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viernes, 21 de marzo de 2008

EL POEMA DE HOY




Kakel y el Cóndor

de Iris Lloyd*


Tirado de espalda
Sobre el duro suelo
Kakel observa al ave volar.
Indiferente, soberbio,
Emperador del cielo.
El cóndor planea
En total libertad
Kakel es tehuelche,
Antiguas leyendas
de ancestros valientes,
de cóndores y águilas
lo hacen soñar.
El también
querría ser cóndor
Y poder volar.
De pronto, se pone de pie.
Abre los brazos como si fueran alas
Y envuelto en sueños de gloria futura
Echa a correr.
La tribu afligida
que buscaba al niño
lo encontró caído,
allá en el barranco.
.
Su cuerpo sin vida.
Pero plasmada
en su rostro la felicidad,
pues dejó de ser un niño
para volverse cóndor
Y poder volar.


*Escritora chubutense.

jueves, 13 de marzo de 2008

EL POEMA DE HOY


ALBA

de Federico García Lorca*



Mi corazón oprimido
siente junto a la alborada
el dolor de sus amores
y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
semillero de nostalgias
y la tristeza sin ojos
de la médula del alma.
La gran tumba de la noche
su negro velo levanta
para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada.

¡Qué haré yo sobre estos campos
cogiendo nidos y ramas,
rodeado de la aurora
y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
muertos a las luces claras
y no ha de sentir mi carne
el calor de tus miradas!

¿Por qué te perdí por siempre
en aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
como una estrella apagada.


* Poeta español (Granada - 1898-1936)

lunes, 10 de marzo de 2008

LA NOTA DE HOY

“ARGENTINA AUSTRAL” Y LA LITERATURA PATAGONICA




Por Jorge E. Vives*







Buceando en viejos ejemplares de la revista “Argentina Austral”, esa publicación pionera del periodismo sureño cuyos 434 números fueron editados por la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia entre junio de 1929 y mayo de 1968, descubrimos que la preocupación por la literatura regional es un tema antiguo. Desde los primeros números la revista cobijó en sus páginas la obra incipiente de quienes en estas latitudes empezaban a animarse a escribir cuentos y poesías. Y también las creaciones de autores foráneos inspiradas en la región: crónicas de viajes y descubrimientos, relatos históricos y toda otra manifestación literaria cuyo telón de fondo fuese la meseta batida por el viento, la cordillera umbrosa o el mar encrespado.

Pero al mismo tiempo que publicaba las obras de artistas y estudiosos, pretendía consolidar los valores emergentes de la cultura vernácula. No sólo elaboró listados de libros relacionados con la temática zonal, como el “Catálogo de una biblioteca patagónica” de Julián Pedrero publicado entre los años 1944 y 1945; sino que editó artículos que trataban en profundidad el asunto. Entre esos artículos rescatamos dos, a título de ejemplo de lo dicho.

El primero de ellos se publicó en noviembre de 1953 y versaba sobre “literatura de ficción en el lejano sur”. El escrito de Germán Burkardt se inicia citando las obras de autores clásicos, como “El faro del fin del mundo” de Julio Verne, y “La estrella de la Araucanía” de Emilio Salgari; e incursiona finalmente en los autores patagónicos que recién comenzaban a surgir. Unos meses después, en marzo de 1954, aparece un editorial titulado “Escritores Patagónicos”; en el cual, haciendo referencia al artículo en cuestión, remarca la necesidad de conocer la obra de los autores patagónicos, especialmente los de ficción. Y agrega:

“(El artículo de Burkardt)... nos lleva a la consideración de lo interesante que sería recorrer la producción patagónica de la literatura imaginativa o de ficción, donde muy bien correspondería agregar relatos anecdóticos recuerdos personales, “cabos sueltos” dispersos en publicaciones periódicas y, en resumen, trabajos literarios de cierto valor y que por su índole se sustraen a las exigencias de las disciplinas históricas, y luego que dentro de los mejores ejemplos novelísticos, ¿dónde termina lo real y comienza lo fingido?... Hoy nadie prescinde de la novela como auxiliar de la historia cuando se trata de definir caracteres nacionales o regionales, de reflejar cuadros de ambiente o de costumbres, etc. Del mismo modo ningún literato en la actualidad, y posiblemente nunca , podrá dejar a un lado el aporte de la verdad histórica, geográfica o psicológica.”

El segundo artículo, publicado diez años después en el número de agosto / septiembre de 1963, es el “Ensayo de historia literaria patagónica” de Leonor María Piñero. En él se observa una consolidación del estudio de las letras regionales. Piñero comienza manifestando: “Mucho se ha escrito sobre el sur. Pacientemente el aficionado, el estudioso, el erudito, podría llegar a reunir el total de sus títulos. Y establecer un orden, ya por épocas, ya por temas”. Para ese orden propone la siguiente clasificación: primer época, de grupos autóctonos (recuperación de la tradición oral). Segunda, de descubrimientos, hasta 1850 (principalmente crónicas de expediciones españolas y extranjeras). Tercera, de organización, hasta 1910 (mayormente relatos de las expediciones argentinas). Y cuarta, de evolución; con escritores nativos y arraigados, hasta nuestros días.

“¿Existen los escritores patagónicos?”, se pregunta. Y llega a la conclusión que sí: los literatos nacidos y residentes en la región son “escritores patagónicos”. Sus temas son principalmente aquellos que les brinda el paisaje patagónico; pero también tocan temas universales desde la particular óptica otorgada por el ambiente particular en el que viven. A continuación, y antes de hacer un repaso de los principales autores de Neuquen, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego y la “región Magallánica” (Punta Arenas), intenta dilucidar quienes fueron los primeros escritores nativos.
Cita dos: Zacarías Herrero, un poeta maragato; y Lucas Bridges (hijo del reverendo Thomas Bridges), nacido en Ushuaia y autor de “El último confín de la tierra”. Y finaliza con esta aseveración que no perdió validez hasta la fecha: “con tres miembros académicos, con premios de importancia, ellos (los escritores de la Patagonia) merecen que se los vaya ubicando dentro de cualquier antología argentina”. Nada nuevo bajo el sol.

Tal vez el punto más interesante de esta incursión en el pasado es el hecho de constatar que los problemas de entonces siguen siendo los de ahora. La necesidad de conocer y reconocer a los autores patagónicos tiene larga data. La pregunta es... ¿cómo salir de este olvido?



*Escritor y poeta chubutense.



viernes, 7 de marzo de 2008

DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER

8 de marzo - Día Internacional de la Mujer



Por Olga Starzak*



Con el correr de los años fue modificándose el sentido con el que naciera El Día Internacional de la Mujer, y que estuviera directamente ligado al protagonismo de éstas en distintas actividades, con el objetivo siempre de lograr la igualdad de derechos con el hombre.
Son muchas y variadas las fuentes que nos remiten a sus inicios; no han sido absolutamente comprobadas las circunstancias que le dieron origen. Desde aquellas obreras que en 1857, en Nueva York, en el ejercicio de una huelga perdieran sus vidas en un incendio que azotó a una fábrica textil, hasta las primeras mujeres -costureras industriales- que en 1908 se reunieran en Asamblea para defender el derecho a trabajar menos horas, se han suscitado tan fuertes como valederos motivos para que la mujer tuviera un espacio donde se homenajee su valor, su fuerza, su coraje, su tesón... su posibilidad de hacerse oír, hasta entonces privilegio del género masculino.
Sin importar demasiado desde qué lugar -si es este político, científico, cultura, laboral o doméstico- la Mujer ha ganado un espacio indiscutible. Y sin retorno.
Nada le habría sido más fácil, tal vez, que resignarse a quedarse en su casa, condenada a las tareas del hogar, limitando su rol al cuidado de los hijos y la atención a su esposo. Sin embargo se esmeró en adquirir un lugar que la ubicara, poco a poco, a la altura social y económica del hombre.
Fue la alemana Clara Zetkin quien en el año 1910 durante un Congreso Internacional de Mujeres Socialista propuso establecer el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, en homenaje a “...aquellas que llevaron adelante las primeras acciones de mujeres trabajadoras organizadas contra la explotación capitalista”.
Se unieron a la propuesta Dinamarca primero, Europa después, la siguieron Rusia, Uruguay, Cuba, México, Chile, Venezuela, Inglaterra, Perú...
Recién en el año 1984 -con el advenimiento de la democracia- Argentina se unió a este festejo, cuando mujeres de distintas organizaciones sociales, partidos políticos, sindicatos y diferentes núcleos feministas se reunieron en manifestación en la Plaza del Congreso.
Se incorporaron términos como “feminicidio” y “generocidio” para hablar de situaciones del pasado, pero... no nos engañemos: muchas mujeres hoy, en el siglo XXI viven inmersas en sociedades patriarcales, en comunidades adversas, en culturas retrógradas. La ignorancia, el hambre, la miseria y muchas veces las condiciones físicas en las que habitan son factores determinantes de la poca o nula posibilidad de romper el estrecho enrejado que las apresa. Otras tantas veces la mujer, por su condición genérica, es sometida a la ignominia... Las luchas entre los pueblos son un claro ejemplo de esto.
Sin embargo, y sin olvidar aquello, hay algo que nos afecta y nos incumbe en forma aún más directa, y por lo tanto podemos trabajar para modificarlo desde nuestro quehacer cotidiano como ciudadanos, con nuestros derechos, pero también con nuestras obligaciones. Y es las miles de adolescentes que, víctimas sociales, son protagonistas del maltrato infantil, la violencia familiar, el trabajo... o la violación. Y no es menos medida víctimas de conflictos familiares y sociales que las ha llevado a recurrir a las drogas, al alcohol y a la promiscuidad, en busca de quién sabe qué. Tal vez de un lugar en el mundo.
Por ellas y para ellas, hijas de hijas, madres o futuras madres, hermanas, amigas... es hoy desde este espacio, nuestro homenaje.


*Escritora chubutense.

martes, 4 de marzo de 2008

EL CUENTO DE HOY


EL VISITANTE


de Oscar Camilo Vives*



Era ya el mediodía cuando el jinete emergió del cañadón, cruzó al paso por entre la masa despedazada de un bermejo peñascal, repechó lentamente un sendero empinado en mansa cuesta y un momento después se detuvo frente a un rancho enriscado en el flanco de la colina. La “población” destacaba la mancha gris de su rechoncha geometría de paredes de adobe crudo, asentada sobre un zócalo de grandes pedruscos y techado de ramas argamasadas con barro, mientras a sus espaldas se asomaban dos o tres álamos pelados esforzándose inútilmente en cubrirla con sus sombras delgadas. Negros fantasmas surgidos de una rústica chimenea borroneaban, despaciosos, la quieta atmósfera. Un perro tendido en el suelo levantó, lánguido, su cabeza, y por compromiso y sólo para cumplir con su deber de guardián rayó el aire con dos o tres cortos ladridos. Se asomó un hombre viejo, flaco, anguloso y de cara ennegrecida por el sol y con un gesto invitó a pasar al recién llegado. La puerta abría a una sala oscura, cuadrilonga, piso desparejo de tierra apisonada, el cielo raso colgando en combadas arpilleras suciamente enjalbegadas, hedía a humo de leña quemada y pringue de grasa de capón; al fondo, una vieja cómoda perfilaba su silueta retacona; cerca de ella reposaba un catre mal cubierto por unas “jergas”. Una mesa y algunos banquitos de madera completaban el, mobiliario y sobre la plancha de la cocina una pava soplaba grises vaharadas de vapor.
El visitante tomó asiento; el negror de la faja que ciñe su rotundo vientre contrasta con la camisa blanca que luce; se toca con un sombrero de alas anchas y calza alpargatas en sus pies desnudos; enjuga lentamente con un pañuelo el sudor que le ensopa la cara y cuello; era un hombrón alto, corpulento, de facciones aindiadas, roídas por la viruela; ojos pequeños y levemente bisojos; el mirar acuoso y sus maneras retraídas. Ambos quedaron callados durante unos instantes. Un moscardón, irritado, se agitaba, bullía, zumbaba picoteando con el negro pavonado de su corpezuelo, el vidrio de una ventana. El visitante contemplaba con aire abstraído su sombrero que hacía girar lentamente entre sus manos.

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