Tercera y última nota
Desde Cholila, Mariana Greinhardt.
La mañana diáfana y templada brindó el marco propicio para iniciar la primera actividad del domingo 18: una visita a la localidad de El Bolsón, en la vecina provincia de Río Negro, distante a 78 km de Cholila.
En El Bolsón, los visitantes tuvieron ocasión de recorrer el casco céntrico, visitar la Feria y el centro comercial, para luego compartir un delicioso almuerzo en el restaurant “Martin Sheffield”.
El viaje de regreso incluyó una visita al museo de Leleque, en la estancia de los Benneton.
Los propietarios de la finca han realizado allí una fuerte inversión para montar este centro donde se exhibe una variada colección de objetos que testimonian miles de años de historia regional, y abarcan desde la presencia de los pueblos originarios hasta las familias de origen argentino y europeo que más tarde fueron poblando aquellos parajes, imprimiéndole un sello muy particular a toda la comarca, en la que se entremezclan variados hábitos y formas de vida, en un fusión cultural muy pintoresca. Los objetos que pasaron de generación en generación hasta arribar a las vitrinas del museo grafican el paso del tiempo, en una región con identidad de ribetes muy particulares. Un breve recorrido por las cuatro salas principales del museo brinda un claro muestrario de este curioso fenómeno sociocultural.
Tras visitar el salón de exhibición y luego el almacén y “boliche” ambientado con el mobiliario y la apariencia de los típicos locales rurales a comienzos del Siglo XX, el grupo regresó a Cholila a fin de continuar con las actividades pautadas para la última jornada del Simposio.
Así llegó la hora de la esperada conferencia de Daniel Buck y Anne Meadows: “The final days of Butch and Sundance: their life in Bolivia, 1906-1908”.
Con notable solvencia, Dan Buck reconstruyó el itinerario de Butch y Sundance mientras ilustraba su disertación con un muestrario fotográfico de los sitios visitados por el dúo: Oruro, Cochabamba, el lujoso Hotel Central de La Paz donde se alojaron, fotos de las explotaciones mineras de estaño, vistas de Huanchaca, arrieros, carretas tiradas por mulas, manadas de llamas; una viva postal ambientada en la época que registró el paso de los bandoleros por aquellas regiones. Mencionó la esquela escrita por Butch hacia noviembre de 1907 en la que se refiere a Santa Cruz –donde planeaba comprar una finca– como el lugar que había buscado durante mucho tiempo, asegurando que si no moría antes, viviría allí por el resto de sus días.
Con abundantes detalles, Buck relató todas las incidencias previas al asalto a la compañía Aramayo en Tupiza, la posterior fuga de los bandidos llevándose como rehén a A.J. Francis, de la Compañía San Juan de Oro, con quien habían trabado amistad poco tiempo antes, hasta su llegada final a San Vicente, donde se alojaron en un rancho ubicado en los fondos de una casa de familia. El corregidor del pueblo dio aviso de la presencia de los americanos al Regimiento Abaroa. Un pelotón de soldados llegó al lugar, rodeó la vivienda, hubo un tiroteo; se oyeron unos gritos y unos disparos en el interior de la casa; luego el silencio. Al día siguiente, los soldados decidieron ingresar y se encontraron con los dos cuerpos sin vida. La versión más aceptada es que Butch habría dado muerte a su amigo malherido y luego se habría suicidado.
En la parte final de su charla, Dan se refirió a sus investigaciones con Anne en el cementerio de San Vicente, donde hace pocos años participaron en compañía de un médico forense en la exhumación de un esqueleto que presuntamente podría corresponder a uno de los bandidos. Sin embargo, las pruebas de ADN fueron negativas y puede suponerse –señaló– que los huesos pertenezcan a un alemán sepultado en ese sitio, Gustav Senner.
Como reflexión final, Daniel Buck admitió que es muy probable que nunca se puedan localizar los cadáveres de Butch y Sundance, dadas las particulares características del cementerio de San Vicente, donde las familias lugareñas vienen enterrando a sus miembros en diversos sitios y existen tumbas superpuestas, sin identificaciones, por lo que no se avizora la manera de rastrear los sepulcros de los bandoleros hoy legendarios.
En el cierre hubo una mesa redonda con participación de todos los asistentes, durante la cual se expusieron distintos puntos de vista, se plantearon algunos interrogantes, se analizó la problemática de la restauración de la cabaña y la reconstrucción de las edificaciones auxiliares en base a las referencias brindadas por don Raúl Cea, cuestión que –según lo anticipado en la nota anterior– ha dado lugar a criterios divergentes en el ámbito local.
El encuentro finalizó con breves alocuciones de cada uno de los participantes. Abundaron las expresiones de agradecimiento, en un clima de verdadero afecto que permite vislumbrar la continuación de estos encuentros en años venideros, en una valiosa tarea de rescate histórico que, en cada Simposio, se ve enriquecida merced al intercambio de información y a los constantes progresos de las investigaciones en curso.