar, tomando algo de distancia para ser más objetivo.

3- En este volumen en particular se narran historias cotidianas, pasibles de credibilidad… La duda que tengo es, y seguramente a tus lectores se les va a presentar también, ¿cuánto de real hay en los relatos de “No te atrevas a contarlo”, cuánto de tu imaginación, o de invención…?

Son historias que surgen de vivencias cotidianas observadas, ya contadas. Nada ajeno a la realidad que se nos acerca a todos. Están salpicadas, claro, de nombres, lugares y personajes cercanos o que han cruzado mi vida. Naturalmente interviene la imaginación para darles cuerpo y hacerlas más atractivas.

4- Hay un escenario que se repite y es el ambiente de los cafés, de los bares, de esos sitios propicios para encontrarse con uno mismo, solo frente al papel, inmersos en nuestro mundo mientras la vida sigue andando… Quienes te conocemos sabemos de algunos de tus gustos, y ese hábito es precisamente uno de ello. ¿Cuáles son los lugares donde te gusta escribir?

En el cuento “Un lugar para pensar” se describe al hombre que busca un lugar público, las condiciones para pintar con letras al semejante y sus circunstancias. De hecho el bar o una cafetería es el sitio por excelencia donde se encuentran la mayor diversidad de personas portadoras de infinitas historias de tal forma que es el ámbito que nutre los relatos.

5- Seguramente sos muy buen lector. ¿Qué te gusta leer?

Leo como escribo. Corto. Me cuesta embarcarme en las lecturas maratónicas. Me asocio al escritor español Baltazar García cuando dijo “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Si una obra literaria es demasiado larga para ser leída de una vez, preciso es resignarme a perder el importantísimo efecto que se deriva de la unidad de impresión, ya que si la lectura se hace en dos veces, las actividades mundana interfieren destruyendo al punto la totalidad. Mis cuentos son acordes a la premura que vivimos en estos tiempos, para leer en la sala de espera, el colectivo o la cola del banco. De todas formas el cuento corto no es un género menor: Edgar Allan Poe fue pionero en el estilo y luego lo siguieron Chejov, Quiroga, Borges, Cortazar, etc.

6– Refiriéndonos a esta obra en particular que hoy nos reúne… ¿cómo surge?, ¿qué te gustaría compartir con nosotros? ¿Cuál es el relato más querido, o de tu preferencia… y en todo caso –si podés contarnos- por qué?

Creo que surge cuando tenés un mínimo de trabajos que van creciendo con el tiempo, cuando te fijas una meta de agruparlos para publicar. Luego viene el proceso más difícil, el espíritu selectivo. En el uno busca ubicarse como lector para que las historias le atraigan y puedan sentirse identificados por sí mismo o conocidos en tal sentido siempre me he esmerado en que el final sea inesperado y en algunos contrapuesto al comienzo. Como vos bien señalaste en el prólogo de mi anterior libro, “Informales”: desatar los nudos que he ido construyendo. Respecto de mi favorito podría ser “En espera” porque siento que me ha surgido con fluidez una situación que se da habitualmente con un final de desencanto irreversible…



Al concluir el evento, el contacto del público con el autor y su obra propiciaron una grata reunión de amigos, una cita con los amantes de la literatura.


Olga Starzak





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viernes, 22 de octubre de 2010

EL RELATO DE HOY






UNA VEZ CONOCÍ UN GIGANTE

Por Héctor Roldán (1)



Para Aris, mi hermano, a quien nunca le dije que lo quería.



Una vez conocí un gigante de pelo encrespado como las olas de un mar embravecido, de ojos claros resplandecientes de una alegre confianza en su fortaleza. Lo veía alzarse sobre los techos, lo veía aparecer burlón por sobre las casas del pueblo que yo pensaba eran todo mi universo.
Una vez me subí sobre sus hombros y desde esa altura observé la pequeñez del mundo mientras cruzábamos de una zancada áridos cañadones para hundirnos en el mar. Las olas golpeaban su cintura y con él no se atrevían los tiburones y la luna naciente parecía tan cercana que mi rostro se refrescaba con el viento de las estrellas.
Sé que todo lo que he escrito suena inverosímil pues los gigantes solo existen en los libros de Swift o en aquellos viejos cuentos de hadas. Ogros desmelenados, solitarios cíclopes crueles en islas desiertas. Pero yo conocí un gigante, tengo pruebas. Una foto testimonia su existencia allá en los confines del mundo. A pocos kilómetros del lugar por donde Magallanes descubrió el paso que le permitió verificar la redondez del mundo. En aquel lugar azotado por el viento y de largas nevadas que él atravesaba, dejando sobre la superficie blanca la marca de su huella. Y reía como el viento y bebía y comía con la voracidad de todos los gigantes.
Tengo aún esa foto sacada en algún día de aquellas breves primaveras. Está parado a mi lado, enorme. El brillo de la hebilla de su cinturón encandila como una estrella y sus largas piernas se elevan desde la tierra para alzar su cuerpo hasta las nubes. Desde allá arriba sus ojos burlones miran la cámara que pretende lograr una prueba irrefutable de su existencia, sabiendo de antemano, que un sempiterno coro de escépticos impugnará esa evidencia con el ácido cinismo de los enanos que, jamás, verán a un gigante. Mientras, las nubes se apelotonan en sus rulos y el viento naufraga en el laberinto de su clara cabellera encrespada.
Nunca supe, exactamente, la naturaleza de sus emociones, si crueles o bondadosas. Los gigantes se comportan de manera ambivalente. Quizá su mismo tamaño hace que ellas se pierdan en su organismo. Entonces aparecen en oleadas alternativas de sentimientos extremos que a veces lo acercaban a mí con la ternura de un hermano, y otras los arrastraban a las lejanías de su altura para verlo perderse, sobre sus humeantes criaturas mecánicas, en los eriales de los yacimientos petroleros.
Pero puedo decir con orgullo que cabalgué sobre sus hombros y aun, después de tantos años, no he conocido otro ser humano que lo hiciera. Soy, quizá, el último testigo que puede acreditar la existencia de aquel prodigio.
En esos años era un niño. Quizá argumenten que en la niñez todo parece grande, enorme, y digan que el correr de los años coloca en justa perspectiva todas las cosas. Como si la magia pueda ser disuelta con procedimientos de mensura, como si los gigantes disminuyeran su estatura para satisfacer las previsiones de los burócratas. Nada de eso ocurre, y el misterio seguirá siendo un misterio.
Recuerdo verlo beber, echar humo por la nariz y la boca mientras narraba sus batallas. Conquistas en las noches ventosas de la Patagonia, luchas en medio de las tormentas de nieve. Como aquella vez que volcó con su cabalgadura metálica en el centro de un invierno desolado y tuvo que vencer al monstruo del frío. Alguna bruja le habrá dicho que orine sobre la tapa del tanque de combustible para derretir el hielo y poder encender la hoguera que mantenga a raya al congelamiento.
He pensado, luego de mucho tiempo, si alguna vez ha sentido dolor. Los gigantes parecen tan ajenos, aislados en sus alturas, lejos de donde se arrastran nuestros pesares. Con la indiferencia de su tamaño ignoran las picaduras de los mosquitos, las miradas enamoradas de las doncellas, la resentida envidia de hombrecitos maltrechos que apoyados en bares de mala muerte esperan su infortunio. ¿Los podrá ver?
Sigo mirando la foto. Ese día era claro y perfecto, iba rumbo a la escuela escoltado por su altura, sabiendo que asustaría para toda la eternidad a mis enemigos pues estaba protegido por su sombra. Pero ahora estoy tan lejos de esas tierras australes, de ese territorio de milagros áridos.
Cierro los ojos tratando de volver a sentir en mis pies aquel viejo retemblido que anunciaba su presencia. Cierro los ojos tratando de volver a oír el rugir de su dragón de metal que se arrastraba veloz hasta las mismas ventanas de mi hermana. Lo veo bajar de un salto, riendo de haber echo temblar los cimientos de la casa. Siempre con las nubes enredadas en su pelo, siempre con los ojos claros burlones, siempre con sus manos rudas.
Los abro. Por la ventana observo la larga calle que se extiende oscura y fría. Desearía ver su sombra alargarse por ella hasta el umbral de mi hogar. ¿Podrán los gigantes subsistir a estos tiempos incrédulos? Me pregunto.
Pero lamento decir que soy el último creyente, que nadie más cree en los gigantes. La incredulidad ni siquiera se rinde frente a la foto, mi prueba irrefutable. Y a pesar de que él esté allí, enorme y sonriente, ignoran su tamaño y preguntan por cuestiones triviales.
¿Hacía mucho frío en la Patagonia? ¿Es cierto que siempre sopla el viento? ¿Las cosas son más caras que acá?
La magia no es para todos, me digo tristemente, mientras guardo su retrato. Afuera, está lloviendo. ¿Tendrá él aun sus botas de cazador, la campera de cuero? Pienso, mientras contesto preguntas tontas y miro unas nubes que se parecen a su pelo.



(1) Escritor santacruceño. Su blog: http://elespectrodelascosas.blogspot.com/



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