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lunes, 15 de octubre de 2018

LA NOTA DE HOY




URANOMETRÍA AUSTRAL


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




A los paisajes típicos del mar, la meseta y la montaña, la Patagonia suma como un escenario natural más la vista de su cielo; que es un espectáculo en sí mismo. Su policroma imagen varía del azul de pleno día —salvo si está encapotado y se torna color "llueve y no llueve”—, al encendido horizonte del atardecer y a los pálidos tonos crepusculares que, ganando de modo pausado la esfera celeste de este a oeste, anuncian la salida el sol. Pero alcanza su magnificencia en las noches despejadas, cuando miríadas de estrellas se encienden en la cúpula azabache hendida casi al medio por la Vía Láctea; un camino que de tan luminoso parece blanco.

La imaginación humana unió con líneas los astros que titilan en la negrura y creó las constelaciones. La bóveda austral presenta muchos de estos dibujos; como el cazador Orión, que teniendo por cinturón a las Tres Marías indica el norte con la punta de su puñal, el Centauro de enormes dimensiones; y la Cruz del Sur que señala el austro, pero que para evitar desorientarse hay que saber distinguir de la "Falsa Cruz" recurriendo al “Puntero”.

No debe olvidarse que en este firmamento tenebroso brilla algún que otro planeta, como Marte o Venus. Y también las estrellas fugaces, los meteoritos y aerolitos; y las nebulosas, nubes resplandecientes en la inmensidad; y todos esos nuevos objetos astrales que la ciencia incorpora día a día. Y ahora, en forma cada vez más habitual, los satélites artificiales; cuyos trazos fúlgidos cortan el cielo en rumbos insólitos, provocando no poca sorpresa e inquietud en el espectador desapercibido.

Al fijar su vista en el espacio, los pobladores primigenios de esta tierra concibieron sus propias leyendas. Quien nos narra algo de esto es Mario Echeverría Baleta en sus volúmenes “Vida y leyendas tehuelches”, que incluye, entre otros, el mito sobre las estrellas (“Terke”); y “Cuentan los chonkes”, donde describe la fábula de la Cruz del Sur (“Choiols”). También Dalila Giampalmo, autora de “El Cielo patagónico. Mitología originaria. Cuentos y Ciencia”, relaciona la visión científica de la astronomía sureña con las historias autóctonas; y lo mismo hace Guillermo Abranson con “En el cielo las estrellas”. Por su parte Gregorio Álvarez, en el "Tronco de Oro" se refiere a las tradiciones que recogió de primera mano en el Neuquén sobre las constelaciones meridionales:

“Las Tres Marías…. En el Neuquén cordillerano esta misma constelación recibe el nombre de Huelu Huentrao. Así me lo informó el paisano Anticao de Taquimilán. “¿No ve, patrón, que las estrellas de las puntas, una tira p´allá y la otra p´acá?”… La Cruz del Sur o Crucero. Es a esta constelación que los paisanos de la región norte del Neuquén y los de la costa del Aluminé llaman Pünon Choique (rastro del avestruz)… La Vía Láctea… para el paisano de estirpe araucana es el Huenú Leuvú (río del cielo). Está constituido por los fuegos que han encendido las almas elegidas de la raza, es decir, la de los antepasados gloriosos…" A estas figuras trazadas en el éter, Álvarez agrega cuatro más que eran conocidas en el Neuquén antiguo: Cayu Gau (las "seis cabrillas"), la del Luán (guanaco), la del Choique (avestruz) y la de las Laques (boleadoras).

Sin dudas, la formación sideral más representativo de la Patagonia es la Cruz del Sur, o Crux, o Crucero, “Croes y De” para los colonos galeses, “Choiols” para los aoni ken; que se incorpora a la vexilología local en las banderas de las provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego, al folklore de la zona en la letra de muchas canciones, como “Guanaqueador” de Hugo Giménez Agüero: 

"Ocultará la historia con letras de sudor 
tu nombre, tu país, tu paz, tu credo
y vendrás con el sol en primavera
junto a la Cruz del Sur como un recuerdo";

Y, también, por supuesto, a la Literatura. El conjunto cuya figura familiar forman acrux, becrux, gacrux y decrux, inspiró la obra de reconocidos artistas, como a Pablo Neruda su “Oda a la Cruz del Sur” y a Julio Cortázar el tango “La Cruz del Sur”; al que le puso música Edgardo Cantón:

“Extraño la Cruz del Sur
cuando la sed me hace alzar la cabeza,
para beber tu vino negro, medianoche.”

La índole sureña del símbolo, dio para que algunos autores lo usasen al nombrar sus libros vinculados de una u otra manera con estas latitudes. Pablo Korcha publicó un poemario llamado “Mis coirones rimados bajo la Cruz del Sur”; en tanto el navegante solitario Vito Dumas denominó a su crónica del viaje desde Europa hacia el hemisferio sur “Solo, rumbo a la Cruz del Sur”. El propio autor de estas líneas cayó en la tentación de titular “Palabras bajo la Cruz del Sur”, a una olvidable antología de cuentos y poesías publicada hace algunos años.

Muchas veces al viajero patagónico lo sorprende el final del día transitando por una ruta solitaria; y en un paraje alejado de cualquier ciudad, pueblo o caserío, sumido en la obscuridad apenas alumbrada por la claridad estelar, se ve tentado a detener el auto, parar el motor y, en medio del silencio profundo de la meseta, contemplar el firmamento en sombras.

Mirar hacia arriba de noche, desde un punto aislado de la Patagonia y lejos de la polución lumínica de las localidades, permite percibir la infinitud del Cosmos. Y, por oposición, revela la finitud del ser humano, que resulta ser apenas un minúsculo trazo de vida sobre la superficie de esta mota de polvo que es la Tierra, uno más entre los planetas que giran alrededor del Sol; que es a su vez sólo uno de los incontables soles reunidos en un sinfín de galaxias —tantas galaxias como granos de arena, al decir de Brian Aldiss— que se despliegan ante la vista azorada del observador nocturno.



miércoles, 10 de octubre de 2018

LIBROS DE AUTORES PATAGÓNICOS

COMENTARIO DE DOS LIBROS RECIENTEMENTE PUBLICADOS








“DES/VISTIENDO PALABRAS” (*) Y “ALUMBRANDO NOSTALGIAS” (**)
DE PABLO LAUTARO (*)





El escritor patagónico Pablo Lautaro publicó recientemente un par de obras, que dedica a los dos géneros en los que ha incursionado. En "Des/vistiendo palabras" puede accederse a su poesía; en tanto "Alumbrando Nostalgias" muestra su prosa. Quién conoce el estilo de Lautaro, del cual hay varios ejemplos en "Literasur", hallará en estos volúmenes un buen motivo para reencontrarse con la palabra precisa y la claridad conceptual de la escritura del neuquino.

Las setenta y siete poesías de "Des/vistiendo palabras", se agrupan en cinco partes cuyos títulos indican una afinidad conceptual; aunque sin excesiva rigurosidad taxonómica. Ellas son "Aromas de mujer", "Grito social", "Des/vistiendo poesías", "Desnudando al amor" y "Terra / palabra". Queda fuera, a modo de proemio, el poema "Decisión"; que parece obrar de exhortación al lector para seguir al poeta en sus pasos (es decir, en sus palabras):

Libera tus sueños como lluvia / Abre tu corazón a pesar de las heridas
Escucha al viento a pesar de su inclemencia / Aprende a hacer silencio a pesar de ti mismo

Como bien señala María Gutiérrez, la impecable prologuista que analiza e introduce el libro con Arte y conocimiento, el autor "Necesita manifestarse y lo hace con un lenguaje poético connotativo, encriptado a veces, a la libre interpretación del receptor...". Sus poemas, descubre Gutiérrez, están libres de métrica, rima y puntuación; y muchos de ellos tienen un recurso estilístico común, casi oculto, que coincide con el juego de palabras del título, "Des/vistiendo palabras". Se trata del empleo o supresión del prefijo "des-". Según la RAE, significa negación, inversión del concepto, incluso privación; y a su vez puede denotar afirmación, exceso o demasía. Su uso se manifiesta en las líneas de "Despegar": "..te descubrí / entre madreselvas / descalza...". O en los títulos "Des/concierto", "Amor desolado", "Des/purificarse", "Desamparo", "Desamparado", "Desazón". Y también en los versos de "Desnudos":

... cuando han despojado / todos sus pudores
Desarropados / Desprovistos de miedos...

Por su lado, las piezas narrativas de "Alumbrando Nostalgias" se reúnen en tres partes cuyo común denominador obedece a un respectivo subgénero literario. "Alumbrando cuentos" aduna narraciones breves, "Alumbrando micro cuentos" junta estas brevísimas prosas a las que Lautaro es tan afecto; y "Cartas" presenta una interesante recopilación de ficción epistolar.

Los cuentos cortos de la primera parte del libro tienen una temática variada. Algunos se basan en situaciones donde priman las relaciones familiares, otros rondan lo fantástico, unos más se acercan a la trama policial... Como siempre, resulta difícil elegir una entre las diversas creaciones que se ofrecen; ya que todas se destacan por algún motivo. Pero a fuer de dar un ejemplo de la técnica de Lautaro, se transcribe un párrafo de su relato "Las manos de mi abuela":

Eran mágicas. Contenían en sus rasgos, todas las manos. Las de la creación, manos alfareras que modelaban la vida y los sueños. Las campesinas, araban el suelo de nuestra infancia y sembraban con su música la esperanza para que todo fuera mejor...

Respecto a los micro cuentos, su brevedad los hace de lectura rápida y entretenida. Tienen sus curiosidades, como el caso de "Villarrica en cien palabras", escrito exactamente con cien palabras. O "In Foco", que con nueve palabras se aproxima a los famosos micro relatos de siete palabras de Monterrosso y de cuatro de Luis Felipe Lomelí. Para muestra, se copia completo uno de ellos, "Alma":

Se levantó medio aturdido, algo le punzaba en la sien, no lograba quitar de su cabeza la imagen visceral de Violeta sollozando perdón. Era Él mismo quien yacía tendido en medio de un charco de sangre... No pudo hacer nada, el alma se había despedido de su cuerpo.

Queda como un sitio especial el dedicado a las cartas ficticias; un género poco practicado del cual en la Literatura Patagónica existe el ejemplo de la novela "Todo eso oyes" de Luisa Peluffo. Las epístolas de Lautaro ofrecen una variedad de personajes que revelan su personalidad transmitiendo ideas a su corresponsal; incluyendo una que recibe el propio autor y otra que él dirige a sus amigos.

De manera acertada señala Dante Medina en el Prólogo: "Luminosos estos textos de Alumbrando Nostalgias de Pablo Lautaro, destellantes, con una virtud difícil de conseguir y una característica que el lector aprecia mucho en la Literatura: son amenos...". Sin dudas, la amenidad de la prosa es una de las cualidades que más resalta al leer los textos.
Cabe agregar que la impresión de ambos volúmenes es muy correcta; con buenas ilustraciones de tapa y contratapa. El detalle de las solapas con abundante y útil información será bien recibida por quien gusta de recorrer las librerías buscando novedades; pues permite conocer la obra y el autor con una rápida ojeada.

La obra de Lautaro, con cuatro libros en su haber - pues a estos dos de ahora deben agregarse "Huellas", poesía, del 2009 y "Retratos", narrativa, del 2011 -, ya puede considerarse de una solidez tal que se integra en forma holgada al corpus bibliográfico regional; al que es de esperar que el escritor siga contribuyendo para enriquecer la Literatura Patagónica.

J. E. L. V.



(*) "Des/vistiendo palabras", de Pablo Lautaro (Ediciones Con Doble Zeta, Neuquén, 2018)
(**) "Alumbrando nostalgias", de Pablo Lautaro (Dicit / Ediciones Con Doble Zeta, Neuquén, 2017)


Nota: el autor agradece al Sr Gastón Maina la amabilidad de traer desde la Patagonia los ejemplares de los libros empleados para hacer este comentario.

miércoles, 3 de octubre de 2018

EL CUENTO DE HOY



UN SUSTO A MEDIANOCHE

Por Ernesto Aníbal Portilla



Era verano, nuestro campamento estaba cerca del Lago Cardiel, provincia de Santa Cruz, había muchas caras nuevas porque hacía poco tiempo que nos habíamos instalado en esa zona y por lo general completaban los faltantes de personal con gente del lugar.

Había ingresado gente de Piedrabuena, San Julián y G. Gregores que generalmente ocupaban puestos de peones o choferes pero al jefe se le había ocurrido en esta ocasión tomar un ayudante administrativo para controlar los papeles del depósito. Otra cosa que no era habitual, era tomar personal que no fuera joven, pero para este tipo de tareas no era un requisito muy significativo.

Ingresó un hombre de unos 45 años, que procedía de Piedrabuena, casi no teníamos contacto con él porque estaba siempre encerrado en el depósito o en su habitación y tampoco compartía con nosotros los picaditos que se armaban antes de la cena, en las tardes largas del verano en la canchita del campamento, y además fue uno de los últimos en incorporarse.

Nuestro jefe como suele ser frecuente con los jefes, no era  de nuestro agrado, era un ingeniero recién recibido pero contrariando todas las suposiciones, tenía ya 50 años y se caracterizaba por no tener nunca una iniciativa ni solución para ningún problema imprevisto, falto de criterio a veces ingenuo, como si se guiara por una lista de soluciones, y no podía apartarse ni abordar algún tema que no estuviera escrito allí.

Un día al poco tiempo de prestar servicio, el nuevo empleado no se presentó a cumplir con sus tareas y el depósito permanecía cerrado, ya eran casi las once de la mañana y el hombre no aparecía, en esto el jefe toma conocimiento de la situación y sale a buscarlo hasta su habitación, golpea la puerta pero nadie contesta, insiste diciendo: Sr. Leich, ¡mire que le pongo falta sin aviso! y nada, entonces se atreve a abrir la puerta y para su sorpresa se encuentra con que el hombre estaba muerto en su cama.

Circuló la versión durante mucho tiempo que cuando vio el cadáver y como se trataba de algo totalmente imprevisto, lo increpó diciéndole: ¡menos mal que está muerto porque si no le ponía falta sin aviso! Anécdotas de esta naturaleza eran una cosa común en este hombre que a veces nos resultaba incomprensible. Durante algunos días nadie se atrevía a entrar en esa casilla, pero en todo grupo humano siempre hay algún desorejado, impertinente o irrespetuoso, como se lo quiera llamar, así era nuestro compañero Juanito Flores.

Un día se le ocurre desagraviar o desembrujar la casilla de Leich, pero debía ser de noche. Organizó una partida de truco a la que cada uno concurrió acompañado de una botellita de vino para darse valor, al rato la algarabía era total, truco, vino y risas, pero entre tanto jolgorio nadie había advertido que se acercaban las doce de la noche, la hora de las brujas como dicen algunos. Repentinamente se apagó 1a luz, algunos dejaron caer sus vasos mientras se le erizaban los pelos, se hizo un breve silencio y se escuchó un grito estremecedor que a todos tomó desprevenidos, salieron precipitadamente de la casilla llenos de espanto, a la mayoría se le pasó la borrachera de inmediato y desaparecieron en la penumbra de la noche, cada uno a su cama, tapaditos hasta las orejas.

Al día siguiente, pese a que todos sabían que la luz se había cortado porque a esa hora apagaban el grupo electrógeno y el grito lo había dado el mismísimo Juanito Flores, nadie más se metió en esa casilla que quedó deshabitada hasta que fue desarmada para trasladarla a otro campamento donde se mezclaron los paneles diluyéndose el embrujo.



(*) Escritor comodorense, nacido en Carlos Tejedor, Buenos Aires en 1937; y radicado en la Patagonia desde 1958. En 1992 se integró al “Fogón de Escritores”; momento en el que comienza su producción literaria en los géneros cuento y poesía; obteniendo con este último un premio en el Concurso del 95 Aniversario de la Ciudad de Comodoro Rivadavia. Este cuento se tomó de su volumen “Era verano” (Edición del autor, sin fecha ni lugar de edición); que reúne narraciones cortas publicadas en los diarios El Chubut, Crónica y El Patagónico. Tiene publicado cuatro volúmenes de cuentos y poesías más; entre ellos “Fruslerías” (cuentos, 2015).



miércoles, 26 de septiembre de 2018

EL RELATO DE HOY




EL SUCESO INDETENIBLE


Por Sergio Pellizza (*)




Ramón yacía en su cama aquella mañana de octubre, ensimismado en sus innumerables pensamientos. Sin embargo nunca consideró la posibilidad que aquel día iba a cambiar de manera tan profunda su existencia. Consideraba que había llegado a un punto en su vida que ese tipo de día había quedado atrás y, también una parte de sus pensamientos se centraba en el reconocimiento de que comenzar un nuevo día de esta manera, no sabía cómo hacerlo, y sí, le parecía atractivo no levantarse. ¿Levantarse para intentar impedirlo o, solo dejar que simplemente ocurriera? Esa pregunta recién asomada a su mente le dio un leve toque a su voluntad; pero no alcanzaba. Necesitaba mucho más energía para romper tanta inercia y pasar de este cómodo estado de reposo al de movimiento.

De pronto todo se aclaró. No estaba en la cama, tampoco era octubre, era el 28 de noviembre de 1897. En el paraje de Miraflores, Provincia de Salta. El suceso indetenible era su propia muerte. Ya se había producido. Su espíritu no se había alejado aún y se veía desde una perspectiva extraña tirado sobre un suelo húmedo y fofo con un tiro en la cabeza a merced de cuervos y caranchos que ya estaban merodeando.

Los datos que llegaron en un principio hablaban de suicidio. Más tarde una expedición rescató el cuerpo y lo trasladó a Buenos Aires, estudios posteriores dejaron en claro que el explorador había sido asesinado presumiblemente por un par de baqueanos que lo acompañaban. Estaba en preparación sus intenciones de navegar todo el curso del río Pilcomayo. Se propuso navegar ese río y develar su secreto, como era su costumbre. Comenzó desde la naciente, cerca de Bolivia con la idea de llegar hasta su desembocadura en el río Paraguay. La muerte lo sorprende en este intento a los 41 años, cerca de sus nacientes casi en el límite con Bolivia. Sus restos recibieron cristiana sepultura el 24 de febrero de 1898 dentro del Cementerio de la Recoleta en la bóveda de la familia Andrade.

Sobre su tumba alguien escribió: Aquí yace Ramón Lista. El explorador sin límites. Fue el primer explorador criollo en Tierra del Fuego. Navegó por primera vez con una lancha a vapor el río Santa Cruz. Recorrió las nacientes del río Chico y en 1884 realizó un viaje a caballo de 3500 kilómetros que le permitió relevar las principales vías hidrográficas patagónicas que desembocaban en el Océano Atlántico. Fue el segundo gobernador de Santa Cruz, nombrado en 1887. Don Ramón Lista decide trasladar la capital del territorio, que funcionaba en Puerto Santa Cruz, a Río gallegos en 1888 con el objeto de vigilar mejor las riquezas auríferas de Cabo Vírgenes. El traslado jurídico de la capital sólo se realizó por ley del año 1898 y es ratificado el 19 de mayo de 1904 cuando el Poder Ejecutivo Nacional promulgó el decreto respectivo. Semillas de argentinidad sembradas particularmente en esta bendita Patagonia austral.

Semillas sembradas con la entereza de su espíritu que al fin partió en paz porque le había dado a la planta nacional, el agua para que se produzca el milagro del incipiente florecer argentino en los confines del sur de la patria. 





(*) Escritor de Río Gallegos. Este relato pertenece a su libro “Destellos Patagónicos” (Editorial Dunken, Buenos Aires, 2017)


miércoles, 19 de septiembre de 2018

EL MICRORRELATO DE HOY




RELACIÓN INCONDICIONAL

Por Luis Alberto Jones


Ahí estaban, sentados en un escalón de la vidriera. Parecían ajenos a lo que transcurría alrededor. Gente que corría en un día de lluvia. Autos y colectivos luchando por llegar a su destino, todos librando su batalla diaria en la guerra de la vida. El perro estaba calmo, quizás esperando que el dueño decidiera seguir, y su porte era de orgullo por su único capital: la correa verde, como lo era la bolsa para el deambulante. Todo lo que tenían cada uno, lo único. Pero por sobretodo creo que se sentía orgulloso porque tenía un compañero de vida. Nunca, seguramente, había sabido si comer todos los días era natural, como tampoco el pasar frío por las noches, pero esto último no le importaba tanto porque cada uno era frazada del otro. Su impronta era expectante. Había agradecimiento por ese nuevo día juntos, también mucha atención hacia quiénes los rodeaban, porque para eso también estaba, siempre listo para defender a su amo de todo y de todos. La gente circulaba apresurada por el mal tiempo indiferente al dúo. Quizás muchos anhelaban tener alguien en sus vidas que los amara por ellos mismos y no por lo que tenían. Pero claro, vivían su mundo, ajenos, totalmente ajenos al hombre y al perro. Ellos, en tanto, se aceptaban con lo poco que tenían cada uno, disfrutando de lo más valioso con que contaban en su otro mundo: la amistad.