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domingo, 22 de junio de 2008

LA NOTA DE HOY

EL CUENTO DE CIENCIA FICCIÓN EN LA LITERATURA PATAGONICA

Por Jorge E. VIVES*

Las líneas que siguen, escritas por un neófito, sólo pretenden introducir el asunto; un introito escueto y difícil de desarrollar porque no existen muchos antecedentes sobre este tipo de narración en la literatura sureña.

¿Qué es la ciencia ficción?. También llamada “fantaciencia”, “ficción científica” o simplemente “cf”, es un género que admite diversas definiciones. Una de las más precisas es la de Hugo Gernsback, quien a principios de la década del 30 opinó que era “una mezcla romántica de hechos científicos y visión poética”.

Al igual que sucede con el cuento policial, algunos puristas diferencian subgéneros dentro del género; y trazan líneas divisorias respecto a otras variantes literarias. Por ejemplo, con la literatura “de terror” y la literatura “fantástica”. Entre los escritores patagónicos el terror y la fantasía han estado siempre presentes. Relatos como “El péndulo” de Olga Starzak (del volumen “En el umbral de los encuentros”) o “In loving memory” de Fernando Nelson (en “El retorno”), llevan al lector al borroso límite entre lo real y lo irreal. Sin embargo, son pocas las obras que incursionan claramente en la ciencia ficción.

Una de ellas es la novela “Viajeros del espacio” del escritor santacruceño Juan Héctor Albornoz. Si bien en este artículo apuntamos al relato breve, la obra debe ser mencionada porque constituye un hito en la historia de la fantaciencia sureña. Combinando elementos típicos del género – viajeros humanos en naves extraterrestres, la posibilidad de una guerra interplanetaria – y una dosis de lirismo, la novela de este autor que también se dedicó a la poesía, la narrativa breve y el ensayo geopolítico, ingresa de lleno en esta variante literaria.

Por su parte, Héctor Rodolfo Peña en el libro “Cartas del pueblo” incluye un cuento de la más pura “ficción científica”. Entre un conjunto de relatos costumbristas, algunos de ellos con connotaciones policiales, aparece “Ovni en el sur”. Desarrollada con una precisa técnica narrativa que genera un ambiente de incertidumbre y desasosiego, la narración de Peña presenta un imaginativo argumento que reúne el espacio exterior y el ámbito rural patagónico.

Y tal vez uno de los más notables cuentos de “cf” escrito por un autor sureño sea “Gondwana”, del rionegrino Jorge Honik, que obtuvo un premio en el Concurso del Consejo Federal de Inversiones del año 1983 y fue publicado en el volumen “Cuentos de nuestra tierra”. Su inclusión en el género puede ser discutida. Algún lector lo calificaría de “cuento fantástico”, pues abunda en logradas pinceladas oníricas; pero ciertos elementos de su estructura permiten asimilarlo a la ficción científica. El relato transcurre en un escenario patagónico cargado de imágenes del pasado, fácilmente reconocibles para el lector regional. Se desgrana durante dos días a lo largo de una típica ruta del sur donde se entrecruzan ensueño y realidad, hasta alcanzar su clímax en la segunda noche cuando el agente Fulgencio Huencuneo lanza su aullido hacia las estrellas y el mítico Bedebel regresa a su acogedor refugio en las profundidades a continuar su sueño de eones. Una gema literaria.

Menos cultivado aún que el relato policial, el cuento de ciencia ficción no es uno de los géneros preferidos por los autores patagónicos. Semeja un territorio desconocido por el que algunos escritores – entre ellos los que se mencionan en este artículo - dieron apenas los primeros pasos, como explorándolo cautelosamente. Tal vez ha llegado la hora para que, siguiendo esas huellas pioneras, la literatura patagónica otorgue un lugar a la fantaciencia.



*Escritor y poeta chubutense

jueves, 19 de junio de 2008

REPORTAJE A EDI DORIAN JONES (III)


EDI DORIAN JONES nos dejó el 12 de mayo pasado. Era un queridísimo amigo. Además de las recopilaciones fotográficas, de sus valiosas investigaciones, de las publicaciones y las exposiciones que testimonian su permanente inquietud por rescatar las imágenes del pasado, nos quedan los gratos recuerdos de largas conversaciones en las que siempre mostraba gran sensibilidad y una fina percepción artística.

El 16 de enero de 2008 fue nuestro último encuentro. Superando las fatigas de su dolencia, Edi aceptó mantener esta charla que, dada su extensión, transcribimos a lo largo de tres notas durante el curso de esta semana. Nada mejor que sus propias palabras para conocer detalles acerca de su tarea profesional, de los proyectos que quedaron truncos y sobre todo, de su notable entereza espiritual. Es nuestro pequeño homenaje a su memoria.

C.D.F.




ÚLTIMA PARTE

“Las colecciones, los proyectos”



P: Ahora que mencionás a Neumann hijo, una vez me contaste que la colección de Neumann desapareció...

EJ: Sí, ese material estaba en la casa de San Martín 330, en dos habitaciones cerradas con candado. Yo recuerdo haberlas visto. Miradas desde el frente de la casa, daban al fondo, a la izquierda. Una vez los muchachos del Touring (N. de R. : alude a los hermanos Fernández) –porque yo les había dicho que lo quería ver– me avisaron que el hijo de Neumann había llegado y estaba parando en el hotel. Él vive en Buenos Aires y tiene la estancia “El Principio” en Esquel. Entonces pedí hablar con él, nos comunicamos por teléfono, él me dijo que también tenía interés en hablar conmigo y arreglamos un encuentro en el Touring. Entonces me contó los motivos. Me dijo: “Mire, yo fui a ver el trabajo que hizo usted de Trelew en 1999, cuando lo exhibió en El Molino Viejo, y fui pensando que iba a encontrar fotografías de mi papá que habían desaparecido. Porque ese archivo fue totalmente robado, además de la biblioteca, juguetes de la infancia, cámaras fotográficas, la ampliadora alemana que la firma fabricante, pensando en hacer un museo, ya le había ofrecido comprársela; en fin, una mudanza. No fue un robo hormiga, se necesitaba un camión para llevarse todo eso.” Y me dijo: “vamos, si quiere yo le muestro el lugar, lo estoy refaccionando (ya se lo había devuelto la Universidad) para volver a alquilarlo. Le voy a mostrar las dos únicas cosas que no se pudieron robar...” Eran dos piletones muy grandes de cemento, uno para revelado y el otro para fijado.

P: Qué pena, porque una colección así, si no se exhibe en un ámbito como el nuestro, donde puede ser debidamente apreciada, pierde su mejor sentido, ¿no?

EJ: Sí, yo siempre digo que la fotografía es para mostrar, para ser vista. De otra manera no le sirve a nadie, nadie aprende nada. Y esa vez Neumann (h) me dijo: “Mi idea, a decir verdad, era darle todo ese material a usted, que trabaja en el tema, porque había muchos cartones con fotos pegadas y listas para entregar; fotos de bebés desnudos arriba del almohadón, retratos de familias y ese tipo de fotos sociales, con la idea de que en la inauguración de la muestra fueran entregadas a los familiares actuales...” Total después se podía seguir trabajando con los negativos y sacar nuevas copias.

P: Edi, actualmente tenés una colección envidiable. ¿Cómo está clasificada: por autores, por épocas...?

EJ: De dos formas. Tengo una parte de negativos en película de 35 mm, que hasta ahora parece ser el soporte que más se conserva; de esos rollos puedo sacar copias cuando quiero. En total hay unas 60.000 tomas; no todas son de fotografías antiguas. Esas las tengo clasificadas en forma correlativa, por colección. También las puedo digitalizar, porque en este momento se puede hacer cualquier cosa con las imágenes. Fijate que con la tecnología digital hoy podés borrar una persona de la escena del crimen; por eso hay cierto cuestionamiento sobre la veracidad de la fotografía digital, mientras que en el negativo, estás o no estás, no podés manipularlo. Y aparte de las películas, poco a poco he ido grabando en CD todas las colecciones, aunque la verdad es que están un poquito desordenadas.

P: ¿Cuántos fotógrafos has podido relevar hasta ahora?

EJ: Veintiocho. De algunos hay pocas fotos y de otros mayor cantidad. Mi idea era hacer un libro con la historia de la fotografía del Chubut y poner tres o cuatro tomas de cada fotógrafo, como para mostrar de qué forma trabajaba.

P: Y lo vas a hacer, Edi, por supuesto... ¿Cuál de todos los fotógrafos que has rescatado logró emocionarte más, como para decir “a este me hubiera gustado conocerlo”?

EJ: Bueno... me hubiera gustado conocer –no sé si será porque es el último que investigué ahora– a Theobald. Y hay otro, “galenso”, muy simpático: Edward John Jones, hijo de Robert Jones “Otro lao”, que también hacía fotografía, pero sólo por divertirse. Tengo solamente dos retratos de él, con unos bigotazos grandes. Era un tipo muy risueño, que ponía fondos que nunca alcanzaban; siempre aparecía el faltante por alguno de los costados, pero a él parecía no importarle. Se ve que lo hacía sobre todo por hobby, no por interés comercial. Al padre lo llamaban así porque era un botero de Gaiman que vivía del otro lado del río; cuando lo necesitaban le gritaban “¡otro lao!” y él cruzaba con el bote, en el punto donde después se hizo el puente del pueblo (risas).

P: ¿Cuántas publicaciones has hecho hasta ahora, Edi?

EJ: Como obra propia yo sólo tengo “Capillas Galesas”. Colaboré en fotografía para “Trelew, Cultura e Identidad”, con Graciela Gutiérrez y Ana Virkel, y después fue fantástico trabajar para el libro de Fundación Antorchas con un equipo interdisciplinario con el que aprendí muchísimo, y se trabajó muy bien, fue muy interesante. Y tengo uno de Trelew que el Municipio prometió editar, que no es más que la colección de fotos “Trelew, imágenes de su pasado”. Son fotografías de Trelew hasta la década del ´40, de distintos autores, que muestran la ciudad en sus distintas épocas. Empieza con la creación del tren y termina con cuatro colectivos estacionados delante de la estación del ferrocarril.

P: Qué buena síntesis de lo que fue la evolución de la ciudad... O sea que hay dos proyectos en mira. El más ambicioso es el relevamiento de todos los fotógrafos ¿no?

EJ: Sí, si bien parte de eso ya está hecho, porque en el libro de Trelew, en el epílogo, yo menciono a los fotógrafos y hago una breve reseña de cada uno. Hay allí catorce fotógrafos que fueron incluidos en ese libro, o sea que la mitad ya está hecha. Faltaría la otra mitad, donde están, por ejemplo, los viajeros de los que hablábamos antes.

P: ¿Hay algo más que quieras decir?

EJ: sí, que la fotografía es muy linda, es lo que yo más amo hacer; que lo importante es hacer. Con mi enfermedad ahora me cuesta mucho no hacerlo en este momento. Parece una ironía el hecho de que cada vez te surgen más ideas o cosas para hacer, cuando sabés que no las podés completar.

P: Sin embargo, también es un estímulo para luchar, para tratar de llevarlas a cabo. Te hago una pregunta más. En algún sentido se puede decir que las fotografías “hablan”. ¿Vos aprendiste a escucharlas?

EJ: ¡Sí! Es cierto. Las fotografías hablan. Siempre he tenido una teoría: “lo que miramos, lo que nos mira”.

P: A ver si te entiendo. Es como si la fotografía dijera “aquí estoy”, ¿es así?

EJ: Sí, sí. Nosotros miramos una fotografía, pero a la vez ella también nos está mirando, y ahí hay un intercambio que empieza con esa relación. (Edi queda pensativo durante unos instantes y luego agrega): Claro que sí: las fotografías hablan. ¡Y pueden decirnos tantas cosas...!

***

miércoles, 18 de junio de 2008

REPORTAJE A EDI DORIAN JONES (II)

EDI DORIAN JONES nos dejó el 12 de mayo pasado. Era un queridísimo amigo. Además de las recopilaciones fotográficas, de sus valiosas investigaciones, de las publicaciones y las exposiciones que testimonian su permanente inquietud por rescatar las imágenes del pasado, nos quedan los gratos recuerdos de largas conversaciones en las que siempre mostraba gran sensibilidad y una fina percepción artística.

El 16 de enero de 2008 fue nuestro último encuentro. Superando las fatigas de su dolencia, Edi aceptó mantener esta charla que, dada su extensión, transcribiremos a lo largo de tres notas durante el curso de esta semana. Nada mejor que sus propias palabras para conocer detalles acerca de su tarea profesional, de los proyectos que quedaron truncos y sobre todo, de su notable entereza espiritual. Es nuestro pequeño homenaje a su memoria.

C.D.F.

SEGUNDA PARTE

“Cómo nace el interés por la fotografía antigua”

P: Hasta que en un momento, Edi, empiezan a aparecer en tu vida los fotógrafos que fueron cronistas de otras épocas y dejaron colecciones hermosas. ¿Podrías nombrar algunos?

EJ: Sí, sí, cómo no. Hubo algunos fotógrafos viajeros, como González, Schultz, Schifter, que solamente estuvieron de paso. Algunos incluso como un negocio, como el caso de Schifter, que estuvo aproximadamente dos años en Rawson, con un negocio de fotografía; también integró la policía fronteriza y de pronto, desapareció de aquí...

P: ¿Y dejó copias de sus trabajos?

EJ: Sí, quedan las fotografías que él había vendido, y después aparece un álbum de él de Punta Arenas, creo, o algo así, publicado en Alemania unos años después. Foresti también fue un fotógrafo turista italiano, que según se decía, tenía el hábito de irse de los hoteles sin pagar (risas). Realmente fue todo un personaje que dejó mucho material para el valle y para la colectividad galesa. Esto en cuanto a fotógrafos que no eran de origen galés ni de radicación permanente en la zona. Luego, entre los del valle, el primero es John Murray Thomas, que empieza con la fotografía en 1874, más o menos, cuando vuelve de Buenos Aires. Pasan unos años, se dedica a la venta de lanas y cueros y le va económicamente muy bien, sobre todo durante los primeros diez años. Él es el primero que pone un estudio fotográfico, comienza a hacer retratos y publica en un aviso periodístico: “Se tomarán fotografías a personas los días lunes únicamente; cuesta x la docena de fotos...”

P: ¿De qué periódico hablamos?

EJ: De “Y Drafod”, hacia 1892, según creo recordar. En el libro publicado por “Antorchas” está el dato. Después aparecen algunos fotógrafos que uno ha ido descubriendo de a poquito, como Robert Ernest Theobald, ¿no? Este hombre aparece en forma muy tenue pero cobrando cada vez más fuerza. Empiezan a aparecer fotografías de muy buena calidad, de muy buen encuadre, en una amplia gama de trabajos. Sus intereses pasaban por las mujeres, porque él siempre las ponía en los primeros planos de las tomas, y le gustaba retratar niñas y adolescentes. También registraba las actividades sociales: los Eisteddfod, la colocación de la piedra basal del edificio San David –es una foto de él muy conocida, aunque no es la única, porque como fue un evento muy importante habían muchos fotógrafos–, hay una tomada en un Eisteddfod, donde hay un arpa...

P: ¿Se sabe qué fue de la vida de Theobald más tarde?

EJ: Es el fotógrafo del que menos datos biográficos he podido averiguar. No sé a qué edad murió; sé que vino más o menos en el 1900, con un hermano gemelo, que incluso tiene las iniciales parecidas. Las del fotógrafo eran “R.E.” y las del hermano, digamos, “D.E”, pero Robert socialmente era más activo. Creo que fue concejal en Trelew y después pobló en la colonia 16 de Octubre, incluso hay un laguito cerca de Valle Frío que se llama “Theobald”. También se dedicó a hacer postales. De pronto, cuando viajé a Gales, vi que había una gran cantidad de postales de Theobald. Y recientemente, para cerrar el último trabajo que hice, me encontré con que aparecían más de sesenta motivos diferentes. Theobald vivió bien de la fotografía...

P: Después vienen personajes como Bowman...

EJ: Sí. Bowman me está planteando algunos misterios. Un chico que está haciendo su tesis sobre él me prestó uno de los diarios de Bowman, del tiempo en que él ya estaba en Telsen, y puede verse que se la pasaba regando papas y alfalfa, y no me coincide la vida, y lo que él era, con la actividad que él hacía en Telsen. Vivía en un ranchito miserable, en condiciones paupérrimas...

P: Ya había pasado por el valle...

EJ: Sí, fue después de su paso por el valle. Creo que a él se le produce un gran cambio cuando fallece su esposa; primero se va solo al interior de la provincia, y después, cuando muere la abuela de los chicos que cuidaba de ellos, él manda a buscar a sus hijos. Los chicos eran buenísimos porque ayudaban y trabajaban mucho la chacra, de acuerdo a lo que cuenta en este diario, ¿no? Después fue juez de paz o algo así, y creo que entonces su condición mejoró, pero el momento que registra ese diario es muy deprimente... Bowman enseñó a muchos; era una persona muy amistosa, así que, por ejemplo, le enseñó fotografía a su amigo Eigryn Evans, hijo del pastor Caerenig Evans.

P: Después vienen otros fotógrafos más conocidos, ¿no?

EJ: Sí, después tenemos fotógrafos como Pedro Fernández de Cabrero, que ya estaba aquí. Había llegado en el 1900; es uno de los registros más largos que hay. Hay sobre él dos versiones: una dice que llegó como vicecónsul. Otra, en cambio, dice fue ayudante de Carlos Foresti, y que lo acompañó en un viaje a la cordillera, el que hizo con el gobernador Lezana, cuando visitaron a Butch y Sundance, y que en ese viaje él termina de aprender el oficio. Después él hace un viaje en una volanta chiquita –con su caballo que se llamaba “Secretario” – hacia el sur, hasta Santa Cruz, llega hasta Río Gallegos y hace una enorme distancia recorriendo el sur y fotografiando.

P: ¿Has podido acceder a parte de su material?

EJ: Sí, hay algo publicado en “La Prensa” –no recuerdo en qué año– y después hay muchísimo material de Trelew. Como esta era una comunidad chica, imagino (tal vez esté equivocado) que los fotógrafos se conocían y se interrelacionaban mucho. Y en 1931 o 1932 aparece el polaco Neumann, primero como ayudante de Fernández de Cabrero, hasta que Cabrero se da cuenta de que Neumann es un gran fotógrafo, que ha estudiado y que en el estudio –esto lo supongo yo– lo supera a él; y entonces le alquila el local ubicado en Rivadavia y 25 de Mayo, en diagonal a la plaza. Pero Neumann pronto hace dinero y construye su propia casa, en San Martín 330. Una casa grande, de altos, que demuestra lo bien que le fue con la actividad...

P: Y en esa época empezó a tener competencia, porque había llegado Stillitani, ¿no?

EJ: Sí, pero Stillitani era un poquito más “chapucero” que él. Neumann era un fotógrafo de estilo, de estudio; él retocaba negativos, todo eso. Stillitani, en cambio, sacaba la foto y si salía bien la vendía. También hizo dinero, pero no tanto, porque él era un bon vivant y además soltero, y lo gastaba. Además tenía ciertos problemas con un sastre llamado Erklavec; su sastrería estaba ubicada en la esquina de España y Fontana, cerca del estudio ubicado sobre la misma Avenida (donde ahora está la casa Lloyd). Parece que uno hacía magia negra y el otro magia blanca y se molestaban entre ellos; no sé qué conflicto habría. Pero para Stillitani el conflicto estaba bien fundamentado. Así lo demuestra el expediente, ¿no? (N. de R.: Edi se está refiriendo al expediente judicial labrado a raíz del homicidio que pasa a relatar a continuación). Porque Stillitani mató al sastre a tiros en el correo viejo que estaba sobre Pellegrini, a mitad de cuadra. Yo al principio no entendía cómo pudo suceder allí un día domingo, pero resulta que al costado del correo había un pasillo largo que llevaba hasta el fondo, donde estaba la guardia para los telegramas, y se ve que lo encontró ahí de espaldas y lo baleó. Después fue a su casa, se lavó, se cambió la ropa manchada y entonces, ya tranquilo, fue y se entregó a la policía. Él consideraba que había cumplido con una misión, porque decía que Erclavec iba a matar a toda la gente de Trelew.

P: En el Touring hay muchas fotografías sociales de esa época tomadas por Stillitani, por eso pensé que podía estar compitiendo con Neumann...

EJ: Sí, había competencia entre ellos, porque yo he hablado con el hijo de Neumann y me contó que Stillitani y su padre eran los dos fotógrafos que había en ese momento en Trelew. Aunque supongo que tratarían de llevarse lo mejor posible...

(Continuará)





lunes, 16 de junio de 2008

REPORTAJE A EDI DORIAN JONES



EDI DORIAN JONES nos dejó el 12 de mayo pasado. Era un queridísimo amigo. Además de las recopilaciones fotográficas, de sus valiosas investigaciones, de las publicaciones y las exposiciones que testimonian su permanente inquietud por rescatar las imágenes del pasado, nos quedan los gratos recuerdos de largas conversaciones en las que siempre mostraba gran sensibilidad y una fina percepción artística.

El 16 de enero de 2008 fue nuestro último encuentro. Superando las fatigas de su dolencia, Edi aceptó mantener esta charla que, dada su extensión, transcribiremos a lo largo de tres notas durante el curso de esta semana. Nada mejor que sus propias palabras para conocer detalles acerca de su tarea profesional, de los proyectos que quedaron truncos y sobre todo, de su notable entereza espiritual. Es nuestro pequeño homenaje a su memoria.

C.D.F.

PRIMERA PARTE

“Primeros contactos con la fotografía”

P: Edi, ¿dónde y en qué año naciste?

EJ: Nací en Trelew, en abril de 1952.

P: Y tus vínculos con el valle siempre fueron muy estrechos...

EJ: Sí. Cuando nació mi hermana Mirna nosotros estábamos en la Estación del ACA en Garayalde, y entonces yo fui a Gaiman para poder concurrir a la escuela. Ahí se amplió mi espectro geográfico y empezaron a ser más fuertes mis vínculos; con Gaiman, primero, antes que con Trelew.

P: Además, en tu casa se hablaba el idioma galés, ¿no?

EJ: Sí, sí. Y yo lo aprendí también, por supuesto, desde chico. Y cuando te hablaban en galés tenías que responder en el mismo idioma. Esa era una regla en la casa.

P: ¿Y cuál fue el primer contacto que tuviste con la fotografía?

EJ: En la familia Jones Glan Camwy había una gran colección de fotografías antiguas. A mí me gustaba mucho mirarlas y Mam también sacaba fotos con la camarita de cajón. Me parece que ahí empezó mi gran afinidad con la fotografía. Años después trabajé de fotógrafo en el diario “El Chubut”, pero aún trabajando allí, hasta mucho tiempo después no supe que mi abuelo por parte materna también había sido fotógrafo.

P: Y en un momento determinado, decidís pasar de la contemplación a la acción. ¿Cuándo te sucedió eso?

EJ: Eso fue un poco obligado, porque cuando terminé el colegio secundario mi papá me dijo: “bueno, yo no tengo dinero para costearte una carrera universitaria, y como acá no se mantiene vagos, tenés que ir a buscar un trabajo...” Entonces, como en esos días un diario había sacado un aviso pidiendo fotógrafo, yo, con más coraje que conocimientos, me arriesgué a que me tomaran una prueba.

P: ¿Tenías tu propia cámara?

EJ: No, no tenía nada. Lo único que tenía era mucho conocimiento teórico por haber tenido en disponibilidad una gran biblioteca entre la de los Rowlands y la de los Jones. Entre esos libros se hallaba un manual “Ilford” de fotografía editado en 1911, que había sido de mi abuelo, y con esa obra yo empecé a aprender.

P: Y así empezaste a trabajar como fotógrafo en “El Chubut...”

Ej: Sí, cuando tenía 19 años, en 1971. Eso no duró mucho tiempo, mas o menos un año. Un día fui a Agua y Energía a ver al ingeniero Vives y le dije: “yo quisiera trabajar aquí con usted”. Y ahí empecé mi aprendizaje de Hidrología con él. Fue toda una enseñanza la que recibí de Vives: no repetí un mismo trabajo de Hidrología en cinco años.

P: ¿Y en qué consistía ese trabajo?

EJ: En hacer relevamientos del río, de los canales, análisis de lluvias, de caudales, pronósticos para el Dique Ameghino...

P: ¿Se trabajaba con cartografía?

EJ: Sí, con cartografía y también se usaba algo de fotografía...

P: ¿Fotografía aérea?

EJ: También, sí, aunque no era ni de cerca la que conocemos hoy día a través de Google u otros medios, pero servía para buscar el recorrido de los ríos, las cuencas...

P: ¿Y en qué momento empezás a pensar en la fotografía como medio de rescate histórico?

EJ: Muchas veces yo digo que uno hace cosas sin saber muy bien por qué; y a veces hasta pienso que es la profesión la que lo elige a uno y no al revés. Los caminos de la vida son misteriosos, y muy largos, muy tortuosos. Cuando empecé a fotografiar incluso me costaba mostrar mis fotos de autor; no las mostraba. Y si bien empecé a fotografiar en 1971, no comencé a trabajar con fotografía antigua hasta 1984.

P: Entre el ’71 y el ’84, ¿cómo fue ese proceso hacia la fotografía histórica?

EJ: En un concurso que organizó el Museo “Pueblo de Luis” me pidieron que actuara de jurado y que a la vez sacara reproducciones de todas las fotografías que se habían presentado, para guardarlas como documentos. Y en ese momento, a través de la cámara, yo empecé a mirar las fotografías antiguas más de cerca, y de modo aislado y a darme cuenta de lo que había ahí. Entonces percibí cuánta información había en esas imágenes que mucha gente miraba rápidamente. Y yo encontraba mucho más ahí: veía mucho más...

P: Se aprende a mirar en detalle, ¿no?

EJ: Sí, exactamente. Uno empieza a mirar vestidos, a reconocer rostros de personas... No te digo que soy tan diestro en esto como Tegai (Roberts). Ella mira una fotografía y tiene la habilidad de decirte: “Ah, me parece que esto pertenece a la familia de Fulano de Tal”, y efectivamente es así, ¿no? Yo no llego a eso, pero con el tiempo he aprendido mucho. Además, ella es mayor que yo y tuvo ocasión de conocer a mucha gente que ya no está.

(Continuará)


jueves, 5 de junio de 2008

DOS NUEVAS OBRAS PATAGÓNICAS

"ENTRETELONES Y TOLDERÍAS" Y "EL VALLE PROMETIDO"
del Dr. DAVID WILLIAMS



El doctor David Williams, médico de profesión y con una fuerte vocación por la historia, ha presentado recientemente dos nuevas obras de su autoría. “Entretelones y tolderías” (Editorial Jornada S.A., 2007), fue presentado el 2 de mayo pasado en la Sala “Germán Sopeña” del MEF (Trelew, Chubut). La obra relata los primeros contactos entre los colonos galeses y los aborígenes patagónicos; una relación que –como él mismo lo expresa– “sobre la base de la necesidad..., la piedad... y el amor..., ...creó una amistad entre dos grupos humanos muy diferentes”. El libro contiene una minuciosa investigación, con relatos acerca de diversos episodios y anécdotas, enriquecidos por numerosas citas documentales que testimonian curiosos detalles acerca de este vínculo intercultural entre galeses y tehuelches. Un índice onomástico y otro temático facilitan la consulta ágil sobre temas puntuales. Respaldada por una amplia bibliografía, notas al pie agrupadas e ilustraciones fotográficas, “Entretelones...” es sin duda alguna, una valiosa contribución al conocimiento de la historia regional patagónica.




Por otra parte, el 23 de mayo ppdo. David Williams presentó en el salón Cincuentenario de la Asociación San David “El valle prometido” (Ediciones del Cedro, 2008). Nada mejor que sus propias palabras para introducirnos al contenido de esta obra: “Como descendiente de colonos del Mimosa, siempre me atrajo la idea de descubrir cómo fueron las vidas de aquellos arriesgados hombres y mujeres que dejaron todo lo que conocían –su tierra, su gente, sus familias y amigos, su capilla– en pos de un ideal; o que, desesperados, decidieron correr el riesgo de venir a la Patagonia, porque ya tenían poco que perder en su Gales natal.” Se trata de cinco biografías de personas y/o familias que llegaron con el primer contingente que muestran las motivaciones individuales y los avatares de sus disímiles destinos. Una reseña hecha con auténtica pasión amorosa.

Ambas obras fueron recibidas con mucha expectativa y el afecto de la gente del valle del Chubut, siempre entusiasta cuando se trata de rescatar aspectos de su historia destinados a enriquecer el patrimonio común de esta joven provincia.

E.G.