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lunes, 28 de octubre de 2019

LOS MICRORRELATOS DE HOY


En el marco del taller de Narrativa (3ra edición) que coordina el escritor riogalleguense Luis Ferrarassi, se trabajó sobre el micro relato. Aquí publicamos tres de ellos.





LA PEQUEÑA AMORFA
Por Raúl Bocanegra

Ella nació fluyendo de un recipiente al caer del borde. Al principio, nadie la reconocía porque la pobrecita no tenía una forma definida; pero, a medida que se iba acercando al suelo, la resistencia del aire contribuía a individualizarla, achatando sus extremidades inferiores y adquiriendo una forma icónica. 
Al impactar en el piso, su composición se dispersa formando varias porciones de sustancias líquidas, volviendo, aquella gota de agua, a perder su identidad tan ansiada.




TÁCTICA DE CONTIENDA

Por Joaquín Paván


Estaban ambos reyes detrás de sus leales tropas; expectantes a la movida del otro, era la calma antes de la tempestad.
De esa batalla solo quedaría un rey en pie.
La caballería del rey Jorge se adelantó y la respuesta no se hizo esperar.
La batalla dejó cientos de heridos y muertos, al final el rey Jorge quedó aislado de su legión, a merced de su muerte, se rindió y dejó caer su última pieza.
El rey Ezequiel se alzó victorioso y reinó hasta que el tablero se volvió a acomodar.
Una nueva partida empieza.






BENSON

Por Carlos E. Arenillas


Benson se levantó a las tres de la mañana después de escuchar durante dos minutos el sonido de su reloj despertador. Tardó algunos segundos en darse cuenta de que se encontraba en la habitación del hotel Finnis Inn en Cardiff, la capital de Gales. Se levantó y cruzó la habitación rumbo al baño, se lavó la cara y los dientes. Abrió su vieja maleta de cuero y eligió con esmero su ropa. Chequeó la pequeña habitación para cerciorarse que no se olvidaba nada y partió rumbo a la recepción a cancelar su noche de hotel. Al llegar, hizo sonar el llamador dos veces sin respuesta. Dejó sobre el mostrador las quince libras. Caminó las siete cuadras que había hasta la estación de trenes con gran inquietud, su prometida Mary estaba a solo unas horas de distancia, su corazón latía presuroso. Al llegar a la estación la encontró vacía, una serie de luces de color ocre apenas iluminaba la boletería, los andenes y las vías. Fue a sentarse en un banco. Como todavía faltaba casi una hora para que viniera el tren se puso a leer un libro. Se olvidó del mundo hasta que, una ráfaga de viento muy fría llegó a su cara y lo interrumpió. Inquieto, levantó la vista, pero no vio casi nada, solo papeles y hojas transportados por el viento cruzaban la vía haciendo un extraño sonido. Comenzó a sentirse raro, sus manos transpiraban, su cabeza se llenaba de oscuras premoniciones. De repente, cuatro poderosos reflectores de luz se encendieron sobre el andén y lo enceguecieron, se frotó los ojos varias veces y apenas pudo ver cómo dos hombres de blanco muy fornidos se acercaban a él, lo levantaban y se lo llevaban, quiso resistir, pero se agotó en el intento. Los hombres de blanco le hablaron al oído con cierta dulzura: 
-¿Otra vez Benson te escapaste al patio? ¿Qué vamos a hacer con vos? Ahora vas derecho a tu habitación, te tomas las pastillas y luego a desayunar ¡eh! Nada de volver a escaparte, pillo.



sábado, 26 de octubre de 2019

EL POEMA DE HOY

PREMIO "MEDALLA DE PLATA" ASOCIACIÓN SAN DAVID - EISTEDDFOD 2019




INVIERNO EN LA CHACRA


Por Facundo López Morgan



Temprano por la mañana
para ordeñar me despierto
la Istilart va derritiendo
unos mates para el alma
en el potrero las vacas
solitas, adivinando
una a una van entrando
les pide Taid al oído
y como un gesto al amigo
ellas contestan rumiando.

Es invierno en la chacra
el frío cala los huesos
para ganar unos pesos
trabajar es la jugada
para capear la helada
mi sonrisa te convido
en el lugar donde vivo
donde la tierra se huele
es duro pero no duele
labrar así mi destino.

Desde la cuna tambero
siempre sorprendo al alba
sin prisa pero sin pausa
voy despertando a los teros
tranquilo por los potreros
disfrutando cada día
de los pájaros que trinan
y que saludan al paso
sienten mis pies en el pasto
las raíces de mi vida.

Con estas pequeñas cosas
para disfrutar del mundo
así planteo mi rumbo
quisiera que lo conozcas
hacer vergel de la tosca
éxito del que persiste
y si el tiento resiste
seguiré, por mi camino
de mi corazón me fío
iluso, como dijiste.

martes, 15 de octubre de 2019

LA NOTA DE HOY




LAS PALABRAS Y LAS COMIDAS

Por Jorge Eduardo Lenard Vives



Gastronomía literaria o Literatura gastronómica. De cualquier lado que se vea el asunto, es habitual que las letras se ocupen de ese fenómeno cultural que son las comidas, en especial las típicas de una determinada región... como es también usual que, ante una sabrosa vianda, el elogio sea "¡Esta comida es un poema!" (Para ser más gráficos, puede acompañarse con la expresión corporal de satisfacción del comisario Montalbano, esa genial creación del escritor Andrea Camilleri interpretada para la pantalla por Luca Zingaretti, ante los "arancini" de Adelina o unos "cannoli" bien hechos).

Si bien en la actualidad la televisión ha popularizado el turismo y las prácticas culinarias, siempre su significado e importancia estuvo presente en el sentir de los grupos humanos. Es así que muchas veces los escritores dedicaron sus páginas a la descripción de los platos característicos de distintos lugares. Resulta imposible no mencionar aquí la versión de la receta del Budín de Sussex que detalla Michael Burt en "El caso de las trompetas celestiales", o el libro "Las recetas de Carvalho" de Manuel Vázquez Montalbán, compendio de los fragmentos literarios que reseñan las comidas del detective gallego.

Tampoco se puede obviar la referencia a los menús; como el austero de Don Quijote que hace Cervantes, o el más elaborado de Leopold Bloom expuesto por James Joyce. Y también se debe recordar que, muchas veces, las cocinas típicas se hacen palabra por sí mismas a través de los recetarios específicos; los que en forma usual agregan contenidos culturales de diverso tenor (histórico, geográfico, artístico), enriqueciendo la visión coquinaria.

Esta relación entre la buena mesa y las letras se da también en la Patagonia, comarca que ofrece una variedad de platos propios reflejados en su Literatura. Entre las manifestaciones más típicas está el asado de cordero. Uno de sus principales difusores es Francis Mallmann, quien, además de chef, es un escritor de exquisita prosa que ha glosado este plato junto con muchos otros, en sus libros "Mallmann en llamas", "Tierra de fuegos" y "Siete Fuegos". De este último se toma una pequeña muestra de su estilo: "La casa de mi niñez estaba sobre un risco que daba al Lago Moreno, en la Patagonia, donde las cumbres nevadas de los Andes lo dominan todo... En aquella casa, el fuego era una presencia constante para los dos hermanos y para mí, y los recuerdos de aquel hogar aún me definen". Y más adelante: "Si quisiéramos encontrar un lugar que fuera el verdadero corazón agreste de la Argentina, sería la Patagonia. Aunque he vivido en todo el país, me considero hijo de la Patagonia".

Otra variedad alimenticia oriunda del sur es la basada en los mariscos y pescados del extenso litoral marítimo. En todas las localidades costeras alguna cantina siempre ofrece frutos del mar, como mejillones, pulpo, vieiras... variedad que llega a su exquisitez en la centolla de los canales fueguinos. Y es Carlos Pedro Vairo quien en su magnífico libro "Cocina Patagónica y Fueguina" describe varias recetas en base a ese gigantesco y sabroso crustáceo. Pero Vairo además menciona una gran cantidad de manjares patagónicos; e introduce otros aspectos de interés, como sucedidos, testimonios de antiguos pobladores de la región y referencias a la Historia y Geografía. Para resaltar esa particularidad, en la introducción dice: "Es así como a través de los platos, a veces comiendo o ayudando a prepararlos, fueron saliendo anécdotas, costumbres y distintos datos que nos brindan los mejores panoramas de la región, desde la vida cotidiana, la de los héroes de todos los días".

Una tercera variante es la comida cuyos ingredientes son la carne de caza, la trucha, los frutos rojos y el chocolate, yantares con reminiscencias del invierno, de la nieve y los bosques, típica de la región cordillerana con epicentro en Bariloche. Fue una residente de esa ciudad, Ruth Von Ellrichshausen, quien en siete libros plasmó una gran variedad de recetas de comidas. Aunque variadas, en ellas se prioriza el empleo de esos componentes de montaña. Son esos títulos "Mi colección privada", "Secretos culinarios", "Nuevas recetas de El Casco para las cuatro estaciones", "Cien nuevas y exquisitas recetas del hotel El Casco", "Diviértete cocinando", "Comidas con amor y chispa para dos " y “El Casco y yo”, donde además de las menciones a la cocina relata anécdotas del hotel que fundó con su marido Alfred a orillas del Nahuel Huapi.

Y una más de las tradiciones culinarias típicas de la Patagonia es la cocina galesa del Valle del Chubut y del Cwm Hyfryd, rica sobre todo en pastelería. Las casas de té de Gaiman, con sus variadas tortas, pica bach, scones, teisen blat, bara menyn (ambos caseros), sin olvidar el toque salado con los sándwiches de miga y el queso, y, por supuesto la aromática y colorida infusión, son una muestra de su vigencia; la que se ha plasmado en recetarios como “Recopilación de recetas típicas de la Colonia Galesa del Chubut", de Norma Noemí Thomas de Thomas; un volumen bilingüe editado por “El Regional” y traducido al inglés por Liliana Maltempo. Allí menciona las recetas para la diod fain (cerveza de raíz) y siete recetas de teisen ddu (torta negra). Antecesor de este recetario, es el artesanal que publicó alguna vez la Capilla Tabernacl de Trelew; cuya particularidad es que en cada receta figura el nombre de quien la aportó. Se encuentran allí las recetas del bara brith y del bara llechwan. No podía faltar una receta de la teisen ddu, la ambrosía de esta cocina.

Por eso, para terminar esta nota con tanto sabor, el cronista quiere dejar la receta de la torta negra, según una de sus versiones: Se quema media taza de azúcar y se agrega un vaso de cognac. A esto se mezcla una taza de sultanas y dos tazas de fruta confitada. Se deja macerar toda la noche. Luego se mezclan tres tazas de harina, una cucharada de bicarbonato y otra de cremor tártaro; a lo que se añade una pizca de sal, dos cucharadas de cacao y especias a gusto. Aparte se bate la manteca, con otra media taza de azúcar, tres huevos, más un bol de ingredientes secos. Por último, mezclar bien y cocinar en el horno tres horas, a fuego lento.

Tal vez algún lector recuerde ahora las prevenciones de Michael Burt al describir la preparación del Budín de Sussex, cuando dice "Si usted me pregunta ahora en qué punto intervienen los huevos y el coñac de contrabando, me veré obligado a replicar que este es un secreto que por ley y por tradición sólo puede ser desvelado por labios oriundos de Sussex directamente a oídos oriundos también de Sussex." Puede entonces pensar que en la anterior receta falta algún ingrediente secreto, que asegura el éxito… mas el cronista le asegura que no. Las reposteras del Chubut prefieren que se haga una buena teisen ddu a que, por falta de información, se la prepare mal y se eche por tierra la bien ganada fama de la torta negra.




Dedicada al asador que los domingos en Playa Unión hace una obra de arte combinando sabores y aromas; como el escritor combina palabras y el pintor colores y formas.



viernes, 11 de octubre de 2019

EL POEMA DE HOY




EL LADO ESPESO

Por Cristian Aliaga (*)




De los trastos parte, porque estás,
una hendija de vapor blanco
como la imagen de la ropa que lucís por la noche.
Un poema es una desazón, pero una desazón alada.
Y porque estás, puede ser una amenaza
de eternidad.
El poder es tu alma pero tu cuerpo
es el lado espeso del espíritu.
Hasta rendidos a la evidencia
es posible recuperar el habla.
El cortinaje es deslumbrante
pero suele sofocarnos.
Aún así, preferimos las telas de alcurnia,
densas de terciopelo y tragedias antiguas.

En la misma función
somos amados y destruidos:

la tristeza termina cuando se acaba la alegría.




(*) Escritor comodorense. Tomado de su obra “No es el aura de Kant”, incluido en “Estrellas en el vidrio. Antología personal” (Editorial Colihue, Buenos Aires, 2002).



viernes, 4 de octubre de 2019

EL CUENTO DE HOY





A Cristina

IN LOVING MEMORY

Por Fernando Nelson (*)



–Debes ser paciente –dijo Mary Ann–. Figúrate nuestro amor como un fruto que debe cumplir las etapas de su maduración. El desborde de pasión que te impulsa también a mí me llega, pues soy mujer, pero debemos esperar la hora del fruto maduro, la inexorable llegada del tiempo que será nuestro.

–“Inexorable”–pensé– y mi espíritu se sacudió al repetir aquella palabra. Los nubarrones grises de mis presagios no eran sino el reflejo de ese cielo de invierno.

–Sé lo que piensas –dijo ella, tomándome la mano. Esforzó una sonrisa mientras hablábamos quietos, sentados en la arena de la costa, con los pies húmedos por la cercanía del mar-. Sé lo que piensas. Temes perderme sin haber conocido todo mi ser, pero… ¿no te basta saberme tuya aún no poseyéndome, o aceptar la realidad de este amor? Yo, en cambio, hallo la paz a tu lado en este sitio, donde cada tarde vemos morir, una a una, las olas que chocan contra el viejo espolón. ¿Es necesario, acaso, un juramento, una señal, una prenda, para convencerte de mis sentimientos?

La miré sin responder. La vi buscar algo en su ropa, y terminó tocando su cinta de terciopelo negro, que en delicado moño cerraba el cuello de su blusa. Clavó sus ojos oscuros en los míos y dijo:

–Esta cinta será nuestra señal. Nos veremos cada tarde, pero sólo cuando te entregue esta cinta, sólo entonces mi amor será total y eternamente tuyo. 

–Así será –musité, y cerrando los ojos, calmé con sus besos la ansiedad de mi boca.

Pero tristes eran los planes que el destino había guardado para nuestras vidas. Una tarde Mary Ann confesó haber tenido una persistente dolencia. Al otro día faltó a nuestra cita, y ese día la playa de las grandes rompientes, como nunca, fue gris, fue solitaria, y fue húmeda.

Mary Ann murió en octubre. Su vida se fue extinguiendo sin que nadie descubriera la naturaleza de su extraño mal. Yo estuve a su lado en el instante póstumo; yo sentí la última sacudida de su mano entre las mías; yo permanecí a su lado las interminables horas hasta que alguien me tomó de los hombros, alejándome de la adorada muerta.

Desde entonces no hubo amanecer ni crepúsculo. Mi cuarto era el único lugar soportable. No hacía allí otra cosa que recordar cada minuto, cada instante compartido junto a ella. Recordé los juegos telepáticos de esta mujer, que me enviaba mensajes cada noche y que yo recibía apenas quedaba a oscuras. Pero tales recuerdos, y otros que sobrecogían mi espíritu, terminaron atormentándome a tal punto, que fui convencido de la necesidad de un largo viaje para reponer mi salud.

Accedí sin entusiasmo, y antes de la partida hice un ramillete de flores que le dejaría esa tarde. Antes de que anocheciera me dirigí a su morada. Al llegar, al recorrer con mis ojos las letras de su lápida, me esforcé para recordarla como cada tarde la viera junto al mar. Cerré los ojos y procuré imaginar la amorosa voz de aquella a quien ya no tenía, y no sólo me parecía escucharla; hubiera jurado que su perfume inundaba mis sentidos. Resté importancia a la enfermiza obsesión por tenerla, por acariciar su piel, y me dejé sumergir en el más profundo éxtasis de su adorado recuerdo. Apreté más los párpados, y en movimiento frenético arrojé las flores sobre la tumba, y grité con desesperación el nombre de mi amada, y antes de que el eco se perdiera en el aire, algo cayó a mis pies y descubrí, al mirar, la cinta de terciopelo negro.





(*) Escritor chubutense, radicado actualmente en Puán. Cuento tomado de su libro “El Retorno” (2da edición).