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sábado, 31 de agosto de 2019

EL POEMA DE HOY

UN SONETO DE MARIA JULIA ALEMAN DE BRAND







CAMINANTE DEL VERSO

Por María Julia Alemán de Brand (*)





Mi verso te recorre, paso a paso,
no hay lugar de tu extensa geografía
que no haya recorrido la voz mía
con el canto entrañable en que rebaso.

No canto porque sí, ni aún al acaso
tu paisaje lo vuelvo alegoría,
es verdad que fui a veces, elegía
pero siempre es mi voz, alba y ocaso.

Caminante del verso, he recorrido
palmo a palmo tu mapa, cada tanto
creyendo así cumplir mi cometido.

He dado a luz mis versos con mi llanto
Con cada uno que escribo, me despido:
Yo no pedí este oficio… ¡Pero canto!






(*) Escritora chubutense. De su libro “De mi tierra paisana” (Subsecretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Esquel, Esquel, 2008).

jueves, 22 de agosto de 2019

LA NOTA DE HOY




LUCIO RAMOS OTERO Y EL ENFADO COMO NUMEN

Por Jorge Eduardo Lenard Vives





Román Lucio Ramos Otero pertenecía a una conocida familia de Buenos Aires. A fines del siglo XIX decidió iniciar una explotación ganadera en la cordillera del norte chubutense. Encontrándose en esa zona, el 31 de marzo de 1911 fue secuestrado, junto con su peón José Manuel Quintanilla, por los norteamericanos Robert Evans y William Wilson; y el argentino Mansel “Yake” Gibbon. Los cautivos fueron encerrados en un rústico calabozo de troncos en el bosque, de donde se escaparon el 27 de abril. El rescate de 125.000 pesos exigido por los bandoleros no se pagó; aunque mientras estuvo prisionero su estancia de Corcovado fue saqueada. Más tarde, una partida de la Policía Fronteriza, acompañada de la víctima, encontró la improvisada cárcel de la espesura; lo que corroboró sus declaraciones. Al tiempo esa fuerza policial abatió en un enfrentamiento a los dos estadounidenses; en tanto “Yake” pudo sobrevivir y evitar la captura.

La experiencia influyó tanto en la vida de Ramos Otero que decidió describirla con detalle en cuatro tomos cuya prolija edición pagó él mismo: “Son cosas de la vida, dijo Yake” en 1911, “La Policía de Tecka o la Comandita” y “La expedición mayor que se haya hecho a la cordillera del Chubut para agarrar a tres bandidos”, ambos de 1912; y el último volumen, “Para evitar el escándalo”, de 1915, que no pudo ser consultado para esta nota. Pero el disparador que lo llevó a escribir los gruesos textos -de más de cien páginas al menos cada uno de los tres primeros- fue la necesidad de defenderse ante la actitud de diversos funcionarios y medios de prensa que pusieron en duda su versión y hablaron de un autosecuestro.

Por ello, el autor introduce su obra con la cita "Il reste toujours quelque chose de la calomnie", paráfrasis de la frase “Calomniez, calomniez, il en restera toujours quelque chose” (Calumnia, calumnia, siempre quedará algo)*, que Pierre-Agustin de Beaumarchais pone en boca de su personaje Don Basilio en la pieza teatral “El Barbero de Sevilla”, de 1775. Pero ya en 1623, Francis Bacon en su clásico estudio “De la dignificación y el progreso de las ciencias”, había afirmado: “Como suelen decir: ¡Vamos! Calumnia audaz, siempre queda algo”.

Los libros de Ramos Otero reúnen una serie de recortes periodísticos relacionados con el tema, provenientes de los diarios “La Patria degli Italiani”, “La Prensa”, “La Nación”, “La Argentina”, “La Tribuna” y otros. También se copian diversos telegramas oficiales y privados; y uno de los tomos está ilustrado con las dos fotos de “Yake” reproducidas numerosas veces. El resto de las páginas se encuentran cubiertas por el exhaustivo y a veces taquigráfico informe del damnificado, que reseña el secuestro, la fuga, la expedición que hace la policía para dar con los bandidos y las secuelas del episodio; con un estilo del cual da idea este corto párrafo, descriptivo del momento de su captura:

"El inglés flaco saco un piolin i me ato las manos atras poniéndome la izquierda abajo y la derecha arriba que me dolía. Lo mismo hizo con el peón.
Sacó el que parecía jefe, el grueso, una soguita, un tiento grueso bien sobado i nos acopló a los dos de cada pescuezo (a mi i al peon) a distancia de un metro."

También sirve de ejemplo el siguiente breve diálogo que el hacendado mantiene con María, la mujer del encargado del puesto donde arriba luego de su huida; quien al principio no lo había reconocido:
“-¡Ah, patrón! No lo había conocido.
-Sí, señora. Me agarraron los bandidos norteamericanos y anoche me escapé.
-Bien había soñado el mellizo (así llama a su esposo) que el patrón no había muerto”.

Las páginas de Ramos Otero tienen un indudable valor como registro histórico de los hechos ocurridos. Pero, ¿qué interés ofrece desde el punto de vista literario? En principio, los volúmenes pueden catalogarse dentro del género didáctico. La minuciosa narración en primera persona de lo sucedido, insertan al trabajo en la hoy en día denominada “Literatura del yo”; de la cual se habló varias veces en este blog.

Sin embargo, no se trata de una autobiografía, pues sólo enfoca un momento de la vida del individuo. Sería, entonces, una “memoria” sobre el lance vivido; relatada desde el punto de vista del principal protagonista. Tal visión coincide con las enseñanzas de Wilhelm Dilthet respecto a que un texto personal permite entender mejor el pasado; cuando pertenece a un contemporáneo de los hechos ocurridos. Pero también requiere que el narrador adscriba al “pacto autobiográfico” de Philippe Lejeune, porque el lector debe poder confiar en la verosimilitud de los datos brindados.

¿Transforma una obra de estas características a su autor en un escritor? ¿Permite la saga de sus desventuras convertir a Ramos Otero en un literato en condiciones de unirse a las letras regionales? Al animarse a volcar al papel sus pensamientos y sentimientos, el estanciero demuestra una inclinación hacia la escritura. Por otro lado, la causa que lo lleva a redactar su obra también fue el estro de autores de renombre. Es la indignación, el enojo, lo que mueve a Emile Zola a escribir "Yo acuso". Claro que ese texto se integra como una parte menor al conjunto de su abundante creación. Al igual que sucede con Zola, el enfado motiva a Ramos Otero a tomar la pluma; aunque, lejos de la copiosa y artística producción del francés, se limita a redactar esos cuatro volúmenes de testimonio y denuncia.

Por su contribución al estudio de la historia local bien podrían tales libros integrarse al acervo de la Literatura regional. Sin embargo, con los escasos antecedentes expuestos en esta nota, no parecería posible defender la incorporación de su autor al parnaso patagónico; pero sí se aprecia que amerita, al menos, su recuerdo en estas páginas dedicadas a las letras sureñas.


Agradecimientos: El autor quiere agradecer a la Sra. Verónica Halliday de Ferrari el haber motivado esta nota y luego darle impulso, merced a su incansable búsqueda de valiosa bibliografía patagónica y a su habitual generosidad de comentar sus hallazgos a los interesados. También quiere agradecer al personal de la Biblioteca Agustín Álvarez de Trelew, por su amabilidad y buena predisposición al permitir consultar el material para esta nota, en un momento en que estaban ocupados afrontando otras tareas administrativas. Su cortés actitud permitió que este cronista, que debía viajar varios kilómetros para consultar nuevamente el material, pudiese cumplir su cometido en ese momento.


viernes, 16 de agosto de 2019

LA NOTA DE HOY




“EL ROJO”, UN CUENTO DE JACK LONDON (*)

Carlos Dante Ferrari


Acabo de leer un cuento que perdurará en mi memoria durante mucho tiempo. Decir que se trata del “mejor cuento” de London sería arbitrario y probablemente inexacto, ya que no existe un parámetro objetivo para efectuar esa “medición de calidad”. En todo caso a cada lector individual, como soberano absoluto de su subjetividad, le cabe afirmar con legítimo derecho que tal o cual texto es su favorito dentro de una determinada serie. Y bien: este es el que a mí más me gustó del volumen.

¿Qué es “El Rojo”? Obviamente no lo revelaré, ya que forma parte esencial de la tensión del relato. El asunto está relacionado con un fenómeno extraordinario: según el narrador, los navegantes que circundaban las islas Salomón solían oír en cierta bahía una música de origen desconocido. Era un sonido sobrenatural, intenso, bellísimo: “…poderoso como un trueno, melodioso como una campana de oro…” “…con una intensidad de volumen tal que parecía destinada a oídos allende los estrechos confines del sistema solar”.

Esto es lo que decide al protagonista, llamado Bassett, a incursionar en la isla para investigar la fuente de ese sonido tan portentoso. Y en ese cometido es donde comenzarán las vicisitudes del personaje, al caer prisionero de una tribu consagrada a la custodia de “El Rojo”. El lector tomará noticia de esas tribulaciones en un marco sobrecogedor: prisionero del hechicero de la tribu, Bassett entabla poco a poco un trabajoso diálogo con su carcelero, mientras sortea los vaivenes de las fiebres selváticas y de la debilidad física. También le tocará soportar el indeseado asedio de Balatta, una nativa muy enamoradiza, capaz de correr grandes riesgos e impensables sacrificios para conquistar su amor.

Hasta aquí lo que se puede contar sin quitarle al lector ni un ápice del goce que sentirá al leer esta historia, donde Jack London muestra una vez más su talento y su imaginación portentosa.

A esto último quiero referirme ahora. Creo que el autor todavía no ha obtenido el debido reconocimiento que su literatura merece dentro del Canon literario universal. Nacido en San Francisco (USA) en 1876 con el nombre de John Griffith Chaney, más tarde adoptó el apellido de su padrastro para trascender a la fama como Jack London. A los siete años de edad ya era un ávido lector. Con solo 16 años se embarcó hacia Japón y al regresar a su país, al año siguiente, después de trabajar en duros oficios, terminó por convertirse en un vagabundo, condición que lo llevó a estar preso durante un mes en Buffalo (NY). Luego cursó estudios en Oakland y en California, aunque no obtuvo ningún título académico, por lo que debemos considerarlo un autodidacta. No es mi intención relatar las múltiples facetas de una vida aventurera, de por sí apasionante, sino poner énfasis en su capacidad intelectual, en su erudición –sin duda lograda por una copiosa lectura–  y en su maravilloso don creativo, tres factores que lo caracterizaron durante la corta vida que le tocó en suerte. London escribió cerca de 30 novelas, varios ensayos, innumerables relatos, artículos periodísticos y hasta una obra de teatro. Y todo esto, en sus breves 40 años de existencia.

Alguien podrá decir que una producción numerosa no es por sí sola reveladora de calidad literaria. Pues en este caso se conjugan ambas virtudes. Y si no, pregúntenle a los millones de lectores que durante varias generaciones han venido deleitándose con obras maestras como “Colmillo Blanco”, “La llamada de lo salvaje”, “Martin Eden”, “El lobo de mar”, “El valle de la luna”, “Jerry de las Islas” y otros títulos memorables.

Pero hay algo más que quiero destacar acerca del autor, y es su sorprendente mirada anticipatoria. London tuvo la capacidad de imaginar hechos y circunstancias que en su época –comienzos del siglo XX– eran poco menos que impensables. El cuento del título, sin ir más lejos, revela su intuición acerca de los grandes secretos y múltiples interrogantes que todavía encierra el Cosmos para los humanos. Además, cuando leemos sus relatos, algunos fechados en siglos futuros, advertimos que desde el punto de vista político supo imaginar, por ejemplo, problemas internacionales que hoy comienzan a perfilarse con asombrosa exactitud; entre ellos, la conversión de China en una superpotencia económica y expansionista. Lo mismo sucede con algunos descubrimientos tecnológicos –un recurso narrativo que por momentos lo equipara con Verne– y con tácticas bélicas por entonces insospechadas, como la guerra química. Al propio tiempo, desde el punto de vista social, nadie mejor que él pudo construir relatos donde el sometimiento de una capa social por otra más poderosa desencadena conflictos económicos y acciones gremiales que ponen a las comunidades en vilo. 

Es que London era socialista. Pero no uno cualquiera, sino un militante leal a sus convicciones, idealista y a la vez propositivo. Un luchador, un hacedor, un creador auténtico. Pienso que sus obras no deberían faltar en ninguna biblioteca.



(*) El cuento “El Rojo” integra el volumen titulado “Los Favoritos de Midas y otros cuentos”, Editorial Anaya, España.

viernes, 9 de agosto de 2019

EL POEMA DE HOY




PATAGONIA TIERRA ADENTRO

Por Humberto W. Gaviña (*)




Cantarte a ti Patagonia, sos cuna de nuestra historia que va naciendo al pasar.
Tus fuertes vientos y nevadas y tus tierras olvidadas allá lejos esperarán.
Hoy quisiera que el destino, te ilumine los caminos para que puedas triunfar.
Entonces tendrá mi gente más futuro y el presente siempre te acompañará,
entonces tendrá mi gente más futuro y el presente siempre te acompañará.

Cuánta magia hay en tus grietas, sin olvidar tus mesetas, viento, río, nieve y mar.
Con la paz de tus senderos, vierte más vida y misterio aquel que la quiera amar.
Cuna de tantos paisanos, que también son mis hermanos, que allá arraigados están.
Gente sufrida y dolida siempre peleando la vida pa´ que no le falte el pan,
gente sufrida y dolida siempre peleando la vida pa´ que no le falte el pan.

Mi querida Patagonia, jamás te he de olvidar.
Me cobijaste en tus cerros, mi querida tierra austral.
El silencio de tus noches describen tu soledad.
¡Qué grandes son tus distancias y que despoblada estas!

Recitado

Hoy te canto Patagonia tierra que me vió nacer.
Qué grandes son tus distancias, cuánto más por recorrer,
Sos cuna de los tehuelches primitivos del lugar
Raza que llevo en mi sangre, que defiendo con lealtad
Patagonia tierra adentro, hoy te canta con amor,
un paisano de tu tierra, rionegrino y cantor.

Tu cielo azul, tus paisajes, embellecen los parajes las aves con su trinar.
Sos el monte, sos espinas, la luz que nos ilumina para el que quiera llegar.
Las estrellas en el cielo, como buscando consuelo parece que brillan más.
Y allá lejos el horizonte donde terminan los montes empieza la inmensidad,
y allá lejos el horizonte donde terminan los montes empieza la inmensidad,

Mi querida Patagonia, jamás te podré olvidar.
Me cobijaste en tus cerros, mi querida tierra austral.
El silencio de tus noches describe tu soledad.
¡Qué grandes son tus distancias y tan despoblada estás,
qué grandes son tus distancias y tan despoblada estás!





(*) Poeta, guitarrista y compositor autodidacta conesino. Autor de numerosas canciones, también musicalizó letras de poemas de los escritores rionegrinos Inés Luna y Jorge Castañeda, entre otros. El presente poema corresponde a una canción del mismo título, cuya música es también de su autoría; y figura en la Antología de poetas conesinos “Un pueblo en letra y papel” de AAVV, compilado por Inés Franz de Luna y Ramón Ontiveros. (Fondo Editorial Rionegrino, Viedma, 2018).


domingo, 4 de agosto de 2019

LA NOTA DE HOY




COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE PUBLICADO

“EL REY DEL AZAR” DE ANGELINA COICAUD - COVALSCHI (*)


Para degustar por completo la esencia intrínseca de "El rey del Azar", la más reciente novela de Angelina Coicaud - Covalschi, hay que llegar al final; faena que gracias a la agilidad que la autora brinda al texto mediante los capítulos cortos, las frases breves y el lenguaje llano, no es engorrosa sino, por el contrario, muy placentera. Su remate es abrupto y se resuelve en una sola línea; pero se preanuncia, con una alteración del ritmo de la narración, desde las últimas cinco o seis páginas. En esas hojas se suceden las revelaciones, algunas explícitas, otras sugeridas, que aportan la información necesaria, oculta hasta ese momento, para redondear el relato.

Aunque parezca un oxímoron, la novela tiene dos protagonistas, José y Vicente, Vicente y José. Se conocen desde la infancia. Uno de ellos, José, tiene éxito en los negocios y adquiere fama, poder, dinero; en tanto el otro, Vicente, se transforma en su ladero y confidente; y pelecha a su costado. Sobre esta pareja de personajes son posibles múltiples interpretaciones y parecería que la autora juega con todas ellas. Quien descubre uno de esos puntos de vista es Rubén Eduardo Gómez, autor del excelente “posfacio” que cierra el ejemplar. Según el comentarista “… en definitiva no es la historia de José sino la de Vicente que, como la de muchos, suelen crecer a la sombra de aquellos que sí tienen notoriedad”.

La estupenda tarea de Angelina fue decodificar la tortuosa personalidad de Vicente, del segundón; porque la de José, directa, llana, allende los vericuetos normales de toda psiquis, es más fácil de entender. La actitud de Vicente en su relación con José adquiere una multiplicidad de facetas que va y viene de la admiración a un odio callado, ronco… A medida que avanza la obra, se descubre cómo, acuciado por esta ambivalencia, Vicente busca identificarse con su exitoso compañero de andanzas; y termina haciéndolo mediante una literal metamorfosis, una transformación incluso física, que lo lleva al desenlace inesperado.

La autora sabe mucho de psicología. Por eso el retrato de la personalidad de Vicente es preciso y, con seguridad, fidedigno en relación a la constitución anímica de los individuos que presentan este tipo de comportamiento. También es rigurosa la descripción de la relación entre ambos compinches. Si bien se los tilda de “amigos”, no presentan un verdadero vínculo de ese tipo. Siempre hay pendiente una tirantez y un tácito reconocimiento de que en realidad son competidores; y cada uno se cree superior al otro. José lo expresa con sus actitudes. Vicente, obligado por la imposibilidad de manipular al otro, lo demuestra con sus pensamientos; que se precipitan a medida de que se acerca el final. Por ejemplo, en este párrafo Vicente muestra su convicción de ser utilizado por su presunto benefactor:

“Vuelve a colocarse los auriculares. Es su modo de informar que se retira a su mundo. ¿Por qué me habrá elegido? Lleva la mitad de la vida formándome. ¿Será una de sus apuestas? Quizá fui un nombre en un pliego de licitación y aquí quedé, estampado para siempre.”

En tanto, en el siguiente fragmento, se descubre su doble faz; ninguna de cuyas caras es auténtica; ya que no es ni líder ni liderado, sino un apostador solitario que busca ganar su juego:

“Sé exactamente cuándo debo callar. Con José se juega a dos puntas. Por un lado hacerle creer que me encamino hacia el liderazgo, visualizo metas y me preparo para hacer crecer la organización. Por otra parte, lo tranquilizo con la idea de que es el único líder. Nadie, ni siquiera su fiel croupier, le haría sombra.”

A los libros hay que leerlos completos, desde la dedicatoria, en este caso de orden familiar; pues por algo el autor quiere dar a conocer esa intimidad que ha formado parte de su proceso creativo. También hay que detenerse en las citas introductorias al inicio del volumen. La frase elegida por la autora, de George Steiner, dice “El paisaje de la realidad es provisorio”. Su enunciado da pie para el breve exordio que incluye a continuación: “Villa Gaviotas es el nombre de fantasía de una ciudad pequeña. Aquí las historias de sus vecinos trasfunden su débil realidad con brotes de fantasía. “El Rey del Azar” camina esta realidad provisoria”.

La autora quiere así remarcar que la obra se trata de “una novela de ficción”. Más allá de algunas similitudes con la vida real, es un producto de la imaginación; con tan sólo una amortiguada presencia, un reflejo atenuado, de las vicisitudes de alguna localidad que existe y sirve de marco a la historia. Es importante la aclaración, porque la ambigüedad generada por la información virtual que circula actualmente por la red, que demasiadas veces mezcla fantasía y realidad, mentira y verdad, podría inducir a que algún lector desprevenido tome por cierto lo que es pura inventiva de la escritora para entretener o hacer meditar sobre la complejidad de las relaciones humanas.

Impreso por Vela al Viento, el volumen tiene imagen de tapa de Alejandro González. La edición es muy cuidada. En una de sus solapas podemos leer que esta novela es la décima de la autora; a lo que se suman sus dos primeras obras: un poemario y un volumen de cuentos. Tal corpus habla de una sólida carrera literaria, no sólo por la cantidad de creaciones de peso, sino por la calidad artística de ellas; que agregan valor a la Literatura Patagónica. El texto que motiva esta nota es un ejemplo de esa valiosa obra. Se comenta que la autora se encuentra por estos días dedicada a la creación de otra novela, que sería llamativa y de fuste. Después de leer “El Rey del Azar”, sin dudas el lector esperará con ansias esa nueva obra de Coicaud - Covalschi; para continuar disfrutando de su escritura, intimista y reflexiva, motivadora y atrayente.





(*) Angelina Coicaud - Covalschi. “El Rey del Azar” (Ediciones Vela al Viento, Comodoro Rivadavia, 2019).