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jueves, 28 de enero de 2010

EL CUENTO DE HOY



EL VIENTO…EL MALDITO VIENTO

de Enrique J. Martínez Llenas





Primavera tras primavera… viento.
Verano tras verano… también viento. Pero peor, con tierra; tierra que se pega al cuerpo y forma una capa áspera sobre la piel, y hace que los dientes chirríen al mascar la impotencia de detenerlo a él, a ese maldito viento que sopla y sopla tanto de día como de noche, haciendo salir de sus guaridas a las tímidas flautas que viven ocultas en las rendijas de las puertas y las ventanas, para entonar sus disonantes melodías y no permitirme dormir en paz.

Viento. Compañero inseparable de mi castigado cuerpo de enganchador de boca de pozo desde hace…¿cuántos años? Hoy ya ni lo recuerdo, no tengo por qué ni para qué. Estoy solo, viejo, jubilado; todavía no muerto, pero casi. Perduro, porque otra cosa no me atrevo a hacer. Soy cobarde.
Llegué al sur buscando hacerme un futuro, espoleado por la fuerza arrolladora de mis hormonas juveniles y dispuesto a hacer lo que fuera para ganar dinero. —Allá está la oportunidad de ser alguien —me dijeron las habituales voces comedidas y bienintencionadas de siempre, esas que nunca faltan en ninguna familia, ni en ningún bar.
Me recibió Comodoro, la capital del petróleo, la ciudad de las oportunidades para los que nada tienen salvo sus manos y su fuerza. Me dio un trabajo en YPF, una casa, amigos y dinero…pero también me dio el viento, el maldito viento. Prosperé, aunque no mucho, como cualquier persona decente; a mi lado tuve otros que, vaya a saber por qué, subieron mucho más rápido en la estructura de la empresa. Yo siempre trabajé en la boca del pozo como enganchador, un trabajo peligroso, pero que era un desafío para mi irresponsabilidad juvenil ante la vida. Me convertí en uno de los mejores; quizás en el mejor de todos ellos. Mi nombre, y los de mi cuadrilla, sonaban en las oficinas de YPF como si de ángeles se tratara; no había pozo, por difícil que fuera, que se nos resistiera. Tuvimos algún accidente, es cierto; pero siempre menos que otros equipos. Y fue por culpa de ese maldito viento, que soplaba ese día como un demonio en la Pampa del Castillo, entorpeciendo al manejo de los fierros, haciendo que los ojos buscaran la seguridad de los párpados para ocultarse, y cubriendo todo con una fina y resbalosa capa de polvo. Así fue que pasó lo que pasó: el pobre Aníbal tropezó y se dio de lleno contra un tubo que se soltó y se le fue de frente, justo al medio de la cara. No debíamos haber trabajado ese día, es cierto. Pero éramos los mejores, éramos ambiciosos y, además, inmortales. Porque éramos jóvenes.
A partir de entonces cambiamos. Nos volvimos más respetuosos del frío, del hielo, del agua…y del viento. ¿Maduramos, quizás? ¿Aprendimos la lección a costa de perder a uno de los nuestros? Puede ser, al menos en lo que a mi respecta. Pero entonces algo nuevo, que hasta ese momento había estado oculto, me comenzó a picar con insistencia: el bichito del amor. Me sentía solo, aislado, a veces hasta me ponía huraño y taciturno ¡justamente yo, que siempre era el que tenía lista la broma fácil y el dicho oportuno; el que siempre era el alma de la fiesta! Ahora erraba por las calles, melancólico. No quería ir de putas, ni al Bagatelle. ¿Para qué, si ya conocía a todas las chicas? Ninguna me llenaba el ojo, ni era lo que yo quería para mi casa, para madre de mis hijos.
Pero otra vez el viento se hizo presente, aunque ésta vez me trajo algo bueno ¡Qué digo bueno! ¡Lo mejor que me sucedió en toda mi vida! Me trajo a Yolanda, que apareció por la proveeduría del kilómetro 3 en el día más ventoso del enero de ese bendito año, el año en que me casé con ella. Era una tucumana trigueña, vivaracha, con una lengua filosa y atrevida, y muy bien rellenita allá donde debía estarlo. Había venido como mucama de limpieza, y estaba recién llegada, haciendo las primeras compras para instalarse. Yo también había ido por algunas cosas. Ambos nos sentimos atraídos en el mismo instante de vernos, y fue cosa solamente de hablar lo indispensable, y citarnos para ir al cine el primer día libre en el que coincidiéramos. No guardo el recuerdo de cuál fue la película que pasaron ese día en el Teatro Español, ni me importó jamás. Mi mente y mis manos estuvieron más que ocupadas recorriendo los vericuetos físicos y emocionales de Yolanda, hurgando en todos sus secretos, sus temores más inconfesables, sus deseos más profundos, sus esperanzas más alocadas. También yo abrí las puertas de mi corazón, que llevaban cerradas demasiados años, a su inagotable curiosidad. Fue una entrega total y absoluta, que produjo un cambio demoledor en la vida que llevaba hasta ese momento. Me convertí en un ser más prudente todavía: no me arriesgué tanto como antes, evité asumir compromisos innecesarios, no forcé mi cuerpo más allá del límite del cansancio. Además deseaba sólo poder terminar con los infinitos días que duraba el turno en el campo para poder estar con Yolanda todo el tiempo, disfrutando de su cuerpo, su risa… y sus empanadas tucumanas.
Inevitablemente nos casamos, y pudimos acceder, gracias a ciertas amistades bien cultivadas desde muchos años atrás, a una de las casitas de YPF en el kilómetro 3 que se había desocupado recientemente. Nacieron luego los deseados hijos, un varón y una deliciosa mujercita, los dos iguales a su madre; parecía que sus genes eran más fuertes que los míos. Estaba bien así: yo podía ver la cara de mi querida Yolanda repetida muchas veces a lo largo del día, estuviera con o sin ella, y eso me llenaba de paz y satisfacción. Compramos un auto: un Dodge Polara usado, grande, bueno para meter los hijos y un millón de cosas dentro, y después mandarse a mudar por esos interminables caminos patagónicos hacia Esquel, El Bolsón, Trelew, Madryn, parando a tomar unos mates en el camino, a la sombra de algún árbol o a la vera de algún riacho. El día a día se hizo grato, amable, y comenzó a discurrir como agua entre los dedos, que se escapa sin percibirla, dejando detrás una sensación de frescor y limpieza. ¡Tonto de mí! Como todos cuando nos sonríe la fortuna, creí que así sería siempre, que la vida es inmutable y eterna, y no me previne para soportar el golpe que me esperaba a la vuelta de la esquina.
Volvíamos hacia el 3 después de hacer unas compras en el centro de Comodoro; unos vaqueros para mí, unas zapatillas para los chicos, y alguna otra cosa que se me pierde en el olvido. El día era ventoso, muy ventoso. Últimamente le había perdido el respeto al viento, ya que no me había traído más que cosas buenas con sus soplos. No recordé lo traicionero que es cuando se lo quiere encorsetar entre los cerros, ni su ansia desmedida de libertad, como tampoco su implacable fuerza cuando escapa sin freno de su continente.
Yolanda iba acurrucada contra mi brazo y los chicos detrás, peleándose como siempre por alguna tontería. Llegando al Infiernillo lo vi. Era un camión con remolque que venía en dirección contraria, más rápido de lo conveniente para esa zona de la ruta. Fue en ese momento cuando recordé a mi viejo enemigo, el maldito viento. Encajonado en la quebrada que forma el cerro Chenque cuando llega al mar, soplaba hacia el lado del mar con una fuerza demencial, arrastrando tierra, bolsas de plástico, bidones, y cualquier cosa que encontrase en su camino. Mi auto era pesado y bajo, con buen agarre, pero el camión era alto y venía rápido. No teníamos adónde girar, ni podíamos ya frenar. El cruce era inevitable. El colosal camión comenzó a escorarse hacia el centro del camino, como un patético dinosaurio herido de muerte que fuera cayendo de lado, precisamente cruzando la trayectoria de mi auto. Y cayó, Dios mío; cayó y se atravesó unos pocos metros por delante. No sé ni sabré nunca qué maniobra intenté hacer en ese infinitesimal momento, y por eso vivo con una culpa perpetua, por no saber si fue acertada o no. No pasa día sin que trate de recordar cada uno de mis movimientos, para poder absolverme y vivir en paz con mi conciencia.
Sólo yo sobreviví al accidente. Perdí todo lo que más quería en la vida, lo único que jamás podría recuperar. Quedé inválido, y me retiraron de mi trabajo por incapacidad. Logré conservar mi casita en el 3, donde vivo, o duro hoy, sin ánimos ni fuerzas para emprender nada, soportando los desplantes de mi viejo enemigo, el maldito viento, que no deja nunca de incordiarme ni de recordarme lo poco que somos los humanos ante las fuerzas naturales. En mis meditaciones, amargas por cierto, pero que cada día me dejan ver algo desde una nueva óptica, he descubierto recientemente, y con no poca sorpresa, que en realidad poco o nada he perdido. ¿Cómo se puede perder lo que nunca jamás se tuvo? Todo fue un espejismo: él, el viento, me trajo la dicha, y él también se la llevó, dejándome como siempre, en el fondo, estuve: solo ante mí mismo, como uno más del montón; como todos y cada uno de nosotros, pobres infelices soñadores.
El viento, el maldito viento…


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sábado, 23 de enero de 2010






LOS ÚLTIMOS VENDEDORES AMBULANTES

Por Jorge Gabriel Robert



Desde que Literasur me abrió las puertas de su cultura, he tratado de exprimir mi experiencia como único pasaporte para incorporarme como “literato”, bien puesto entre comillas.
Con mi experiencia, como digo, rescato de entre las brumas del olvido a personas o personajes que, por la marcha del tiempo ingrato, han ido perdiendo su lugar en el mundo. Anteriormente lo hice con “el último guarda hilos”. Esta vez quiero referirme al “último vendedor ambulante.” Mis recuerdos rondan el año 1936, por varios motivos que no son el propósito de estas líneas. Al primer vendedor ambulante que logro introducir en mi memoria lo denominaban “el ruso gordo“; se llamaba David, un hombre muy simpático y bondadoso. Había miseria ya en ese tiempo en los campos recién arrendados y el pobre ruso observaba las zapatillas rotas de los niños, a veces harapos que al no estar al alcance de ellos renovarlos, lo hacían sufrir. Anotaba en silencio algo en su libreta y a la siguiente visita, regalaba lo que podía o había conseguido sabe Dios dónde. Además hacía preguntas a su perrito blanco que este respondía moviendo la cola, según el carácter de las mismas, motivo de risas para chicos y grandes.
Un invierno la nieve lo sorprendió, su automóvil se descompuso y en una noche de 20 grados bajo cero, el ruso gordo sucumbió a su triste destino. Cuando lo encontraron tuvieron que matar al perrito blanco para rescatar su cadáver.
En su último viaje, David, el ruso gordo, había vendido las primeras radios a quien se las pudiera comprar, por supuesto. Se trataba de un aparato de buena madera, de grandes dimensiones, y un cajón con pilas o baterías tan grandes como la radio misma.
En el campo, mi padre ideó una antena entre dos sierras muy altas, un alambre de acero muy largo y dos aisladores de telégrafo en desuso, hasta conseguir una audición perfecta en onda corta. Con ella, desde mi tierna infancia, en edad escolar, escuché la segunda guerra mundial, la masacre que Italia infringió a Etiopía y los últimos estertores de los vencidos por Franco en España. Mi padre, como buen francés, sufrió la invasión de Alemania haciendo planes militares desde su humilde rancho, desplegando mapas sobre la mesa de la cocina. Alternaba también alguna música y radioteatro.
Poco tiempo después apareció un camioncito descangallado tapado con una lona a cuadros muy bonita. Era el turco Jaime que se sumaba a la sociedad de los rurales, puestos de estancias con muchas familias que lo esperaban con cariño, agradeciendo siempre sus visitas alegres y juguetonas, a veces con regalos de los Reyes Magos; una magia que aún persiste. Anduvo también don José Barbara repartiendo verduras, frutas y por último aparecieron los hermanos Graña, un apellido conocido en Rawson, donde viven aún sus descendientes.
Eugenio y José Antonio (el Pelado) Graña continuaron el derrotero de su padre don Manuel, un inmigrante español afincado en esa ciudad desde 1910, nativo de la ría de Vigo, playa de Loira, Pontevedra, España, casado en Rawson con Rosa Williams.
Los hermanos dieron por extinguido el oficio, sin siquiera darse cuenta que habían creado un impulso progresista a la colonización y calidad de vida en una amplia zona de influencia, incluyendo Camarones y Cabo Raso; este último un pueblo en formación, liderado por Victorina Lacoste, con escuela, internado y albergue para niños pobres de la región, que también recibió el aporte de los vendedores ambulantes y sucumbió luego a la desidia de los gobiernos provinciales de turno. En la foto, los Graña, como los llamaban, Eugenio de frente y el Pelado junto a su esposa que les ha preparado una merienda, se alistan para el “último viaje”.


Sus cabellos blancos son indicativos de que ese propósito está justificado. El camión está cargado frente al negocio en Rawson, su punto de partida. ¿Cargaste los instrumentos? –pregunta Eugenio–. El pelado, por ser el menor, asume y acepta sonriendo su rol. Los instrumentos a que se refiere Eugenio, son: un bandoneón que él ejecuta y una guitarra donde el Pelado dice que lleva su alma templada en seis cuerdas. El seudónimo, (pelado) le viene desde la cuna y al igual que su guitarra, no lo abandona.
En el campo, cerca del puerto Santa Elena, hay una estancia que está de fiesta. Se va apagando la tarde. El sol va pintando de rojo algunas nubes y un chingolo lanza su silbido como augurio de viento y calor. En el horizonte, una polvareda es motivo de atención entre los vecinos que se han reunido para el evento. Desde temprano algunos gauchos de a caballo han concurrido luciendo sus mejores galas, bombacha, bota y corralera bordada. La tierra levantada en el camino llega antes que el camión.
Los Graña, para muchos, son parte de la civilización en cuatro ruedas; vestidos floreados podrán adquirir las jovencitas para el baile de esta noche, alpargatas nuevas y ropas de campo, alguna prenda del apero que el gaucho esperaba permutar por pieles de animales silvestres o plumas.
El vecindario, ya enterado del último viaje de Los Graña, se agrupa para la despedida y contribuye con la familia anfitriona, los Balladares. Por un lado viene Amandi con su prole, de apelativo español. Viene Robert el francés, Samuel Walker, de apellido inglés; Finn Olsen el noruego y algunos aborígenes, de manera que el crisol de razas y culturas, está asegurado.
Eugenio ensaya los primeros acordes con su bandoneón mientras en el galpón el Pelado bordonea su guitarra formando rueda de cuentos y aparecidos, entre la jarana de los concurrentes, antesala de asado y baile que durará hasta la madrugada.


Los hermanos Graña no han concluido su vuelta a casa; de pasada deberán tomar pala, pico y otras herramientas que llevan porque han prometido ayudar a Garramuño, un anciano aborigen, conocido de siempre, a reparar el techo de su vivienda. Así se completa la misión emprendida de los Graña. El abuelo indio tendrá su casa arreglada porque pasaron por última vez, los últimos “vendedores ambulantes.”



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miércoles, 20 de enero de 2010

EL CUENTO DE HOY




RIZOS NEGROS
*


Por Olga Starzak


Vi a los más viejos de la aldea sentados junto al fuego que estaba a punto de extinguirse. Frente a ellos, una anciana conocida como la más sabia, hablaba pausadamente. Escuché mi nombre entre algunos otros y no imaginé, hasta varios días después, por qué me nombraba. Con un gesto invitó a los presentes a una plegaria y, desde entonces, un murmullo invadió la reunión.

Mi madre había asumido una actitud silenciosa y la tristeza se evidenciaba en sus grandes ojos negros. Sólo ahora comprendo que aquellos días debieron ser interminables para ella y que, tal vez, sus propias vivencias infantiles habían acudido a su mente llenándola de dolor y odio.

Mis cabellos largos y rizados fueron tratados de manera especial. Durante toda una noche, un baño preparado con la savia aceitosa de un arbusto y mezclada con hierbas machacadas, cubrió mi cabeza. Envolvieron mis rulos en las hojas húmedas de aquella misma planta y al día siguiente los lavaron. Me asombró el brillo y la suavidad que ahora tenían. En una gran tinaja, con agua aromatizada con pétalos de flores silvestres, también lavaron cada una de las partes de mi cuerpo. Nadie hablaba; sabía que algo raro estaba pasando, pero desconocía aún que esto era ya parte de un ritual.

Un par de mujeres me vistieron con las mejores prendas y al finalizar tocaron con sus labios mi frente. Mi madre me tomó del brazo y salimos de la choza. Noté sus manos ateridas y sus ojos nublados. En la puerta me esperaba la misma anciana que había liderado a los congregados aquel día. Antes de dejarme sola con ella, mi madre -conmocionada- acariciando mi cabeza y con voz casi imperceptible, me dijo:

-Sé fuerte. Te prometo que muy pronto todo pasará.

Caminamos juntas por un sendero que atravesaba la montaña y dejaba muy lejos la aldea. Nos detuvimos para tomar agua de un arroyo y la vieja aprovechó para llenar un botellón de vidrio que traía en un bolso, colgado de su cuello. Cuando lo sacó pude ver un cuchillo de hoja muy fina y algunos trapos.

Llegamos a un pasadizo entre dos lomadas y, sin emitir una sola palabra, me hizo comprender que ese era nuestro destino.

No me animaba a hablar. Los niños no teníamos oportunidad de hacerlo y mucho menos frente a los aldeanos de edad avanzada. Era considerado una falta de respeto. De pronto ordenó:

-Acuéstate ahí.

Y mostró un lugar protegido por plantaciones.

-Tengo la obligación de preservar tu vida y procurar que, cuando debas casarte, tu hombre sienta orgullo por ti –comenzó a explicar. - Todas las niñas de nuestra raza pasarán por esta experiencia; así adquirirán buen juicio y se diferenciarán por siempre del sexo masculino. El Dios que nos ampara así lo exige. Sólo te dolerá un poco. Si superas la prueba con valentía habrás honrado a tus padres.

Enlazó mis manos, amordazó la boca, me despojó de la ropa interior y separó -sin delicadeza- mis piernas temblorosas. Recién ahí intuí lo que pasaría. En algún rincón de mi mente había quedado guardada una conversación entre jóvenes del lugar. Lo que jamás podía suponer, con nueve años apenas cumplidos, era que el acto sublime del que ella hablaba se convertiría en la experiencia más atroz que me tocaría soportar.

Antes de atar mi cuerpo sacó el botellón y con el agua enjuagó el cuchillo.

Lloré, grité en silencio y odié con fuerza desmedida hasta que me desvanecí. Cuando desperté, un sudor helado envolvía mi piel; mi espalda estaba mojada con sangre fría y los cabellos pegajosos, apretados al cuero cabelludo.

Ya no estaba amarrada.

Habían matado mis más preciosas fantasías, la dignidad de niña queriendo convertirse en mujer. Ya no me sentía viva. Cuando me animé a llevar la mirada hasta mi sexo, lo vi cubierto de una cataplasma verde y pastosa. La vieja dijo:

-Eso va a contener la hemorragia y ayudará a que pronto cicatrice la herida.

El dolor no me dejaba respirar. El ardor quemaba las entrañas.

Permanecimos allí, a la intemperie, durante dos o tres noches. Cuando pude pararme y caminar por mis propios medios, volvimos a la aldea. Allí esperaban nuestro regreso. Me expusieron como un trofeo y elevaron oraciones interminables.

El rencor y la desolación se instalaron en mi ser. La incomprensión fue convirtiéndose poco a poco en rebeldía.

Con el cuerpo mutilado y vacío de sensaciones escapé una noche de impenetrable cielo negro. Había cumplido quince años y acababan de presentarme al hombre que me desposaría. Peregriné por pueblos desconocidos, navegué mares cálidos y conocí a personas de todos los colores. Descubrí un mundo al que no pertenecía y me propuse apropiarme de él.

Hoy, veinte años después, luchando aún con las secuelas de la escisión a la que fui sometida, recuerdo los ojos negros de mi madre; me apiado de ella y de todas las niñas que en Somalia y muchos otros países de la tierra, sufren el cruel calvario. Mientras aparece este recuerdo, mi mano aprieta la de una niña que acaban de traer al hospital donde ejerzo mi profesión. Fue rescatada de los escombros de una choza deshabitada. Pese a los intentos médicos, no pudo controlarse la infección. Hace sólo unos minutos, mientras le acariciaba sus apretados y brillantes rizos negros, sentí cómo iba apagándose su vida.

No sé cuánto tiempo ha pasado. Alguien me ayuda a levantar mi cuerpo recostado sobre la cama de la niña. Con esfuerzo separan su mano de la mía.

Ya no hay más lágrimas en mis ojos. Un renovado odio las secó para siempre.



* "Rizos negros" es uno de los trece cuentos que la autora reunió en su obra Estigmas, cuentos no tan cuentos (Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 2004)


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domingo, 17 de enero de 2010

LA NOTA DE HOY


Puente sobre el río Chubut (Gaiman)



LA MEMORIA AFECTIVA: UN PROCESO DE RECREACIÓN LITERARIA


por Carlos Dante FERRARI


El amor a las letras suele comenzar en la más temprana juventud, al calor de las primeras lecturas. La mayoría de los grandes escritores de todos los tiempos comenzaron por ser lectores fervientes, sensibles al impacto emocional que se dispara cuando un texto cobra vida en la mente del que lo descifra a través de cada renglón, descubriendo una infinidad de sensaciones, imágenes, acciones, paisajes e historias ambientadas en los escenarios más diversos. No hay cine ni teatro -bien lo sabemos- con escenario o pantalla más dúctiles ni maravillosos que la propia imaginación, excitada a través de la palabra. Y esto bien lo saben los niños, siempre tan prontos a que les contemos o leamos un cuento.
Otra influencia poderosa para la vocación literaria suele ser la figura del profesor de lengua, casi siempre responsable de nuestras primeras lecturas estudiantiles. Los aciertos o desaciertos del docente de literatura en la guía y elección del material, en su manera de presentarlo y hasta sus propias condiciones personales, pueden ser factores decisivos para esta vocación, en una etapa en la que la lectura tiene posibilidades de convertirse en amante duradera o, por el contrario, en una obligación transitoria; para algunos, casi deleznable.
Tiempo atrás publicamos en Literasur una interesante nota de Julia Chaktoura en la que nos introdujo al escritor Robert Gurney; este último, a través de su pluma, nos ilustraba acerca de un chubutense de ascendencia galesa -Enyr Jones- quien fuera su profesor de español en Luton (Inglaterra).
Las evocaciones de Robert Gurney son deliciosas. Muchos recordarán al profesor de literatura de "La sociedad de los poetas muertos", aquel personaje inolvidable encarnado por Robin Williams que, tras ser inicialmente resistido entre sus pares por despertar confusiones y perplejidades, se convertía al fin en un ser adorable para sus alumnos. Y bien: algunas de esas características parecería haber tenido Mr. Enyr Jones, el muchacho que a los 18 años migró de la Patagonia hacia Gran Bretaña y luego pasó allí el resto de sus días, con la constante nostalgia -"hiraeth", sería tal vez la palabra galesa quizás más adecuada- por la tierra sureña natal que había quedado atrás.
El arte es, entre otras cosas, una recreación espiritual de la realidad. Podríamos asimilarlo a un proceso alquímico misterioso mediante el cual el artista toma aspectos de la vida, los "funde" en el crisol de su inspiración creadora y finalmente los vierte en un "molde estético": un poema, un relato, una tela, una obra musical, una escultura. Tras leer los recuerdos de Bob Gurney podemos advertir cómo paulatinamente, a través de la pluma del ex alumno, Mr. Enyr Jones -el hombre real- va fundiéndose dentro de la imagen idealizada de sus evocaciones. Así, en un decurso memorativo del viejo profesor que iluminó sus días juveniles con el aprendizaje del español y lo condujo por los senderos de la literatura, vemos cómo Mr. Jones termina por transformarse en un personaje literario.
Según nos cuenta Bob, cuando recibía las clases de español en la Luton Grammar School, no imaginaba que la personalidad y el carácter de su mentor le dejarían marcas tan significativas. Recuerda que aquellas clases eran "como un oasis de paz y amistad". Las lecciones tenían lugar en la biblioteca del edificio Bradgers Hill, en un pequeño recinto que -según el escritor- no le hacía adecuado mérito a una figura de la talla de Jones. Cuán especiales habrán sido esas clases inolvidables para que, en las mentes de sus alumnos, flotara la sensación de ser -en palabras de Bob- integrantes de "una élite dentro de otra élite".
En esta búsqueda discurren vivencias que luego, cada vez que Bob "visualiza" a su querido maestro en diversos episodios recreados por su imaginación artística, se van traduciendo en productos estéticos -poemas, microrrelatos, reflexiones-.
Un par de ejemplos servirá para ilustrar los frutos de este proceso creativo.
Enyr Jones curso los estudios del profesorado en Carmarthen (Caerfyrddin, en galés) a comienzos de la década del ´20, en el siglo pasado. Esta ciudad galesa es tan antigua que hasta Ptolomeo la cita en sus referencias geográficas. Es, como tantas otras localidades galesas, un hermoso enclave junto al río donde aún hoy sobrevuelan las viejas leyendas celtas, como la referida a las "brujas blancas" de Carmarthen, damas vestidas de blanco que solían ser vistas cruzando el río en dos embarcaciones y al llegar a la otra orilla se convertían en gatos negros. Bob Gurney imagina que Enyr Jones, en su paso por Carmarthen, quizás pudo haber vivido estas experiencias fantasmagóricas.
He aquí su recreación poética:

Mr Jones y las brujas de Carmarthen

Estaba en la ribera
del río Towey
en la noche.

Lejos
divisó dos barcos
llenos de mujeres
vestidas de blanco.

Cuando estuvieron
cerca de él
observó, a la luz de la luna,
que eran barcas
de mimbre y cuero

y al llegar
a la otra orilla,
vió a las mujeres
convertirse
en gatos.



Mr Jones and the White Ladies of Camarthen

He sat on the river bank.

It was night and black.

In the distance
he saw two boatloads
of women in white robes
crossing the river.

When the boats reached
the middle of the stream,
he saw in the moonlight
that they were coracles

and that when they reached
the other side,
the women
turned into black cats.

La romántica pesquisa tiene lugar entre dos planos irreversibles del tiempo y no se detiene. Llega por último hasta la misma tierra natal del viejo maestro, donde transcurrió la infancia y juventud de Enyr.
Allí está Bob nuevamente, esta vez en Gaiman, frente a otro río, el Chubut -"Camwy", para los ancestros galeses- en pos de mayores datos. Él mismo nos lo cuenta en este microrrelato:

El señor Jones

Allí estaba Gaiman, acurrucado en el valle, con sus casas bajas y planas para guarecerse del viento, construidas entre dos largas hileras de álamos plantados sobre ambas márgenes del río, a modo de cortinas protectoras.

“Estoy buscando información acerca de mi viejo maestro de español en Inglaterra, el Sr. Enyr Jones”, le dije.

“¿De qué datos dispone hasta ahora?”, me preguntó la bibliotecaria.

“Enyr Jones”, le contesté, “nacido el 11 de julio de 1901, no sé dónde. Él fue a la escuela aquí, en Gaiman, entre 1914 y 1918, a la Escuela Intermedia, según dice aquí, en Chaput o Chubut, Argentina.”

“Luego fue a Gales, al Pagefield College, en Carmarthen, a estudiar docencia, de 1914 a 1923. Estudió alemán, pienso, en el University College de Swansea, desde 1923 hasta 1927. De 1927 a 1928 viajó, no sé a dónde. Dio clases en la Grammar School, en Drax, desde abril de 1928 hasta agosto de 1930 y luego en Luton Modern School, convertida más tarde en Luton Grammar School, desde Septiembre de 1930 hasta Julio de 1966. Allí fue donde lo conocí."

“"Lo siento," me respondió ella, "Aquí no tenemos ningún registro acerca de él, y para serle honesta, no sabría decirle a dónde puede ir a buscar esa información.”



Mr Jones

There it was, Gaiman, nestling in the valley, the houses built low and flat to get away from the wind and rows and rows of poplar trees planted on either side of the river, as wind-breakers.

"I am looking for things about my old Spanish master, in England, Mr Enyr Jones," I said.

"What do you have so far?" the librarian asked.

"Enyr Jones", I said "born 11 July 1901, I don’t know where." He went to school here, in Gaiman, from 1914 to 1918, the Intermedicora Gaiman, it says here, Chaput, or Chubut, Argentina.

Then he went to Wales, to Pagefield College, Carmarthen, to learn how to teach, from 1921 to 1923. He studied German, I think, at University College, Swansea, from 1923 until 1927. From 1927 to 1928 he travelled, I don't know where. He taught at the

Grammar School, in Drax, from April 1928 to August 1930 and then at Luton Modern School, which became Luton Grammar School, from I September 1930 until July 1966. It was there that I knew him."

"I am sorry," she said, "We have no record of him here and, to be honest, I don't know where to tell you to go."

Las indagaciones de Bob prosiguen sin descanso. Quizás no terminen nunca, porque ciertas búsquedas pueden constituirse en leit motiv artístico. Por lo pronto, podemos afirmar que la llama encendida por el profesor de literatura no ha sido en vano: por estas horas Robert Gurney se encuentra en Madrid, donde presentará mañana, lunes 18 de enero de 2010, su obra "El cuarto oscuro y otros poemas" (Colección Prometeo Desencadenado, Lord Byron Ediciones, Madrid, 2008), en el Auditorio de la Asociación de Escritores Españoles.
Como podemos ver, la vocación literaria y la lengua española, dos semillas implantadas hace algunos años por el viejo maestro Enyr Jones, nativo de Gaiman, hoy están dando nobles frutos.



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jueves, 14 de enero de 2010

EXPOSICIÓN PICTÓRICA - FERIA DEL LIBRO EN GAIMAN


CARMEN LARRABURU EXPONE EN MÉXICO

La pintora de Playa Unión, Carmen Larraburu expondrá en la Galería “Un Paseo por los libros” de la República de México (DF), una muestra de veinte acrílicos sobre tela componen la serie: “De los Nuestros”. Algunos de los títulos son: El Pingúín Argentino, La dama del camino, Equus florido, Metamorfosis, Dengue-Dunga, La Chancha y las veinte, Autorretrato “La Delfina”, Luciérnaga, Dualidad, Máscara, Mi nuevo hoga, Entre sueños…, Te esperamos…, Cardumen del Sur, la Hormiguita Viajera. Coloquio estival.

Con el auspicio de la Embajada Argentina CNCA (Centro Nacional de la Cultura y las Artes) el próximo 7 de febrero de 2010, a las 18.00, la pintora de Playa Unión (Rw) inaugurará su 33º exposición individual.
Asimismo, y a fin de acompañar la mencionada actividad cultural, la pintora llevará cuatro producciones de artistas regionales, a saber: "Cuando la tierra grita" del realizador Fernando Torres (film premiado); "Marcela" del realizador Gastón Siriczman (film premiado en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata 2009, BsAs); lectura “Estas lechuzas fieles” del poeta del poeta y periodista, Sergio Pravaz. Asimismo el escritor Ricardo Clark presentará el libro "Guereña x Guereña ", edición 2003.

CURRICULUM
Nacida en Paso de Indios (Chubut). Actualmente reside en Playa Unión (Rawson - Chubut). Realizó talleres con los profesores Enriqueta Algarra y Miguel Ángel Guereña. Parte de su formación está sustanciada con seminarios, encuentros, jornadas, asistencias, etc. Participó en la BIENAL/2000 de la Habana, Cuba, organizada por la artista plástica Ana Capotostti, de Trelew. Exposiciones: 45 exposiciones colectivas y 33 exposiciones individuales. Ha obtenido diversos premios en galerías y salones privados. Distinción: La obra “Calcio Tehuelche”, fue declarada de Interés Cultural en el año 2001 por el Concejo Deliberante de Rawson, con motivo de haber sido invitada a exponer en el Museo de la Revolución, de la ciudad de la Habana, Cuba.
Carmen pertenece al Grupo MAR, (Movimiento Artístico de Rawson), asociación de Artistas Plásticos y Visuales fundada en el año 2001.





26ª FERIA PROVINCIAL del LIBRO del CHUBUT
(Sede permanente: Ciudad de Gaiman)

Y la:

6º FERIA PATAGÓNICA del LIBRO
Gaiman “Su cultura en el Bicentenario”

CONVOCATORIA:

Con el objeto de contribuir a la difusión del libro y su lectura, la Biblioteca Popular “Ricardo Jones Berwyn” de Gaiman (Chubut) convoca a participar de la 26° FERIA PROVINCIAL del LIBRO del CHUBUT y 6° FERIA PATAGÓNICA del LIBRO, que se llevará a cabo en el Gimnasio Municipal de Gaiman, del 13 al 16 de mayo de 2010.

Participantes: Podrán participar: escritores, investigadores, críticos, bibliotecarios, editores, libreros, ilustradores, diseñadores, educadores, sociólogos, traductores, promotores de la lectura, periodistas, artistas plásticos, fotógrafos, escultores, etc.

Se extenderán certificados de participación según la actividad que desarrollen en la Feria.

Inscripciones: Las inscripciones deberán hacerse únicamente en la Biblioteca Popular “Ricardo Jones Berwyn” en su sede: J. C. Evans 154 (9105) Gaiman, Chubut, en horario (de 8 a 15 horas), ó por Fax, al TE/Fax. 02965 – 491212, o por E-mail, enviando el formulario de admisión correspondiente. biberwyn@ar.inter.net

- No se aceptarán inscripciones realizadas por terceros.

Reglas y Condiciones de participación:
Inscripciones hasta el 10.03.2010 inclusive.
(Recepción de ponencias, libros, conferencias u otras actividades:10.04.2010)

Ponencias, charlas o conferencias: deberán enviar un resumen o abstract no mayor a una (1) página, al 10.03.2010 inclusive. La ponencia o charla etc. En el caso de tratarse de un Panel sobre un tema determinado: el tiempo de disertación no debe superar los 15(quince) minutos por cada participante. Ponencia, charla o conferencia completa se podrá enviar antes del 10 de abril de 2010 inclusive.

Coordinadores de Talleres y Seminarios: (literarios, históricos, de historieta, dibujo, fotografía, etc.): enviarán un plan de trabajo donde se indique el tiempo necesario, cantidad de reuniones, límite de integrantes del grupo y líneas conceptuales que orientarán la tarea (marco teórico) al 10.03.2010 inclusive, a los efectos posible gestión de puntaje.

Presentaciones de libros, revistas o medios audiovisuales: deberán enviar (2) dos ejemplares del mismo, junto al Formulario de Admisión, a la Biblioteca Popular “Ricardo J. Berwyn” y no podrán comercializar sus libros, revistas, etc. en forma particular, sino a través de las librerías presentes, con stand en la Feria Provincial, previo acuerdo con las mismas. La fecha de edición del libro debe ser 2009/2010 y estar impreso antes del 10.04.2010. (Si para esa fecha no se ha recibido el material a presentar, se descartará la propuesta) Tiempo máximo de presentación por autor 30 (treinta) minutos.(Así presente uno o dos libros)

Si se trata de un Panel: donde varios autores pertenecientes a un Grupo Literario, presentan sus libros, se les asignará un tiempo menor de presentación, según lo exijan las circunstancias.

Reuniones de Lectura: Cafés literarios, filosóficos, fogones, recitales, etc. Se presentará un plan de lecturas de los autores participantes, con un coordinador (designado por el grupo inscripto), o uno (1) que designará la C. Organizadora de la Feria. Leerán un trabajo (poema o narración) por autor y si se dispone de tiempo habrá una segunda ronda de lectura.

La Comisión Directiva se reserva el derecho de no aceptar:
• Las propuestas que lleguen fuera de término
• Las que no cumplan con las modalidades de esta convocatoria
• Cuando se supere el cupo de las propuestas.

Servicios:
- Habrá un servicio abierto de cafetería y buffet, durante los cuatro días. Estará a cargo de los organizadores de la Feria. El beneficio de la comercialización de los productos (preparados dulces y salados) será invertido en la renovación de nuevas tecnologías para el buen funcionamiento de la biblioteca Berwyn de Gaiman.
- Se brindará un ágape de bienvenida el día del Acto Inaugural de la Feria.
- Alojamiento: para los participantes que se encuentran a más de 100 km de la Feria, se ofrecerá albergue gratuito en el Gimnasio Municipal, existiendo un cupo de 40 lugares (20 para mujeres y 20 para hombres) y en el Centro Recreativo “Arturo Roberts” con la misma modalidad (40 plazas).
- El alojamiento es a partir del día de la Inauguración: 13 al 16 de mayo inclusive. También se brindará una lista de precios de los distintos hoteles para que los participantes puedan reservarlos por su cuenta, con anticipación.
- Servicio de comidas: Correrán por cuenta de cada participante. Se brindará asesoramiento sobre los lugares y los costos, una vez inscriptos, y aceptada la propuesta recibida. El servicio de comidas en general que se brindará a los alojados, será en el Centro Arturo Roberts, a partir del viernes 14 hasta el domingo 16 de mayo de 2010
- Pasajes: Correrán por cuenta de los participantes, ya sea por vía terrestre o aérea.
- Información turística para aquellos que deseen hacer distintos circuitos en la localidad y dentro de la provincia.

Organizadores: Comisión Directiva de la Biblioteca Popular “Ricardo Jones Berwyn” Extensión Cultural: Feria Provincial del libro del Chubut


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