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lunes, 25 de noviembre de 2019

EL POEMA DE HOY




EN UN ÁLBUM


                     Por Eduardo Talero (*)




Son mis nostalgias aves viajeras
Que buscan nido para cantar,
Por eso en tu álbum mis lastimeras
Quejas amargas han de quedar.
Dulces encantos del patrio suelo
He recordado con tu amistad:
En tus miradas, luz de mi cielo,
Y en tus bondades, luz de mi hogar.
Tienes el ritmo que en mis montañas
Las aves lanzan en su canción,
Y los candores que en mis cabañas
Hacen la dicha del corazón.
Cuando del piano notas arrancas
Siento las brisas del Bogotá,
Y si mis patrias dolores cantas
Oigo las quejas de Jorge lsaács.
Hay en tu talle la gallardía
De las palmeras de mi país.
¡De aquellos bosques donde María
Buscaba rosas para Efraín!
Cual las violetas que el jardinero
Halla escondidas entre el rosal,
Así las rimas de este viajero
Entre tu libro se ocultarán.


Arequipa, 1897



(*) Poeta nacido en Colombia (1874) y fallecido en San Martín, provincia de Buenos Aires (1923). Vivió varios años en Neuquén, donde escribió el libro “Voz del desierto”; obra elogiada por Borges. Este poema figura en su poemario “Poesías” (Imprenta Galileo, Buenos Aires, 1898); digitalizado por la Academia Argentina de Letras; obrante en la página web http://www.catalogoweb.com.ar/biblioteca-digital/libros-digitalizados-por-aal-wikimedia.html


miércoles, 20 de noviembre de 2019

LA NOTA DE HOY




LOS BUSCADORES DEL LIBRO PATAGÓNICO


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




Buscar obras de Literatura Patagónica en las librerías de usados de Buenos Aires es una experiencia apasionante. Ya sea que la afición se practique en aquellos negocios especializadas que disponen incluso de catálogos y sectores específicos  donde se agrupan estos libros, como en los otros donde el preciado bien se encuentra entremezclado formando un abigarrado conjunto de diverso tenor, el buscador disfruta de una ocasión de júbilo ante un inesperado hallazgo.

Quien escribe estas líneas ha experimentado numerosos de esos momentos. Muchos libros de su biblioteca de temática y autores regionales, en realidad la mayoría, fueron extraídos de los estantes y mesas de alguno de esos locales, en barrios como San Telmo, Monserrat o el mismo centro de la ciudad. O también de los puestos de alguna de las ferias que se instalan al aire libre, como las de Plaza Rivadavia, Parque Centenario o Plaza Italia.

Porque si no se rescatan de una librería "de viejo"... ¿dónde se podrían conseguir textos como esos? Ya es difícil que se hagan primeras ediciones de las obras literarias patagónicas… mucho más arduo será que haya reediciones. Ello torna más apasionante la cacería, porque cada ejemplar adquiere las características de un espécimen único. Entre algunos títulos que fueron hallados por el autor de la presente nota, se recuerdan nombres como "Patagonia, región de la aurora" del padre Raúl Entraigas, "Los pájaros del lago" de Rodolfo Peña y "Los frutos agrios" de José Luis Gasulla. ¿Cómo hubieran podido hallarse estos volúmenes si no fuera en una librería de usados?

Algún literato podría pensar que el hecho de que un libro suyo se encuentre en uno de estos comercios es una especie de baldón; señal de que su dueño original lo descartó por la falta de calidad. Sin embargo, los motivos por los que un libro llega allí pueden ser varios; pero cuando salen es por una sola razón: porque encontraron su lector. Las librerías de lance son locales mágicos donde los libros se reciclan y obtienen una segunda, una tercera o una enésima vida. Además, ¿qué mayor recompensa para un escritor que compartir un espacio con los genios de la Literatura universal? Porque esas librerías, donde el criterio de calidad literaria es el implacable filtro del tiempo y no la moda o la publicidad, puede proporcionar tal alegría a las plumas más modestas.

Como este blog trata sobre Literatura Patagónica, se puso la atención en dicha variante de la escritura. Mas estas tiendas son también una permanente fuente de obras de las letras mundiales. Hallar un ejemplar de "En Rada" de Joris Karl Huysmans, de 1915, o las novelas completas de Bruce Marshall en una edición ilustrada de papel biblia, proporcionó una gran satisfacción a este cronista. 

Así, cada lector, rebuscando en heterogéneos montones, sabrá encontrar las obras que son de su gusto; y que tal vez nunca hubiera soñado leer si no fuera por esos reservorios de preciada creación artística. Claro que es de esperar que el aficionado no caiga, sin querer, en un sitio como el que describe Howard Phillips Lovecraft en su soneto "El Libro":

The place was dark and dusty and half-lost
In tangles of old alleys near the quays,
................
Small lozenges panes, obscured by smoke and frost,
Just shewed the books, in piles like twisted trees,
Rotting from floor to roof - congeries
Of crumbling elder lore at little cost.
..................
Then, looking for some seller old in craft,
I could find nothing but a voice that laughed.

Pero, salvo una contingencia como esa, el buscador de libros sólo va a encontrar sorpresivas alegrías durante sus expediciones. En su poema "Sherlock Holmes", Jorge Luis Borges dice:

Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una
de las buenas costumbres que nos quedan. La muerte
y la siesta son otras. También es nuestra suerte
convalecer en un jardín o mirar la luna.

Sin pretender parafrasear al maestro, podríamos decir que rastrear una librería de usados para descubrir una valiosa obra literaria es otra de esas buenas costumbres que nos quedan.





Nota: los fragmentos de poemas  reproducidos fueron tomados de los libros “Hongos de Yuggoth” de H.P. Lovecraft (Ed Diada, CABA, 2015. Traducción de Luis Benítez); y “Los Conjurados” de J. L. Borges (Alianza Editorial, Madrid, 1985),



viernes, 15 de noviembre de 2019

EL CUENTO DE HOY





EL CUADRO DEL BOLICHE

Por Sergio Pelliza (*)






Hay un aspecto de la vida de los pobladores de los puestos o boliches patagónicos, tan aislados, cuando no perdidos, difícil de comprender para quien esté habituado a la facilidad de comunicación disponible en las ciudades. Hasta los años '20, para comunicarse de una estancia a otra había que trasladarse personalmente a pie o muchas veces, dadas las distancias, a caballo. A lo largo de las escasas carreteras, que en realidad eran sendas de ripio, surgieron aquí y allá, paraderos y boliches, a menudo con un negocio al lado, que se transformaron en puntos de referencia ya sea para la gente de las estancias como para los viajeros. A lo largo de la ruta Nº 40, de la cual se ramifica también la senda hacia el Valle del Río Belgrano y que en la Patagonia Austral une las localidades precordilleranas de Perito Moreno y Calafate para dirigirse luego a Río Gallegos, había un par de estos bolichitos. Que parecieron florecer imprevistamente en lugares aparentemente desérticos, cerca de una bifurcación o de un cruce. Por ejemplo Las Horquetas o Bajo Caracoles. 
Es en este boliche donde ocurrieron estos hechos en aquellos tiempos. Atendido desde casi siempre por “El Español”. En una hermosa noche estrellada y de mucho frío. Golpea la puerta del boliche ya cerrado, un hombre totalmente común, sin ningún rasgo o señas particulares que lo hicieran diferente. Le pide al dueño alojamiento por una noche, dijo, se iría temprano, también le dice que no tenía dinero para pagarle y que solo podía ofrecerle algo de sus pertenencias como pago. El español, criollo de ley le dijo, jamás se deja a nadie afuera. Pase paisano y acomódese donde pueda si se va antes de que yo me levante, de lo que hay tome lo que le haga falta y la próxima vez que pase por aquí me paga. 
Al levantarse el dueño del boliche, encuentra sobre el mostrador un cuadro ovalado enmarcado en metal y un papel donde lee… Estimado Don Español, valoro su desinteresada hospitalidad de alojarme. Solo le tomé de la bolsa un poco de harina y del cajón, un atado de yerba. Lo único que puedo dejarle es mi posesión más valiosa este cuadro. Es un retrato mío de hace mucho tiempo. El único valor es el marco de plata. 
Deshágase de la pintura y espero compense el marco en algo, su impagable generosidad. 
Otro loco lindo pensó sin más; colgó el cuadro sobre la pared detrás del mostrador. Allí notó en lo vivo que estaban los ojos del retrato parecían mirarlo con intensidad, parecían estar vivos. La misma sensación tuvieron casi todos los paisanos que fueron pasando por el boliche. 
En un largo crepúsculo patagónico donde el resplandor rojo teñía la mitad del firmamento, y las lejanas lomadas orientadas hacia el oriente refulgían aun levemente bajo su caricia. La luna ya presente potenciaba su fulgor azulado entrando sigilosamente por la ventana, iluminó en esa semi oscuridad al retrato. A los dos paisanos que estaban de frente al mostrador junto al grupo de cuatro jugando un truco se les cayó el vaso de la mano. 
–Miren el retrato está moviendo los ojos. – “Tan” locos ustedes, dijo el ovejero Cirilo dándose vuelta y mirando el retrato. Debe ser la luz de la luna o la ginebra que tomaron demás. Llegó “El Español” con el farol sol de noche encendido y le contaron. Lo acercó al retrato y seguía allí la mirada intensa pero inmóvil. Váyanse ya, que el patrón me encargó que los despidiera temprano, mañana tiene que ir a buscar un piño (conjunto de ovejas que suele trasladarse de un lugar a otro) para esquilar muy temprano. La comparsa de esquila llega el miércoles y deben estar todos los animales dispuestos. 
El martes llegaron varios de a caballo. -Mala traza tienen éstos, se dijo “El Español” y por las dudas, puso su wínchester bajo el mostrador. Eran cuatro, pidieron ginebra y algo de comer. Les dio capón frío con pan casero vino y queso, ginebra me queda media botella nomás hasta que venga el turco, alcanzará para una vuelta. 
-Que no tenis más ginebra, gringo maldito.- Vamos pal depósito, le dijo el que parecía ser el jefe con la mano en la empuñadura de su facón. Obedeció tranquilo “El Español”. Ya había pasado antes y sabía que después de mamarse y alguno que otro daño menor se irían sin pagar borrachos, ni siquiera los denunciaría en el puesto policial. 
En el depósito encontraron varias botellas de ginebra las tomaron y le dijeron ahora queremos plata. Toda la que tengas, si no tus tripas quedan desparramadas en el suelo. 
Al gringo le hervía la sangre… pudo más su sentido común y les entregó la caja de lata donde guardaba la recaudación para las compras del miércoles que venía la comparsa de esquila. Era bastante… 
-¿No tenés más? El español miró de reojo bajo el mostrador el wínchester estaba allí casi al alcance de su mano. No fue suficientemente rápido el jefe adivinó el movimiento y le clavó el chuchillo en el brazo, la hoja lo traspasó y quedó clavada en la madera. Otro lo sujetó del brazo que no estaba herido y un tercero comenzó a golpearlo con el talero del rebenque en la cara. –Dios perdona mis pecados, este es el fin. 
De pronto, ya al borde de la inconsciencia, vio que el retrato se estaba moviendo, apoyó de pronto las manos en el marco se izó a pulso y abandonó el cuadro. Con la boca desencajada y la respiración en suspenso contempló al hombre del cuadro tomar el winchester por el caño y comenzar a darles culatazos a los bandidos hasta dejarlos tendidos en el suelo. 
A la mañana la comparsa de esquila encontró al “Español” acostado sobre el mostrador totalmente dormido con una profunda herida en el brazo izquierdo que ya no sangraba y en la mano derecha el wínchester tomado por el caño y a cuatro bandidos desmayados y con las marcas de los culatazos que habían recibido. 
Esta vez vino la policía, se llevaron a los maleantes que tenían frondoso prontuario, incluso un par de asesinatos. Pasarían muchos años en la cárcel, posiblemente la de Ushuaia. Es imperdonable no respetar la generosa hospitalidad patagónica, serían castigados con el máximo rigor. 
Cuando el español se repuso debió prestar declaración… a la quinta vez de repetir la misma historia del hombre que había bajado del cuadro. No hubo declaración alguna. Solo se convirtió en un misterio más de los muchos que alberga la Patagonia. A partir de allí solo el gringo sabía que a veces el hombre del cuadro movía los ojos y había entre ellos hasta un guiño de simpática complicidad.





(*) Escritor santacruceño. Cuento tomado de su libro “Destellos Patagónicos” (Editorial Dunken, Buenos Aires, 2017)

viernes, 1 de noviembre de 2019

COMENTARIO A UNA NUEVA OBRA PATAGÓNICA



COMENTARIO DE UN LIBRO RECIENTEMENTE EDITADO
“CARTAS.DOC” POR MARGARITA BORSELLA Y MIGUEL OYARZÁBAL (*)



Comentar "Cartas.doc" proporciona una doble satisfacción. Por un lado, porque el libro reúne varios conocidos nombres de la Literatura Patagónica. Por otro, porque se trata de una obra novedosa y bien lograda, que satisface al lector que se acerca a ella.
¿Cuáles son los nombres que aúna? En principio, el de sus creadores, dos conocidas plumas regionales: Margarita Borsella, autora de "Buenos Aires Chico", "Silencios" y "Rescatando Matices" , y Miguel Oyarzábal, el reconocido (y recordado) bate madrynense, ya fallecido. Tiene además prólogo de la poeta valletana Cecilia Glanzmann y fue publicado, en forma prolija y cuidada, por "Umbrales", la editorial que dirige la escritora Mónica Soave, quien, si bien radicada en Buenos Aires, está profundamente ligada a las letras sureñas.

¿Y por qué se dice que es novedosa? Porque recurre a un género no muy común en la región: el epistolar de ficción. Al respecto dice la prologuista:

"Cartas es una nouvelle epistolar en la que los dos autores han podido mantener su estilo personal, pero, al mismo tiempo, con una coordinación que tensa, atrapa y sostiene todo el sintagma discursivo donde lo dialógico no sólo está entre los dos protagonistas narradores, sino también con el lector, paso a paso, carta a carta..."

Ahora bien, se trata de un género epistolar "aggiornado", porque como sugiere el título y como surge de la lectura de las "cartas", éstas en realidad no se cursan por vía postal normal, sino por correo electrónico. Pero tal circunstancia no genera diferencia alguna en la forma de redactar la correspondencia. Y ese es un punto interesante para destacar.

Lejos de la inusitada brevedad de algunas "redes sociales" o del recurso prioritario a la imagen de otras, el tradicional correo electrónico permite desarrollar una escritura similar a las misivas que antes se cursaban, manuscritas o escritas a máquina y sobre mediante, para mantener una relación a distancia.

De allí que cuando Margarita y Miguel, Angelina y Roberto, intercambian sus mensajes, se produce una confrontación - no en el sentido polémico sino en el comparativo - de estilos y personalidades, que genera un texto sólido y ágil, lleno de contrastes, de sucesos inesperados, de situaciones llamativas que mantienen la atención del lector. Es un contrapunto, una payada en prosa, que fue el origen de la obra y que también le otorga originalidad, porque en otras creaciones similares es un sólo autor el que representa los dos -o más- corresponsales.

Pero entre las lógicas digresiones de una conversación de dos amigos que tienen mucho para contarse, se adivina una línea argumental. Así como se narran recuerdos, anécdotas, hechos cotidianos de diverso tenor, que van de lo cómico a lo trágico, a lo largo de las hojas aparecen datos que se ocultan entre los demás, que cobran sentido a medida que se desarrolla la narración y que permiten entender lo acaecido y arribar al desenlace; como en esos dibujos hechos con píxeles que vistos de cerca no dejan distinguir el gráfico, pero que al tomar distancia revelan su forma.

De tal manera, cuando quien lee sus páginas llega al término, encuentra el desenlace de una trama en la cual fue introducido en forma inopinada. Pero nada se dirá de ella ni del sorpresivo final. Se deja al lector el placer de descubrirlo.

Este es un libro recomendable, que sin dudas entretiene. Con su inexorable avance, el año está arribando a su fin; y con él llegan el verano y las vacaciones. No es mala idea llevar esta novela a la playa y en esos momentos libres frente al mar, sumergirse en sus páginas para disfrutar de una amena lectura, guiado por la inventiva y la destreza de Borsella y Oyarzábal.


J.E.L.V.



(*) “Cartas.Doc” de Margarita Borsella y Miguel Oyarzábal. (Editorial Umbrales, CABA, 2019).