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miércoles, 23 de marzo de 2011

EL RELATO DE HOY




Nuestra señora de los Arrayanes



Juan Bautista Vallés (*)




Llevamos navegando casi dos horas. Atraca la nao y nos disponemos a descender.
Luego de cruzar un muelle de madera sometido a vientos, lluvias y soles despiadados, de los que dan muestra sus cicatrices, comenzamos a caminar rumbo a la entrada.
Con la experiencia de las visitas guiadas a la catedral de Milán o Chartres, dejé pasar a la muchedumbre que me rodeaba. Eran hombres, mujeres, niños, con intereses diversos y sólo un rito común.
Entonces, ya solo, llegué al comienzo del templo. Caminé por un pasillo de piso de madera que seguía el ascenso de la tierra. Eran restos de un árbol que murió para que otros sigan vivos. El horizonte. No sabía si era de la nave central o de una de los laterales. Recordé que las catedrales tienen forma de cruz. No hay aquí paredes que marquen los límites laterales, hay una proyección hacia los costados que es espacio hasta donde la vista alcanza antes de enredarse en ramas y troncos de árboles y arbustos. No hay una figura que represente lo que es. No hay un cuadrado, ni un rectángulo ni un círculo. Su forma está más allá de lo conocido.
Largos pilares sostienen el techo que está compuesto de millones de hojas verdes y pequeñas que raptan rayos de sol y el agua hecha lluvia o rocío.
La luz proviene de rayos que se cuelan por minúsculas rajaduras y dan al ambiente la difuminación de los cuadros de Leonardo.
Hay un silencio total. El silencio habita allí. Únicamente la luz lucha con él por el reino.
En ese ambiente reina la vida. Millones de semillas, brotes, prescinden del tiempo de los hombres para engendrar, nacer, crecer, morir.
Se necesitan veinte vidas de hombres para llegar al techo de esta iglesia.
Nuestra señora de los Arrayanes se aloja aquí. La Vida es una invitada permanente. Los arrayanes, esos árboles desnudos de los conquistadores, quieren ser los únicos habitantes de este monasterio. Como cuando eran los quetri de los aborígenes. Los troncos de los arrayanes tienen el frío del mármol o del granito o el cemento de las columnas catedralicias. Ellos siguen expuestos al frío de su savia porque alguien les robó la corteza protectora. Disputan a los ñires y al ciprés el espacio para sobrevivir, en esa sorda lucha de los seres vivos.
Nuestra Señora de la Vida hace un milagro a cada instante pero, tímida, lo oculta en una semilla, bajo la tierra, en las alturas, en un brote.
La procesión de los hombres ya se ha ido y se ha llevado el rumor de sus conversaciones, el ruido de los mecanismos para filmar y fotografiar, las observaciones superficiales y los comentarios inútiles.
Nuestra Señora de los Arrayanes vuelve a la soledad milenaria. A los tiempos largos con olor a infinito. Cada uno de los árboles se cubre con igual vestido color canela. Millones de días han contemplado y lo sigue haciendo al ser un arbusto devenido en árbol. No hay pájaros en este templo de la vida salvo los que ocasionalmente curiosean por aquí, sin anidar. Como no queriendo mezclar los mundos vegetal y animal.
Me imagino el paisaje en febrero cuando abunden las flores blancas y olorosas, poniéndoles un toque de femineidad como a las novias en el día de su casamiento.
Abordamos otra vez la nao.
El barco se va y desde el lago sólo se aprecia una mancha verde. Visto desde allí no es más que un macizo vegetal.
Se reserva su identidad y lo que atesora.
Un bote amarrado y el viejo muelle de madera denotan la presencia del hombre que mueve la estela que choca contra la playa.
Una vez más la naturaleza vence y parece que la vida también.


(*) De “Tercer Libro” - Biblioteca Popular Agustín Álvarez - Trelew, Chubut - 2008




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domingo, 20 de marzo de 2011

LA NOTA DE HOY




Hoy es el día.
Aquí me encontrarás.



He estado buscando las palabras. Analizándolas y analizándome, porque el sentir me llevaba hacia las despedidas absolutas, si me aceptas la libertad para subtitularlas.
Una y otra vez escarbé en el mismo pozo. El ejercicio fue provechoso. Decanté de cada experiencia un rico sedimento.

Vivir y despedir tienen una misma raíz. No puedo asegurar que sea igual la conjugación. Creo que no lo es.
Es de todos los días la acción de despedirse, sucede que no tomamos conciencia de ello. Las pequeñas variables acumuladas, se acopian sin clasificar.
La suma de esas sutiles despedidas suelen resolverse en cualquier hora...en un despertar de la mano del presente. No es más, ni menos que un tropezón con los "ayeres" que han trabajado amplia, totalmente en nosotros. Así nos despedimos de nuestra niñez y de la de nuestros hijos, de la juventud de nuestros padres y de nuestra propia juventud.

Amiga, despedirse -en cualquiera de sus modos- es conjurar recuerdos.
El que queda, el que parte, ambos, pretenden recuperar en instantes una porción de vida que no es pequeña, que es polícroma, que se arma "a nuevo" con lujo de detalles que emergen de la memoria que se mantuvo dormida, tal vez, por años.

Hay en todo esto un dejo de egoísmo. No queremos se aleje esa pieza que tiene un encaje justo, ganado con constancia, permanencia, encuentros y por qué no desencuentros, rutinas... en nuestra vida.
Cómo impedir el curso natural? Cómo esquivar el vacío?
Pues, con una actitud defensiva, refleja: volcar sobre la mesa ese tesoro que guardamos en la cartuchera del alma.

Para este "juego" no hay edad. No hay restricción de sexo. Todos podemos practicarlo. Y lo hacemos.
Algo realmente bonito es que por sobre esa sensación de desgarro y emoción que nos embarga, sabemos que es esperanzador el horizonte, que es merecida su propuesta y que así como se nos cierra la garganta por momentos, nuestros brazos están abiertos alargando el saludo para quien se aleja y para que sea visible en la distancia, así tendrá la certeza de que siempre estarán esperándolo para un abrazo.

Más aún, y de esto podemos dar fe: construir senderos sobre los futuros caminos, tender puentes nuevos sobre viejos pilares para que cuando lleguen las horas de las coincidencias, materialicemos el tesoro de la amistad.


Olga E. Cuenca



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miércoles, 16 de marzo de 2011

EL POEMA DE HOY





VIENTO…


Por Raúl A. Entraigas




Rapsodia salvaje de tierras bravías,
Préstame el acento de tus melodías
Para que yo entone también mi canción;
Quién creció arrullado por esos silbidos
Lleva a flor del alma, trocada en gemidos,
Como puñalada, tu lamentación.

Si hay una comarca “donde el viento brama”,
Donde canta y ruge, donde llora y clama,
Es en esta tierra virgen y cerril.
El viento hace al árbol fuere y obstinado
Y al hombre robusto, tenaz y porfiado:
¡Estatua viviente del tipo viril!

Aquí no hay caricias “de céfiro blando”
Sino latigazos que azotan, cantando,
Como un coro griego de corte imperial;
La música nuestra, solemne y bravía,
Tendrán, sí, cadencias del avemaría,
Pero es, sobre todo, la marcha triunfal.

Yo entiendo ese canto, penetro ese arcano,
Yo entiendo porque tienen poder soberano
Las furias que impulsan los vientos del Sur:
El ¡ay! misterioso que gime ese viento
No es más que un extraño, perenne lamento
Que emite una raza tronchada a segur.

La voz de ese viento que diz que apuñala
Es el “dies irae” que el tehuelche exhala
En su postrimero, convulso estertor.
¡Por eso la fuerza del viento sureño!
¡Si es rabia y enojo y es ira y es ceño
Del indio gigante desplomado en flor!

Yo entiendo ese canto de tristes presagios:
Es el grito ahogado de mil y un naufragios
Que echaron mil sueños al fondo del mar.
Por eso es tan triste ¡si es voz de ultratumba,
Voz desesperada de quien se derrumba
Sin leve esperanza de poderse alzar!

Es el viento que silba, que reza y que canta,
El viento sureño no abate, levanta
Y forja varones de temple real.
Si un día la patria soldados reclama,
Que mire a esta tierra “donde el viento brama”:
¡verá que legiones le manda el Austral...!



(*) El Padre Raúl A. Entraigas es un célebre escritor rionegrino; historiador y poeta. Este poema pertenece a su libro “Patagonia. Región de la aurora”, Editorial Don Bosco, Bs As, 1959.


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domingo, 13 de marzo de 2011

LA NOTA DE HOY





Encuentro en las Malvinas
Los puentes del idioma galés



Por Fernando Coronato





Estando en las Islas Malvinas a principios de diciembre de 2008, un día que terminé temprano con las obligaciones académicas que me habían llevado allá, pude darme el gusto de ir al museo de Puerto Stanley. No es un museo de arte, ni de historia, ni de ciencias naturales, sino simplemente “el museo”, de lo que venga, lo que en un pueblo tan pequeño –menos de 3000 habitantes- no es de extrañar.

Lo concreto es que el museo tiene de todo un poco, mucho de navegación, mucho de aves, bastante de vida cotidiana y bastante de historia -una versión muy tuerta de la misma por cierto. En el interior del edificio uno se entera de que originalmente fue construido para albergar a las oficinas de LADE (Líneas Aéreas del Estado) a principios de la década de 1970, cuando había vuelos de esa empresa argentina entre Comodoro y Stanley. En esa época en que -como me diría al día siguiente un señor mayor- “todo era dulce y rosa”.
Después de la guerra de 1982, el edificio fue rebautizado como “Britannia House” y entonces se empezó a montar en él el museo, juntando objetos, recuerdos e información de todo tipo.

El museo también tiene una salita destinada exclusivamente a la guerra de 1982, esa experiencia tan traumática en las islas como en el sur del continente.

Tragando saliva y proponiéndome no emocionarme, entré. Estaba todo muy apretado, mucha cosa en poco espacio, mucho dolor concentrado en objetos de todo calibre. La reconstrucción de un “pozo de zorro” argentino, con latas de conserva argentinas y paquetes de yerba (además de los enseres bélicos), me metió de lleno en casa…y en las condiciones miserables de los soldaditos de aquella época. A propósito, las esquelas escritas a mano y en inglés por algunos soldados que pedían comida a los kelpers, me llenaron de pena, y las tapas de la revista Gente, gritando “Vamos ganando”, me llenaron de bronca.

Así que no estaba de humor cuando me topé con tres ingleses que visiblemente eran excombatientes porque tenían la edad (cuarenta largos o cincuenta) y sobre todo porque había uno que llevaba puesto el uniforme de combate, de tan consustanciado que estaba con su propia historia y su papel. Se los veía muy entusiasmados mirando las fotos y los mapas y las armas. Se ubicaban en los papeles y recordaban, “¡acá estaba yo!”, “desde aquí nos tiraban”, “nos replegamos para acá…”, señalando en el mapa.

Me dio rabia pensar que su victoria era nuestra derrota, que su alegría era nuestro llanto y que los logros que festejaban y comentaban eran a costillas nuestras. Preferí irme de la sala y seguir mirando los pajaritos embalsamados…

Al rato los tipos también salen y cuando firman el libro de visitas, leo de reojo que uno escribe en galés “…diolch yn fawr” . Renglón seguido firmo yo y anoto “diolch yn fawr hefyd”, y entonces los abordo hablándoles en galés.

Así se rompió el hielo.


Los tres hombres se sorprendieron mucho pero sólo dos de ellos hablaban en galés. Acto seguido me preguntaron de dónde era y cuando se enteraron que era de Chubut, uno me dijo que en 1982 se había cruzado con dos o tres “de los tuyos” (o sea argentinos que hablaban en galés). Me dijeron de dónde eran, uno del sur –que estudiaba galés- y otro del norte, de galés como lengua nativa. Era de Porthmadoc, y cuando le conté que había estado allí y que en Tremadoc, ahí cerquita, había visitado la casa natal de Lawrence de Arabia, me explicó bien donde vivía y cómo se llamaba: David Jones, y me estrechó la mano.

Entonces seguimos hablando un rato de las cosas que nos unían y no de las que nos separaban. Comentamos algo del libro “Ein rhyfel ni” que venía muy al caso, recordamos la historia de Milton Rhys en la catedral, les conté que había estado allí el domingo, que yo no había peleado en la guerra, que la Patagonia es muy parecida a las islas, que …

Habríamos seguido charlando -estoy seguro- si el compañero de ellos, que no hablaba galés, no hubiera empezado a resoplar de aburrido. Así que la cortamos, nos despedimos con un abrazo y por fin entendí que la guerra la hacen los estados y no las personas.

Luego los volví a cruzar por la calle (lo que no es nada difícil en semejante pañuelo) y nos volvimos a saludar y a charlar del tiempo, y tywydd, según las normas de cortesía…

Entonces recordé que el Plaid Cymru, el Partido Nacionalista Galés, fue el único partido británico que en 1982 se opuso a la guerra de entrada, y entendí que la llamada “comunidad galesa del Chubut” tiene un papel muy importante en la construcción de la paz, y que no podemos delegarlo.







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jueves, 10 de marzo de 2011

EL POEMA DE HOY


ESTIRPE



Por Alicia Cabral Colman




Mujer, tu andar ondulante

pincela el aire

y tiene el toque mágico

de los arpegios en las

auroras.

Vas entre trigales de seducción

envolviendo ríos exuberantes,

y reverberan en tu cuello de palmera

las diademas del amor.

Tu estirpe india te enciende la piel

y florece en abierto cauce

el planeta azul.

En generoso desvelo

con tu esencia perceptible a señales,

designios

acaricias la verde fronda de América Latina

y celebras con prestancia de mujer,

madre

la vibración luminosa de sus riberas, del fuego

que trasciende las fronteras y se desliza

por el reino de los sueños.

Más allá de pasiones, cantares y nidos,

desde los relieves del viento y por la Gracia

de amamantar

con tu instinto fragante

y meditativo,

traspasas las catedrales de la noche oscura,

de los secretos que respiran en la proximidad

de las sombras

para enfrentar embates imprevisibles.

Entonces…la osadía de mis latidos

se hace cómplice a los madrigales

del alma,

¡y te comparo!

con una Diosa en tiempo de gestación,

un concierto de violines

o como el misterio del alumbramiento

en el vagido de la vida…

Esos acordes te comprometen

nueva mujer del siglo XXI

a mantener el corazón palpitante,

la mirada diáfana

semejante a los manantiales

que manan con reflejos

de luna

sobre el radiante iris

rosa-celeste de tu Ser

un privilegio.




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martes, 8 de marzo de 2011

EL POEMA DE HOY


EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER




TEN PIEDAD DE MÍ





de Jorge E. Baudés



Por haber gozado en tu vientre mientras vos penabas mi crecimiento

por haber ultrajado tu sagrado recinto en mi camino a la vida

por haber desvelado tus noches con mi llanto inconsolable

por haber perturbado tu corazón con mis primeros juegos

por haber tenido que crecer nuevamente para acompañar mi crecimiento

por haber sufrido mis desdichas de primeros frustrados amoríos

por haber sentido mi partida cuando se bifurcaron nuestros destinos

por haber soñado vos mis sueños y yo aún, no habértelos cumplido

por ser siempre Mujer, niña, madre, compañera, amiga

por tus silencios sabios ante mis palabras necias

por tus caricias suaves ante mis torpes movimientos

por tu eterna espera, por tu pura esencia.

por no haberte comprendido cuando debí hacerlo

por no sentir tu presencia en mi arrogante caminar

por no reconocer tu apoyo, sostén de infortunios

por no merecer tu perdón, ante las veces que te he ofendido.

Por todo ello, y si aun puedes mirarme a los ojos

Mujer, en tu día, y en todos tus demás días

¡Ten piedad de mí…!





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domingo, 6 de marzo de 2011

PRESENTACIÓN DE UNA NUEVA OBRA POÉTICA





"COMO LAS MUTISIAS"



de Lidia E. Romero





La Subsecretaría de Cultura del Municipio de Madryn hizo entrega de la obra "Como las mutisias", el poemario más reciente de la caracterizada escritora Lidia Romero, con ilustraciones de Germán E. Rojas y diseño gráfico de Sara Roccato, prologado por Nelcis Jones y Fernando Coronato.
Además de su larga trayectoria docente, la autora ha sido ganadora de las Coronas de Plata -máximo galardón para poetas en lengua española en los Eisteddfod del Chubut- en los años 1969, 1973, 1986, 1994 y también de la Medalla de Plata -premio instituido por la Asociación San David para el certamen de poesía tradicional- en el Eisteddfod de 1994. También obtuvo la Corona del Poeta en la primera edición del Eisteddfod "Mimosa" en Puerto Madryn, en el año 2004, con el poema "Sólo así". Considerada como una de las representantes más exquisitas de la poesía chubutense, Lidia Romero ha escrito además varios cuentos y ensayos, así como el libro de poemas titulado "Chubutenses" para alumnado primario y secundario, publicado en origen por Servicoop de Puerto Madryn y luego reeditado por la Dirección de Cultura Municipal.
En la emotiva ceremonia de entrega, realizada en la sede del Museo del Desembarco de Puerto Madryn, hicieron uso de la palabra Nelcis Jones y el Subsecretario de Cultura Diego Lacunza, quienes destacaron la fecunda labor cultural y literaria llevada a cabo por la autora.
El libro contiene más de setenta poemas dedicados a variadas temáticas, aunque todas ellas hermanadas por el hilo conductor de un sello personalísimo, que revela la profunda sensibilidad de una mirada siempre atenta a las manifestaciones líricas que emanan aun de los aconteceres más simples y cotidianos: un anochecer, la copa de un sauce cobijando un patio, los paisajes marinos, un nacimiento, un momento de amistad al calor de una taza de té; testimonios de su constante estado de gracia poética.

Nos dicen en el prólogo Nelcis Jones y Fernando Coronato:

"Cuando en 1965, tras década y media de letargo, el Eisteddfod del Chubut despertó con el centenario de la colonia galesa, un poema de Lidia Romero ganó el mayor premio a la poesía en idioma castellano que existía en ese momento. No era todavia la “Corona de plata” que ganaría luego en cuatro oportunidades, pero el poema premiado en 1965 se llamaba “Centuria” y narraba, precisamente, la centuria transcurrida desde la llegada del Mimosa.

Su don se fortalece del reconocimiento que esa alegoría de 1965 le valió -por tema y oportunidad- entre la comunidad galesa del Chubut, a la que descubrió y aprendió a querer cuando se instaló en Rawson. Como patagónica, Lidia sintió admiración por los primeros colonos de la Patagonia y cosechó entre sus descendientes el mismo sentimiento.

Patagónica, amiga de los galeses, empero Lidia se sentía orgullosamente argentina gracias a las mudanzas a las que, durante su infancia y adolescencia, la condujeron los traslados de su padre ferroviario por diversas provincias.

Nada de nación ni de patria hay en las poesías de este libro (esos sentimientos que sin embargo supo enseñar tan bien como docente); en cambio nos la muestran con una sensibilidad exquisita, cantando a su valle adoptivo, respirando el mar inmenso, cobijando a sus nietos, añorando al amor que pasó de largo, filosofando ante la existencia...

Es para nosotros un privilegio conocer a Lidia desde que tuvo su casita blanca frente al mar, en Puerto Madryn, y haber trabajado con ella en los inicios de la asociación galesa de esa ciudad. Es una gran suerte poder prologar esta obra; casi toda fruto de aquella época fértil; sin duda de otra época. Ya no se escribe poesía como ésta, por eso es bueno atesorarla quizá en un libro, y guardar a ése libro -y a esta autora-, en nuestros corazones."

Saludamos con alegría la llegada de esta nueva obra, que confirma a Lidia Romero como una de las máximas expresiones de la lírica chubutense.

C.D.F.




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