Colabora hoy:
Carlos Dante Ferrari*
LAS GRANDES DUPLAS DE LA HISTORIETA Y SU APORTE A LA CULTURA
Suele ser un tópico concebir la historieta como un género destinado primordialmente al lector infantil y/o juvenil, cuyos contenidos podrían conjeturarse, por ende, un tanto livianos, de mero entretenimiento, con cierta dosis de frivolidad o fantasía y tal vez sin grandes pretensiones intelectuales.
Claro está que, como todas las generalizaciones, esta es una visión no sólo deformada e inexacta sino, por encima de todo, injusta.
El “comic” es un género de arte mayor, por más que puedan existir expresiones –quizás no poco abundantes–de escasa calidad. Al fin y al cabo, esto sucede en todas las ramas de arte, y sin embargo, nadie se atrevería por este motivo a calificar la pintura, la poesía, el cine o la música como géneros menores.
Hay dos elementos básicos que confluyen para la elaboración de una tira: el texto y la imagen. Y hay un tercero, que es la concepción estética y unificadora de ambas expresiones. Esta última, lejos de ser secundaria, es la que probablemente le da mayor cohesión y sentido al producto final.
Muchas veces la “gran” historieta ha sido producto de un único autor, aunque en la actualidad lo más común es que se asocien en un proyecto común un dibujante y un guionista. Esas uniones de talentos han brindado obras memorables. Hemos conocido a lo largo de décadas las grandes duplas mundiales: Freixas y Blasco en España, Ross y Duval en Inglaterra, Uderzo y Goscinny en Francia (nada menos que con “Asterix” y “Obelix”) o Siegl y Shuster en U.S.A. (“Superman”), por sólo nombrar algunas de las más destacables.
En la Argentina, hoy en día se considera pacíficamente que la historieta comenzó con “Caras y Caretas” a partir de 1898 (sí, también en esto hemos sido precoces). Excedería los límites de este espacio hacer una reseña completa de los antecedentes nacionales. Lo cierto es que nadie ignora la trascendencia artística y la perdurabilidad de las obras de Dante Quinterno (“Patoruzú”), Fontanarrosa (“Inodoro Pereyra”), Quino (“Mafalda”), o a Divito, Lino Palacio, César Bruto, Oski, Landrú... La lista sería supernumeraria.
Pero estábamos refiriéndonos en particular a las duplas. Aquí es forzoso citar entonces a Oesterheld (con Pratt, con Breccia, con Solano López, etc.) , a Cammarota y Mordillo, a Rapela y Leyes, a Robin Wood (con Vogt, con Salinas), a Trillo (con Altuna, con Breccia, con Dose, con Saccomanno, con Saborido...), a Sasturain y Patricia Breccia...
Toda enumeración es una segura lista de omisiones, y es inevitable por tanto que esté olvidando figuras de enorme rango; pero por fortuna, la historia del comic argentino no se escribirá a partir de esta modesta reseña.
En la nota siguiente, merced a la gentileza de Literasur y gracias al espacio brindado, me referiré a una dupla chubutense que “hizo historia” en forma de historieta, en el literal sentido de la expresión.
Estoy hablando de Virgilio González y de Horacio Marras.
Hasta la próxima.
* Escritor chubutense.