Las consabidas dificultades de los autores noveles para publicar sus obras, como bien lo señalara en una nota reciente Jorge Eduardo Vives ("Escritores noveles buscan editores...") ha inspirado a muchos escritores a echar mano a un recurso bastante novedoso, consistente en las "blogonovelas" o "novelas on line". Esta modalidad consiste en abrir un blog y publicar novelas por entregas o episodios de libre acceso a los lectores. Lo curioso es que este procedimiento de "novelas por entregas" tiene antiguos y muy honrosos precedentes en la época del romanticismo (s. XIX), ya que varias novelas de autores famosos (Alejandro Dumas, Víctor Hugo, Flaubert, Robert L. Stevenson, Charles Dickens, Emilio Salgari, León Tolstoi, Benito Pérez Galdós) vieron la luz en forma de entregas periódicas publicadas en los diarios o en folletines, antes de ser publicadas en el formato habitual del libro. Entre los más conocidos novelistas argentinos que jerarquizaron la blogonovela podemos citar a Hernán Casciari, escritor y periodista argentino radicado en España ("Más respeto que soy tu madre" - ver también su sitio web, http://orsai.es/) y a Pablo Paniagua ("Exex, la mujer del bigote", "Balas de Plata" - ver su sitio web: http://escritorweb.blogspot.com/), autores hoy considerados emblemáticos dentro de este género. El novedoso sistema de divulgación a través de los blogs tiene un particular encanto. Me refiero al mecanismo de interacción recíproca e inmediata que brinda el sistema de comentarios al pie de cada post, permitiendo a los lectores la posibilidad de intercambiar opiniones y comentarios entre sí y también con el propio autor, que a veces hasta llega a modificar sus textos en base a los consejos y sugerencias de sus seguidores. Claro está que en tiempos en que están surgiendo estas y otras ofertas novedosas -el caso de los llamados "libros digitales" o "e-books"- como formas alternativas, quienes hemos disfrutado desde siempre del contacto con el libro tradicional seguiremos prefiriendo ese pequeño continente en soporte papel, tan cálido y maleable, el que nos acompaña en los viajes, en las vacaciones, en nuestra mesa de luz y en las salas de espera. Los autores de las novelas on line también lo saben; por eso su mayor premio suele ser ver las obras digitales finalmente publicadas por alguna editorial. Es que en verdad, nada hay que ser compare a esa consagración ritual del papel y la tinta compaginado en un volumen, allí, a nuestro alcance en un anaquel, siempre presto a abrirnos las puertas al vasto territorio de la lectura.
*El autor acaba de iniciar la publicación de una blogonovela titulada "Visiones en la torre" y ya se encuentra disponible el primer capítulo.
La Patagonia está íntimamente ligada al mar que contornea sus extensas y quebradas costas. Antes de la llegada de los marinos europeos existía un pueblo aborigen de raigambre marítima: los yaganes, avezados canoeros de los archipiélagos fueguinos. Cuando arribaron los exploradores del Viejo Mundo lo hicieron a través de esas aguas bravías, blancas de la espuma que el viento deshilacha de las crestas de las olas. Luego, a fines del siglo XIX y principios del XX, también las surcaron los colonos y los inmigrantes que venían a habitar estas tierras. Vía de comunicación, fuente de riquezas de diverso tipo, paisaje imponente de singular belleza que enmarca el horizonte, es imposible separar la imagen de la Patagonia del océano circundante. Sin embargo, esta simbiosis no se refleja tanto como es dable suponer en la literatura de la región.
Parecería ser mayor la atención prestada al mar en la narrativa testimonial. En principio las crónicas más antiguas, como es el caso del diario de Pigafetta, hacen referencia ineludible al océano austral porque fueron escritos por navegantes que veían el mundo con la visión del marino. En cambio, viajeros posteriores como George Musters describieron la región desde “tierra adentro”, casi sin mencionar la dimensión marítima. Sin embargo, una cronista de fines del siglo XIX y principios del XX vuelve a sentir la subyugación por el mar. Se trata de Eluned Morgan, la primer escritora patagónica; hija de Lewis Jones y autora de varios libros, entre los cuales uno de los más conocidos es la crónica de su viaje a la cordillera titulada “Hacia los Andes”. “Gwymon y Môr”, otra de sus obras, es la historia de un viaje en barco que realizó la narradora desde Liverpool hasta la colonia del Chubut. Morgan, nacida en el mar ya que vio la luz durante un viaje de sus padres en el buque “Myfanwy”, describe en “Algas marinas” sus impresiones a lo largo de la prolongada navegación.
Con el correr del tiempo aparecieron otros textos, orientados a aspectos marítimos puntuales. La figura del comandante Luis Piedra Buena es uno de los temas preferidos; lo que no es para menos dado los ribetes dignos de un guión cinematográfico que tuvo la vida del prócer maragato; defensor de los derechos argentinos en la región y benefactor magnánimo de los marinos que tenían la desgracia de zozobrar en estas gélidas aguas. “Piedra Buena, su tierra, su tiempo”, de Arnoldo Canclini, es una de esas biografías, que narra las hazañas del navegante proporcionando datos reveladores de una profunda investigación por parte del autor. Otra biografía del héroe patagónico es la obra “Piedra Buena, el caballero del mar” del presbítero Raúl Entraigas; un clásico en la bibliografía regional.
El tema de los naufragios también es tratado en varios textos. “Naufragios en el Cabo de Hornos, Isla de los Estados, Magallanes, Península Mitre, Malvinas y Georgias del Sur”, del investigador y escritor Carlos Pedro Vayro, describe en forma minuciosa los pecios localizados en la zona más austral del mar austral. Unas líneas aparte merece el libro “Naufragio del Virgen del Rosario”, del poeta y escritor comodorense Alfredo Lamas. Está redactado en base al testimonio del marinero Fernando Daniel Sabaño, uno de los sobrevivientes del barco pesquero de ese nombre que se hundió frente a las costas de Mar del Plata, con quien el autor mantuvo largas conversaciones. También Asencio Abeijón narra en “Incendio y naufragio del Presidente Roca”, relato incluido en su volumen “El guanaco vencido”, una catástrofe marítima acaecida en las costas patagónicas en 1908. Un libro de reciente aparición se agrega a esta lista: "Tras la Estela del Hoorn; arqueología de un naufragio holandés en la Patagonia", de Cristian Murray, Damián Vainstub, Martijn Manders y Ricardo Bastida
Sin embargo, parecería que en la literatura de ficción no existen tantas referencias al mar austral. El tema amerita sin dudas un nuevo artículo, cuya publicación está prevista en este blog. Pero tanto en el presente trabajo como en el futuro se analiza el papel del mar como numen inspirador para la narrativa; sin profundizar en la obra poética que es donde ha ejercido mayor influencia y que requeriría un estudio cuya profundidad excede estas líneas. Sólo a título de ejemplo de esta poesía marina patagónica, cierran el artículo unos versos del poema “Naufragio” que Alfredo Lamas introduce en la trama angustiante del libro del que es autor:
Ola, perra rabiosa Tu espuma muerde barcos, Rompe siniestra sobre mí Gritando lágrimas saladas Su eterna prisión.
Luego vuelve al seno. Laxa... Humilde... Turmalina, Triste color esperanza.
A partir del Viernes 26 de Junio la Dirección de Cultura de Gaiman abre un ciclo de encuentros culturales que se desarrollarán en el Salón Cultural ubicado en Eugenio Tello 483.
El objetivo de estos encuentros es convocar a escritores y músicos,en una reunión informal, para compartir sus creaciones y experiencias artísticas. El mate es la excusa para agregar al momento un toque de familiaridad y calidez.
El recuerdo de la gesta colonizadora galesa del Chubut generalmente se circunscribe al ámbito local; sin la difusión que a nivel nacional debería tener una empresa de estas características. Pero poco tiempo atrás comenzó a realizarse un evento que tiende a revertir la situación; pues busca rememorar este acontecimiento en una localidad lejana a nuestra región. La actividad fue ideada por la docente Rosanna D´Ippolito, profesora de geografía de 2do. año de la Escuela de Educación Media Nro. 1 de Magdalena, en la Provincia de Buenos Aires, quien presentó un “proyecto escolar trandisciplinario” sobre la colonización galesa. No sólo las autoridades y el cuerpo docente de la Escuela apoyaron su desarrollo en el ámbito del establecimiento, sino que fue declarado de Interés Educativo, Histórico y Cultural por el Consejo Escolar local, de Interés Legislativo por el Concejo Deliberante de la ciudad, y de Interés Municipal por el Intendente.
Nancy Humphreys, Nelcis Jones y Norma Hughes
El proyecto se denomina “Hacia el conocimiento de la colonia galesa del Chubut y su presencia hasta nuestros días”, abarca distintas materias, como Geografía, Historia, Inglés, Filosofía, Turismo, Lengua y Literatura, Derecho, etc; y contempla, entre otras, las siguientes actividades:
Charla de presentación del tema sobre los celtas, el origen del idioma galés y los acontecimientos históricos en Europa, en especial el Reino Unido, en los siglos XVI – XIX.
Lectura de “El Riflero de Ffos Halen” por parte de los alumnos. Presentación del libro a cargo de su autor, Carlos Dante Ferrari.
Exposición – debate a cargo de la historiadora e investigadora Sra Nelcis Jones.
Exposición de Nelcis Jones
Proyección de un audiovisual producido en Gales sobre la Colonización.
Presentación del libro “Calon Lan” a cargo de su autora, Nancy Humphreys.
Clase de idioma galés y canciones en ese idioma a cargo de la Sra Norma Hughes.
Contacto con las escuelas N° 728 “Alfonsina Storni, de Puerto Madryn, N° 7, de Trevelin; y con una escuela de la ciudad de Aberystwyth (Gales).
Muestra de maquetas elaboradas por el maquetista naval Sr Héctor Martinoia.
Exposición del libro Rocky Trip de los Sres Sepiurka y Miglioli (tentativa, aún sin confirmar).
Invitación a visitar el colegio a la Embajadora del Reino Unido, para conocer el proyecto.
Edición de CDs con el material obtenido durante sobre el tema. Difusión en los MCS locales.
En la “fundamentación” se expresa que uno de los motivos que llevaron a su desarrollo es lo “poco sabemos de estacomunidad que se ha establecido en el sur argentino... dado que sólo es conocida a través de sus tortas que, acompañadas con un típico té, nos deleitan nuestro paladar. En el entendimiento que una cultura no puede trascender no sólo por los sabores que nos brinda, y ante la ausencia de un conocimiento de la misma en la currícula oficial hemos tomado la decisión de llevar adelante este proyecto que… posibilita un acercamiento a otras culturas”.
Rosanna D´Ippolito explica a su vez cómo se interesó en el tema: “Desde que pisé por primera vez la Patagonia (y de esto hace mucho tiempo atrás), me enamoré de ella. En mi primer viaje a Gaiman, me interesé por el galés. Después un amigo descendiente de galeses, de Trelew, me prestó el libro “Una frontera lejana” y tomé más contacto con la gesta. Me preguntaba por qué siempre hemos estado viendo películas sobre un fenómeno similar en el oeste norteamericano, y esto en nuestro país no ha sido divulgado, al menos al norte del Río Colorado”.
El proyecto se inició el pasado 26 de mayo con una charla destinada a alumnos y docentes en la que participaron Nelcis Jones (con una breve explicación acerca del pueblo galés y la colonización), Nancy Humphreys (quien presentó su libro y mostró fotos y documentos, sobre la colonia y la vida de su abuelo) y Nora Hughes (que habló sobre el idioma galés y entonó “Calon Lan” y el Himno de Gales). La conferencia tuvo gran aceptación por parte del público asistente.
Nancy Humphreys y Rosanna D´Ippolito
Indudablemente este tipo de actividades contribuyen al reconocimiento de la colonización galesa como un hito importante en la historia del país, no como una anécdota aislada y pintoresca; sino con la real importancia que el episodio tiene. Por ello esta iniciativa merece nuestro sincero reconocimiento, dirigido hacia todos aquellos que participan para que el proyecto siga adelante.
Sólo resta agregar... Diolch yn fawr, Rosanna! Diolch yn fawr, Magdalena!
La lancha que acababa de zarpar de Puerto Chucao nos iba, poco a poco, internando en ese apasionante lugar de la cordillera patagónica donde haríamos unacaminata por la selva valdiviana, en procura de conocer el alerzal milenario, propiedad del Parque Nacional. El agua del lago, insondable e impetuosa, delataba la brisa propia de la época en que estábamos. Durante el transcurso de la navegación ascendimos a la cubierta y pronto decidimos regresar: el aire frío se alojaba en nuestro cuerpo como queriéndonos recordar la particularidad de ese clima tan propio del sur; y a la vez no dejaba de exponernos el azul intenso y puro de esas aguas. Llegamos al puerto poco después del mediodía y para nuestra sorpresa, en ese sitio,la calidez era sumamente envolvente.
Iniciamos la marcha a paso lento, mientras escuchábamos al guía de la excursión.
Poco después quedé abstraída por el paisaje y sólo mi cuerpo permaneció con los compañeros de viaje.
Elevé innumerables veces mis ojos al cielo, tratando inútilmente de encontrarme con ese firmamento que completaba el cuadro que tenía ante mí. Pocas veces el bosque me permitió verlo, pero cuando pude observé la bóveda celeste velada por tenues nubes, algunas muy bajas. Sentí la alegría de quien, aún inmerso en la estrechez de la selva, recibe la claridad de una atmósfera colmada de pureza.
El sendero que debía transitar era de una tierra negra, muy volátil y maderada; al apoyar cada pie sobre ella podía intuir su oquedad, producto del aire que se entremezcla en capas más o menos profundas. Cientos y cientos de árboles, después de haber cumplido su misión, o ateridos por circunstancias naturales, descansaban en ese suelo fértil.
Todo mi ser ahora formaba parte de esos colihues, de sus cañas que al tocarlas desde mi altura podía ver cómo se movían allá en lo altoqueriendo penetrar en el aire; de esos alerces de troncos rugosos, de esmeriladas cortezas. En ellos apoyé ambas manos y quedé sorprendida por la temperatura cálida de su superficie; superficie de una textura tan irregular como única. Sus copas,de alturas inimaginables,mostraban el poderío de una naturaleza privilegiada.A cada momento, los arrayanes con sus troncos desnudos, con el color canela que los identifica, denunciaban la impertinencia de sus ramas: caprichosas, osadas, ocupando el espacio a su antojo. De esos troncos casi aterciopelados, se elevan audaces las copasde hojas tan verdes como firmes, ovaladas y de poca nervadura.
El verde húmedo de los helechos llamó mi atención. Crecían desde las ramas que acostadas o bajas imposibilitaban a cada momento mi paso, y me obligaban a agachar el cuerpo entre túneles naturales e inmensamente atractivos por su belleza.
A medida que avanzaba podía sentir, sin ningún esfuerzo, la muda vibración del silencio. Anegaba mis oídos y me producía una paz desmesurada; y de pronto era interrumpido por otros sonidos, el de algunas aves que al observar la visita, daban su bienvenida con un trinar agudo y rítmico, en un canto que era un canto a la naturaleza misma.
A cada paso aromas distintos me remitían a esencias conocidas, a olores cotidianos. Esas plantas me traían nostalgias; hasta entonces sólo las había visto en las hojas trituradas y acondicionadas para la venta que, a diario, consumía para preparar platos exquisitos o infusiones que degustaba con placer.
Fueron pasando las horas y yo seguía confinada en ese paisaje que cada vezresultaba más diáfano, aunque el sendero se cubriese con una alfombra de sutiles ocres, amarillos y verdes pálidos; dorados e impertinentes plateados. Y al recoger un puñado de esas hojasno podía dejar de estrecharlas en mi mano, en el afán de escuchar sus voces, de sentir el crujir armonioso que, sometido al esfuerzo, las diseminaba, volviéndolas en partículas que echaría al suelo para que se fundieran con su reino.
Pronto comencé a divisar las aguas del lago Verde, bebí de su costa ese líquidodulzón, ignoto y frescoal que se le adjudicaban poderes milagrosos.
En algún momento del trayecto pude sentarme y contemplar, desde un lugar más abierto,la cordillera plena, elevada con sus picos aún nevados y su vegetación apretada;podía imaginarla húmeda y helada. En lo alto, como tendidos en esas tierras enlomadas aparecían pequeños glaciares azulados que evocaban otros, ya conocidos y de inmensurable atracción.
Una telaraña se exhibía entre dos ramas de un colihue joven. Me pregunté qué arácnido podría sobrevivir en esa jungla apacible donde parecía difícil la presencia de criaturas agresivas. No debería ser más que alguna arañita inofensiva y, a juzgar por su obra, de muy poco tamaño.
Alguien me habló. Sentí su voz primero lejana; después más cerca.
En ese momento caí en la cuenta de que no estaba sola. Decenas de personas me acompañaban. Estábamos frente al alerce más añejo del país. Exuberante. Después de apreciar su grandeza, caminé unos pasos más y frente a mí,el Lago Cisne se mostró en todo su esplendor.
La caminata había concluido. Puerto Sagrario nos esperaba para el regreso.
El murmullo de los presentes me sacó de la obnubilación a la que estuve sometida durante más de dos horas por la magia del otoño patagónico.