Derribada y con una intensa necesidad de cambiar su suerte, desde el lugar en que la vida la desafió, surcada tal vez por las experiencias de su niñez, revela sentimientos de indiferencia y rechazo, de brusca y ligera empatía con su marido y todo lo que él representa. Descarga con urgencia y pasión desmedida todo su rencor y odio en los nativos que son parte de su comunidad realizando el trabajo forzoso de los campos, y cumplen con resignada servidumbre con sus amos.
Acontecen así los días de Mary hasta que Moses, el boy que otrora fuera educado en las misiones, irrumpe en su vida haciéndola trastabillar en sus sentimientos sobre los negros, una raza a la que aborrecía tanto como llegó a temer. Y allí la historia la enfrentará a un final que la autora despliega -como en toda la novela- con destreza y elegancia, con simpleza y dinamismo. Con el lenguaje de una cruda realidad.
Doris Lessing salpica su primera novela Canta la Hierba publicada en el año 1950, con otros vivos retratos de su propia vida: la pasión por la discriminación racial que descubrió prontamente (antes de su primera juventud), el ferviente deseo de ver prosperar la tierra a la que dedicaba largas horas de contemplación y disfrute de la naturaleza, el rígido carácter de sus padres que se revela en Charles, el esposo de la protagonista de la obra que nos convoca.
Doris May Tayler (nacida en Kermanshah, Persia, actualmente Irán, el 22 de octubre de 1919), ganó el Premio Nobel de Literatura en 2007. Premio que dio origen a múltiples controversias, y que no es mi objeto analizar aquí. Sí recordar que fue otorgado por la «capacidad para transmitir la épica de la experiencia femenina y narrar la división de la civilización con escepticismo, pasión y fuerza visionaria».
Al menos eso es lo que queda de manifiesto en Canta la hierba.
4 de febrero de 2009
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