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martes, 7 de agosto de 2018

EL RELATO DE HOY










AJO Y AGUA


Por Paulo Neo (*)




Toda la historia del mundo es la historia de la libertad. 
Albert Camus 





Muchas mañanas me quedo pensando un buen rato frente al armario. Sucede que nunca alcanzo a saber si este pantalón de aquí combina bien con aquella camisa de allá. O si este suéter verde agua va bien con los zapatos con cordones. O si la corbata roja es demasiado estridente, demasiado llamativa. Y así.

Por suerte la cosa se diluye pronto, como el azúcar del primer café. Son apenas unos minutos, claro, pero de una pesadez abrumadora. Y si bien podría disponer las prendas la noche anterior, lo cierto es que siempre hay algo que logra distraerme: alguna lectura apasionante, algún texto que pide corrección, alguna película recomendada, etc. Nada que hacer entonces. Ajo y agua, como dicen por ahí.

Al momento de elegir una próxima lectura, experimento algo bastante similar. Por más que confecciono listas, que apilo ejemplares a un lado del escritorio, siempre tengo momentos de indefinición, de absoluta ambigüedad. No sé si ir por un ensayo, una novela o una colección de cuentos. Es que el abanico de posibilidades, tan ilimitado, me resulta agotador. Aun así, quiero creer, esto es siempre preferible a su opuesto. Lo cierto es que bendigo entonces, mi gran fortuna. Pues si este pequeño aturdimiento es el precio, lo pago con infinito gusto.

Ahora bien, la imagen que nos ocupa fue tomada en el interior de la nueva biblioteca de Tianjin, en China. Se trata del Paraíso con el que cualquier lector sueña: más de un millón de libros al alcance de la mano. 

Cierto es que hay quien solo aprovecha para sacarse selfies, como el hombre de abajo a la izquierda. O el que está de espaldas en el pasillo, oteando el horizonte, buscando el baño o algo parecido, al lado de la mujer que limpia uno de los estantes con el paño azul. O la mujer de joggins y zapatillas que se pasea con las manos en los bolsillos. Pero coño, que de las excepciones no se salva nadie nunca.

En fin, que mientras me abrazo a mi pequeña y querida biblioteca, le pregunto a Ud. querido lector: ¿cuánta libertad está dispuesto a soportar?




(*) Este texto ha sido tomado del sitio web del autor: www.pauloneo.com

lunes, 30 de julio de 2018

LA NOTA DE HOY




NOTICIAS OCULTAS DETRÁS DEL ESPEJO


Por Carlos Dante Ferrari




Mi amigo Pedro (*) es, entre otras cosas, un carpintero excelente. En ocasiones dedica esa envidiable habilidad a la restauración de muebles antiguos. Así fue como cierto día alguien le encargó un trabajo delicado: reparar un ropero de gran calidad, muy antiguo, y reconvertirlo en un módulo para el living. El mueble en cuestión pertenecía a los padres del cliente y había sido traído de Buenos Aires tras el reparto de bienes del ajuar familiar.

Pedro se abocó a la tarea con todo entusiasmo. Había que desmontar algunas partes, reparar, volver a ensamblar, pulir y lustrar. En ese cometido desarmó lo que había sido una puerta con espejo, a la que le faltaba el cristal. Al hacerlo, descubrió que entre la placa exterior y la posterior había algún tipo de relleno. Retiró el panel con todo cuidado y entonces se sorprendió: el material consistía en un montón de hojas de diario prolijamente dobladas. En ese instante, una intuición —y, sobre todo, su respeto por todo lo que pueda constituir material histórico— le indicó que debía extraer esas páginas sin dañarlas para ver después, con más tiempo, de qué se trataba.

El papel era amarillento, quebradizo. A medida que lo desplegaba, Pedro descubrió que eran varias hojas del diario “Crítica”; ediciones de distintos días de noviembre de 1926. Decidió consultarle al dueño del mueble qué quería hacer con esos papeles; el hombre le respondió que no le interesaban y, por lo tanto, podía disponer de ellos como quisiera.

Días más tarde mi amigo apareció por casa con un envoltorio. Me dijo: “encontré esto y pensé que si te lo traía, estaría en buenas manos”.  ¡Yo estaba encantado con el hallazgo! Le expresé mi gratitud y mientras tomábamos unos mates me contó la historia. Abrimos el paquete, hojeamos juntos el contenido a vuelo de pájaro y le prometí que pronto examinaría las páginas con más detenimiento.

Encerradas entre dos módulos de madera que operaron como un cofre, aquellas hojas del diario “Crítica” habían atravesado varias décadas para mostrarnos pequeños retazos de la vida cotidiana de nuestro país, allá, en la época de Marcelo Torcuato de Alvear. Páginas viajeras, pasajeras del Tiempo...

Me dediqué a leer algunos de esos textos que hoy están a punto de cumplir 92 años. Había un poco de todo: noticias políticas, deportivas, del mundo del espectáculo y hasta secciones de humor gráfico.



Algunos titulares y fragmentos servirán para ilustrar a los lectores:

Boxeo: “El campeón Ruiz peleará con Roldán en el Parque Romano y Ascensio con Morel en River Plate”.  (El campeón español Antonio Ruiz venía nuestro país a combatir con el campeón santafesino Horacio Roldán).



Cine: “Margaret Livingston dá su opinión sobre el arte de coquetear”. (En esta nota la actriz norteamericana del momento opinaba, entre otros conceptos: “la coquetería es un arte y puede aprenderse lo mismo que cualquier otro”).



Fútbol: “La Asociación no comunicará nada a la FIFA hasta que lo resuelvan los Presidentes de sus Clubs”. (El artículo daba cuenta del enojo de los dirigentes nucleados en la Asociación Amateurs Argentina de Football (AAAF – más tarde sería la AFA, a partir de 1934) por un laudo del Presidente Alvear que dividía a los clubes en categorías: era el nacimiento de la “B” y, para peor, el laudo de Alvear decidía qué clubes integrarían la élite).



Política: “Por qué firmé en disidencia el despacho sobre concesión de los subterráneos”.  (Declaraciones el Concejal Personalista Adrián Fernández Castro, quien consideraba que “no es de buen gobierno ni serio la contratación directa de explotación de servicios públicos”).

Automovilismo: “Desde Bucarest hasta España en tres días” (una tentadora imagen acompañaba la nota para ilustrar acerca de las excelencias del flamante Roadster Buick Sport de 4 asientos).

Sindicales: “El caso de Ascaso y Durruti es idéntico al de Sacco y Vanzetti – Enérgica será la protesta popular por la extradición de los detenidos en París”. (Ascaso y Durruti, dos gremialistas españoles de filiación anarquista, eran sindicados como probables autores —en su breve paso por la Argentina— de asaltos a las estaciones de Caballito y Las Heras y al Banco de San Martín. A la sazón se hallaban refugiados en Francia y dado que nuestro país requería su extradición, la dirigencia sindical argentina estaba organizando una campaña en defensa del dúo denominado “Los errantes” y también “los solidarios”, a quienes se los consideraba adalides de los derechos de los trabajadores).

Policiales: “Abeja del vicio, a los 17 años arrastraba su vida por las calles explotada por un anciano de 53” (El artículo aludía al caso de una joven sometida a ejercer el comercio sexual en Buenos Aires por un “tratante de blancas”. El “anciano de 53” se llamaba José Paz).

Elecciones: “Los partidarios del señor Yrigoyen se corren una fija”. (La nota a doble página agregaba estos sugestivos subtítulos: “Fue enorme el entusiasmo de la multitud en la proclamación radical de anoche” – “Una sonrisa, sin duda optimista, parece insinuarse en el rostro habitualmente adusto” – “La multitud  aclamó anoche Hipólito Yrigoyen con el mismo entusiasmo de 1916” – “80.000 votos cree tener el Yrigoyenismo”).

Durante un buen rato, la lectura había suspendido nuestra noción del tiempo, sumergiéndonos en aquellos agitados días del pasado. 

Era el 30 de noviembre de 1926. Allí comenzaba a inscribirse una nueva página de la historia política argentina.



(*) Pedro Moccio.

miércoles, 25 de julio de 2018

LOS RELATOS DE HOY





FRAGMENTOS DEL LIBRO “RECUERDOS DEL PRESENTE”

Por Mario dos Santos Lopes (*)






ASESORES AD HONOREM

La escena es de pueblo. Divertida, tierna y recordable. Uno pregunta cómo se pueden cocinar los espárragos que vio en la góndola. Y ahí nomás se arma un bello debate donde la señora presenta una receta tradicional y otro cliente que anda cerca propone aceite y vinagre, tipo ensalada. Uno anhela, entonces, que nunca se pierda esta esencia de pueblo, donde todavía hay tiempo para asesorar ad-honorem, al que anda desorientado en pequeños o grandes temas de la vida, al que anda arrastrando una pena y necesita un cafecito o una "vuelta del perro" en el auto del amigo que lo vuelve a reconciliar con su esperanza.



EN ESTO TENEMOS QUE SER MUY SINCEROS

Somos dueños de las palabras que callamos, es cierto. Escucho a una mujer de la política - como a tantos hombres - que "en este tema tenemos que ser muy sinceros". Esto es bueno, dice el optimista que me habita. El pesimista que también convive dentro de mi mente no cree en la sinceridad. Y el otro, el realista, el que tiene los pies sobre la tierra, se pregunta si "en este tema" pretenden ser sinceros, tal vez en los otros no. ¿Porqué en este tema, específicamente? ¿No será otra frase hecha?
¿No será como el que nos da "su palabra de honor" con respecto a algo? ¿O existe, para la gente decente, otra palabra que no sea la de honor?
Qué sé yo.




CUANDO SALIMOS

Decir que Deseado es un paraíso resulta una exageración y una mentira, ya que tal cosa no existe en la tierra, salvo por contados segundos parecidos a la felicidad. Sin embargo, cuando la vida nos lleva a tener que hacer trámites y gestiones en otras ciudades, valoramos cosas que estando aquí no nos parecen importantes.
En las grandes ciudades, especialmente en Buenos Aires, me recuerdan a cada rato que somos un número, que esperar un turro en una oficina pública puede implicar desde varias horas a "vuelva la semana que viene", que cuando un expediente se pierde no hay a quien responsabilizar, que comprar medicamentos a través de una reja es algo habitual, que nadie tiene tiempo para nada y al mismo tiempo, todo parece al alcance de todos, aunque la mayoría no pueda comprarlo ni disfrutarlo. Y entonces, uno disfruta doblemente la vuelta a casa, y por unos días, evita criticar las cosas y los servicios que le faltan todavía a Deseado.




FECHAS DE VENCIMIENTO

Los que tienen más de treinta o cuarenta años deben recordar aquellas galletitas con paquetes desteñidos por el sol que comprábamos en los viejos kioscos de Puerto Deseado. Tenían fecha de elaboración de uno o dos años atrás, y sabían riquísimas. Tal vez estaban un poco más duras que en sus momentos de gloria, pero las comíamos y no me hacían mal. Lo mismo ocurría con alfajores, mermeladas, mayonesas. y tantos otros artículos.
Hoy encontramos un producto que "vence mañana" y tememos que caigan sobre nosotros todos los males del planeta. Es más: hasta la lavandina y el shampoo traen fechas de vencimiento. ¿Se nos caería el cabello si lo usamos al día siguiente?
Es cierto que son necesarios controles, y que en esto vamos avanzando, se supone. Pero nos queda la duda sobre nuestra vida anterior, menos complicada y, tal vez, quizá, probablemente, más sana.







(*) Mario dos Santos López, el reconocido escritor de Puerto Deseado que colaboró con Literasur en varias oportunidades, falleció en la ciudad donde vivía el 30 de abril del 2017. Sirvan estos fragmentos de una de sus últimas obras para recordar su figura, a más de un año de su fallecimiento; como un sencillo homenaje por parte de nuestro blog.





miércoles, 18 de julio de 2018

EL RELATO DE HOY




HUMO

Por Luis Ferrarassi (*)




Aspiro, siento el ardor en mi garganta, el dolor del placer, trago, soplo y el humo sale despedido por mi boca. La nube oscura, densa que se va llevando en cada aspiración un nuevo segundo de mi vida, como si el humo fueran unas garras que al entrar acuchillan mi vitalidad y al salir se llevan consigo un trozo de mi interior. Cuando esa opaca niebla se alza, toma altura, cobra vida y cuerpo, forma una figura que he imaginado. Al principio tenía que pensarla de antemano y luego hacerla realidad. Ahora ya manejo mejor este asunto. Mientras la nube se disipa en el aire de mi habitación, pienso en un caballo y eso es lo que el humo dibuja antes de evaporarse.

No sé cómo llamar a esto que hago. No lo considero habilidad porque no tiene ningún fin. No creo que sea talento, porque no es ninguna habilidad. No es un poder porque no requiere de talento ni demuestra habilidad porque no tiene ningún fin.

Recuerdo que comenzó cuando fumé mi primer cigarro, allá por 2007. Desde entonces, a lo largo de estos siete años, sólo me ha servido para divertirme y entretener a mis amigos cuando nos emborrachamos.

Sin embargo, fui muy estúpido como para no darme cuenta que el “hecho” de poder crear figuras con el humo (y no con otra cosa, como el vapor, el vaho de la respiración en las noches gélidas o la neblina), fue creciendo y manejándose por sí mismo.

La primera vez que no pude controlarlo, sucedió de repente. Yo solté el humo y pensé en una mujer con un niño, tomados de las manos. Pero no se formó aquella imagen, sino el rostro de una persona. Luego, se disolvió y volvió a formarse otra imagen: un corazón, que luego se disolvió también.

No logré identificar el rostro. Pero aquella duda se resolvió cuando una hora y media después, me enteré del fallecimiento de mi abuelo por un ataque al corazón.

Traté de no atribuirlo a lo que hacía con el humo. Podría ser coincidencia. Pero mi propio abuelo siempre me decía que no había que mentirse a uno mismo. Volví a fumar y en cada expiración se formaban figuras de personas muriendo de diversas formas. Sólo a veces, pocas veces, reconocía a alguien y luego me enteraba de su muerte. Las otras, no había nada que hacer al respecto. Entonces, surgió la pregunta: “¿Podré hacer algo por las personas que conozco? ¿Sus muertes estarán premeditadas de tal modo que sea un acto irreversible del destino? En ese caso, ¿por qué razón se me ha dado de evidenciar estas cosas si no puedo interceder?”

A medida que seguía pasando el tiempo, me fui acostumbrando a esto y ya no me hice más preguntas retóricas, sino que comencé a intentar interceder en las muertes de personas conocidas. Pero no había mucho tiempo entre la visión y la consumación.

En una sola ocasión pude evitarlo y fue cuando estaba junto a la persona cuya muerte fue anunciada por el humo.

Luego de eso, ya no pude hacerlo nuevamente.

Nunca pensé en alguna divinidad malvada manipulándome para su entretenimiento al darme esta visión, que bien podría ser un poder salvador, hasta que vi morir a mi madre y el hecho se llevó a cabo sin que pudiera hacer nada.

Entonces sí lo pensé.

Y tuve dos opciones.

Elegí la primera que se me ocurrió y dejé la segunda como Plan B: dejé de fumar, aunque fuera muy difícil.

Durante dos semanas tuve las peores pesadillas de mi vida. Sufría terribles dolores en todo el cuerpo. De noche soñaba y de día veía toda clase de cosas horripilantes. Sea como fuere, aquello era peor que fumar. Así que, volví a hacerlo.

Los siguientes tres meses volví a lo anterior: visiones dibujadas por el humo. Más personas conocidas muriendo bajo el martillo dictador de alguien que se reía de mí.

Era momento de poner en práctica el Plan B y hacerlo rápido.

Encendí un cigarrillo, rodeé mi cuello con una soga, lancé una nubecilla de humo y salté de la silla. Antes de desvanecerme, vi mi propia imagen dibujándose en el aire y difuminándose con la misma rapidez con que emergió de mi garganta. Seguida a la imagen de mi rostro, apareció la de una munición que fue quien destruyó la de mi cara.

Me salvaron en el momento justo antes que se me acabara el aire.

Desde entonces, van doscientos días que no salgo de mi casa ni he vuelto a fumar y no puedo evitar vislumbrar a esta vida como un camino infinito lleno de humo y rostros difusos que nunca terminan de formarse.







(*) Escritor riogalleguense.

miércoles, 11 de julio de 2018

LA NOTA DE HOY



ISLA DE LOS ESTADOS


Por Jorge Eduardo Lenard Vives




Uno de los territorios sureños que mejor refleja el proverbial aislamiento y el característico misterio de la Patagonia es la Isla de los Estados. Aunque está a pocos kilómetros de la Isla Grande de Tierra del Fuego, el proceloso estrecho que la separa, llamado de Le Maire en honor del navegante holandés que en 1616 también le impuso el nombre a la ínsula para homenajear al parlamento de los Países Bajos, constituye un desafiante obstáculo para la navegación. La fiereza de sus aguas parece sugerir que Escila y Caribdis se asentaron en su proximidades, con el objeto de martirizar a los marineros que osan hacer el viaje. Semejando un estilete afilado que entra en el Océano Atlántico, como una avanzada del continente que viene atrás, fileteada de fiordos, horadada de lagos y turberas, coronada de montañas que superan los ochocientos metros de altura, el lugar, dueño de una belleza salvaje, fue escenario de diversos hechos que por su peculiaridad se tornaron objeto de la atención literaria.

Entre los sucesos más conocidos que conserva su historia, se hallan las acciones navales del Comandante Luis Piedrabuena. Las rocosas costas fueron testigo de varios de los rescates que dieron al navegante el título de "Caballero del Mar"; y de los dos refugios para salvamento que construyó: el de Puerto Crook y el de Cabo San Juan. Junto con la Isla Pavón y el pueblo de "Las Salinas", fue parte de las tierras que el gobierno nacional le dio en concesión, reconociendo sus servicios en defensa de la soberanía. Fue también proscenio de su propio naufragio, cuando en 1873 zozobró la goleta Espora. El grupo de náufragos encaró la trabajosa construcción del cúter "Luisito", dirigida con mano firme por el comandante cuando las fuerzas de sus marineros flaqueaban. Las cualidades navales del esquife no sólo les permitieron retornar al continente; sino que, apenas arribados a Punta Arenas, con él volvieron a zarpar hacia la Isla en misión de rescate. Todas estas peripecias son narradas en los diversos biógrafos del prócer; como lo hace Raúl Entraigas en “Piedra Buena, caballero del mar”, Arnoldo Canclini en “Comandante Piedra Buena, su tierra y su tiempo” y Vicente Cimmino en “Piedra Buena. Un prócer desconocido y olvidado”. Cabe destacar que este último autor también escribió un ensayo llamado “La Isla de los Estados”; un compendio de su historia, geografía e importancia geopolítica, que constituye uno de los más enjundiosos estudios sobre el tema.

Otro de los hechos de trascendencia histórica es la construcción del faro de San Juan del Salvamento por parte del gobierno argentino hacia 1884; que dio lugar a una de las novelas emblemáticas de Julio Verne: "El faro del fin del mundo". Dos escritores nacionales también tomaron el tema para sus trabajos: “El faro del fin del mundo” de Enrique Inda, en tono de ficción; y el ensayo “La Isla de los Estados y el Faro del Fin del Mundo” de Carlos Pedro Vairo.

A ellos se agrega otro sucedido, la construcción del presidio militar próximo al Faro y la fuga de los presos en el año 1902, que dieron pábulo para varias obras. Una de ellas es la narración "El condenado del fin del mundo" de Enrique Inda, incluida en el tomo del mismo nombre junto a otros relatos australes, que recrea la vida imaginaria de uno de los penados. También Lobodón Garra - Liborio Justo - le dedica el cuento “La sublevación”, en su volumen “La Tierra Maldita”. El escritor Alfredo Becerra consagra al tema una novela, basada en las supuestas memorias de un presidiario prófugo, llamada “Fuga de los Estados”. En su prólogo se encuentra valiosa información sobre la bibliografía de esa zona. Asimismo, escribió un ensayo, “Los prófugos de la isla de los Estados”, que recopila las notas publicadas en la prensa con motivo de la fuga.

Más allá de estos sucesos que inspiran las letras, el lugar en sí se presta para telón de fondo de la creación literaria. El ya citado Becerra nos recuerda que quien primero entendió esto fue Roberto J. Payró. En su crónica “La Australia argentina”, este autor destina unas páginas para describir el paraje; y a modo de resumen dice: “Un poeta la elegiría para hacerla escenario de nebulosos y desgraciados amores, para fantásticas apariciones, para rondas de espíritus desolados del mundo de Poe”.

Con 254 kilómetros cuadrados de extensión y apenas cuatro habitantes, la dotación de un puesto de la Armada de la República Argentina que tiene la misión de vigilar la navegación en esas aguas, la Isla de los Estados tiene una densidad poblacional que la asemeja a un territorio desértico. Sin embargo, no lo es: tiene abundante vegetación, variada fauna y agua dulce, está rodeada de un mar rico en especies comerciales... pero el sitio siempre ahuyentó la vida humana. Como si fuese una maldición, una y otra vez la Isla expulsó a quienes quisieron poblarla. Foqueros, marinos, penados y guardias... unos tras otros fueron dejando su costas, sus cumbres y sus umbríos bosques, a popa de las naves que los llevaban de vuelta al hogar. Aún ahora tan sólo ese racimo de personas, el grupo de la marina, se mantiene aferrado a un punto minúsculo del terreno al borde del mar. En el resto del espacio domina la Naturaleza, que, cuando sopla el fuerte viento del oeste, y brama contra los peñascos de los cerros y ulula entre las ramas de los coihues y los canelos, de las lengas y los ñires, proclama con júbilo su victoria sobre la raza humana.




Nota del autor: Y la raza humana parece haber reconocido ese triunfo, ya que tanto el gobierno de la provincia de Tierra del Fuego como el gobierno nacional, la declararon reserva natural…


viernes, 6 de julio de 2018

LA NOTA DE HOY




JUGAR A SER OTRO

Por Paulo Neo (*)


De la serie: Sordidez y encanto.
 Xochitepec, febrero 2016





Las máscaras de Carnaval suponen la materialización de un deseo común a la mayoría: disimular algunas falencias. O más bien: jugar a ser otro. Al menos por un día, por algunas horas, y siempre y cuando uno se esfuerce lo suficiente, el deseo puede verse cumplido. Mientras la música suena ensordecedora, mientras los reflectores alumbren las pasarelas, conforme la espuma corre, los vasos se vacían y se vuelven a llenar, los papelitos vuelan por el aire, mientras el velo de la noche (que tiene algo de sórdido, de brutalmente mágico) los apaña, todo es posible.
En lo alto de la foto se puede ver a la mujer que, sentada a la mesa, observa algo que sucede más allá. Seguramente debido a que en las tablas del escenario se suceden bailarinas semidesnudas; un paralítico lee un discurso que pretende ser alegre pero resulta deprimente; algunas niñas emperifolladas para el concurso de ocasión; el “rey de los feos” bufonea y chilla como pez fuera del agua; todo sucediendo casi al unísono. Incrementando la sensación de desorden, de caos predispuesto, de frenesí general. A la mujer todo le parece distante, o eso es lo que comunica su expresión: aburrimiento, lejanía, dispersión.
El mozo, en cambio, de quien solo vemos medio cuerpo cubierto en parte por el uniforme, está más atareado que de costumbre: hay mesas dispuestas en la calle, más horas de trabajo, más altercados con los clientes y más dolores de cabeza. Pero también de seguro más propinas, un dinerito extra que no viene nada mal, quizás piense para darse un poco de fuerzas. Todo eso mientras espera el próximo pedido que no tarda en llegar, bien cerca de la barra y con dos chavales esperando a sus espaldas.
Lo intrigante de la foto es la pareja de jóvenes. La muchacha está sentada en el piso, casi de espaldas. Pero su hombro izquierdo apunta al muchacho. La actitud es sugerente, ligeramente provocativa. El muchacho, en apariencia más relajado, apoya la mano en el vaso que “casualmente” ha colocado sobre la otra mujer y ella. A quien suponemos corteja o pretende pero de forma más bien tímida. La mujer, que ha buscado su collar de perlas, sus aretes haciendo juego, y que ha elegido ese vestido que le deja la espalda al descubierto, lo mira directo a los ojos, quizás esperando que el joven se decida de una vez, que aproveche la amnistía ridícula pero eficaz de esa noche de Carnaval.
Y ya la música se apaga, los reflectores apenas alumbran, solo quedan restos de espuma en los vasos sucios, los barrenderos amontonan los papelitos, mientras el velo de la noche, que tiene mucho de sórdido, de brutalmente mágico, los apaña.




(*) Escritor de Río Gallegos. Este relato fue tomado de su página web.





miércoles, 27 de junio de 2018

EL RELATO DE HOY




RINCONADA

Por Hugo Covaro (*)




Todo era viejo, desgastado por ese viento arenoso puliendo los perfiles de casas abandonadas hace tanto tiempo.

La iglesia sin cura, amontonaba un médano bajo frente a sus gruesas puertas cerradas, en un silencio macizo sólo roto por alguna campanada fuera de hora, cada vez que una ráfaga de viento norte movía y golpeaba el negro badajo, colgante como testículo de toro.

Por el callejón principal de Rinconada suele pasar la historia como una anciana ciega sin detenerse. Fue obligado descanso de las tropas revolucionarias en su tránsito al norte y parada de mercaderes, bandoleros y contrabandistas de frontera.

Algunos aseguran que el mismísimo Brigadier General Don Estanislao Lezcano, hizo noche en la víspera de la batalla de El Quemado, velando las armas antes de aquel sangriento combate que sembrara de muertos el valle y signara para siempre la suerte de la gesta emancipadora.

Y hasta se dijo que el Coronel Robustiano Campos, caído en esa pelea, fue enterrado por sus soldados en el cementerio, pero no se sabe dónde, pues nunca se conoció el lugar de su tumba. ¡Pero eso fue hace un siglo!

De aquellas cincuenta familias, hoy quedan algunos viejos con los ojos grises de ver por siempre tanto desamparo. Y la Cándida Moraga con su hijo enfermo, en esa casona blanca delataba por un humo sin forma que repta un cielo ceniciento, como el último pulso de la vida en aquellas desolaciones.

En horas que el viento para, en el erial que cobija a los muertos entre picas bajas, las cruces tapadas ocultan el nombre de alguna historia familiar ajada de olvidos largos. Pero el mismo viento sabe escarbar los arenales y entonces las cruces muestran los apellidos de aquellos huesos tristes: Amaranta Solís (q.e.p.d.), Alejandrino Quenao (q.e.p.d.), Domitila Soca (q.e.p.d.), Porfidio Curinao (q.e.p.d.)...

Por la entrada despareja, seguida por la mula que sin esfuerzo cargaba al pequeño jinete, Laifil caminaba con la vista fija en ese humito parado en el aire, que le señalaba el final de aquel largo viaje.

Un zaguán estrecho terminaba en el patio de baldosones rústicos desde donde una galería espaciosa daba sombra a las habitaciones que en hileras, conformaban aquella construcción que fuera almacén y fonda en tiempos mejores.

 Cuando sus anteriores ocupantes la abandonaron, Cándida escondió la peste de su hijo entre esos muros de tres jemes de anchura. En esa penumbra de socavón, un niño con rostro de viejo miraba deslumbrado el chorro de luz que le acuchillaba los sentidos, iluminando esa carcoma oscura que le masticaba las entrañas.

Laifil lo contemplaba callada, como quien se asoma luego de un derrumbe. Al fin dijo:

Me llamaron tarde. Esta criatura no tiene remedio... ya huele a podrido el pensamiento –murmuró la machi como un rezo–. No creo que pase de esta noche...

Unas manos piadosas le cerraron los ojitos para devolverlo a las tinieblas.

 Al otro día, con el sol pintando de fuego las crestas de las serranías, la machi seguida de la mula y el pequeño Payún montado, le daban la espalda al caserío, mientras un viento nuevo, recién venido, amontonaba arena junto a la cruz del angelito.





(*) Escritor de Comodoro Rivadavia. Este relato fue tomado de su libro “El chamán y la lluvia” (Editorial Universitaria de La Plata, La Plata, 1996).



viernes, 22 de junio de 2018

EL CUENTO DE HOY




UNA SALIDA

Por Luis Alberto JONES



El Mocho no quiso saber nada. Aludió que la novia lo había cortado diciéndole que ya había salido dos veces sin ella. Y bueno, entonces fuimos nosotros tres: Marquitos, Piti y yo. El viernes, al final, encaramos para Recoleta. No era una salida habitual. Es que no veíamos otra manera mejor de gastar la guita y festejar que ir a comer con lo que habíamos ganado pegándole a las últimas cuatro de la Quiniela. Según nuestros cálculos, que podían no ser certeros ya que siempre íbamos a comer pizza, nos alcanzaba en un restaurante bien para cinco, lo que nos daba algo de margen para un cafecito cerrando la noche. 
Estaba buenísimo. Menos mal que habíamos ido bien vestidos porque los comensales eran todos bacanes. Lógico, ya lo imaginábamos. El primer error fue cuando el mozo, sin mostrarnos la carta, nos avanzó con el plato del día: pato a la naranja con batatas a la rigoleau. Y sí, con la propaganda que le hizo, agarramos viaje. La verdad valió la pena. El pato tenía color dorado con un baño de miel y largaba un aroma que te  apuraba a devorarlo. Las batatas eran tiras verdes que se derramaban alrededor. Increíble la presentación. Le agregamos un postre, también sugerido por el veterano mozo. No sé cómo describirlo, tenía de todo pero era un tipo de helado. Una base de vainillas y para arriba como una torre de frutillas formando un volcán coronado con crema y unas bolitas negras, arándanos se llaman. Un poco empalagoso diría.  Con una presentación que con solo mirarlo ya lo comimos.
Canchero el tipo, el mozo digo, nos ofrece si no queríamos cerrar la noche con un champagne. Otro acierto, lo disfrutamos y nos hizo sentir unos ricos. Menos a Piti. Me parece que lo tocó porque por ahí le costaba cerrar algún pensamiento. Qué bárbaro. Bueno, hasta la boleta digo. No era como si hubiesen comido tres, ni cinco. Para nosotros eran como diez. Agregamos algo que llevábamos porque hacía días que habíamos cobrado, pero ni cerca. Es que el lugar y la calidad eran incuestionables pero destruyeron nuestras matemáticas previas. Ahí empezamos a mirar el mostrador como condenados. Es que sabíamos que detrás de él nos esperaba el temido cadalso de las cosas sucias. Yo le di a los platos, a Marquitos le tocó los cubiertos. Peor le fue a Piti con las ollas y sartenes. Los dedos le quedaron impermeabilizados con la grasa. 
Al Mocho le contamos que la pasamos bomba. Es que él es un tipo que la imaginación no le da para suponer lo que nos pasó.

jueves, 14 de junio de 2018

LA NOTA DE HOY




GIGANTOLOGÍA

Por Jorge Eduardo Lenard Vives



Todo comenzó con Antonio Pigafetta y su descripción de los patagones en el “Primer viaje en torno al globo”: "Un día apareció de improviso en la playa un hombre de estatura gigantesca… Era tan alto aquel hombre, que le llegábamos a la cintura, siendo además muy proporcionado". Ya en la novela de caballería "Primaleón", de la cual Hernando de Magallanes toma el nombre que da a los habitantes de la región en 1520, aparece un gigante: "Patagón", líder de los "patagones", con titánico cuerpo de hombre y cabeza de can. Años después, en 1580, Pedro Sarmiento de Gamboa recorre el Estrecho que Magallanes descubriera, y toma contacto con sus moradores. Los llama “Grandes hombres”, “Gente Grande”, “Gente Crecida” e incluso “Gigantes”; basado en los dichos del otro pueblo que vive allí, el de los canoeros, que temía a esos portentos. Pero cuando captura a uno y lo sube a la nave, su descripción es mesurada: “Es crecido de miembros”, dice.

Sin embargo, su "Relación" del viaje al Estrecho se conoce primero por la recensión que hace Bartolomé Leonardo de Argensola en la “Conquista de las Islas Malucas"; y allí ese historiador agrega detalles que Sarmiento no menciona. Por ejemplo, da la siguiente versión de lo ocurrido: “El Indio preso era entre los Gigantes Gigante; y dice la relación que les pareció Cíclope”. Lejos está de lo que escribió el navegante. Tampoco Edward Cliffe, uno de los cronistas de Francis Drake, que cruzó el paso entre los océanos en 1578, los vio de dimensiones descomunales: "...our General... met with 3 of the Patagons... These men be of no such stature as the Spaniards report, being but of the height of English men: for I have seen men in England taller than I could see any of them."

En 1766 regresa de su circunnavegación John Byron, abuelo del poeta. Poco después se edita en Inglaterra la crónica “Viaje alrededor del mundo hecho en el navío de S.M. Británica del Delfín mandado por el Comandante Byron”, de ignoto autor; que contribuye a difundir la leyenda. Además de mostrar los más célebres dibujos de los enormes sureños, la obra narra su encuentro con ellos: "...un patagón... me salió al encuentro. Era de una estatura gigantesca... juzgando de su estatura por comparación a la mía, puedo asegurar que no era menos de siete pies". El interés que el asunto despertó, motivó que Horace Walpole, autor de “El Castillo de Otranto”, escribiese su ensayo “An account of the giants lately discovered”.

Al tiempo, el libro sobre la travesía de Byron se publicó en Francia; con un introito que pretende agregar información sobre los jayanes de la Patagonia. Es el criterioso editor de la “Relación” de Sarmiento de 1768, quien en su enjundioso proemio desmiente tal prólogo; que ataca el testimonio de Sarmiento, pone en boca de otros cronistas, como los que acompañaron a los hermanos Bartolomé y Gonzalo de Nodal, palabras que nunca dijeron; y defiende ciertos relatos descabellados. Uno de ellos es la anécdota de Madalena de Viqueza, fábula sobre una española llegada a América para hacer fortuna; que recorre medio continente hasta terminar viviendo con una tribu de patagones. Rescatada luego por un buque, regresa a España. En la narración se afirma que sus anfitriones medían diez o doce pies de alto. El prologuista francés dice que esta historia figura en un libro del franciscano José Torrubia; de 1760.

Pero no es cierto. "La Gigantologia Spagnola Vendicata" del Padre Torrubia no incluye la fantasiosa novela de Madalena. Sin embargo, menciona varias veces a los “Gigantes” del Estrecho de Magallanes, como una de las pruebas que apoyan su teoría de que en la Tierra vivía una población ciclópea antes del Diluvio Universal; de la cual eran relicto los gigantes de los que se hablaba en diversas partes del mundo. La obra de Torrubia tiene tres partes: las "Memorias" de la Gigantología Española, donde se menciona a los Goliat australes, la "Carta" sin firma que critica el anterior texto; y la "Respuesta" a la carta anónima , en la que el sacerdote cita sus fuentes.

Cuando lo hace para los gigantes patagónicos, incluye varios informes; entre ellos, los conocidos de Magallanes y Sarmiento. También alude a la expedición de Jofré de Loayza, que según dice vio “Uomini di tal grandezza, che lo Spagnuolo piú corpulento no arrivava a toccare colla sua mano alzatta, il mezzo…”; aunque en la crónica del periplo que hace Andrés de Urdaneta no dice eso, sino que “…llevó á las naos, un patagon. Era… grande de cuerpo, vestido de una pelleja de cebra...”. Torrubia también menciona al poeta Martín del Barco Centenera; que hablando de Sarmiento en su epopeya “La Argentina”, recuerda a los gigantes cuyo avistamiento inicial atribuye a León Pancaldo, marino de Magallanes:

Trató con los gigantes de Pancaldo / que están por cima el Puerto Leones.
Acuérdome yo ahora que Gibaldo, / soldado genovés, entre razones
que conmigo trataba, y con Grimaldo, / de su nación, discretos dos varones,
me dijo muchas veces que los viera / desde el navío llegar a la ribera.

La campaña de Byron aporta las últimas noticias sobre los "gigantes" patagónicos. Con posterioridad, los viajeros que frecuentaron la región, provistos de una visión más objetiva acorde con el avance del método científico, pusieron los datos en su justa dimensión; y los patagones siguieron sobresaliendo por su contextura, pero en términos más austeros. Charles Darwin, en su “Viaje del Beagle”, los menciona de seis pies. George Chatworth Muster, en "Vida entre los patagones", afirma que tienen entre cinco pies y diez pulgadas a seis pies y cuatro pulgadas; coincidente con estudiosos más modernos, como Rodolfo Casamiquela, que refiere que podían alcanzar hasta los dos metros de estura y ser de una gran corpulencia. Sin duda, los tehuelches eran altos y bien apersonados, como puede observarse en sus fotografías; pero se alejan de las medidas de los titanes que pintaban los cronistas de antaño.


Aunque no debe atribuirse a una inventiva exuberante la estatura adjudicada a esta etnia por los antiguos escritores europeos. Sus obras son de una época donde fantasía y verdad se entreveraban; y era común citar leyendas, tradiciones y otras fuentes de escaso rigor documental para describir el mundo. No era una actitud mendaz; era tan sólo el método aceptado para investigar, resabio del pensamiento mágico. De a poco la ciencia separó lo real de lo imaginario. Esa tendencia llegó también a la Literatura. Al consolidarse los géneros de ciencia ficción y terror, se superó la mezcla de consejas y hechos ciertos que atiborraban las letras; y pudo el lector distinguir los textos informativos de los recreativos. Pero con una pertinaz trayectoria de boomerang, la sociedad actual volvió a mezclar ficción y realidad; de la mano del mundo virtual que difumina límites y embrolla el pensamiento. Es cierto: ahora ya no se cree en gigantes. Pero muchas veces se admiten fantasmagorías mucho más estrambóticas que esa.